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  • g85 8/7 págs. 16-17
  • El destino... ¿determina su futuro?

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  • El destino... ¿determina su futuro?
  • ¡Despertad! 1985
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¡Despertad! 1985
g85 8/7 págs. 16-17

El punto de vista bíblico

El destino... ¿determina su futuro?

UNA mano le quita delicadamente el polvo de la cara a un niño, gesto tierno y común entre muchos padres. Pero esta situación es espantosamente distinta. El niño, que está a punto de ser enterrado, es una de las más de 2.000 personas que murieron en el desastre que fue un golpe para toda la India y la dejó en un estado de duelo mientras el resto del mundo quedó atónito ante el horror. La escena fue el resultado de una nube de gas blanco venenoso que se había rezumado y había dejado a personas heridas o muertas a medida que fue asentándose sobre la ciudad de Bhopal.

Algunos indios consideran esa tragedia y exclaman: “¡El destino!”. Otros se resignan a pensar: ‘Estaba decretado’, o: ‘Estaba escrito’. Pero no todos los indios atribuyen el desastre de Bhopal al destino ciego.

¿Qué opina usted? ¿Fue responsable el destino? ¿Determina el destino nuestro futuro?

¿Lo controla a usted el destino?

La doctrina del fatalismo, que se asocia con el destino, enseña que “los sucesos están fijados por adelantado para siempre de tal manera que los seres humanos no pueden cambiarlos”. ¿Quién los ha fijado? “Una fuerza sobrenatural impersonal”, contestan algunos fatalistas. Otros creen que un dios ha determinado todo el patrón de la vida de uno, incluso cuándo y cómo morirá uno, y que no se puede hacer nada para cambiar esto.

Sin embargo, la Biblia presenta un punto de vista contrastante. Dice que algunos acontecimientos y el destino de lo bueno y lo malo están predestinados, pero el destino de cada persona no está fijado. El Dictionary of the Bible, al comentar sobre la palabra “destino” como se usa en cierta traducción, declara: “Un examen del contexto revela que no se presenta en ninguna parte un fatalismo ciego. A veces se refiere a la porción de los hombres en común, y a veces al fin calamitoso que los hombres mismos se ocasionan o que ocasionan a la comunidad”. (Para un ejemplo, véase Números 16:29 en la Versión Moderna.)

Note cómo sostiene la Biblia la regla básica razonable de causa y efecto, cuando dice: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7). Este versículo constituye un axioma. No requiere prueba ni un “porqué”. Por lo tanto, puesto que segamos lo que sembramos, ¿no es evidente que somos responsables de lo que resulta de muchas de las cosas que nos suceden? El destino ciego no lo decide.

El libre albedrío

Tenemos libre albedrío. El hecho de que sí existe el albedrío se hace evidente en el siguiente texto bíblico: “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él; porque él es tu vida y la longitud de tus días” (Deuteronomio 30:19, 20). ¿Por qué nos instaría Jehová Dios a escoger la vida si no existiera ninguna opción?

Si fuéramos meramente robots carnales cuyas acciones hubieran sido predeterminadas por un programador celestial, ¿de qué valor sería el siguiente consejo de Jesús: “Esfuércense vigorosamente por entrar por la puerta angosta” que lleva a la vida eterna? ¿O qué significado tendría esta declaración: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo”? ¡Ningún significado! Una persona perezosa en sentido espiritual no tendría razón para esforzarse por servir a Dios ni por perseverar en adherirse firmemente a las pautas bíblicas. (Lucas 13:24; Mateo 24:13.)

Si Pablo, seguidor de Jesús, hubiera creído que su destino final ya estaba firmemente establecido, entonces las siguientes palabras de él llegarían a carecer de sentido: “No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto”. (Filipenses 3:12-14, Biblia de Jerusalén.)

¿Sería razonable que el cristiano ‘se lanzara a lo que está por delante’ y ‘corriera hacia la meta’, si aun antes que empezara la carrera el destino hubiera dictado quién habría de ganar? De hecho, ¿por qué participar en la carrera en absoluto? El credo de que ‘lo que será, será’ simplemente no concuerda con el punto de vista bíblico.

Por eso, no somos simples marionetas que cuelgan de cuerdas en manos de un poder superior que gobierna todas nuestras acciones. Nuestro destino no fue sellado antes de nuestro nacimiento.

Por qué acaece el mal a los buenos

Si el destino no determina nuestra vida, entonces, ¿por qué parece que acaecen cosas malas a personas buenas? Una respuesta que da la Biblia es que “el tiempo y el suceso imprevisto” afectan a todos (Eclesiastés 9:11). Las personas pueden llegar a ser víctimas inocentes por casualidad. Puede que en cierto momento inoportuno se encuentren en cierto sitio inapropiado.

Otra respuesta que se encuentra en la Biblia es que la humanidad ha heredado el pecado, y por eso la imperfección. “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Por eso, no solo las acciones de las personas están sujetas al error y al defecto, sino también las cosas que ellas construyen o fabrican. El que se evadan ciertas precauciones de seguridad, el que se den ciertas advertencias pero no se les preste atención, el que la avaricia venza las buenas intenciones, y así por el estilo, pueden atribuirse a la naturaleza imperfecta del hombre.

Por consiguiente, el destino no determina nuestro futuro; estamos libres para escoger nuestro propio destino. El poeta británico William Ernest Henley expresó una convicción semejante a esta al decir: “Soy dueño de mi destino; soy capitán de mi alma”. Sin embargo, más de 3.000 años antes de Henley, un escritor bíblico expresó esto de manera más exacta. Él sabía que su futuro, ya fuera bueno o malo, estaba en sus propias manos. Este dependía de si él escogía obedecer a Dios, o no. Él escribió: “Escójanse hoy a quién quieren servir [...] Pero en cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová”. (Josué 24:15.)

[Comentario en la página 16]

¿Fue causada por el destino la tragedia de Bhopal?

[Comentario en la página 17]

Muchos creen que toda la vida de uno ha sido determinada y que no se puede hacer nada para cambiarla

[Comentario en la página 17]

La Biblia dice que algunos acontecimientos están predestinados, pero el destino de cada persona no está fijado

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