BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g84 22/8 págs. 17-19
  • ¿Cómo puedo librarme de los sentimientos de envidia?

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • ¿Cómo puedo librarme de los sentimientos de envidia?
  • ¡Despertad! 1984
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Los celos... de la clase correcta, y de la incorrecta
  • Domina la envidia
  • Ayuda a otros
  • El amor vence los celos
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
  • Qué debe saber sobre los celos
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
  • Celoso (celo, celos)
    Ayuda para entender la Biblia
  • Celoso (celo, celos)
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
Ver más
¡Despertad! 1984
g84 22/8 págs. 17-19

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo puedo librarme de los sentimientos de envidia?

A mediodía Carol disfrutaba de un descanso en una cafetería, cuando de buenas a primeras dio la buena noticia de que la habían ascendido a un nuevo empleo con un aumento fabuloso de salario. Su amiga, que estaba cerca, casi se atraganta con un pedazo de pastel de queso cuando oyó la noticia. Pero se las arregló para serenarse y aparentar que se alegraba por lo que le había sucedido a Carol. No obstante, en sus adentros le dieron náuseas. Verá, ella había tratado de conseguir el mismo empleo, y la habían rechazado. Carol —creía ella— no tenía ni mucho menos las aptitudes que ella tenía... ¡y sin embargo, Carol había conseguido el ascenso! Aquello no parecía ser justo. Por eso la amiga comenzó a considerar a Carol como una rival. Los sentimientos de envidia la abrumaron. ¿Qué haría? ¿Cómo podría dominar la envidia que sentía?’

ESCENAS como ésta, descritas en Family Weekly por la escritora Mary Long, son muy comunes. Casi ninguno de nosotros puede evitar experimentar ocasionalmente un sentimiento oculto de envidia por la buena fortuna de un amigo. Pero cuando uno es víctima de la envidia continuamente, esto es más que un malestar pasajero. En casos graves, la envidia puede limitar, deformar y denigrar todo lo que una persona hace o siente. Como lo describe cierto escritor: “La envidia hace daño: Parece apoderarse de nosotros, en cuerpo y alma. Pocos sentimientos son tan abrumadores... salvo, quizás, el amor”. Por eso a la envidia, o los celos, se le ha calificado de pecado mortal. El libro bíblico de Proverbios pregunta: “¿Quién puede estar de pie ante los celos?”. (Proverbios 27:4.)

Puesto que todos somos imperfectos, tal vez en cada uno de nosotros haya vestigios de esa clase de celos o envidia. Esa envidia puede ponerse de manifiesto en aspectos indirectos o en circunstancias especiales. Nuestra responsabilidad no es hacer caso omiso de los celos dañinos, sino aprender a reprimirlos y mantenerlos bajo control por medio del poder del espíritu de Dios (Gálatas 5:25, 26). El hacerlo es muestra de que, aunque joven, tienes madurez cristiana.

Los celos... de la clase correcta, y de la incorrecta

Por un lado, la palabra “celos” puede implicar un celo apropiado por lo que es correcto. Hasta a Jehová se le llama “un Dios celoso”, lo cual quiere decir que muestra celo por su buen nombre, por la verdad y por la justicia. De sus siervos devotos también se dice de vez en cuando que son celosos. (Éxodo 34:14; 2 Corintios 11:2.)

Por otro lado, demasiado a menudo los celos tienen un motivo incorrecto, o están mal dirigidos. La persona celosa, o envidiosa, pudiera sospechar de otros sin ninguna causa, o resentirse por la atención que reciben otros, pues cree que solo ella la merece. Por ejemplo, Elizabeth se pone celosa de la atención que recibe su hermana. Dice: “El hecho de que a su edad [mi hermana] tenga tanto dominio de sí misma y pueda hacer muchísimas cosas que probablemente yo nunca pueda hacer me da celos [...] Me enfado conmigo misma por estar enfadada, porque sé que no debería sentirme así”.

Prescindiendo de cuál sea la causa, los celos de la clase incorrecta tienen poder destructivo. Pueden quitar a uno el sueño, causarle angustia y ser responsables de trastornos mentales y estomacales. También pueden engendrar cólera y odio, y hasta pueden llevar a la comisión de un delito grave. ¡Caín permitió que los celos, o la envidia, lo llevaran a asesinar a su hermano Abel!

