Un vistazo al ‘milagro japonés’
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón
UN INGLÉS mira su programa favorito de televisión en un Sony. Un ugandés viaja por un camino polvoriento en su Toyota. En Indonesia, un dependiente suma la cuenta en una Canon. En Atenas, un turista fotografía el famoso Partenón con una Nikon. En las calles de Brooklyn, un joven anda al compás de la música resonante y estruendosa que emite su JVC portátil, del tamaño de un maletín.
La lista es interminable. Estos nombres, así como otros, que en un tiempo sonaban extraños casi han llegado a ser palabras muy conocidas. Traen a la memoria cuadros de productos japoneses que han inundado el mercado mundial tanto que los japoneses que visitan países del extranjero se quejan frecuentemente de lo difícil que es encontrar recuerdos que no estén hechos en el Japón.
Hace tan solo 40 años, el Japón estaba luchando por levantarse de entre las ruinas en que había quedado tras la II Guerra Mundial. Hoy es un gigante de la economía con el cual tiene que contar el resto del mundo. Por ejemplo, el Japón ha dejado rezagado a los Estados Unidos en la producción de acero. Los fabricantes japoneses de motocicletas han dejado atrás a los británicos. Los relojes suizos y las máquinas fotográficas alemanas han estado expuestos a la misma clase de competencia. Desde automóviles hasta cremalleras, se puede hacer un recuento de la larga lista de éxitos japoneses, parecidos a los susodichos. No obstante, aunque el Japón no está exento de la crisis internacional del petróleo ni de la recesión, ha resistido el temporal y ha salido del mismo más fuerte que nunca. No es de extrañar que muchos se hayan referido a esto como el ‘milagro japonés’.
Hoy es común que los que visitan este país de 120.000.000 de habitantes queden sorprendidos, hasta impresionados, al ver el progreso material. Las personas se ven bien vestidas, bien alimentadas, y prósperas. La mayoría de los hogares, aunque pequeños, están equipados con televisores en color, teléfonos, acondicionadores de aire, y un sinnúmero de dispositivos electrónicos y aparatos que ahorran trabajo. Las ciudades principales están llenas de edificios modernos, altos y resplandecientes, y un desfile interminable de automóviles bien cuidados y aparentemente nuevos.
El progreso no se limita al aspecto material. El arte, la música y los deportes de Occidente han tomado por asalto al Japón. Por ejemplo, en la ciudad de Tokio hay ocho orquestas sinfónicas principales, de modo que supera aun a capitales como Viena, París y Nueva York, las cuales gozan de buena fama entre los aficionados a la música. El juego estadounidense del béisbol ha llegado a ser ahora el deporte más popular del Japón, y se calcula que en todo el país hay 20.000.000 de participantes en los equipos de las Pequeñas Ligas, los de compañías o los equipos profesionales. En conjunto, el índice de desempleo del Japón figura entre los más bajos del mundo, y el índice de alfabetización es tan alto como el de cualquier otra nación.
Está claro que la pregunta de suma importancia es: ¿Qué hay tras el milagro japonés? Los líderes de muchas naciones se esfuerzan por hallar la respuesta a esta pregunta, deseosos de poder usarla para reforzar la decaída producción y economía de sus respectivos países. De hecho, sería sumamente edificante ver a qué se debe este milagro, y qué lecciones pueden aprender del mismo otras personas.