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¡Despertad! 1989
g89 22/7 págs. 10-13

La revolución genética, una gran esperanza, una creciente preocupación

LA REVOLUCIÓN genética está saliendo de los laboratorios e introduciéndose en la vida cotidiana. ¿Le ha afectado a usted ya? Considere lo siguiente:

▲ Bacterias que han sufrido alteraciones genéticas pueden ahora producir valiosos fármacos, como la insulina, la hormona humana del crecimiento y una vacuna para la hepatitis B.

▲ Se han iniciado experimentos clínicos en Estados Unidos encaminados a conseguir dos posibles vacunas contra el SIDA, ambas creadas mediante ingeniería genética.

▲ Como en el ADN del hombre pueden encontrarse “marcadores” de enfermedades hereditarias, es posible hacer análisis prenatales con el objeto de detectar algunas de ellas. Ya se ha introducido una prueba prenatal muy sensible y rápida para detectar la anemia de células falciformes.

▲ Se han identificado y, en algunos casos, reproducido por clonación mediante la ingeniería genética, los genes que causan ciertas enfermedades hereditarias.

▲ Debido a su gran éxito en localizar genes, algunos científicos promueven un megaproyecto genético, denominado “Proyecto Manhattan”,a para determinar el código preciso de los aproximadamente 100.000 genes que hay en los 23 pares de cromosomas que componen el ADN. El gobierno federal de Estados Unidos ha accedido a apoyar el proyecto, aunque todavía falta la aprobación del Congreso. Se calcula que costará quince años terminarlo y varios miles de millones de dólares.

▲ En 1987 la oficina de patentes de Estados Unidos dijo que estaba dispuesta a recibir solicitudes de patentes para animales con alteraciones provocadas por técnicas de ingeniería genética, lo que ha hecho estallar un enérgico debate entre los científicos y los moralistas. En abril de 1988 se patentó un ratón alterado genéticamente.

Producción de medicamentos en gran escala

Quizás la consecuencia más inmediata del ensamblaje de genes se encuentra en el campo de la producción de fármacos. Se espera que muy pronto las ventas de productos de interés farmacológico conseguidos por ingeniería genética superen los mil millones de dólares anuales. Estos éxitos, no obstante, no se han producido de la noche a la mañana.

Consideremos, por ejemplo, el caso de la insulina. Uno de los primeros resultados prácticos de la tecnología del ADN recombinante fue localizar el gen (situado en el cromosoma 11) de la insulina humana y ensamblar copias de él en una bacteria ordinaria E. coli. Estas bacterias manipuladas pueden producir grandes cantidades de insulina con la estructura exacta de la molécula de insulina humana. ¡Sorprendente!

Sin embargo, tuvieron que pasar varios años antes de que, a través de experimentos clínicos, esta técnica saliese de los laboratorios, pasase el proceso de aprobación de la Administración para los Fármacos y los Alimentos (FDA) de Estados Unidos y finalmente se produjese en gran escala y fuese posible obtenerla con facilidad. Esto último no significa que se haya encontrado una curación para la diabetes, como podrá decirle cualquier diabético, ya que, en realidad, aunque este producto “tiene ciertas ventajas para los que llevan poco tiempo tratándose con insulina o los que son alérgicos a la insulina normal extraída del buey o del cerdo, no es necesario para la mayoría de los que toman los preparados convencionales”, dice el doctor Christopher D. Saudek, director del Johns Hopkins Diabetes Center.

El activador del plasminógeno tisular (TPA) y la interleuquina 2 (IL-2) son otras drogas prometedoras producidas mediante ingeniería genética. El TPA ayuda a disolver los coágulos sanguíneos, y ha sido aprobado como tratamiento de emergencia para las víctimas de un ataque cardiaco. La IL-2, que pertenece a una familia de factores que actúan principalmente entre los glóbulos blancos de la sangre, promueve el crecimiento y desarrollo de los linfocitos T, los cuales, a su vez, ayudan a luchar contra la enfermedad. El tiempo dirá si estas nuevas drogas satisfarán las expectativas creadas.

Pruebas genéticas para el diagnóstico de enfermedades

En 1986 los investigadores descubrieron un vínculo entre la genética y el cáncer. Aislaron (en el cromosoma 13) y clonaron un gen que, según creen, evita un tipo de cáncer ocular llamado retinoblastoma. También se están investigando genes sospechosos por si tienen algún posible vínculo con el cáncer de hueso y la leucemia mieloide crónica.

Cada vez hay más evidencia de que los genes no solo favorecen el desarrollo del cáncer, sino que también lo impiden. Unos doctores de UCLA (Universidad de California de Los Ángeles) han descubierto que mientras que una célula normal puede tener uno o dos oncogenes (genes responsables del crecimiento y multiplicación de tumores), una célula cancerosa puede tener diez veces más. Por lo tanto, la presencia de más oncogenes parece indicar tumores más peligrosos, por lo que en la actualidad estos investigadores cuentan los oncogenes que tienen sus pacientes a fin de determinar cuál es el mejor tratamiento para ellos.

