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  • ¿Debo irme de casa?
  • ¡Despertad! 1984
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¡Despertad! 1984
g84 8/6 págs. 20-22

Los jóvenes preguntan...

¿Debo irme de casa?

“Mamá y papá:

Bueno, por fin me voy. Como he dicho antes, de ningún modo lo hago por querer fastidiarlos o vengarme de ustedes. No puedo ser feliz si continúo confinada, como ustedes quieren que esté. Quizás tampoco sea feliz de esta manera, pero quiero averiguarlo.”

ASÍ comenzó la carta de despedida que dirigió a sus padres una joven de 17 años de edad. Ella, al igual que muchos otros jóvenes, sintió la necesidad de separarse y hacerse independiente. Martín, que tiene 18 años de edad, admite: “Casi todo joven de mi edad al menos acaricia la idea de irse de la casa”. Pero muchos hacen algo más que meramente acariciar la idea. En la República Federal de Alemania, por ejemplo, una de cada tres muchachas y uno de cada cuatro muchachos entre las edades de 15 y 24 años ya no viven en su hogar.

Dios previó que el deseo de casarse haría que una persona ‘dejara a su padre y a su madre’ (Génesis 2:23, 24). Pero hay otras razones válidas para irse, como el ensanchar el servicio de uno a Dios (Marcos 10:29, 30). Sin embargo, algunos jóvenes se van de la casa porque desean obtener más cosas materiales. Todavía otros simplemente responden al llamado de la oportunidad. Un joven alemán llamado Horst recuerda: “Tenía solo 17 años de edad. Un día, mientras ayudaba a un amigo a renovar su habitación, nos enteramos de que al lado había disponible un cuarto equipado con una pequeña cocina. De repente se me ocurrió la idea de que aquélla era mi oportunidad de irme de casa también”.

Pero ¿por qué se apresuran tantos jóvenes a aprovechar la oportunidad de irse de la casa?

“Uno quiere ser más independiente”

A muchos jóvenes les parece intolerable el hogar. Un joven dice: “Uno simplemente quiere ser más independiente. El vivir en casa de los padres de uno ya no es agradable. Uno está siempre discutiendo, y ellos no entienden lo que uno necesita. Además, uno se siente muy restringido, pues siempre tiene que dar cuenta a sus padres de cada paso que da”.

El apóstol Pablo explicó: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo; mas ahora que he llegado a ser hombre, he eliminado las cosas características de pequeñuelo” (1 Corintios 13:11). Porque razonas que ya no eres “pequeñuelo”, pudieras resentirte de que se te trate como uno. El libro Adolescence dice: “Los adolescentes tienen un fuerte deseo de autonomía. Quieren ser individuos por derecho propio, expresar sus propias ideas y llevar una vida que sea exclusivamente de ellos, en vez de ser títeres que dependan de los caprichos de adultos con autoridad”.

No obstante, aunque quizás te creas mayor, tus padres pudieran ver los asuntos de otra manera. Puede que todavía vean en ti algunas de “las cosas características de pequeñuelo”. Y aunque tal vez quieras tener libertad para hacer ciertas cosas, tus padres quizás vean la necesidad de ponerte restricciones.

Sin embargo, ¿no están tus padres realmente en la mejor posición para juzgar cuánta libertad puedes tener ya? “Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre”, dice la Biblia (Proverbios 1:8). Es cierto que a veces los padres tal vez protejan en exceso o pongan demasiadas restricciones a sus hijos. Pero como dijo cierta madre acerca de su hija: “Me preocupa que algo pueda pasarle. Ella piensa que no la dejo salir porque no confío en ella, pero ésa no es la razón. No quiero que le pase nada malo”.

¿Es el irse de casa la solución?

¿Qué hay si tus padres te ponen varias restricciones? En vez de hacer las maletas, recuerda que todavía necesitas de tus padres. Pues, durante muchos años por venir, te has de beneficiar de su perspicacia y sabiduría (Proverbios 23:22). Esto es especialmente cierto si tus padres son temerosos de Dios. ¿Deberías excluirlos de tu vida simplemente porque has tenido algunos contratiempos al tratar con ellos? En lugar de irte de la casa apresuradamente, ¿no sería más sabio tratar de establecer una relación más madura con ellosa?

Considera lo que un joven alemán llamado Karsten dice sobre este asunto. Sus padres lo animaron vigorosamente a que se quedara en casa hasta que tuviera un verdadero motivo para irse. Él permaneció en su hogar hasta que, pasado algún tiempo, lo invitaron a servir como ministro de tiempo completo en la sucursal de la Sociedad Watchtower en Alemania Occidental. Ahora aconseja a otros jóvenes lo siguiente: “No se vayan de su casa simplemente porque no puedan llevarse bien con sus padres. Si no pueden llevarse bien con ellos, ¿cómo podrán llevarse bien alguna vez con otras personas? Con irte de tu casa no solucionarás el problema. Al contrario, eso solo demostrará que eres demasiado inmaturo para que puedas valerte por ti mismo, y te llevará a alejarte más de tus padres”.

