El fascinante chimpancé
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Sierra Leona
YO ERA nuevo tanto en el África occidental como en este hogar al que se me había invitado. Sin sospechar nada, entré en la sala y tomé asiento. De repente, se oyó un correteo furioso en el pasillo. Entonces, sin previo aviso, una criatura peluda apareció como un torbellino dando saltos en la habitación. Dio dos largos saltos: primero, llegó al centro de la habitación, y después, ¡vino a parar sólida y pesadamente en mi falda! Me echó sus poderosos brazos alrededor del cuello y se quedó quieto... hizo sobresalir los labios y fijó su mirada penetrante en la mía. Quedé estupefacto. Pero las demás personas rieron a carcajadas. Chippie, un chimpancé mascota, se había presentado de manera dramática e inolvidable.
Sentado allí, nariz con nariz con uno de los animales más populares y polifacéticos, lo único que yo podía pensar era: ‘¿Qué será lo próximo que hará?’. Pero Chippie se fue a hacer otras cosas, lo cual me permitió recobrar la compostura.
Después de aquel primer encuentro con un simio, aprendí que hace unos 3.000 años el rey Salomón importó “monos” —tal vez incluso chimpancés— en Jerusalén (1 Reyes 10:22). Pero no fue sino hasta los últimos tres siglos que se comenzó a estudiar y a clasificar cuidadosamente a los primates. En 1738 un espécimen fue llevado a Inglaterra, procedente del África. Se le dio el nombre angoleño de chimpancé, o ‘imitador del hombre’. El nombre permaneció.
Saqueo en la selva
Aunque algunos chimpancés nacen en cautiverio, la mayoría todavía tienen que ser traídos de la selva. Durante las pasadas décadas, el África ecuatorial ha sido la fuente de millares de ellos. Puesto que los mercados en el extranjero quieren chimpancés jóvenes, los métodos de captura envuelven matar o envenenar a las madres que están lactando a los pequeños y arrebatárselos de los brazos. Esto resulta en la muerte de muchos chimpancés, puesto que no solo matan a tiros a las madres, sino que también matan accidentalmente a los machos y hasta a los pequeños. Hay otros que mueren mientras se les transporta. De hecho, de acuerdo con el doctor Geza Teleki, primatólogo y asesor especial para la conservación en Sierra Leona, por cada chimpancé que llega vivo a otros lugares, mueren unos diez de ellos.
Pero la demanda es grande, y las ganancias son altas. Los traficantes del África occidental pagan a los proveedores locales tan poco como $30 (E.U.A.) por un chimpancé infante, ¡mientras que en los Estados Unidos o el Japón el precio asciende a $10.000 o más!
En reconocimiento del valor de preservar las poblaciones de animales salvajes que quedan, las cuales están bajo la amenaza de extinción, los gobiernos han impuesto restricciones y proscripciones contra el cazar y vender animales ilegalmente. Pero aunque se han tomado estas medidas, el chimpancé se halla ahora en la lista cada vez más extensa de especies de animales que están en peligro de extinción.
Los chimpancés en el mundo del hombre
Los chimpancés son muy valiosos en el campo de la ciencia. Uno llamado Ham fue al espacio sideral antes que el hombre. Los chimpancés también han sido útiles como precursores de los astronautas al haber sido utilizados en experimentos para investigar los efectos físicos y mentales de la ingravidez, los vacíos parciales y las temperaturas extremas de calor y frío.
Sin embargo, al chimpancé se le conoce mejor por su dinamismo y disposición. Los chimpancés jóvenes que viven en cautiverio son sociables, sensibles y muy despiertos. Son animales extrovertidos a quienes les encanta jugar ante un auditorio, por lo cual algunos se han convertido en “superestrellas” en el campo del entretenimiento. Un chimpancé llamado Chita llenó de entusiasmo a millones de personas a medida que viajaba por la selva, columpiándose de árbol en árbol, con su amigo Tarzán. Los chimpancés continúan deleitando a las muchedumbres en espectáculos de circo y compañías ambulantes. Y, ¡oh, qué modales despliegan cuando tienen sus reuniones para tomar té en los parques zoológicos!
También se ha entrenado a chimpancés para que trabajen en bares, donde sirven bebidas a los clientes. Pueden comer y beber sentados a la mesa, ponerse ropa, barrer, y lavar platos. Hasta se han vendido cuadros rústicos pintados por chimpancés que son “artistas”. También montan bicicletas y motocicletas.
