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¡Despertad! 1984
g84 8/7 págs. 15-18

Su derecho de pesar los riesgos y los beneficios

SU CUERPO pertenece a usted. Su propia vida pertenece a usted. Estas declaraciones pueden parecer obvias, pero señalan a un derecho fundamental de usted que está relacionado con el tratamiento médico. Usted tiene el derecho de decidir lo que se le hará a usted. Muchas personas ejercen este derecho mediante conseguir una segunda opinión y entonces decidir al respecto; otras rechazan cierto tipo de tratamiento. El Dr. Loren H. Roth efectuó un estudio en 1983 que reveló que ‘20 por 100 de los pacientes hospitalizados rehúsan ciertos tratamientos’.

Pero si usted estuviera enfermo o lesionado, ¿cómo podría decidir el asunto? Puesto que no es médico, ¿cómo podría usted saber cuál es el mejor tratamiento? Generalmente acudimos a los expertos, a médicos que han recibido una educación especializada, que tienen experiencia y están dedicados a ayudar a la gente. El médico y el paciente deberían considerar la comparación o razón que existe entre el riesgo y el beneficio, o la “razón riesgo/beneficio”. ¿A qué se refiere esto?

Supongamos que usted sufre de algún mal en la rodilla. Cierto médico recomienda una intervención quirúrgica. No obstante, ¿cuáles son los riesgos en lo relacionado con la anestesia y la cirugía, o qué garantía hay de que su pierna funcionará después? Por otro lado, ¿cuáles son los posibles beneficios, y cuáles son las probabilidades de que tales beneficios se realicen en el caso de usted? Una vez que se haya considerado el cuadro general respecto a los riesgos y los beneficios, usted tiene el derecho de decidir: dar su consentimiento basado en la información recibida, o rehusar el tratamiento.

Pese los riesgos y los beneficios

Considere la razón riesgo/beneficio en una situación verdadera, la de Giuseppe y Consiglia Oneda, que se mencionó anteriormente.

La hija de ellos, Isabella, estaba muy enferma y los médicos recomendaron (hasta exigieron) que se le administraran transfusiones de sangre con regularidad. Sus amorosos padres objetaron principalmente debido a su conocimiento de la ley bíblica. Aun así, ¿cómo podría haber afectado el asunto la razón riesgo/beneficio?

Hoy día la mayoría de la gente supone que las transfusiones de sangre constituyen un tratamiento seguro y eficaz. Pero no debemos olvidar que en el siglo XVII la flebotomía o sangría era una práctica médica común, tanto para los jóvenes como para los ancianos; a menudo con consecuencias mortíferas. ¿Qué hubiera sucedido en aquellos días si un padre no hubiera permitido que su hijo se sometiera a una flebotomía?

Ya no se practica la flebotomía; ahora los médicos emplean las transfusiones de sangre. Aunque los médicos han logrado mucho en años recientes, tienen que reconocer que las transfusiones son peligrosas. El Dr. Joseph Bove (presidente del comité que trata el asunto de las enfermedades transmitidas por las transfusiones, de la Asociación de Bancos de Sangre de los Estados Unidos) dijo recientemente que la cuestión de contraer hepatitis mediante la sangre se consideró por primera vez en 1943. Añadió:

“Hoy, unos 40 años después, se reconoce que las transfusiones presentan el riesgo de que se transmita la hepatitis por lo menos mediante cuatro virus diferentes que se alojan en la sangre, y se alista una gran cantidad de otros agentes infecciosos que se pueden transmitir por medio de la sangre y productos sanguíneos”.—The New England Journal of Medicine, 12 de enero de 1984.

Si usted fuera a pesar los asuntos relacionados con su salud y vida, o la de su familia, ¿cuánto peligro presentan tales enfermedades? Ni siquiera los doctores pueden decirlo, pues la muerte debido a tales enfermedades puede ocurrir mucho tiempo después que se haya hecho una transfusión. Considere, por ejemplo, tan solo un tipo de hepatitis (el B), el cual sólo se puede cribar con éxito parcialmente. En un informe de noticias (del 10 de enero de 1984) se dijo:

“En 1982, unos 200.000 estadounidenses contrajeron la hepatitis del tipo B, de acuerdo con el Centro para el Control de Enfermedades (CDC, siglas en inglés), ubicado en Atlanta; 15.000 personas fueron hospitalizadas debido al estado agudo de la enfermedad, y 112 murieron. Otras 4.000 víctimas murieron de complicaciones crónicas atribuidas a dicha enfermedad”.

¿Cuántas otras personas han muerto en Italia, Alemania, Japón y otros lugares debido a la hepatitis causada por transfusiones? Sí, la muerte debido a las transfusiones es un riesgo serio que es preciso pesar.

