“¿Cómo puedo sobrellevar mi pesar?”
BOB y Diane Krych sufrieron una gran tragedia hace dieciocho años. Su hijo David, de seis años, tenía un problema cardiaco congénito. Diane misma explica lo que sucedió:
“Un doctor nos había aconsejado que le hiciésemos una prueba antes de que pasara un año, y nosotros concordamos. David estaba lleno de energía, era casi hiperactivo. Recuerdo que era el día 25 de enero y que David había estado molestando a su hermana revolviendo su habitación. Cuando me preguntó si podía salir a jugar, le di permiso.
”Poco después, oí una ambulancia y entonces una vecina vino corriendo hacia la casa, mientras gritaba: ‘¡Diane, es David, venga!’. Salí, y lo vi tendido sobre el capó del automóvil que le había atropellado. No pude reaccionar. Me sentí como paralizada. Se lo llevaron en la ambulancia, pero todo fue en vano. Su corazoncito se paró, y David murió.”
¡Despertad!: “¿Cómo le afectó esta trágica pérdida?”
Diane: “Pasé por una serie de reacciones: aturdimiento, rechazo de la realidad, culpabilidad y hasta ira hacia mi esposo y hacia el doctor por no darse cuenta de la gravedad de su estado. Aquel día, David me había hecho enfadar mucho. Además, esperaba invitados para comer y tenía un bebé de diez semanas que atender. Era demasiado. De repente, me enteré que se llevaban a mi David al hospital.
”Me resistía a creer que estuviese muerto. No quería aceptar las palabras ‘muerto’ y ‘muerte’. En lo que a mí se refería, David se había ido de viaje. ‘Está vivo en la memoria de Dios y volverá’, me decía. Así que, unas siete semanas después de su muerte, empecé a escribirle cartas. Las estuve escribiendo ¡durante trece años!”
¿Cuánto tiempo perdura el pesar?
El largo proceso del sentimiento de pesar de Diane apoya la declaración que hace el doctor Arthur Freese en su libro Help for Your Grief (Ayuda para su desconsuelo): “La mayor parte de los expertos creen que la pérdida de un hijo produce un permanente sentimiento de desconsuelo en los padres, particularmente en la madre”.
“El pesar regresa con el año que pasa”, fue el sentir del poeta Shelley. Los recordatorios anuales del ser querido que ha muerto vuelven a abrir la herida. Millones de personas hoy en día pueden confirmar este hecho, y se preguntan: “¿Cómo puedo sobrellevar mi pesar?”. No obstante, este sigue un proceso de curación, aunque quizás nunca se complete. El intenso desconsuelo del principio va disminuyendo, aunque la sensación de pérdida continúa.
Esta opinión la confirman Harold y Marjorie Bird, de Gran Bretaña, a quienes hace diez años se les ahogó su hijo, Stephen, con solo diecinueve años de edad. Para empeorar los asuntos, era su único hijo y nunca encontraron su cuerpo. Harold nos habla del proceso del sentimiento de pesar: “Se dice que el tiempo cura, pero en realidad solo embota un poco el recuerdo del ser querido. La única curación vendrá cuando volvamos a estar con él en la resurrección”.
Un estudio científico sobre el desconsuelo que se siente cuando se pierde a un ser querido explicó que el proceso del sentimiento de pesar es el siguiente: “El doliente puede pasar drástica y rápidamente de un estado emocional a otro, y el deseo de evitar cualquier recuerdo del difunto puede alternarse con un esfuerzo deliberado por cultivar esos recuerdos durante un tiempo. Las personas suelen pasar de un estado de rechazo de la realidad a una aceptación gradual de la pérdida”.
El doctor Freese aporta un rayo de luz a este sombrío tema. “Uno siempre debe mantener la debida perspectiva: reconocer que la gran mayoría de las personas que sufren pesar y la pérdida de un ser querido [...] salen de esa situación, se recuperan y siguen adelante en un estado físico muy parecido al que tenían cuando empezó el dolor y la agonía de su pesar.”
En realidad, en muchos casos la persona hasta puede salir más fuerte de esa experiencia. ¿A qué es debido esto? A que el sufrimiento le ha enseñado empatía, es decir, saber entender mejor a los que han perdido a un ser querido, identificarse con ellos. Y como la empatía va mucho más allá de la condolencia, el que supera su propio pesar se convierte en alguien muy útil, un consejero, un consolador de aquellos que sufren la pérdida de un ser querido. Por ejemplo: Bob, cuyo hijo David murió de un paro cardiaco, dijo: “Hemos descubierto que el ayudar a otros a llevar su carga de pesar ha aligerado la nuestra”.