Todo esto es muy seductor, pero no solo el cáncer tiene un componente genético. En un informe de la revista Science apareció una lista de más de veintiún trastornos neurológicos y de los genes o cromosomas que parecen tener relación con dichas dolencias. La lista incluye enfermedades mortales, como la enfermedad de Alzheimer, la de Huntington y la distrofia muscular de Duchenne. Y la lista no termina con los problemas neurológicos, pues también se han encontrado marcadores genéticos para la fibrosis quística, el riñón poliquístico y muchas otras enfermedades.

Todo esto hace surgir la fascinante perspectiva de que sea posible llevar a cabo pruebas genéticas que nos digan si nosotros o nuestros hijos estamos en el grupo de alto riesgo que puede contraer una de las más de tres mil enfermedades hereditarias conocidas. Pero no es así de sencillo, ya que no es solo un gen el causante de esas enfermedades. Cuando son muchos los genes y factores implicados —como parece ser el caso de la enfermedad de Alzheimer—, las pruebas podrían ser difíciles. En algunos casos se han encontrado, y hasta clonado, los mismos genes que provocan la enfermedad, pero lo más frecuente es que solo se conozca su ubicación general. Lo que se suele localizar no es el gen en sí, sino un segmento cercano del ADN llamado marcador genético.

“El mapa del genoma humano como lo conocemos en la actualidad es muy incompleto”, dice Jan Hudis, editor de información científica para la fundación March of Dimes Birth Defects. Añade que “podría compararse a una fotografía de satélite cuando una nube baja cubre y oscurece todo con la excepción de las cadenas montañosas más altas”.

El problema de las pruebas genéticas

Las muchas pruebas genéticas hacen concebir grandes esperanzas. El periódico The New York Times dice que “en algunos casos los descubrimientos han hecho posible identificar a personas sanas que son portadoras del carácter o factor de la enfermedad y que podrían pasarla a sus hijos, y también han permitido hacer diagnósticos prenatales de la enfermedad”. Esta información es muy valiosa, pero, como sigue indicando Time, “aunque estos son triunfos de la ciencia, no implican rápidas conquistas de las enfermedades”. Una cosa es identificar una enfermedad de causas genéticas y otra muy distinta, curarla.

Existe la esperanza de que con el tiempo se descubran los genes causantes de más enfermedades hereditarias. El comprender lo que se supone que hacen los genes y lo que ha ido mal puede conducir a terapias no imaginadas.

Mientras tanto, los padres que se someten a pruebas genéticas se encaran a difíciles decisiones, quizás incluso a la presión para abortar a la criatura que han engendrado. Para algunos el aborto es inaceptable, pero a otros les resulta difícil decidir, pues hay que tener en cuenta que las pruebas detectan los marcadores, no los verdaderos genes. La presencia del marcador no siempre significa que el gen esté presente.

“Todos los años localizamos más y más marcadores genéticos de enfermedades que se desarrollan por la acción de un solo gen —indica Jeremy Rifkin, crítico de Biotecnología—. ¿Dónde se traza la línea? Hay varios miles de caracteres recesivos. La leucemia puede matar a su hijo a los tres años; una enfermedad del corazón, a los treinta, y la enfermedad de Alzheimer, a los cincuenta. ¿En qué punto dice usted que no? La sociedad puede que hasta legisle u obligue a los padres a no transmitir ciertos caracteres debido a los gastos relacionados con la salud que tal vez ocasionen.” Sería una lamentable paradoja que una tecnología encaminada a salvar vidas y aliviar el sufrimiento causase muertes innecesarias de criaturas no nacidas, porque alguien pensó que sus caracteres genéticos eran “indeseables”.

Déjelo en manos de los abogados

Es curioso que ha sido el éxito de esta reciente biotecnología el que ha creado una nueva serie de problemas: luchas por el dinero que se puede ganar. “¿Se han convertido los litigios en el principal producto de la revolución biotecnológica?”, preguntó Science News al observar que las principales compañías farmacéuticas ya se demandan unas a otras y demandan a las pequeñas compañías de ensamblaje de genes, para conseguir los derechos sobre la IL-2, la hormona humana del crecimiento producida mediante ingeniería genética, y otros fármacos comerciables.

Las disputas sobre las patentes de los fármacos ya son lo suficientemente complejas; pero, ¿qué sucede cuando la gente quiere patentar animales con alteraciones genéticas, como autorizó el año pasado una decisión de la oficina de patentes de Estados Unidos? Unos investigadores de San Diego (E.U.A.) han logrado ensamblar genes de luciérnaga en plantas del tabaco, y han creado plantas que brillan en la oscuridad. A otras les han ensamblado genes de una bacteria a fin de que produzcan una proteína tóxica para las orugas que se alimentan de ellas. Científicos de Maryland (E.U.A.) han obtenido un cerdo transgénico: tiene un gen vacuno de los que producen la hormona del crecimiento.

