La búsqueda de soluciones
CUANDO se trata de curar el mal que aqueja a Wall Street, no faltan ideas, pero sí falta consenso. Algunos expertos afirman que se tendrían que limitar el endeudamiento y los LBO, mientras que otros insisten en que ambas operaciones son buenas para la economía. Tanto unos como otros están bien respaldados con datos que “prueban” sus puntos de vista.
Helmut Schmidt opina que las principales potencias económicas del mundo (Estados Unidos, Alemania y Japón) deben cooperar para resolver los ayes económicos mundiales. Dice que “la mediocridad de los tres gobiernos no puede servir de excusa para pasar más tiempo quejándose unos de otros que reconociendo las propias deficiencias. Hasta la gente mediocre puede asumir responsabilidad”.
Pero pregúntese: ¿Cuánto es razonable esperar de gobiernos humanos inherentemente mediocres? Schmidt en seguida admite, por ejemplo, que el problema de la deuda del Tercer Mundo está “sin resolver y es casi insoluble”. ¿Tienen capacidad los mediocres para resolver lo insoluble?
Un hombre sabio que vivió hace veinticinco siglos dijo unas palabras que dan en el clavo: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) ¡Qué ciertas han resultado ser estas palabras hoy día! La economía mundial es demasiado complicada como para que los expertos la entiendan, menos aún para que la arreglen.
¿Qué puede hacer usted frente a la inestabilidad económica del mundo? La Biblia da otro consejo acertado al respecto: haga una sabia inversión. Fíjese en las palabras de Jesús registradas en Mateo 6:19, 20: “Dejen de acumular para sí tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni polilla ni moho consumen, y donde ladrones no entran por fuerza y hurtan”.
Pero, ¿cómo le será posible acumular tesoros en el cielo? Para empezar, tiene que darse cuenta de que usted, al igual que todos los demás, debe satisfacer sus necesidades espirituales. (Mateo 5:3.) Puede satisfacerlas si invierte su tiempo, algo aún más precioso que el dinero, en el estudio de la Biblia. Le sorprenderá lo sencillo y razonable de las respuestas que esta da a las preguntas que más le inquietan.
Esto fue precisamente lo que hizo el ex yuppie mencionado en el artículo anterior. Volvió a interesarse en el estudio de la Biblia que había abandonado durante sus ocupados años en Wall Street, y descubrió que su vida cambió para bien. Le encantó aprender que la Biblia predice el colapso final de todos los sistemas económicos del mundo, sistemas guiados por la codicia. Cuando Dios conduzca a este sistema mundial a su fin definitivo, ninguna cartera de valores ni ninguna cantidad de fondos comprará protección o escape. El dinero será tan inútil que la gente lo arrojará en las calles. (Ezequiel 7:19; 1 Juan 2:15-17.) Lo único que tendrá valor entonces serán las inversiones espirituales.
Es sumamente reconfortante conocer la promesa bíblica de que después de esa destrucción, la codicia ya no gobernará el mundo. Entonces, la justicia, no el lucro, reinará para siempre. (Isaías 9:6, 7.) De hecho, llegará el día en que la gente se preguntará: “¿Wall Street? ¿Qué es eso?”.