Además, en la razón riesgo/beneficio de las transfusiones, el riesgo está creciendo. “A medida que aumenta nuestro conocimiento —declaró el profesor Giorgio Veneroni (de Milán) en mayo de 1982—, vamos descubriendo una cantidad cada vez mayor de riesgos relacionados con las transfusiones de sangre homólogas”. Cierto descubrimiento que ha alarmado a los médicos es el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), el cual es muy mortífero. El Dr. Joseph Bove continuó diciendo:

“Para los que las reciban, los médicos tienen que pesar los riesgos de las transfusiones contra los beneficios que se esperan. Este concepto no es nuevo, pero se ha hecho más apremiante, puesto que ya no se puede dar garantía al preocupado paciente de que él o ella no contraerá el SIDA debido a una transfusión”.

Los médicos no consideraron dicho riesgo con los Oneda en 1978; el SIDA no se conocía en aquel entonces. Pero ahora sabemos que existe. ¿No debería este conocimiento de que las transfusiones implican mayores riesgos hacer que la decisión de los Oneda esté menos sujeta a la crítica?

Los padres tienen que pesar los riesgos y los beneficios

Como adulto, usted tiene el derecho de pesar los riesgos y los beneficios de las transfusiones de sangre o de cualquier otro tratamiento. “Se considera que todo adulto competente es amo de su propio cuerpo. Puede tratarlo sabia o tontamente. Hasta puede rehusar tratamiento que salve la vida, y nadie tiene que intervenir en este asunto. Ciertamente no incumbe al estado” (Dr. Willard Gaylin, presidente del Centro Hastings). Pero ¿quién pesará los riesgos y los beneficios en el caso de un niño?

La experiencia general demuestra que los padres amorosos deben hacerlo. Por ejemplo, supongamos que su hijo tuviera problemas con las amígdalas y se sugiriera una intervención quirúrgica. ¿No quisiera usted enterarse de las ventajas y los riesgos que están envueltos en una tonsilectomía? Luego usted pudiera comparar esto con información sobre los riesgos/beneficios de someterlo a un tratamiento con antibióticos. Así usted podría llegar a una conclusión basada en la información que haya considerado, tal como lo han hecho muchos padres.

Considere una situación aún más seria. Los médicos le dan la triste noticia de que su amado hijo tiene una forma de cáncer que es virtualmente incurable. Le dicen que se podría emplear la quimioterapia, pero que las sustancias químicas podrían enfermar muchísimo a su hijo, y que las probabilidades de detener la enfermedad en esta etapa serían casi nulas. ¿No tendría usted el derecho de tomar la decisión final?

Si usted se basara en un artículo escrito por el Dr. Terrence F. Ackermana, su contestación sería positiva. Él admitió que muchas de las órdenes judiciales se han obtenido sobre la base de que el Estado debe proteger a los menores de edad. Sin embargo, en una serie de casos, el afamado Hospital M.D. Anderson e Instituto de Tumores ha seguido ‘la norma de no procurar órdenes judiciales para hacer transfusiones’. ¿Por qué? En parte se debe a que “cada uno de estos niños tenía una enfermedad potencialmente mortífera y no podíamos predecir que tendríamos éxito”. ¿No resultó ser así también en el caso de Isabella?

Ackerman recalcó el valor de “respetar la autoridad que tienen los padres de criar a sus hijos de la manera que ellos consideren apropiada”. Él razonó: “Es axiomático en la pediatría el que el médico tiene el deber moral de apoyar a los padres y a la familia. El que se diagnostique alguna enfermedad potencialmente mortífera en su hijo ejerce una enorme presión sobre los padres. Además, si los padres tienen que luchar con lo que ellos consideran una transgresión de la ley de Dios, esto podría causar aun mayor daño a su capacidad de desempeñar su función. Más importante aún, el bienestar de la familia influye directamente en el bienestar del niño enfermo”.

Otros métodos

Para evitar los muchos peligros de las transfusiones, los investigadores han desarrollado técnicas quirúrgicas que limitan la necesidad de administrar sangre. De hecho, la posición de los Testigos respecto a la sangre ha contribuido a efectuar dichas investigaciones. A fines de 1983, los periódicos estadounidenses hablaron acerca de un informe que se presentó en un congreso de la Asociación Norteamericana del Corazón: No se empleó sangre en las intervenciones quirúrgicas efectuadas en 48 niños entre las edades de tres meses y ocho años. Se hizo bajar la temperatura corporal del paciente y se diluyó la sangre con agua que contenía minerales y nutrimentos. ¡Pero no se administró nada de sangre! Al principio se utilizaba esta técnica solamente en hijos de testigos de Jehová. Cuando los cirujanos notaron que los hijos de los Testigos sobrevivían dichas operaciones mucho mejor que los niños que habían sido sometidos a métodos convencionales, decidieron extender esta técnica a todos sus pacientes.

