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¡Despertad! 1987
g87 22/3 págs. 15-19

Selvas del mar

Me llamo Garibaldi. Vivo aquí. ¿Verdad que es un lugar muy bonito?

Hubo un tiempo en que la gente trataba de atraparme para meterme en una pecera. ¿Puede imaginarse eso? Me hubiera muerto de claustrofobia. Perdone esa palabra rara. Significa temor a los lugares cerrados.

Pero ya no corro peligro. He sido declarado el pez marino estatal de California, y ahora la ley me protege.

Si desea saber más sobre mi encantador hogar y conocer a algunos de mis vecinos, lea, por favor, acerca de las

LOS visitantes a las arboledas de las gigantescas secoyas costeras de California se detienen y miran a lo alto extasiados. Cuando uno se halla en medio de esos inmensos troncos que se levantan hacia el cielo, bajo el elevado dosel de hojas verdes a través del cual pasan soslayados rayos de luz, se siente pequeño e insignificante. El silencio, la calma, los rayos de luz tan claramente definidos contra la sombra del gran bosque comunican al observador temor reverente. Muchas personas pueden comprender fácilmente este cuadro mental de los bosques de secoyas gigantescas.

Pero no tantas pueden comprender el cuadro de gigantes selváticos de otra clase. Estos no se encuentran en la costa, sino en el mar, a lo largo del litoral de California. También se levantan por gran altura, extendiendo sobre sí un dosel por el cual se filtran rayos de luz que penetran en la oscuridad de su entorno. También hay silencio y calma, y rayos de luz que añaden una belleza cautivadora a la selva de alrededor, y sensaciones similares de asombro y temor reverente dominan al que allí llega a encontrarse.

Esta selva no tiene árboles, sino frondas; no tiene troncos, sino estípites; en lugar de hojas tiene talos y en vez de raíces tiene rizoides. Esta selva es submarina. Su nombre genérico es Macrocystis pyrifera, pero se le conoce comúnmente como alga parda y es “la planta marina de mayor tamaño y más rápido crecimiento del mundo”. Los que visitan estas selvas tienen que llevar consigo su propio aire, de modo que utilizan equipo de buzo y también trajes de caucho para protegerse del frío del mar. Y si desean más que solo recuerdos, deben llevar consigo cámaras fotográficas submarinas y luz artificial.

Los comienzos del alga parda son microscópicos. Las esporas se fijan a rocas que están a una profundidad de hasta 30 metros (100 pies) y se transforman en plantitas microscópicas de un sexo o el otro que combinan espermas y óvulos para producir embriones. De estos embriones brotan las frondas que crecen hacia arriba y cuerdas parecidas a espaguetis que crecen hacia abajo. Las frondas buscan la superficie y la luz solar; las cuerdas se adhieren firmemente a las rocas y fijan las plantas. Estas cuerdas, llamadas hápteras, se desarrollan en grandes madejas conocidas como rizoides.

Al crecer las frondas, forman talos con flotadores llenos de gas para mantenerse dirigidas hacia la superficie. Una vez alcanzada la superficie continúan creciendo, esparciéndose hasta formar doseles espesos. Puede que cada fronda viva solo seis meses, pero del rizoide brotan otras. El entero organismo puede vivir cinco años o más. Absorbe las sustancias nutritivas por toda su flexible estructura... talos, estípites y rizoides.

¡Y las frondas crecen hasta más de medio metro (2 pies) por día! Pueden crecer 30 metros (100 pies) o más hasta llegar a la superficie, y luego agregar otros 30 metros para formar el dosel flotante. A través de estos doseles de algas flotantes penetran los rayos de la luz solar y añaden una belleza sublime, como de otro mundo, a esta región submarina.

En el lecho algino pulula la vida. Los científicos alegan que una sola alga madura puede mantener a más de un millón de organismos. Tan solo en los rizoides viven unas 178 especies... cangrejos, nudibranquios, ofiuras, lombrices y otras. En total, se calcula que 800 especies viven en el lecho algino y sus alrededores, utilizándolo para su alimentación, abrigo y zona de caza. Las estrellas de mar, las anémonas, las medusas, las morenas y muchos peces frecuentan los lechos alginos. Entre estos organismos está el belicoso pecesito —de vivo color anaranjado— llamado garibaldi, que se distingue además por ser el pez marino estatal de California.

Para fines del decenio de los cincuenta muchas de las selvas de algas marinas de California estaban bajo amenaza de extinción. Si la temperatura de los mares sube, mata las algas, y las tormentas las arrancan de sus rizoides, pero el mayor peligro lo presentaba el erizo de mar. Como sucede frecuentemente, el hombre causó el peligro. Un comunicado de la corporación Kelco explica:

“Los erizos de mar, criaturas marinas cubiertas de púas, se alimentan de los rizoides, las frondas y las plantas jóvenes de las algas marinas. El que el enemigo natural y más eficaz del erizo de mar —la nutria marina— fuera casi exterminado por la caza a gran escala realizada en años anteriores rompió el equilibrio ecológico de los lechos alginos. Los erizos, sin obstáculo para satisfacer su apetito consumiendo algas, comenzaron a reproducirse sin control y devoraron vastas extensiones de selvas de algas. Según registros, los erizos avanzaban hasta 10 metros [30 pies] al mes por los lechos alginos”.

Pero el remedio también lo trajo el hombre. Se protegió por ley a la nutria marina, de modo que el número de ellas empezó a aumentar y el de los erizos de mar disminuyó, y las selvas de algas se están recuperando. Según informa la Kelco: “Hoy en día nuestras selvas alginas comienzan a alcanzar la abundancia que tuvieron hace sesenta años. Se está restaurando el equilibrio ecológico, y un recurso natural que estuvo en peligro de extinción ha renacido”.

Y, con este renacimiento, los buzos vuelven a deslizarse por las selvas de algas con sus cámaras fotográficas para traernos una medida pequeña de la gloria que se halla en estas selvas marinas.

[Fotografías en la página 18]

Nutria marina

Erizos de mar

Rizoide

[Ilustración de la página 17 (completa)]

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