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  • ¡Despertad! 1985
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¡Despertad! 1985
g85 22/2 págs. 23-25

¿Cuántas vidas ha vivido usted?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en la India

EL AMO de casa hindú levantó su prenda de vestir de algodón y dejó al descubierto una pierna sumamente desfigurada debido a la etapa avanzada de elefantiasis. Entonces señaló la pierna y dijo: “Ésta es mi karma debido a mi vida anterior”.

Con esas palabras el hombre manifestó la creencia popular que existe entre los hindúes de que su vida presente es simplemente un eslabón en una larga sucesión de renacimientos. Creen que su actual situación en la vida es el fruto de lo que sembraron en vidas anteriores, y que ahora están sembrando lo que cosecharán en un renacimiento futuro.

Creencia muy difundida

Sin embargo, la creencia de la reencarnación no se limita de ningún modo a la India. Existe “en casi todas las regiones del mundo”, escribió el líder hindú S. Radhakrishnan. Por todo el mundo —en África, en Asia, en América del Norte y América del Sur, en las islas del Pacífico y en Europa— la gente cree que las almas humanas transmigran a tiburones, caimanes, tigres, pandas, comadrejas, ratones, ¡y hasta a insectos, como las avispas y los escarabajos peloteros! La reencarnación tampoco se limita a formas de animal. Las mujeres estériles del África y la India invocan a árboles en que se cree que habitan las almas de personas muertas. En la antigua Europa también existían costumbres parecidas.

Pero ¿cuál es el origen de la creencia de la reencarnación, o la transmigración del alma? ¿Por qué cree la gente en ella? ¿Y cómo ha sido afectada la vida de la gente por esta enseñanza?

Identificando la fuente

Si el alma humana transmigrara de una forma de vida a otra, el alma tendría que ser inmortal. Por lo tanto, la teoría de la reencarnación se basa en la doctrina de la inmortalidad del alma, y su origen tiene que remontarse solamente a los pueblos o las naciones que sostuvieron una creencia como ésa. Basados en esto, hay quienes opinan que dicha creencia se originó en el antiguo Egipto. Otros, no obstante, sostienen que tuvo su comienzo en la antigua Babilonia, donde empezó la primera religión misteriosa de la historia. Para dar prestigio a su dudosa religión, el sacerdocio babilonio propuso la doctrina de la transmigración del alma. De este modo, podían afirmar que sus héroes religiosos eran reencarnaciones de antepasados notables que habían muerto hacía mucho tiempo.

No obstante, fue en la India donde floreció esta creencia. Los gurus hindúes trataban de resolver los problemas universales del mal y el sufrimiento entre los humanos. ‘¿Cómo es posible que estos problemas armonicen con el concepto de un Creador justo?’, se preguntaban ellos. Trataban de resolver el conflicto entre la justicia de Dios y las calamidades e injusticias imprevistas que ocurren en el mundo. El resultado fue su “ley del karma”... la ley de causa y efecto. Elaboraron una ‘hoja de balance’ detallada por la que los méritos y los deméritos en la vida de uno eran recompensados o castigados en la siguiente vida.

“Karma” simplemente significa “acción”. Se dice que un hindú tiene “buen karma” si se conforma a las normas sociales y religiosas, o “mal karma” si no se somete a éstas. Su acción, o “karma”, determinaría su futuro en cada renacimiento sucesivo. Sin embargo, la meta final es librarse de este ciclo de transmigración y unirse al Espíritu Universal. Se cree que esto se consigue si uno se esfuerza por tener una conducta que sea aceptable desde el punto de vista social y adquiere conocimiento hindú especial.

Frutos de la reencarnación

La filosofía de la vida de los que creen en la reencarnación la tipifica la observación que hizo S. N. Dasgupta, filósofo hindú: “No puede esperarse ordinariamente que una acción en esta vida evite los males de esta vida que uno está predestinado a sufrir debido al karma de un nacimiento anterior”. El resultado es un punto de vista fatalista respecto a la vida en general, y, en particular, respecto a los males y las injusticias sociales.

La ley del karma ha ayudado también a preservar el sistema de castas de la sociedad hindú. ¿En qué sentido? Puesto que esta creencia enseña que la posición social que la persona tenga en la vida actual es el resultado del karma de ella, o de sus acciones, en existencias anteriores, se considera que su karma es inalterable en la vida presente. Pero el swami Nikhilananda explica: “Si cumple con los deberes que determina su casta, un hombre califica para nacer en una casta superior en una vida futura”. Por lo tanto, la persona que pertenece a una de las castas inferiores teme rebelarse contra las reglas y costumbres de su casta. Además, hay temor al castigo y al ostracismo, puesto que cualquier persona que viole o quebrante cualesquiera de las reglas y costumbres de su clase social sería castigada, o hasta repudiada, por sus parientes. A causa de estos temores, millones de personas están confinadas a la casta menesterosa de los “intocables”, o parias, la cual no tiene derechos civiles ni privilegios. Aunque los esfuerzos que han hecho algunos legisladores han logrado reducir hasta cierto grado el maltrato de que son víctimas los llamados intocables, las costumbres religiosas que están profundamente arraigadas tardan en desaparecer en una sociedad que está tan aferrada a las tradiciones.

