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  • La “congelación” de lo nuclear... ¿sí, o no?

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  • La “congelación” de lo nuclear... ¿sí, o no?
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¡Despertad! 1985
g85 8/1 pág. 11

La “congelación” de lo nuclear... ¿sí, o no?

EN MAYO de 1983, en los Estados Unidos, obispos de la Iglesia Católica Romana instaron formalmente a que hubiera una reducción en la cantidad de reservas de armamentos nucleares y que se detuvieran “las pruebas, la producción y el despliegue de nuevos sistemas de armas nucleares”. Explicaron: “No se debe interpretar mal nuestro profundo escepticismo en cuanto a la aceptabilidad moral del uso de cualquier tipo de armas nucleares”.

En una carta redactada el 8 de noviembre de 1983 en Lourdes, Francia, los obispos franceses de la Iglesia Católica Romana dijeron que no estaban completamente de acuerdo con sus colegas estadounidenses. “Las naciones —insisten los obispos franceses en una nota aclaratoria— pueden preparar legítimamente sus defensas para desanimar a los agresores, hasta valiéndose de la disuasión por medio de armas nucleares.”

En su carta, los obispos franceses declararon: “Es patente que, para que la disuasión mediante armas nucleares sea aceptable en sentido moral:

”dichas armas se deben usar solamente como medida de defensa

”se debe evitar el almacenamiento de éstas; la disuasión se logra cuando la amenaza de que se tomen represalias hace que cualquier ataque del exterior sea irrazonable

”se debe tomar toda clase de medidas para eliminar el riesgo de comenzar una guerra nuclear por accidente, locura, terrorismo, etc.

”por otro lado, la nación que se arriesgue a recurrir a las armas nucleares como fuerza disuasiva debe esforzarse por establecer una norma de paz constructiva”.

Muchos católicos franceses expresaron que no estaban de acuerdo con la posición de sus obispos. El señor Alain Woodrow, quien escribe artículos religiosos para el periódico parisiense Le Monde, comentó lo siguiente: “Los argumentos de los obispos rayaban en la casuística. Aunque dieran la explicación de que ‘una amenaza no significa el uso de la fuerza’, la distinción es muy leve, y ellos mismos admiten que para creer en la defensa de un país, ‘dicho país debe estar resuelto a tomar acción si las medidas de disuasión no tienen éxito’”.

Es interesante notar que el punto de vista del Concilio Protestante de las Iglesias de Francia se parecía más al de los obispos católicos estadounidenses cuando, solo unos días después, se declararon a favor de una “congelación de lo nuclear como paso inicial para detener y reducir el almacenamiento de armas, aunque solo sea unilateralmente”. Esta declaración, en cambio, se topó con oposición firme procedente de la misma Iglesia Protestante. Cierto pastor opinó que tal actitud incita a la “agresión y subversión de parte de los estados totalitarios”.

¿Por qué hay tan extensa variedad de opiniones en las iglesias respecto a esta importante cuestión del siglo XX? Evidentemente se debe a que la mayoría de las autoridades eclesiásticas consideran la situación mundial desde el punto de vista político, y no desde el punto de vista de las Escrituras. Está claro que no es en estas organizaciones divididas que la gente puede tener la esperanza de hallar a los que verdaderamente son discípulos unidos de Cristo, el “Príncipe de Paz”. (Isaías 9:6, 7; Juan 17:20, 21.)

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