Y hay otras razones por las que el irse de casa pudiera ser algo imprudente. A menudo los jóvenes descubren que el vivir por su cuenta no es tan fácil como imaginaban. Frecuentemente los empleos escasean. Los alquileres han subido mucho. Y ¿qué se ven obligados a hacer, inevitablemente, los jóvenes que quedan atrapados en esa clase de enredo económico? Los autores de Pulling Up Roots dicen: “Regresan a su casa y esperan que los padres vuelvan a asumir la carga de mantenerlos”. Cada vez más jóvenes se ven obligados a emprender este derrotero, que con frecuencia es humillante. En vista de la tambaleante economía mundial, ¿deberías apresurarte a desechar la seguridad que el vivir en casa te ofrece?

Un peligro más grave

En Lucas 15:11-32, Jesús habla de un joven que quería ser independiente. Por no estar dispuesto a esperar, exigió lo que le correspondía de la herencia y se fue por su cuenta. Pero la libertad no era de ningún modo como él se imaginaba. Después de viajar “a un país lejano, [...] malgastó su hacienda viviendo una vida disoluta”. Puesto que ya no estaba bajo la buena influencia de sus padres, ¡sucumbió a la inmoralidad sexual con prostitutas! Tan difícil se le hizo conseguir empleo que hasta tuvo que aceptar un trabajo que los judíos despreciaban... guardar cerdos.

El hijo “pródigo”, o despilfarrador, se lamentó de su destino al decir: “¡Cuántos asalariados de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí perezco de hambre! Me levantaré y haré el viaje a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti’”. El hijo “pródigo” se tragó el orgullo y volvió a su casa.

Aunque esa parábola se relató para hacer resaltar la misericordia de Dios, contiene una lección práctica: ¡El que te vayas de tu casa por un motivo imprudente puede perjudicarte en sentido moral y espiritual! Desgraciadamente, algunos jóvenes cristianos que han emprendido un derrotero independiente han sufrido ruina espiritual. Al no poder mantenerse a flote económicamente, algunos han recurrido a compartir los gastos con otros jóvenes cuyo modo de vida está en pugna con los principios bíblicos. No obstante, la Biblia advierte: “No se extravíen. Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles” (1 Corintios 15:33). Otros han usado la libertad recién adquirida para ir en pos de la maldad. Horst (a quien mencionamos anteriormente) vio esto directamente.

Él conoció a un joven de la misma edad que él que también se había ido de la casa. Horst dice: “Aunque no estaba casado, se puso a vivir con la novia. Ellos celebraban fiestas en que el licor fluía liberalmente, y a menudo él terminaba emborrachándose. De haber seguido viviendo en su casa, sus padres no hubieran permitido nada de eso”. Horst concluyó: “Es verdad, una vez que uno se va de la casa tiene más libertad. Pero para ser del todo franco, ¿no se usa muchas veces esa libertad como oportunidad para hacer cosas malas?”.

Por eso, si anhelas tener más libertad, pregúntate: ¿Por qué, precisamente, quiero tener más libertad? ¿Es para tener mayor oportunidad de desarrollar iniciativa o para dedicar tiempo a hacer cosas que valen la pena? ¿O es para tener posesiones materiales o libertad de acción para jugar con las tentaciones del “fruto prohibido”? Recuerda lo que la Biblia dice en Jeremías 17:9: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?”. De modo que examina cuidadosamente cuáles son tus motivos, antes de dar el paso importante de irte.

Es probable que tarde o temprano surjan circunstancias, como el matrimonio, que te lancen fuera del “nido” del hogar de tus padres. Pero hasta entonces, ¿por qué has de apresurarte tanto a irte? Considera el asunto con tus padres. Ellos pudieran alegrarse de que te quedes, especialmente si haces una verdadera contribución al bienestar de la familia. Con la ayuda de ellos, tú puedes seguir creciendo, aprendiendo y madurando en tu propia casa.

[Nota a pie de página]

a En un número futuro de la revista se examinará más en detalle este tema. Mientras tanto, ve el artículo “¿Cómo puedo lograr que mis padres me comprendan?”, en el número de ¡Despertad! del 22 de agosto de 1983.

[Ilustración en la página 21]

Con la ayuda de tus padres, puedes seguir madurando en casa

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