¿A qué se deben los sentimientos de culpa, ira y recriminación?
Los expertos reconocen que las reacciones de culpa, ira y recriminación que a menudo se producen ante la pérdida de un ser querido son normales en esta situación. Los dolientes tratan de encontrar razones para lo sucedido, cuando a menudo no hay ninguna que sea válida o lógica. Algunas reacciones comunes son: “¿Por qué tuvo que sucederme a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? Si solo hubiese...”. Otros se vuelven contra Dios, preguntándose: “¿Cómo es que Dios permitió que sucediese? ¿Por qué me hizo esto?”.
En estos casos, uno puede pensar en la respuesta que da la Biblia: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Los accidentes pueden suceder en cualquier lugar, en cualquier momento, y la muerte no es parcial. Además, un Dios de amor ciertamente no le quitaría un hijo a nadie caprichosamente. (Eclesiastés 9:11; 1 Juan 4:8.)
A Agustín y Valentina, mencionados en el primer artículo, todavía les saltaban las lágrimas cuando hablaban de la muerte de Jonathan con el corresponsal de ¡Despertad! ¿Recriminaron a alguien por lo sucedido? Valentina respondió: “Nunca me gustó que fuese a Long Island en el automóvil de otra persona. Tengo que ser sincera: culpé a Agustín. Ahora me doy cuenta de que fue una reacción irracional, pero en aquellos momentos no podía dejar de pensar: ‘Si tan solo papá no le hubiese dejado ir, todavía estaría vivo’. Seguí culpándole a él. Tuve que desahogar mis sentimientos, porque el guardarlos me estaba perjudicando”.
La ira de Diane Krych por la muerte prematura de David llegó a manifestarse hasta con resentimiento hacia los animales. Ella dijo a ¡Despertad!: “Si veía a un perro o a un gato andando por la calle, me decía: ‘Ese animal tiene un corazón sano latiendo dentro de sí. ¿Por qué no pudo mi hijo haber tenido un corazón sano? ¿Por qué debería estar paseando un animal en lugar de mi David?’”.
Los expertos afirman que todas esas reacciones son irracionales aunque a menudo, son naturales. El hacerse preguntas es una forma de encontrar una explicación, es parte del proceso de aceptar la realidad. Con el tiempo, se consigue un punto de vista estable, y el sentido común prevalece. Como lo expresa el doctor Freese: “Lo que prueba que un sentimiento de pesar es equilibrado —que se abre paso adecuadamente a través de los problemas emocionales relacionados con el desconsuelo y el pesar, que acepta la muerte y se enfrenta honradamente a todos los sentimientos que la acompañan— es que el doliente acaba soportando estos malos momentos con un dolor pasajero o, únicamente, con pensamientos tristes comedidos”.
Esto conduce a la estabilidad. El doctor Freese continúa diciendo: “Lo ideal es que la nostalgia y los recuerdos agradables, así como el poder hablar de la persona difunta sincera y afectuosamente, finalmente ocupen el lugar del dolor persistente, del pesar y de la angustia”. Cuando se llega a ese punto, los recuerdos provocan afecto más bien que pesar.
Cómo hacer frente al sentimiento de pérdida cuando nace una criatura muerta
Aunque Monna ya tenía otros hijos, esperaba con mucha ilusión el nacimiento de su próxima hija. Incluso antes de nacer, era “una criatura con la que jugaba, a la que hablaba y con la que soñaba”.
Los lazos entre ella y la criatura que llevaba dentro eran cada vez más fuertes. Esa madre sigue diciendo: “Rachel Anne era una criatura que con sus pataditas lograba hacer caer un libro que me pusiera sobre el vientre; era una niña que me mantenía despierta por la noche. Todavía puedo recordar sus primeras pataditas, como toquecitos suaves y cariñosos. Cada vez que se movía, me llenaba un profundo amor. La conocía tan bien, que percibía cuándo sentía dolor, cuándo estaba enferma”.
Monna sigue su relato: “El doctor no quiso creerme, hasta que fue demasiado tarde. Me decía que dejase de preocuparme. Creo que noté el momento en que murió. De repente, se dio la vuelta bruscamente. Al día siguiente, estaba muerta”.
