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  • Las inundaciones y las sequías... ¿obras de Dios?
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¡Despertad! 1986
g86 22/6 págs. 17-20

Las inundaciones y las sequías... ¿obras de Dios?

“ME SIENTO mareada y con frío en el estómago.” Dijo una africana al tratar de describir al corresponsal de ¡Despertad! qué se siente cuando uno está padeciendo de inanición. Otro de los habitantes de esta región afectada por la sequía en África del Sur dijo: “Perdemos todas nuestras fuerzas al grado de no poder reír, llorar, ver ni respirar”.

Se calcula que recientemente, tan solo en África, 35.000.000 de personas se encontraban en esta miseria. Eran víctimas de una sequía que amenazaba con traer un desastre al continente.

De ninguna manera este sufrimiento pasó desapercibido. Escenas espantosas de mujeres y niños en estado de inanición, muchos reducidos a meros esqueletos, fueron difundidas a través de la televisión y la prensa, fomentándose así esfuerzos masivos de socorro. No obstante, para muchas víctimas esas medidas fueron muy escasas y les llegaron demasiado tarde. Los cargamentos con provisiones de socorro no les devuelve la vida a los fallecidos ni restauran la prosperidad económica de los agricultores arruinados.

Pero mientras que algunos seres humanos con labios resecos oran por que caiga una gota de lluvia, muchos otros sufren a la merced de desastres naturales que algunos consideran aun más ruinosos a la vida y a la propiedad: las inundaciones. El libro Historical Catastrophes: Famines (Catástrofes históricas: escaseces de alimento) observa: “Muchas de las pérdidas más significativas en las cosechas [...] han sido causadas por exceso de agua”.

Por ejemplo, el río Amarillo, en China, serpentea camino al mar con la apariencia de una autopista elevada. A lo largo de su ribera hay diques para la protección de los campesinos que viven en la planicie que se halla a un nivel más bajo que el del río. Pero en tiempos de la crecida, a veces los diques se rompen convirtiendo la planicie en un mar de terror. A través de los siglos han muerto en inundaciones unos diez millones de chinos, lo que ha hecho del río Amarillo ¡el accidente geográfico que más sufrimiento humano ha causado en toda la Tierra!

Las inundaciones y sequías continúan plagando al hombre a pesar de todo el conocimiento tecnológico que existe. Y sea que usted haya o no experimentado directamente el horror que estas calamidades causan, siempre le afectan. Esto es debido a que las inundaciones y las sequías crean inevitablemente escaseces de alimento, lo que a su vez hace que los precios suban vertiginosamente. El hombre es tan indefenso frente a estos desastres que comúnmente se dice que son obras de Dios. Pero, ¿cuán cierto es esto?

¿Quién es responsable?

“Earthscan”, una agencia de “servicios noticieros e informativos sobre cuestiones relacionadas con el desarrollo mundial y el medio ambiente”, publicó un informe intitulado Natural Disaster—Acts of God, or Acts of Man? En él se presentan datos que muestran que el promedio anual de inundaciones informadas a nivel mundial aumentó de 15,1 por año durante los años sesenta a 22,2 en los años ochenta. De igual manera, las sequías han aumentado de 5,2 a 9,7 por año en el mismo espacio de tiempo respectivamente. Aun más alarmante es el hecho de que el número de personas que han perecido en estos desastres ¡se ha sextuplicado!

El informe de la Earthscan dice: “La frecuencia de los desastres ocasionados por el hombre es cada vez mayor. La mala administración de los recursos y el ambiente más bien que la poca o demasiada lluvia causa algunos desastres (inundaciones, sequías, escasez de alimento). [...] Los desastres son acontecimientos sociopolíticos que se pueden evitar y que con frecuencia se han evitado. En el Tercer Mundo, donde los pobres se ven obligados a hacer uso excesivo de sus tierras y a vivir en zonas peligrosas, los desastres ocasionan muchas víctimas”.

Considere cómo obras del hombre han provocado lo que tantos llaman obras de Dios. Una noche en mayo de 1943 unos 330.000.000 de toneladas de agua inundaron valles en la región occidental de Alemania. ¿Obra de Dios? No. Esto lo causó el bombardeo de las represas Möhne y Eder por aviones de guerra británicos en la II Guerra Mundial. Alrededor de 1.294 personas, en su mayoría civiles, perdieron la vida en las inundaciones.

Solo cinco años antes había ocurrido un desastre que algunos consideran que fue ¡más devastador que las bombas atómicas que se lanzaron contra Hiroshima y Nagasaki! La revista New Scientist, en un comentario sobre un informe del SIPRI (Instituto de Investigación de la Paz Internacional de Estocolmo) dijo: “Lo que en 1938 detuvo el avance de las tropas japonesas en China fue la explosión del dique Huayuankow del río Amarillo, pero junto con ello también provocó la muerte de centenares de miles de personas del propio pueblo chino”. Millones más quedaron sin hogar.

De manera similar, un periódico africano dijo: “No se pueden culpar las condiciones del tiempo por toda la agonía [que traen las sequías]. [...] Las guerras que han tenido lugar entre el Cuerno de África, la costa atlántica y Mozambique han forzado a los campesinos a huir de sus tierras de labranza”. Por ejemplo, la sequía de Etiopía ha sido agravada por la guerra civil que ha destruido las praderas en el transcurso de los años.

¿Es Dios, o la codicia?

Gracias a la tecnología moderna, los agricultores ahora pueden arar grandes extensiones de terreno que incluyen zonas que los ecólogos dicen no se debieron arar. La revista National Geographic dijo con relación a ciertas regiones de las grandes llanuras de América del Norte: “Algunos especuladores y rancheros obligados por la necesidad han arado centenares de miles de hectáreas de frágiles praderas para cultivar trigo [...] Esta tierra es fácilmente llevada por el viento cuando está seca, por lo que una sequía prolongada en las llanuras [como la que se produjo en el decenio de 1930 a 1940 en una zona central de los Estados Unidos] es solo cuestión de tiempo”.

Ya algunas praderas de esa región están cubiertas por una capa de tierra que alcanza el tope de los postes de las cercas. Un ganadero afectado dijo: “No es obra de Dios. Es obra de la codicia. Dios no tiene arado”. Mohandas Gandhi explicó muy bien las causas al decir: “Hay suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de todos”.

Sin embargo, algunos dirían que los codiciosos son los ganaderos. Algunos apacentan tantos animales que el terreno queda agotado de vegetación. Y aunque puede que se salgan con las suyas por unos años, cuando viene la sequía, las tierras dañadas pueden convertirse en desiertos permanentes. Considere lo que aconteció en las tierras que bordean al desierto del Sáhara. A principios de este siglo, se abrieron miles de pozos para que hubiera más agua. Los ganaderos africanos se alegraron, pues esto les permitía tener más ganado. Pero, lamentablemente, ¡no había suficiente pasto para abastecer este aumento!

El libro Our Hungry Earth—The World Food Crisis (Nuestra Tierra hambrienta, la crisis mundial de alimentos) explica que “el Sahel ya se encontraba en mal estado cuando comenzó la sequía en 1968. A medida que se moría la hierba, los pastores cortaban los árboles para que el ganado pudiera comer las hojas. La sequía continuó y las praderas y tierras de cultivo de los campesinos comenzaron a convertirse en desierto”. Según la revista New Scientist, “el Sáhara se ha expandido hacia el sur unos 650.000 kilómetros cuadrados [250.000 millas cuadradas] en los últimos 50 años”. ¡Esto equivale a una zona más extensa que la superficie combinada de España y Portugal!

También están los que van a zonas con programas de explotación y talan los árboles desconociendo las consecuencias ecológicas. El profesor Hanks, director del Instituto de Recursos Naturales de Pietermaritzburg de África del Sur dice: “en el tiempo que a usted le toma leer esta oración tres hectáreas [7,4 acres] de bosque habrán desaparecido en el mundo. [...] Esta pérdida de árboles representa más que solo la pérdida de materia prima para la producción de energía y fabricaciones. La deforestación destruye los bien establecidos ciclos del agua, lo que conduce a la acumulación de cieno en los arroyos y ríos, reducción del agua subterránea, inundaciones mayores e intensificación de la escasez de agua durante los períodos secos”.