Se entiende que hay casos en que los médicos consideran indispensable una transfusión de sangre. Sin embargo, se puede sostener objetivamente que: 1) Aun muchos médicos admiten que son muy raros los casos en que están convencidos de que son verdaderamente vitales las transfusiones; 2) por largo tiempo ha habido la perjudicial costumbre de administrar sangre innecesariamente; 3) los graves riesgos que presentan las transfusiones imposibilitan el ser dogmático respecto a la razón riesgo/beneficio.

Hay esperanza

Felizmente, se está dando cada vez más atención a la dignidad de la persona y a sus derechos. Países bien informados, como Italia, se están esforzando por asegurar la más amplia libertad posible, incluso la libertad de tomar decisiones sobre asuntos médicos basadas en información que la persona haya considerado. Un folleto publicado por la Asociación Médica Norteamericana explica: “Es preciso que el paciente sea el árbitro final respecto a si se arriesgará a aceptar el tratamiento o la intervención quirúrgica que el médico recomiende, o si tomará el riesgo de seguir viviendo sin dicho tratamiento. Éste es el derecho natural de la persona, derecho que la ley reconoce”.

Además, esto aplica en el caso de los menores de edad. Si usted es padre o madre, debe tomar parte activamente en tomar decisiones sobre tratamientos médicos que afecten a sus hijos. Un consejo de jueces de los Estados Unidos escribió lo siguiente en “Guía para los jueces respecto a órdenes médicas que afectan a los niños”:

“Si se puede seleccionar entre dos o más procedimientos —si, por ejemplo, el médico recomienda algún procedimiento en que la probabilidad de éxito sea de 80 por 100, pero que los padres desaprueban, y los padres no tienen objeción a que se emplee algún procedimiento en que la probabilidad de éxito sea de 40 por 100— el médico tiene que tomar el proceder que sea más arriesgado desde el punto de vista médico pero contra el cual los padres no levanten ninguna objeción”.

Tal consejo puede ser muy significativo si usted reconoce su derecho —sí, su obligación— de obtener información médica exacta. En muchos casos es sabio pedir una segunda opinión. Pregunte en cuanto a los diversos métodos de tratar cierto problema médico, y los posibles riesgos y beneficios de cada tratamiento. Entonces, con conocimiento de la razón riesgo/beneficio, usted puede decidir respecto al tratamiento médico, basándose en la información que haya obtenido. La ley establece que usted tiene este derecho. Dios y la conciencia de usted dicen que usted tiene esta obligación.

[Nota a pie de página]

a “Los límites de la beneficencia: Los testigos de Jehová y el cáncer en la niñez”, Hastings Center Report, agosto de 1980.

[Recuadro en la página 16]

Pediatra expresa su temor

El profesor James Oleske admitió recientemente:

“Lo que me causa temor como pediatra e inmunólogo [...] es que todavía estamos en un período alarmante, en el que se ha estado haciendo una gran cantidad de transfusiones sanguíneas a infantes prematuros, antes de que supiéramos acerca del SIDA [...] Si a fines de los años setenta y a principios de los años ochenta nuestro suministro de sangre estaba de hecho contaminado con el agente que causa el SIDA, entonces muchos de los infantes prematuros tal vez hayan sido expuestos a él [...] El problema es que no hay ningún examen exploratorio sencillo para detectar el SIDA, y sin tal prueba diagnóstica no hay, en realidad, ninguna manera de determinar quién puede estar incubándolo, pero que a su vez se sienta saludable y tal vez done sangre”.—Data Centrum, enero de 1984.

[Recuadro en la página 17]

La sangre... ¿don de vida?

“Cuando Sam Kushnick murió el pasado mes de octubre, su familia quiso enterrarlo con un taled judío y sus zapatos favoritos. Pero los empresarios de pompas fúnebres no quisieron tocar el cuerpo; la partida de defunción decía que él había muerto de SIDA... Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.

”Lo que es poco común sobre el caso de Kushnick no es que a una víctima de SIDA se le haya tratado después de morir como a un paria. Lo que es notable es que Sam sólo tenía tres años de edad y no era de ninguno de los principales grupos que están en peligro de contraer la enfermedad... los homosexuales que tienen relaciones sexuales con varias personas, los haitianos y los adictos a la heronía. El pequeñuelo de Los Ángeles era parte de una pequeña pero creciente cantidad de víctimas de SIDA, que han contraído la enfermedad después de haber recibido sangre” (The Wall Street Journal, 12 de marzo de 1984, página 1). Sam nació prematuramente. Como los médicos que lo atendieron en el hospital le extrajeron cierta porción de sangre para efectuar varias pruebas, la reemplazaron con transfusiones de sangre que se había donado. Después que él contrajo SIDA a la edad de dos años, se investigó a los donantes. Uno de ellos era homosexual, y todavía no manifiesta ninguno de los síntomas de la enfermedad que causó la muerte del pequeño Sam.

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