El cuerpo... ¡maravillosamente hecho para gozar de la vida!
LOS científicos reconocen que el cuerpo humano está maravillosamente hecho, que es un verdadero prodigio de diseño e ingeniería. Cuando todas sus partes funcionan con normalidad, podemos hacer algunas cosas y disfrutar de otras que son absolutamente asombrosas.
Por ejemplo: mire sus manos. Su perfecto diseño las convierte en un “instrumento” muy eficaz para realizar múltiples trabajos y juegos. ¿Está usted sosteniendo esta revista con las manos en este preciso instante? Si así es, tendrá los brazos doblados justo en el ángulo correcto para mantenerla a la distancia apropiada de los ojos, los dedos estarán ejerciendo la presión necesaria a fin de evitar que se le escurra de las manos y, además, el cerebro estará controlando los dedos para que hagan exactamente lo que usted quiere que hagan cuando pase la página. ¡Qué desventaja sería no tener manos!
No obstante, para que usted pueda leer estas páginas, necesita los ojos. A fin de que las imágenes de las palabras y las láminas penetren a través del ojo y lleguen al cerebro, entran en juego una sorprendente red de nervios y otros elementos del cuerpo. Los impulsos eléctricos producidos por el ojo son transmitidos al cerebro, donde se forman las impresiones visuales que corresponden a las imágenes de la página. ¡Cuán importante es el sentido de la vista, y qué trágico es perderlo!
El cerebro humano solo pesa unos mil trescientos gramos, y es lo suficientemente pequeño como para que quepa en la mano. Pero es una maravilla, una de las creaciones más complejas del universo. Nos permite pensar, ver, palpar, hablar y coordinar nuestros movimientos. Gracias a este complejo órgano, podemos gozar de hermosas puestas de sol, deliciosos alimentos, brisas de verano que nos acarician el rostro, el magnífico panorama de sobrecogedoras montañas, la risa de un bebé, la fragancia de una flor, el contacto de alguien a quien amamos... y casi todo esto lo percibimos sin ningún esfuerzo consciente por nuestra parte. Si careciéramos de nuestro impresionante cerebro, no podríamos gozar absolutamente de nada.
¡Cuán apropiadas son las palabras que exclamó el salmista: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho”! (Salmo 139:14.)
Sin embargo, aunque el hombre está tan bien dotado, llega el momento en que el cuerpo finalmente se debilita. Enfermamos y envejecemos, y luego morimos. Hay tantas cosas malas en el mundo que nos rodea, que aun cuando disfrutamos de buena salud, no podemos gozar a plenitud de la vida. ¿Existirán siempre estas condiciones desagradables? ¿O fue el cuerpo humano realmente diseñado para durar por toda la eternidad —libre de los estragos de la enfermedad, la vejez y la muerte— y para gozar indefinidamente de la vida en la Tierra en un sentido mucho más pleno que ahora?
Durante los próximos meses la revista ¡Despertad! analizará estos asuntos en tres diferentes números. En este primer apartado nos limitaremos a considerar tres de los asombrosos órganos de nuestro cuerpo: la mano, el ojo y el cerebro.