Los celos pueden arruinar la mejor de las relaciones. Normalmente nos disgusta la gente que es abiertamente celosa. La Biblia habla de que Raquel tuvo celos de su hermana, Lea. Esto alteró su relación fraternal (Génesis 30:1). De igual manera, a los hermanos de José les dio celos la relación que José tenía con su padre. Sólo fue después de muchos años y de mucho examen de conciencia que se resolvieron las diferencias que había entre ellos (Génesis 37:4; Hechos 7:9). El rey Saúl de Israel tuvo un arrebato de envidia cuando las mujeres de Israel proclamaron campeón de ellas a David. “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles”, cantaron ellas (1 Samuel 18:7). La envidia de Saúl lo llenó de ira, sospecha y odio. Finalmente perdió completamente la razón al perseguir a David. Lo triste del caso era que no había razón alguna para tal comportamiento. David no representaba ninguna amenaza para el reinado de Saúl.

Domina la envidia

Entonces, ¿cómo puedes dominar la envidia, o los celos? Bueno, cuando a Caín le dio envidia del éxito de su hermano Abel, Dios dijo a Caín: ‘Dirígete a hacer lo bueno [...] Pero si no te diriges a hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?’ (Génesis 4:7). La envidia no se puede dominar si no se hace lo bueno. Caín se negó a hacer lo bueno. No prestó atención al consejo de Dios. Asesinó a su hermano. Cuando te dé envidia, ¿escucharás el consejo sano de Dios: ‘Dirígete a hacer lo bueno’?

La Biblia también muestra que para dominar la envidia, o los celos, es esencial tener amor intenso. Leemos: “El amor no es celoso” (1 Corintios 13:4). En la envidia hay más amor propio que amor a otros. Pero el obligarnos a pensar bien de aquellos que nos dan envidia —y hasta el orar por ellos— puede apaciguar la envidia. Contribuye a que logremos dominarla.

Las palabras tranquilizadoras de otros son otra manera de controlar la envidia, o los celos. Si los padres ven que los celos están afectando a su hijo, a menudo tratan de asegurarle que lo aman. Recuerdan al hijo o a la hija que él o ella tiene dones que otros no tienen, y que al final todas las cosas llegan a un equilibrio. Y si una de las hijas se encierra en su habitación porque su hermana parece ser el centro de atención, la madre puede ayudarla a tener un punto de vista equilibrado y apropiado de sí misma. Puede abrazarla y decirle unas cuantas palabras de estímulo, como: “Tu hermana es popular, pero Dios te ha dado dones a ti también. Te ha dotado de una personalidad maravillosa que de por sí es una hermosura excepcional. Es una hermosura que los esposos aman”.

Si te atormenta la envidia, ¿debes pensar que eres demasiado mayor para beneficiarte de las palabras tranquilizadoras de tus padres? Sin duda ellos tienen mucho que decirte que puede ayudarte a disfrutar del éxito de otros. Te pueden ayudar a mostrar amor y afecto para con los que te dan envidia.

A veces las personas de una naturaleza más sensitiva se ponen a cavilar cuando les da envidia. Tales personas necesitan hablar a fondo con alguien acerca de sus sentimientos. Saca a la luz los sentimientos de envidia. Ponlos al descubierto. Ve qué es lo que te está carcomiendo o irritando. Hace más daño al espíritu el reprimir la envidia, o los celos, que el permitir que otros sepan cómo te sientes.

Ayuda a otros

Tus amigos, también, a menudo necesitan palabras de aliento. Si, por ejemplo, entablas una nueva amistad, puedes asegurarle lo siguiente a tu amiga más íntima: “No te preocupes de mi relación con Ana, pues nada puede reemplazar nuestra amistad”. Unas cuantas palabras como ésas pueden ser todo lo que se necesite para evitar que la envidia eche raíces. Cuando Eldad y Medad recibieron el espíritu de Dios sin estar en presencia de Moisés, Josué sintió celos por su amo Moisés. Moisés corrigió a Josué con estas palabras tranquilizadoras: “¡Quisiera yo que todo el pueblo de Jehová fuesen profetas, porque Jehová pondría su espíritu sobre ellos!” (Números 11:10-29). Josué se contentó con eso.

Así que sé servicial. Trata de evitar dar envidia, o celos, a otros. A menudo las muchachas hacen alarde de su ropa; las mujeres, de sus sortijas de prometida. La gente se jacta de los ascensos que recibe. Hubo mujeres que alabaron en una canción las hazañas de David y dieron más honra a David que al rey Saúl. Considera el efecto que pueden tener en otros tus palabras y acciones. Esto te ayudará en gran manera a controlar la envidia, o los celos, y conservar buenas relaciones con otros.

[Ilustración en la página 18]

Hay quienes sienten celos cuando ven que una amiga íntima empieza a prestar atención a otra persona

[Ilustración en la página 19]

A veces podemos ayudar a una amiga a dominar la envidia si le damos prueba de nuestra amistad leal

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir