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  • La vida en una compañía grande

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  • La vida en una compañía grande
  • ¡Despertad! 1985
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  • Lealtad al grupo
  • Las remuneraciones y los ascensos
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¡Despertad! 1985
g85 8/5 págs. 7-10

La vida en una compañía grande

EMPLEO para toda la vida, educación continua, promociones, bonos, viviendas proporcionadas por la compañía, medios de recreación... estos beneficios y muchos otros constituyen el sueño de los empleados alrededor del mundo. En el Japón, son una realidad cotidiana en el caso de muchos empleados. De hecho, éstos probablemente son los aspectos del milagro japonés de los que más hablan y los que más admiran las personas de otras partes.

Sin embargo, existen otros aspectos respecto a los cuales las personas de afuera saben muy poco. Por ejemplo, ¿exactamente hasta qué grado es controlada o afectada la vida del empleado por las compañías grandes? ¿Hasta qué punto influyen éstas en su matrimonio, su vida hogareña, su vida social y hasta en sus opiniones religiosas? ¿Cuáles son los sacrificios que tiene que hacer el empleado para amoldarse a la compañía? Éstos son aspectos que las personas de afuera fácilmente pasan por alto debido a que la prosperidad y el éxito los eclipsan. No obstante, ¿no son éstas en gran medida las cosas que a fin de cuentas determinan la verdadera felicidad, satisfacción y, por lo tanto, el éxito de la persona?

Los modales en el trabajo

Una consecuencia del empleo para toda la vida tiene que ver con el asunto delicado de rango o antigüedad. Los hombres que ocupan los puestos más altos son los que tienen muchos años de experiencia con la compañía. Naturalmente, ellos exigen el respeto y la cooperación de los más jóvenes que trabajan bajo su supervisión. Los empleados más jóvenes o más nuevos, en cambio, son clasificados de acuerdo con los años de servicio que hayan rendido a la compañía. Esto produce un ambiente bastante formal en el lugar de trabajo, lo cual se refleja en el habla y los modales.

En el idioma japonés hay tres estilos de habla. Tan solo por medio de escuchar las palabras que escoge una persona al hablar, se puede saber si se está dirigiendo a su superior, a alguien en su mismo nivel o a un subalterno. “El usar [solamente] el nombre de la persona al dirigirse a alguien mayor o de rango superior sería un verdadero acto de descortesía”, explica un ejecutivo de negocios japonés. Más bien, se utiliza el nombre de familia, o apellido, o el título de la persona, como shacho (presidente) o bucho (gerente), junto con la expresión de cortesía “san” o “sama”.

El hacer una reverencia, que puede significar “gracias”, “disculpe”, “lo siento”, y muchas otras cosas, es parte indispensable de la ética de oficina. También lo es la expresión “hai” (sí) junto con el inclinar la cabeza. Pero este “sí” no significa “Sí, estoy de acuerdo”, sino que significa “Sí, comprendo lo que usted quiere decir”. Es tan solo un gesto de cortesía que se usa para mostrar respeto al que habla.

Como resultado de todo esto, la mayoría de los hombres se sienten como peces fuera del agua una vez que salen del lugar donde trabajan. Cuando conocen a otro hombre que no trabaja en la misma compañía, la conversación no fluye con naturalidad sino hasta que cada uno sabe cuál es la posición social del otro, de manera que cada cual pueda usar el modo de hablar correspondiente. Se utilizan tarjetas de visita y preguntas discretas para determinar esto antes de comenzar una conversación. La plática informal o casual se les hace difícil aun al hablar con su esposa e hijos. Se sienten cómodos solo dentro del pequeño círculo de la compañía.

Lealtad al grupo

A fin de estimular el espíritu de equipo, la mayoría de las compañías proporcionan uniformes a sus empleados. Los trabajadores también se organizan en grupos pequeños, no para procurar mejores condiciones de trabajo o salarios más altos, sino para considerar cómo se pudiera aumentar la eficiencia y la producción. El director general de una de las empresas gigantes de acero del Japón, en la que no ha habido una huelga en 25 años, describió dichas reuniones como sigue: “Tenemos discusiones animadas, pero al final todos cooperan”. Puesto que le parece que tiene voz en el asunto, cada empleado llega a sentirse más inclinado a apoyar la política de la compañía. “Su pensar es el pensar del grupo, no el suyo propio”, dijo el director.

