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  • ¿Qué le pasa al alma después de la muerte?

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  • ¿Qué le pasa al alma después de la muerte?
  • ¡Despertad! 1987
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¡Despertad! 1987
g87 8/3 págs. 26-27

El punto de vista bíblico

¿Qué le pasa al alma después de la muerte?

JAMES KIDD, un minero que vivía en reclusión, solía cavilar sobre la pregunta: ‘¿Realmente tengo un alma que viva dentro de mí?’. Obsesionado por el deseo de probar su sospecha de toda la vida, dejó una pequeña fortuna de casi $300.000 (E.U.A.) con la estipulación, en su testamento, de que el dinero se empleara en “investigación con el objeto de hallar prueba científica de que hay un alma que sale del cuerpo humano en el momento de la muerte”.

Quizás usted no esté tan interesado como el Sr. Kidd en realmente probar que tiene un alma que haya de sobrevivir cuando usted muera. Pero tal vez, inconscientemente, lo crea. Hoy día millones de personas creen en un alma inmortal, sea debido a enseñanzas religiosas, a informes de supuestas experiencias de vida después de la muerte, o a su propia manera de pensar.

Sin embargo, un hecho interesante es que una encuesta realizada por ¡Despertad! entre personas que creen en la inmortalidad del alma reveló que todas contestaron de la misma manera a la siguiente pregunta: “¿Cree usted que el alma respira para mantenerse viva?”. Respondieron: “No”.

El alma respira

En el capítulo 2 de Génesis, Gé 2 versículo 7, el emocionante relato de la creación del hombre empieza así: “Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo”.

¡Imagínese el milagro que estaba aconteciendo! De los elementos de la tierra misma Dios forma 206 huesos, órganos complejos, más de 600 músculos y el asombroso cerebro, todo revestido de piel para formar un espécimen humano perfecto. No obstante, se necesita un “ingrediente” más para completar la fascinante obra de creación: algo que anime y dé vida a este cuerpo. Entonces Dios comenzó “a soplar en sus narices el aliento de vida”. En ese momento, al introducir aire (que tiene oxígeno), Dios simultáneamente animó con espíritu o fuerza de vida a millones de células del cuerpo físico. ¡Ahora que estaba vivo, aquel hombre llamado Adán inhalaba y exhalaba aire unas 14 veces por minuto, o más de 20.000 veces al día! Al final del Gé 2 versículo 7, note que el hombre que ahora respiraba y vivía fue llamado un “alma viviente”.

Este resultado puede compararse con la revista que usted lee en este momento. El papel, las tintas y la goma componen esta revista. Pero no hay nada muy interesante en cada uno de esos elementos por sí sólo. Solamente si se combinan puede hacerse una revista. De la misma manera, el cuerpo físico, el aliento y la fuerza de vida son de poco valor unos sin otros. Pero combinados constituyen un alma viviente. Así, Adán “vino a ser” alma viviente.

Puesto que no se dice nada que implique que en el primer hombre se implantó un alma, o que él recibiera una, tenemos que preguntarnos: Si el alma “vino a ser” solo después que empezó la respiración, ¿por qué llegar a la conclusión de que continúa viviendo cuando la persona cesa de respirar y muere? Este hecho no se puede negar: El respirar significa vida o muerte para el alma.

Como se ve, los escritores de la Biblia emplean a menudo la palabra “alma” como sinónimo de la persona que respira. Por ejemplo, note lo que les sucedió a los enemigos del pueblo de Dios en la tierra de Canaán. El pueblo de Dios ‘empezó a herir a filo de espada a todas las almas que había en ella [la tierra], dándolas irrevocablemente a la destrucción. No quedó cosa alguna que respirara’. (Josué 11:11.) Todas las almas eran cosas que respiraban. Igualmente, todas las cosas que respiraban eran almas. Lo que moría era un humano carnal, visible y respirante, no un espíritu invisible.

¿Son almas todas las criaturas vivientes?

Aunque el hombre es distinto de los animales, esa distinción no se debe a que él sea un alma. Cuando Dios soltó el diluvio devastador de los días de Noé, ‘toda carne —criaturas volantes, animales domésticos, bestias salvajes, todos los enjambres y la humanidad, todo lo que tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida— murió’. A esas mismas clases de animales se les llama “almas vivientes” en el relato de la creación. (Génesis 7:21, 22; 1:24.)

Como lo muestra la Biblia ‘toda carne, todos los enjambres y la humanidad’ necesitan aire y dependen del funcionamiento de sus respectivos sistemas respiratorios para continuar viviendo como almas. Cuando este proceso que sostiene la vida cesa, el alma regresa al polvo. El alma —persona o animal— cae en la inconsciencia y deja de existir. (Génesis 3:19; Salmo 146:4.)

¡El alma puede vivir para siempre!

Puesto que la creencia en un alma que vive después de la muerte es tan general, es patente que los humanos creen instintivamente que, en cuanto a vida, tiene que haber más de lo que la vida actual ofrece. Es muy natural pensar así, pues la Biblia dice que Dios “puso [...] en la mente humana la idea de lo infinito”. (Eclesiastés 3:11, Versión Popular.) Para muchas personas ese deseo de lo “infinito”, o de vivir para siempre, verdaderamente se realizará. Pero primero es necesario corregir algo: la imperfección y el pecado que causan la muerte del alma humana. (Romanos 5:12.) Una vez que se hayan eliminado estas condiciones, el cuerpo humano sostenido por Dios podrá vivir para siempre. (Revelación 21:3, 4.)

Pero ¿qué esperanza hay para los que ya han muerto? La sociedad de investigación hecha beneficiaria de la fortuna del Sr. Kidd no halló la respuesta. Después de cuatro años de estudio, no pudieron probar que el alma humana sea una parte separada del humano que salga del cuerpo al momento de la muerte. Pero ¡qué positiva es la esperanza que da la Biblia! Es seguro el cumplimiento de la promesa de que las almas muertas regresarán a la vida humana en la Tierra; sí, serán resucitadas. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15; Hebreos 6:18.)

Los resucitados aprenderán entonces el propósito de Dios para el alma humana. Y para las personas que ahora ponen en práctica la Palabra de Dios, que son “de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma”, ¡el proceso respiratorio nunca tendrá que terminar! (Hebreos 10:39.)

[Fotografías en la página 26]

Todas estas formas de vida son almas

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