Preocupación a causa de estas tendencias

Esta tendencia a ensamblar genes de especies no relacionadas entre sí tiene preocupada a mucha gente. Algunas asociaciones de granjeros “ven en la ingeniería genética una técnica más en la larga línea de procesos tecnológicos que favorecen a las grandes granjas frente a los pequeños granjeros”. Grupos que defienden los derechos de los animales ‘la ven como el último insulto a la integridad de estos’, dice The New York Times.

“Aunque no sabemos qué es la vida —escribe el doctor Erwin Chargaff, profesor emérito de Bioquímica de la escuela médica de la universidad de Columbia (E.U.A.)—, la manipulamos como si fuese una solución salina inorgánica.” Continúa diciendo: “Lo que veo venir es un matadero gigantesco, un Auschwitz molecular, en el que en lugar de dientes de oro se extraerán las enzimas, las hormonas y todas las cosas que se consideren valiosas”.

A otros les alarman los peligros desconocidos que pueden sobrevenir cuando se dejen libres en el medio ambiente organismos con alteraciones genéticas. En 1985 se impuso una multa de 13.000 dólares a una compañía californiana por dejar en libertad sin permiso unas bacterias alteradas. Cuando en 1987 los tribunales de California finalmente aprobaron casos parecidos en dos campos de prueba, en seguida hubo vándalos que desarraigaron las plantas. La preocupación pública volvió a primera página cuando en 1987 un patólogo botánico de Montana (E.U.A.) inoculó algunos olmos con bacterias que habían sufrido alteraciones genéticas. Se le reprendió porque no quiso demorar su experimento en espera del fallo de una agencia para la protección del medio ambiente.

¿El “santo grial”?

Mientras tanto, la investigación genética progresa a pasos agigantados. El Departamento de Energía de Estados Unidos ya ha empezado investigaciones preliminares con miras a determinar la secuencia precisa de los tres mil millones de bases químicas del ADN humano, un proyecto impresionante. La información contenida en el ADN humano llenaría 200 listines telefónicos gruesos. Al paso actual, este proyecto costaría incontables miles de millones de dólares y tardaría siglos en terminarse, pero se espera que los rápidos adelantos en las técnicas de secuenciar aceleren las cosas, con lo que el tiempo se reducirá, según el último cálculo, a quince años. El Departamento de Energía solicitó 40 millones de dólares para el proyecto y espera aumentar la recaudación de fondos a 200 millones de dólares anuales. El Congreso todavía tiene que dar su aprobación.

¿Qué se va a comprar con todo este dinero? Algunos científicos han comparado el conocimiento detallado del ADN humano al “santo grial” de la genética humana, y están convencidos de que será una herramienta de valor incalculable para comprender las funciones del cuerpo humano, aunque otros no están tan seguros.

“Si bien es cierto que pocos investigadores se cuestionan la ventaja de secuenciar un gen de interés conocido, hay serias dudas sobre el valor inmediato de conocer la secuencia nucleótida precisa del entero genoma”, comenta Jan Hudis, y añade que de momento “solo se espera que una fracción muy pequeña de todo el genoma devengue información con un valor médico inmediato”.

Desde luego, sería una lamentable ironía que los fondos que con tanta urgencia se necesitan para la investigación médica fueran a parar a un megaproyecto científico de dudoso valor.

“Queremos bebés perfectos”

¿Adónde se dirige la revolución genética? No hay duda de que contiene un gran potencial positivo en la forma de mejores fármacos, mejor atención médica y un mayor entendimiento del funcionamiento de los organismos vivos. Pero la revolución genética tiene también otra cara.

“Queremos bebés perfectos —dice Jeremy Rifkin—, queremos plantas y animales perfectos, queremos una mejor economía. Aquí no hay ningún mal motivo. El camino hacia el Espléndido Nuevo Mundo esta pavimentado con buenas intenciones.

”Poco a poco decidimos manipular diferentes partes del código genético de los organismos vivos. Surgen dos importantes preguntas: si vamos a manipular el código genético, ¿qué criterios establece esta sociedad para determinar cuáles son los genes buenos y cuáles los malos, cuáles los útiles y cuáles los inútiles? Y me gustaría saber si existe alguna institución a la que todos nosotros confiaríamos la máxima autoridad para decidir el proyecto genético de un organismo vivo.”

Estas son preguntas que merecen una respuesta. ¿Quién está mejor capacitado que el Creador del ADN para determinar cuáles son los genes buenos y cuáles los malos? Él conoce lo más recóndito del funcionamiento del código genético, como mostró David en el Salmo 139:13-16: “Me tuviste cubierto en resguardo en el vientre de mi madre. Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma. Mis huesos no estuvieron escondidos de ti cuando fui hecho en secreto, cuando fui tejido en las partes más bajas de la tierra. Tus ojos vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas, respecto a los días en que fueron formadas y todavía no había una entre ellas”. ¿No preferiría usted confiarle a Él la máxima autoridad para decidir el proyecto genético de todos los organismos vivos?

[Nota a pie de página]

a Se denominó “Proyecto Manhattan” al que permitió la obtención de la bomba atómica.

[Comentario en la página 13]

¿Quién tiene el derecho de decidir cuáles son los genes buenos y cuáles los malos?

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