Un economista japonés ilustró la diferencia que existe entre la gerencia japonesa y la estadounidense de la siguiente manera: “Nuestro sistema es algo así como un tren eléctrico, en el que cada vagón tiene su propio motor, mientras que el sistema de ustedes se parece más a un tren largo del cual tiran dos o tres locomotoras fuertes, sin que los demás vagones tengan motor. Ustedes dicen a sus empleados que los sigan. A nosotros nos gusta que las personas tengan motivación propia... y que se muevan de común acuerdo”.

Para demostrar que tienen la motivación debida, se espera que todos los empleados trabajen arduamente y largas horas. Aunque el gobierno ha fijado la meta de que para 1985 todas las compañías deberían conceder a sus empleados fines de semana de dos días, todavía es común que la semana de trabajo consista en seis días. Ha sido tan solo últimamente que los bancos han adoptado la práctica de permanecer cerrados un sábado al mes. Extraño como parezca, hubo poca reacción de parte del público, y un artículo de fondo que apareció en el Yomiuri Shimbun consideró que había sido un medio de silenciar “la crítica extranjera de que los japoneses están adictos al trabajo”.

Es parte de la rutina trabajar horas extraordinarias, generalmente sin recibir pago adicional. Se ha informado que no es raro ver a los empleados salir de las oficinas a las 11 de la noche o aun a medianoche. Pero esto se acepta como algo natural. En un estudio de graduados recientes de escuela secundaria y de universidad, que llevó a cabo el Concilio de Ejecutivos Subalternos del Japón, se halló que “79 por 100 de los participantes trabajan horas extraordinarias cuando se les pide que lo hagan, aunque esto signifique que tengan que cancelar una cita”, informa The Japan Times.

Los ejecutivos y supervisores tienen que trabajar duro también. Además de pasar muchas horas en la oficina, a menudo tienen que pasar las noches, o hasta fines de semana, en reuniones o agasajando a clientes y socios, actividades que frecuentemente duran hasta altas horas de la noche. Todo esto se hace por lealtad a la compañía. “A mí no me agrada recibir invitados —dijo cierto ejecutivo joven que está casado y tiene cuatro hijos—, pero el hacerlo ha llegado a ser una institución.”

Las remuneraciones y los ascensos

Nunca ha sido una costumbre japonesa el tomar vacaciones largas. Un informe gubernamental muestra que aunque la mayoría de los trabajadores tienen derecho a 15 días de vacaciones pagados al año, en realidad toman un promedio de solo 8,3 días. Los días festivos principales caen a fines de año y en agosto, cuando se acostumbra visitar las tumbas de los antepasados. Además, las compañías hacen excursiones a las que se espera que todos los empleados vayan... y sí van. Las excursiones generalmente abarcan un fin de semana de dos días en las montañas, en lugares donde hay manantiales de aguas termales o en las posadas de la compañía, y en estas excursiones hay mucho de comer y beber. Los empleados pueden relajarse, divertirse juntos y llegar a conocerse mejor unos a otros.

Algo que es muy importante entre los empleados japoneses es el bono semestral, que depende de la situación financiera de la firma. En realidad, se trata de una porción del salario de los empleados que la compañía aparta. Si la empresa tiene buenas ganancias, los empleados reciben la cantidad total como bono. Pero si el negocio no va muy bien, puede que se reduzca esta porción. Esto sirve de incentivo eficaz para los empleados.

Los salarios y los ascensos se determinan en gran parte por el sistema de antigüedad. Es raro que a un empleado más nuevo se le dé un ascenso antes que a sus mayores, por muy capacitado que sea. En caso de que esto suceda, generalmente a los que hayan quedado atrás se les da algún nuevo título a fin de que no se sientan avergonzados ni pierdan prestigio. Esto contribuye a que la fricción sea mínima, y sirve los intereses del grupo.

La situación en el caso de las empleadas es bastante diferente. Aunque aproximadamente 39 por 100 de la fuerza obrera del Japón son mujeres, éstas generalmente ganan solo la mitad de lo que ganan los hombres. De hecho, la mayor parte de las compañías no ofrecen puestos prometedores a las mujeres aunque ellas satisfagan los requisitos, puesto que se espera que ellas trabajen tan solo hasta que se casen y empiecen a criar una familia.

El matrimonio y la familia

Las rigurosas exigencias del trabajo —el trabajar seis días a la semana y muchas horas extraordinarias— no permiten que el empleado disponga de mucho tiempo para su familia. Algunos salen para el trabajo antes que los niños hayan despertado y llegan a casa después que se han acostado. Rara vez ven a sus hijos, excepto quizás los domingos. Puede decirse que la vida de un empleado típico de compañía, o sarariman (asalariado), como es llamado en el Japón, gira en torno a su trabajo. Su hogar, su esposa y su familia son como un pequeño negocio secundario que le proporciona un lugar donde comer y dormir, y cierto grado de prestigio en la comunidad.

