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  • La muerte de los bosques... ¡también es problema suyo!

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  • La muerte de los bosques... ¡también es problema suyo!
  • ¡Despertad! 1987
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¡Despertad! 1987
g87 22/6 págs. 3-5

La muerte de los bosques... ¡también es problema suyo!

¿SE le dan bien las adivinanzas? Intente resolver esta: Soy cientos de años mayor que usted, pero ahora estoy en peligro de sufrir una muerte prematura. Soy solo una, pero estoy compuesta de muchos, los cuales, lamentablemente, cada vez son menos. Y a pesar de ser verde, me llaman negra. ¿Qué soy?

Si su respuesta es la Selva Negra de Alemania, ha acertado. ¡Qué triste es que los abetos y piceas que en un tiempo cubrían tan densamente las laderas de sus montañas, oscureciendo el bosque, estén siendo ahora diezmados por un asesino silencioso! ¡Pero espere! Eso no es todo.

Peter Schütt, profesor de silvicultura de la Universidad de Múnich, dijo en 1983: “Desde Italia hasta Dinamarca, sí, por toda Europa están muriendo los bosques”. Desde entonces, en vista de la evidencia inequívoca de que este problema se ha ido extendiendo hacia el norte, a los países escandinavos, sus palabras han cobrado mayor urgencia.

En América del Norte, y especialmente en Canadá, también existe ese problema, pero en ningún lugar del mundo ha adquirido unas proporciones tan alarmantes como en Europa. A tal grado, que en Alemania, país donde los bosques han tenido un marcado protagonismo, tanto en su historia como en su mitología, se ha acuñado el término Waldsterben: “bosque moribundo”.

Cómo le afecta a usted la muerte de los bosques

¿Disfruta usted de dar un paseo por el bosque de vez en cuando? ¿Se siente conmovido al ver la ilusión de los niños cuando contemplan los ciervos y demás fauna silvestre en su hábitat natural? Recuerde que, sin bosques, ya no habría más paseos de ese tipo, ni fauna silvestre, ni aire puro y refrescante.

Además, si los bosques siguen muriendo, piense en las consecuencias desfavorables que eso produciría en la economía de países productores de madera como Canadá y Suecia. En realidad, sufriría la economía del mundo entero. Calcule, si puede, el precio tan elevado al que se pondrían la madera y sus productos derivados, como por ejemplo el papel.

Asimismo, el que las regiones montañosas queden desnudas de árboles es una invitación al desastre. Un estudio publicado recientemente en Múnich dice que la mitad de las aldeas situadas en las estribaciones alpinas de Baviera están amenazadas por “desprendimientos, aludes e inundaciones” que podrían dejar “intransitables las carreteras que comunican las aldeas”. Se dice que en otras regiones alpinas la situación es similar.

Pero la peor amenaza de todas es que a menos que se haga algo pronto, como advierte el profesor Schütt, “los ecosistemas de nuestros bosques sufrirán un colapso en menos de diez o veinte años”. Un colapso así reduciría la cantidad de especies vegetales y animales. Afectaría el clima, alterando las temperaturas de toda la Tierra. También cambiaría la pluviosidad, amenazando las reservas de agua y las cosechas.

¿Y cómo afectaría la salud? ¿Podemos esperar que los seres humanos mantengan una buena salud mientras respiran el mismo aire contaminado que evidentemente está matando a nuestros árboles? Un estudio hecho en Alemania afirma haber descubierto una correlación entre la extensión y gravedad de los bosques moribundos y la incidencia y gravedad de las enfermedades del sistema respiratorio humano. En dicho estudio se cita a un doctor de la Universidad de California cuya opinión es “que si no se halla un remedio para el cáncer en menos de setenta y cinco años, muchas personas sufrirán; pero a menos que encontremos algún medio de conservar la naturaleza, en menos de quince años todos sufriremos”.

El doctor Albert Hofmann, de Suiza, dice que “si no hay ninguna diferencia básica en la manera como asimilan el anhídrido carbónico los árboles del bosque, los árboles frutales, las plantas comestibles, los cereales, etc. —y evidentemente no la hay—, entonces hay que considerar como una verdadera posibilidad el que en el futuro previsible las plantas que le sirven al hombre de alimento empiecen también a morir”. Y para concluir, afirma: “Con la muerte de nuestros bosques, se está poniendo en grave peligro el mismo fundamento de toda la vida terrestre”.

En vista de la gravedad de la situación, no es ninguna exageración que el libro Unser Wald Muss Leben (Nuestro bosque tiene que vivir) diga que la muerte de nuestros bosques plantea “el mayor desafío de nuestro tiempo”.

Con buena razón se ha dicho: “Primero mueren los bosques, y luego la gente”. ¿Hay algo que se pueda hacer?

[Recuadro en la página 3]

Algo más que un problema de Alemania

Suiza: Según un estudio completado recientemente, se calcula que la cantidad de árboles enfermos en ese país ha aumentado a un 46%, lo cual representa un incremento de un 10% durante el último año.

Austria: El director del Instituto de Silvicultura de la Universidad de Cultivo del Suelo de Viena dice que la mitad de los árboles del país manifiestan señales visibles de enfermedad, y afirma: “No ha quedado ni un solo árbol en Austria que no haya sufrido daño latente”.

Yugoslavia: Se pueden apreciar síntomas visibles de enfermedad en las piceas y en los abetos.

Francia: Hasta 1983 se afirmaba que la muerte de los bosques no afectaba a Francia, pero ahora se está haciendo evidente que hay árboles enfermos.

Luxemburgo: En 1984 se informó por primera vez que había bosques damnificados.

Checoslovaquia: Se ha informado que en los montes Metálicos, cordillera situada en la frontera de la República Democrática Alemana con Checoslovaquia, ya han muerto más de 50.000 Ha. (120.000 acres) de bosques.

Bélgica: Se dice que aproximadamente el 70% de los bosques que cubren la parte oriental del país están enfermos.

Inglaterra y Escocia: En 1984 la Comisión de Silvicultura del Reino Unido informó que en el sur y el oeste de Escocia y en el noroeste de Inglaterra el daño sufrido por los árboles es “reciente y bastante extendido entre varias especies”.

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