La experiencia de Monna no es un caso aislado. Según lo que los autores Friedman y Gradstein apuntan en su libro Surviving Pregnancy Loss (Cómo superar un aborto espontáneo), tan solo en los Estados Unidos, aproximadamente un millón de mujeres al año tienen un embarazo malogrado. Las personas no suelen darse cuenta de que, para una mujer, el tener un aborto o dar a luz una criatura muerta es una tragedia que la apesadumbra... quizás durante toda su vida. Por ejemplo: Veronica —de la ciudad de Nueva York—, que ahora tiene algo más de cincuenta años, recuerda los abortos que tuvo y, especialmente, la criatura que dio a luz muerta, aunque vivió hasta el noveno mes y nació pesando casi seis kilogramos (trece libras). La llevó muerta durante las dos últimas semanas. Según ella misma dijo: “El dar a luz un niño muerto es algo terrible para una madre”.
Las reacciones de estas madres frustradas no siempre son comprendidas, ni siquiera por otras mujeres. Una psiquiatra que perdió a su hijo debido a un aborto escribió: “Lo que he aprendido, y de una manera muy dolorosa, es que, hasta que me sucedió a mí, no tenía ninguna idea de lo que tuvieron que sufrir mis amigas. He sido tan insensible e ignorante hacia ellas como ahora creo que otras personas lo son conmigo”.
Otro problema de la madre doliente es tener la impresión de que su esposo no siente la pérdida igual que ella. Una esposa lo expresó con estas palabras: “En aquellos momentos, mi esposo me decepcionó totalmente. En lo que a él concernía, simplemente había dejado de estar embarazada. No podía experimentar el mismo sentimiento de pesar que yo. Él supo compartir mis temores, pero no mi pesar”.
Quizás esta reacción sea natural para un esposo, pues a él no le unen los mismos lazos físicos y emocionales con la criatura que unen a la madre. No obstante, él también sufre una pérdida. Y es vital que el esposo y la esposa se den cuenta de que están sufriendo juntos, aunque de diferentes maneras. Deberían compartir su pesar. Si el esposo no manifiesta su dolor, la esposa pudiera pensar que es insensible. (Véase página 12.) Por lo tanto, lloren juntos, abrácense, díganse lo que piensan. Muéstrense que se necesitan el uno al otro como nunca antes.
El enigma de la muerte en la cuna y el pesar que esta produce
Millones de madres viven con un constante temor oculto. Una madre lo expresó así: “Cada noche oro a Dios para que por la mañana encuentre vivo a mi bebé”. Lo que estas madres temen es la muerte en la cuna o SIDS (Síndrome de muerte repentina, en inglés). La doctora Marie Valdes-Dapena, profesora de Patología de la universidad de Miami, Florida, dice que, cada año, tan solo en los Estados Unidos, hay de 6.000 a 7.000 casos de SIDS. Añade: “No cabe duda de que este es un problema de sanidad pública muy real”.
La muerte en la cuna les sobreviene a los bebés por la noche, y, por lo general, entre el segundo y cuarto mes de su vida. La ciencia todavía no ha encontrado una explicación satisfactoria, y ni siquiera las autopsias han podido suministrar una razón para ese tipo de muerte súbita. Sigue siendo un enigma.a
La secuela de la muerte en la cuna suele ser un terrible sentimiento de culpa. Por consiguiente, ¿qué puede ayudar a los padres en los casos de muerte en la cuna? En primer lugar, tienen que reconocer que ellos no podían haber evitado la tragedia. El SIDS es imprevisible y, normalmente, inevitable. Por consiguiente, no hay razón para sentir culpabilidad alguna. En segundo lugar, el apoyo, la confianza y la comprensión mutuos de los padres les ayudará a ambos a enfrentarse a su pesar. Hablen con otros de su bebé. Compartan sus sentimientos.
Los abuelos también sienten pesar
Los abuelos también sufren, y de manera especial. Un padre doliente lo expresó así: “Ellos no solo se sienten afectados por la muerte de un nieto, sino también por el pesar de su propio hijo”.
Sin embargo, hay maneras de hacer más llevadera a los abuelos esta sensación de pérdida. En primer lugar, tómelos en cuenta. El nieto también era una extensión de ellos. Por consiguiente, si lo desean, cuente con ellos en todo lo relacionado con la muerte del niño. Esto no significa que ellos tengan que tomar las decisiones sin el consentimiento de los padres. Pero si quieren que se cuente con ellos, como sucede en general, debería escucharse su opinión.