La reencarnación... ¿se puede creer en ella?

Pero ¿por qué hay sufrimiento e injusticias entre los humanos? ¿Es la reencarnación la única explicación? ¿Es siquiera una explicación en que se pueda creer? Considere al hombre con elefantiasis que mencionamos al principio del artículo. Debido a que no tenía conocimiento alguno de la causa de su enfermedad, creía que su sufrimiento se debía a su karma. Pero si por casualidad él no hubiera vivido en una zona infestada de mosquitos que pueden transmitir la elefantiasis a las personas, o si él hubiera sabido acerca de tales mosquitos y hubiera tomado medidas preventivas, ¿no hubiera podido evitar esta terrible enfermedad? De modo que el sufrimiento de él no se debía a su karma, sino al “tiempo y el suceso imprevisto”. (Eclesiastés 9:11.)

En tiempos recientes Mohandas Gandhi y otros líderes trataron de combatir la idea del karma-renacimiento, al declarar: “La intocabilidad es un delito contra Dios y el hombre”. Los esfuerzos de Gandhi y de otras personas que pensaban de modo parecido contribuyeron a mejorar hasta cierto grado la vida de los “intocables”. ¿No prueba esto que la vida como “intocable” no se debe al karma de uno y que, por lo tanto, no es inalterable? En realidad, muestra que ese modo de vida tan opresivo es el resultado de un sistema social heredado que se puede mejorar o hasta cambiar. Por consiguiente, el destino de un bebé “intocable” realmente es de hechura humana, no un decreto divino.

¿Qué hay en cuanto a la avaricia y la corrupción en el mundo comercial? Un hombre de negocios que no tenga escrúpulos tal vez opte por sobornar o chantajear. ¿Pero tiene que hacerlo? ¿No sería su conducta desaforada el resultado de ejercer su libre albedrío de la manera incorrecta? De modo que no se necesita la idea de “karma-renacimiento” para explicar la razón por la cual los humanos sufren. Las personas pensadoras disciernen que los accidentes, la herencia y el ejercer incorrectamente el libre albedrío son las causas lógicas de muchos de los males e injusticias de la vida. (Romanos 5:12; Eclesiastés 7:29.)

La reencarnación... ¿es una realidad?

La doctrina de la reencarnación se basa en la creencia de la inmortalidad del alma. Si las almas terrestres no son inmortales, entonces se derrumbaría la doctrina del renacimiento. Pero ¿adónde podemos acudir para adquirir conocimiento exacto al respecto? Aunque casi todos los escritos de las religiones principales enseñan de un modo u otro que el alma es inmortal, la Biblia no lo enseña.

Con relación a lo que el alma humana es, la Biblia dice: “Procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente” (Génesis 2:7). Por lo tanto, el hombre —el ser vivo y que respira— es un alma. No tiene un alma separada y distinta dentro de él, lista para abandonar el cuerpo al momento de la muerte.

Con relación a lo que sucede al sobrevenir la muerte, Génesis 3:19 nos dice: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás”. Por consiguiente, al morir, los humanos no ‘vuelven’ a tener una nueva vida ni experimentan un renacimiento, sino que regresan “al polvo”. La Biblia enseña claramente que el alma humana muere. No transmigra. “El alma que esté pecando... ella misma morirá”, declara enfáticamente la Biblia. (Ezequiel 18:4, 20.)

Esperanza para los muertos

Puesto que el alma muere, ¿qué esperanza hay para los muertos? Más bien que dejar que los humanos pecaminosos tracen su propio destino mediante experimentar incontables renacimientos llenos de sufrimiento y dolor, la Biblia contesta: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos”. (Hechos 24:15.)

En su infinita sabiduría y amor, el Creador recuerda el patrón de vida de los que han muerto. Él no hace esto como base para juzgarlos y castigarlos, según enseña la ley del karma. Más bien, lo recuerda para resucitarlos y levantarlos de la muerte con la misma personalidad y las mismas características que tenían antes de morir. Los que sean resucitados para vivir en la Tierra serán juzgados entonces sobre la base del derrotero de vida que lleven después de la resurrección. Así, como seres humanos, tendrán la perspectiva de vivir otra vez... en un paraíso terrestre restaurado, respecto al cual la Biblia nos asegura: “La muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)

[Comentario en la página 24]

Gandhi declaró: “La intocabilidad es un delito contra Dios y el hombre”.

[Ilustración en la página 23]

¿Qué hizo este hombre para merecer esto?

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