¡Cuando un terrible ciclón azota!
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las islas Salomón
EL TERRIBLE ciclón se movía lentamente al principio. Poco a poco iba rumbo al sudoeste, cuando de repente se dirigió en línea recta hacia Malaita, una de las islas Salomón. Al llegar allí comenzó su recorrido de muerte.
Los vientos, que alcanzaban velocidades hasta de 185 kilómetros (115 millas) por hora, comenzaron a zarandear todo cuanto había en su paso. Muchos árboles eran desarraigados; muchas casas, derribadas. Techos arrancados volaban por el aire. La lluvia daba furiosamente contra el suelo. Agitado por los implacables vientos, el mar destruyó muelles y puentes. Ríos pacíficos se convirtieron en torrentes que inundaron carreteras y granjas.
Las islas Salomón habían sido víctimas del terrible Namu... un ciclón tropical. Este ciclón azotó durante el fin de semana del 17 y 18 de mayo de 1986, la misma fecha en que se celebraba una asamblea de circuito de dos días de los testigos de Jehová en la ciudad de Honiara, en la isla Guadalcanal. Por lo que ocurrió, el tiempo que se escogió para esta asamblea resultó en que algunos se salvaran.
‘¡No vaya por ese camino!’
“El sábado comenzó como cualquier otro día lluvioso en las islas Salomón —comentó Roland Cent, ministro de los testigos de Jehová—. Esperábamos con anhelo nuestra asamblea de circuito y no nos preocupaban las inclemencias del tiempo.” (La concurrencia a la asamblea fue de 491 personas.) No obstante, para cuando concluyó la asamblea, se hizo evidente que esta no era una simple tormenta de lluvia.
“Me enteré de que un ciclón había pasado cerca de nosotros y estaba estacionado al otro lado de Guadalcanal”, dice Cent. Debido a esto los Testigos de la zona de Tetere, ubicada a unos 30 kilómetros (19 millas) al este de Honiara, quedaron desamparados; las carreteras ya se habían inundado. Así que la mayoría de ellos pasaron la noche en Honiara, en una zona segura llamada Foxwood, a unos 15 kilómetros (9 millas) del lugar de la asamblea.
Roland Cent vive en la zona de Foxwood. De modo que, después de llevar a su familia a la casa, regresó al lugar de la asamblea para ayudar a otra familia a regresar a su hogar. Pero poco después se dio cuenta de que el viajar se había hecho imposible. “Todos los ríos habían crecido demasiado —comentó él—. Los troncos que iban flotando en el río Ngalibiu comenzaron a amontonarse en el puente. Un conductor que venía del otro lado nos aconsejó que no fuéramos por ese camino. Por consiguiente, llevé a esta familia a mi casa, que está ubicada en un lugar alto.”
Cunde el pánico en C.D.C.
C.D.C. es una vecindad a orillas del río Ngalibiu. El domingo por la noche la mayoría de los habitantes de C.D.C. se acostaron no muy preocupados por las fuertes lluvias. Pero dos hombres cuyas casas estaban ubicadas justamente a la orilla del río no pudieron dormir. Muy preocupados observaban cómo el río iba creciendo ominosamente.
No obstante, a eso de las tres de la mañana las aguas dejaron de subir. Por eso, los dos hombres se fueron a dormir. Entonces uno de ellos despertó cuando recibió una llamada telefónica a las cinco de la mañana. ¡Se horrorizó al ver que su jardín estaba cubierto de agua! Inmediatamente él y su esposa subieron a su automóvil y fueron a un lugar seguro cerca de Foxwood.
Pero ¿qué sucedió con el otro hombre cuya casa estaba a orillas del río? Su nombre es James Sulimae y es testigo de Jehová. Él también despertó y corrió para avisar a sus vecinos. Llenó su camión de familias, todas atemorizadas, y se dirigió a un lugar seguro cerca de Foxwood. Regresó dos veces para traer a otras personas.
La mañana siguiente
“El lunes amaneció con mucha lluvia y fuertes vientos —comentó Roland Cent—. Se hizo un llamamiento para ayudar a transportar a las personas fuera de C.D.C., y yo mismo logré realizar dos viajes de rescate. ¡Las personas literalmente saltaban al camión! Hombres lloraban, y mujeres y niños gritaban.” No era difícil ver por qué lo hacían. El puente sobre el río Ngalibiu ya se había convertido en una fuerte represa, ¡y las aguas de la inundación amenazaban con ahogar a todos!