En esta breve consideración de los sentimientos de pesar hemos intentado comprender la aflicción de los dolientes. Pero todavía hay que considerar otro aspecto: ¿Cómo pueden ayudar otras personas, especialmente mediante sus comentarios? ¿Y cómo puede un esposo expresar su pesar? Sírvase leer el siguiente artículo.
[Nota a pie de página]
a Un número futuro de ¡Despertad! considerará con más detalle el SIDS.
[Fotografía en la página 8]
Al manifestar abiertamente su pesar, se ayudan mutuamente a sobrellevarlo.
[Recuadro en la página 7]
El proceso del sentimiento de pesar
Esto no significa que el pesar tenga un horario fijo. Las reacciones pueden traslaparse y durar más o menos, según la persona.
Las primeras reacciones:
Choque inicial; rechazar la realidad, negarse a aceptarla; aturdimiento; sentimientos de culpabilidad; ira.
El profundo pesar puede provocar:
Pérdida de memoria e insomnio; fatiga extrema; abruptos cambios de ánimo; dificultades para juzgar y pensar; ataques de llanto;
cambios de apetito, con la resultante pérdida o ganancia de peso; diversos síntomas de mala salud; letargo; menor capacidad
de trabajo; alucinaciones (sentir, oír o ver al difunto).
Período de estabilización:
Tristeza junto con nostalgia; recuerdos más agradables del difunto, incluso con cierto humor.
(Basado en la obra Help for Your Grief, del doctor Arthur Freese, páginas 23-26.)
[Recuadro en la página 9]
Qué puede ayudarle a superar el pesar
Cada persona tiene que tratar de sobreponerse al pesar a su manera. Es fundamental evitar encerrarse en sí mismo y autocompadecerse. Estas son algunas recomendaciones basadas en la experiencia de padres dolientes entrevistados por ¡Despertad!:
Manténgase ocupado y continúe con su rutina de trabajo y de otras actividades. Los que son testigos de Jehová hicieron especial hincapié en el valor de asistir a las reuniones cristianas y de estar activos en el ministerio. Muchos reconocieron que la oración les fue de gran ayuda.
Manifieste su pesar; no trate de reprimirlo por completo. Cuanto antes se desahogue y llore, antes superará el período de profundo desconsuelo.
No se aísle; relaciónese con otras personas y permita que los demás se relacionen con usted. Si le sirve de ayuda, hable libremente del ser querido que ha perdido.
Tan pronto como sea posible, interésese en otras personas y en sus problemas. Trate de ayudar a otros y así se ayudará a sí mismo.
[Recuadro en la página 10]
¿Qué pueden hacer otros para ayudar?
Los corresponsales de ¡Despertad! han entrevistado en diferentes países a muchos padres que han perdido algún hijo. A continuación se incluyen algunas de las recomendaciones que se dieron para ayudar a las familias dolientes. Por supuesto, debe haber flexibilidad en su aplicación, que dependerá de los sentimientos de los que hayan sufrido la pérdida.
1. Visite a los familiares del difunto desde el primer día y también invítelos a su casa. Prepáreles alguna comida. Siga haciéndolo todo el tiempo que sea necesario, no solo durante las primeras semanas.
2. Deje que los padres decidan si desean que la ropa y demás objetos que recuerdan al hijo que ha muerto se guarden o se almacenen en otro lugar.
3. Si el doliente lo desea, háblele de su hijo mencionándolo por nombre. Rememore los aspectos alegres y humorísticos de la personalidad y la vida del niño. No se cierre. Los padres quizás deseen hablarle de su ser querido.
4. Si vive demasiado lejos para prestar ayuda directamente, escriba cartas de ánimo y consuelo. No evite hablar del difunto.
5. Cuando sea apropiado, anime a los padres a mantenerse activos y a seguir con su anterior rutina. Consiga que salgan de casa y que hagan cosas por otros.
[Recuadro en la página 10]
Una abuela escribe:
“Habiendo perdido en la muerte a mis queridos padres, a un hermano, a una hermana, a mi fiel compañero de toda la vida —mi amado esposo y amigo, mi Jim, a quien conocí y amé desde los trece años— y a mi querido nietecito Stuart Jamie..., puedo decir que no existe peor tristeza ni dolor ni aflicción, emociones que me invaden incluso mientras escribo, que la muerte de un niño.”
—Edna Green, Inglaterra, cuando murió su nieto a los dos años y nueve meses.