No obstante, nadie debe llegar a la conclusión de que el chimpancé es casi un ser humano. Como muchos otros animales, el chimpancé responde de acuerdo con el ambiente que lo rodea. Puede observar que ciertas acciones producen ciertos resultados. Mediante la repetición se le puede enseñar que al hacer ciertas cosas puede obtener con regularidad ciertos resultados. Así puede aprender a ejecutar muchas acciones rutinarias. Pero no puede razonar como un ser humano. No puede discernir los principios de operación y entonces aplicar esto en otras esferas de actividad. Y ciertamente no puede aplicar principios morales.
Los sorprendentes actos de destreza son ejecutados por los jóvenes... generalmente los que tienen menos de diez años de edad. Pero a medida que van alcanzando la madurez, los chimpancés en cautiverio pueden volverse malos, introvertidos... y peligrosos. ¿Qué se hace con ellos durante los restantes 30 años o más que les quedan de vida? Los parques zoológicos tienen espacio limitado. El rehabilitarlos para que vuelvan a vivir en la selva presenta muchos problemas. De modo que a veces los expertos dan una sugerencia triste: “Mátenlos”.
El hombre en el mundo de los chimpancés
Estudios detallados de cómo los chimpancés reaccionan al mundo del hombre han revelado mucha información respecto a la disposición y adaptabilidad de ellos. Pero el chimpancé se halla fuera de su ambiente en el mundo del hombre, tal como el hombre lo estaría si viviera en el mundo de los chimpancés. Por eso los investigadores se dan cuenta de que, para entender plenamente al chimpancé, es necesario estudiarlos en la selva.
Probablemente esto se trató de hacer por primera vez hacia fines del siglo XIX. El zoólogo R. L. Garner fue al campo equipado con una jaula grande. Solo que la jaula no era para los simios a quienes pensaba estudiar; ¡era para él! Encerrado y a salvo dentro de la jaula, observó a los animales mientras pasaban. Aunque sus hallazgos fueron limitados, no obstante, fue un esfuerzo genuino para estudiar a los simios en su hábitat natural.
Aunque en 1930 se llevó a cabo otro estudio breve, no fue sino hasta la década de los años sesenta que se emprendieron otros estudios en el campo. La doctora Jane Goodall, investigadora que trabajaba en Tanzania occidental, no se sentó en una jaula. Su idea fue la de acercarse a los chimpancés, observarlos de cerca y ser aceptada por ellos. Sin embargo, no fue fácil hacerlo. Al principio huían cuando la veían, pero la paciencia y la perseverancia de ella fueron recompensadas, y en espacio de un año la investigadora se sentaba entre los simios.
Durante las siguientes dos décadas la doctora Goodall aprendió mucho acerca del comportamiento de los chimpancés y de su estructura social y familiar. Los chimpancés también tienen maneras intrigantes de tratarse unos a otros. Después de haber estado separados unos de otros por algún tiempo, tal vez se saluden mediante un apretón de manos y se besen. También se acicalan mutuamente, removiendo las garrapatas y los abrojos. Pero, lamentablemente, ¡la interacción entre los chimpancés no es siempre tan altruista! A veces se matan y devoran unos a otros.
La doctora Goodall fue entrevistada recientemente por WWF News (Fondo Mundial para la Vida Silvestre) y dijo que el estudiar a los chimpancés [...] ‘me ha ayudado a comprender, tal vez más que ninguna otra cosa, lo diferentes que somos de ellos’. Cuando se le pidió que fuera específica, ella dijo: “Los seres humanos son más compasivos. En el caso del chimpancé se puede ver la compasión entre la madre y su cría, pero rara vez se halla en algún otro aspecto. La compasión es una característica muy humana”. Después de estar viviendo con los chimpancés durante 22 años, tanto ella como sus colegas todavía están aprendiendo cosas nuevas acerca de estos simios.
No hay duda al respecto, dondequiera que vivan, sea en el mundo de los hombres o en el suyo propio, los chimpancés son ciertamente animales extraordinarios... ¡algo de lo cual usted no necesitaría un recordatorio si alguna vez un chimpancé fuera a parar a la falda de usted!
[Comentario en la página 26]
El chimpancé puede aprender a ejecutar muchas acciones rutinarias, pero no puede razonar como un ser humano
[Comentario en la página 26]
El estudiar a los chimpancés ‘me ha ayudado a comprender, tal vez más que ninguna otra cosa, lo diferentes que somos de ellos’—Doctora J. Goodall