Pero no se logró evacuar la zona por completo. Sonia Dixon, otra Testigo que vive en C.D.C., dijo: “Estábamos preparados para lo que creíamos que serían algunas inconveniencias menores, como la inundación del jardín. Sin embargo, cuando varias familias comenzaron a llegar a nuestra casa de dos plantas en busca de refugio, nos dimos cuenta de que el asunto era serio. ¡A eso de las diez de la mañana ya teníamos un río corriendo por nuestro jardín!
”Empecé a atender a las necesidades de unas 22 personas, incluyendo a tres niños. Algunas de ellas nadaron hasta nuestra veranda. Los ayudamos a entrar en la casa, a secarse, y les dimos café caliente y alimento. Mientras me ayudaba, mi esposo Peter observaba preocupado el nivel del agua, usando el poste de colgar la ropa como medidor. Los enormes troncos que venían flotando en la furiosa corriente del río comenzaron a dar contra la casa.
”Peter se puso pálido, y, debido al temor, yo sentía un nudo en el estómago. Peter se llevó a nuestra hija de ocho años de edad llamada Elizabeth a un lado y se puso a orar con ella. Otro Testigo de nuestra congregación y yo hicimos lo mismo. Las aguas siguieron subiendo. De repente, ¡se abrió una puerta de escape! Los troncos comenzaron a amontonarse contra el seto vivo de hibiscos que había alrededor del jardín. Ahora las aguas represadas se desviaron y comenzaron a fluir por el lado de la veranda del frente, a unos 14 metros (15 yardas) de distancia. Esto salvó nuestra vida.”
Los Testigos ayudan a otras personas
Cuando sus servicios de rescate ya no hacían falta en C.D.C., Cent regresó a su casa. Al llegar, encontró que con su familia había otras tres familias refugiándose de la tormenta. De manera similar, otras familias de Testigos les extendieron hospitalidad a sus vecinos. Una familia alojó a 48 refugiados en su casa, los atendió y los alimentó.
Algunos Testigos arriesgaron su vida a favor de sus vecinos. Tres testigos que ayudaban a algunas personas a escapar del río, fueron arrastrados por la precipitada corriente. ¡Pero un remolino que había en el agua los impulsó de nuevo hacia la orilla!
“Ahora el ciclón hizo un viraje —comenta Cent—, y nos azotó con su mayor furia. El viento arrancó el techo de una casa a unos 180 metros (200 yardas) de donde estábamos y se llevó con él los cables eléctricos. Desde entonces estuvimos una semana sin electricidad. Los vientos y la lluvia azotaron con furia la mayor parte de la noche del lunes. Pero ya para el martes la lluvia había cesado.”
Sonia recuerda que para el tercer día las aguas habían bajado un poco. “Y ¿quién cree usted que fue el primero en venir donde estábamos? ¡Pues Elson Site, un ministro cristiano de tiempo completo y anciano, junto con tres jóvenes de nuestra congregación! Nos trajeron un racimo grande de plátanos y un saco de papas. Cuando se dieron cuenta de que nos hacía falta agua potable, desaparecieron y regresaron tres horas después con frascos y recipientes plásticos llenos de agua potable.” Para el viernes Sonia y su familia finalmente pudieron salir de la casa.
Las consecuencias de la tormenta
El terrible Namu había terminado su obra. Los habitantes de estas islas podían salir de entre los escombros para calcular las pérdidas y contar los muertos. Murieron más de cien personas. Unas 90.000 perdieron sus hogares. Las industrias agrícolas, vitales para la economía de estas islas, quedaron extensamente dañadas.
Los testigos de Jehová figuraban entre los que perdieron casas, alimento y jardines. Diez Salones del Reino, donde se reúnen para adorar, sufrieron daño. Pero ningún Testigo murió. Inmediatamente los Testigos de la cercana Papuasia-Nueva Guinea, y de Australia enviaron toneladas de alimento. La asamblea resultó ser una providencia para los Testigos de la zona de Tetere. Pasaron la tormenta en la zona relativamente segura de Foxwood.
De modo que fue una ocasión emocionante para Sonia y su familia cuando dos días después pudieron ir a su Salón del Reino, que había sufrido daño, para rendir adoración. “Se me hizo un nudo en la garganta debido a la emoción que me embargó —comentó Sonia— mientras cantábamos un cántico, cuya última estrofa dice: ‘Si al débil ayudamos, Dios nos sustentará’.”
[Fotografía en la página 16]
El ciclón Namu se llevó la mitad del puente Ngalibiu
[Fotografía en la página 17]
El ciclón Namu varó este barco en Honiara