Con pocas excepciones, la esposa se ocupa de todo en el hogar. Esto no solo incluye los quehaceres domésticos de cada día, sino también decisiones importantes como las de dónde vivir, qué comprar, y hasta la educación y disciplina de los hijos. Así, de manera sutil, aunque el hombre quizás todavía hable y actúe como si fuera el cabeza de la familia, la mayoría de las familias de los empleados que trabajan para grandes empresas son, en realidad, arreglos matriarcales.

El hombre soltero también tiene sus problemas. Su trabajo le deja poco tiempo para participar en actividades sociales a no ser que se trate de recibir visitas relacionadas con la compañía. Probablemente tenga pocas amistades fuera de la compañía. Sin embargo, la sociedad japonesa mira despectivamente los matrimonios tardíos. Se considera extraño a cualquiera que aún no se haya casado para cuando cumpla 30 años de edad. Esto explica por qué son tan frecuentes los omiai, o matrimonios por arreglo, que constituyen casi el 60 por 100 de todos los matrimonios del Japón incluso hoy día.

A menudo las compañías grandes trasladan a sus empleados de una sucursal a otra en otro lugar del país. Esto significa que los empleados tienen que mudarse y acostumbrarse a nuevos vecinos y a un nuevo ambiente cada dos o tres años. Aunque cada mudanza generalmente va acompañada de una promoción y un aumento de salario, podría crear problemas para la familia en lo que tiene que ver con la educación de los hijos y el cuidado de padres envejecidos. Pero éstos son los goces y los ayes de la antigüedad y del empleo para toda la vida en las grandes compañías del Japón.

El trabajo y la religión

La conciencia de grupo y el fuerte deseo de conformarse desempeñan un papel importante en moldear las actitudes religiosas de los japoneses. Para estar en armonía con la compañía, el empleado no puede insistir mucho en sus propias creencias, sino que tiene que ser tolerante, dispuesto a ceder. Se ha dicho, por lo tanto, que el sentido de moralidad del japonés no se basa en lo correcto y lo incorrecto, sino en lo que es aceptable o inaceptable.

Por eso, en las grandes empresas se espera que el empleado participe en ritos asociados con matrimonios, funerales y otras ceremonias, prescindiendo de que tales ritos sean budistas, sintoístas o cristianos. La mayoría de los empleados participan rutinariamente en estos ritos sin que les moleste la conciencia. Han aprendido a vivir sin tener creencias ni convicciones personales, o han subordinado éstas a los deseos de la compañía. Por consiguiente, muchos hombres son indiferentes a la religión. Se les hace difícil pensar en asuntos religiosos o espirituales. Tal vez observen los ritos y las costumbres heredados de generaciones pasadas, pero en realidad no tienen ninguna creencia religiosa en particular.

Por otro lado, es natural que las mujeres, especialmente las madres, que tienen que encargarse a solas de la educación escolar, moral y religiosa de los hijos, se sientan más atraídas a la religión. Pero en el caso de ellas, tienden hacia el otro extremo... mientras más religiones tengan, mejor. En un relato que se publicó en la revista Time, cierta madre joven expresó lo que podría considerarse la actitud religiosa común: “Debo respeto a mis antepasados, y lo muestro mediante el budismo. Soy japonesa, de modo que desempeño todos los pequeños ritos del sintoísmo. Además, pensé que sería realmente hermoso tener un matrimonio cristiano. Todo esto es contradictorio, pero ¿qué importa?”. De acuerdo con el censo nacional, aunque la población total del Japón es de 120.000.000 de habitantes, hay 87.000.000 de budistas y 89.000.000 de sintoístas. Obviamente muchos japoneses no vieron nada malo en declarar que son seguidores de más de una religión.

De nuestra breve consideración sobre la vida en una compañía japonesa grande, queda claro que ésta encierra más que tan solo los beneficios evidentes que son objeto de tanta admiración. El hecho es que a algunas autoridades les parece que se exageran muchísimo tales beneficios. Más bien, ellas ven indicios de que no todo marcha bien en este país idealizado de gigantes económicos y tecnológicos. ¿Cuáles son los indicios, y qué futuro le espera al milagro japonés?

[Fotografía en la página 8]

Se espera que todos trabajen arduamente y largas horas

[Reconocimiento]

Centro de información del Japón

[Fotografía en la página 10]

Las compañías grandes desempeñan funciones que incluyen las bodas

[Reconocimiento]

Centro de información del Japón

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