Un ejemplo de estos daños se puede ver en el Himalaya. El libro Our Hungry Earth—The World Food Crisis dice: “Los bosques al pie de las montañas están desapareciendo rápidamente. Como resultado, las inundaciones están empeorando en Asia Meridional. En 1973 una inundación en Paquistán destruyó grandes cantidades de grano almacenado. Y en 1974, las inundaciones en Bangladesh e India causaron a la cosecha casi los mismos estragos que una sequía”.

¿Es castigo divino?

Entonces, no sorprende que el informe de Earthscan que mencionamos anteriormente culpe al hombre —y no a Dios— como el responsable de los efectos desastrosos de las inundaciones y sequías. Es cierto que el hombre no tiene control de las condiciones del tiempo, aunque hay quienes piensan que al intervenir en el medio ambiente con sus pruebas nucleares y otras similares ha alterado el patrón climatológico. Sin embargo, el informe de Earthscan declaró:

“La gente está cambiando su medio ambiente para hacerlo más propenso a algunos desastres y se está comportando de una manera que ella misma se hace más vulnerable a tales peligros. La creciente población del Tercer Mundo se ve obligada a cultivar en exceso, deforestar y, por lo general, hacer uso en demasía de la tierra, haciéndola así más propensa a inundaciones y sequías”.

Puede que algunos pregunten: ‘Pero, ¿no es posible que Dios de alguna manera use estos desastres para castigar al hombre por su mala administración de la Tierra? ¿No muestra la Biblia que Dios en el pasado hizo uso de muchos desastres?’. Recuerde que antes del Diluvio provocado por Dios en los días de Noé, se dio advertencia. Dios se aseguró de que el justo Noé y su familia no perdieran la vida. (Génesis 6:13, 14, 17.) No se puede decir lo mismo respecto a desastres recientes, porque a veces hasta siervos fieles de Dios han sufrido daños y muerte.

Sin embargo, esto no quiere decir que a Dios no le importe que el hombre arruine la Tierra. La Biblia señala que al debido tiempo Dios traerá venganza por medio de su Reino. La Biblia da una descripción de lo que sucederá: “En los días de aquellos reyes [los gobiernos de la actualidad] el Dios del cielo establecerá un reino [su gobierno celestial] que nunca será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)

Los verdaderos cristianos han esperado el Reino de Dios por siglos, ya que Jesús enseñó a sus seguidores a orar: “Padre, [...] venga tu reino”. (Lucas 11:2.) ¿Hay razón para creer que un gobierno celestial pudiera impedir inundaciones y sequías? ¡Por supuesto que sí! Por una parte, los intentos científicos por controlar las condiciones del tiempo han tenido poco éxito. Sin embargo, el Creador tiene el poder de regularlas. Él prometió a su antiguo pueblo: “Ciertamente les daré sus lluvias cuantiosas a su debido tiempo, y la tierra verdaderamente dará su producto, y el árbol del campo dará su fruto”. (Levítico 26:4.)

¡El resucitado Jesucristo, nombrado por Dios para ser el Rey de ese gobierno, también ha demostrado que tiene poder para controlar las condiciones climatológicas! La Biblia registra un caso en que “estalló una grande y violenta tempestad de viento”. A Jesús lo despertaron de un profundo sueño, se levantó y “reprendió al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Calla!’”. ¿Qué sucedió? “El viento se apaciguó, y sobrevino una gran calma.” Este milagro movió a los asustados discípulos de Jesús a decir: “¿Quién, realmente, es éste, porque hasta el viento y el mar le obedecen?”. (Marcos 4:36-41.)

Bajo la gobernación del Reino de Dios, las condiciones atmosféricas de la Tierra obedecerán de igual manera las órdenes de Jesús y por lo tanto conservarán un equilibrio perfecto. Y, ¿qué hay en cuanto al estado ecológico de la Tierra? No habrá hombres codiciosos que deforesten la Tierra ni que contaminen la atmósfera. La Biblia dice: “La tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas están cubriendo el mismísimo mar”. (Isaías 11:9.) Sin duda, bajo el Reino la humanidad aprenderá a edificar casas y poblar la Tierra de una forma que no afecte la ecología. (Isaías 65:21.) De esa manera la Tierra será convertida en un hermoso lugar, ¡un verdadero paraíso! (Lucas 23:43.)

[Fotografía en la página 18]

¿Por qué crecen tan rápidamente los desiertos como este?

[Reconocimiento]

Foto FAO

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