El futuro de la religión en vista de su pasado
Parte 21: 1900 en adelante — Faldas manchadas de sangre
“Sobre sangre no se puede colocar ningún fundamento firme.”—Shakespeare, poeta y dramaturgo inglés (1564-1616)
¿RECUERDA usted la tragedia ocurrida este mismo mes hace once años en Jonestown (Guyana)? Más de 900 miembros de la secta religiosa conocida como el Templo del Pueblo cometieron suicidio —la mayoría de ellos por su propia voluntad— al beber un refresco de frutas mezclado con cianuro.
La gente, conmocionada, preguntaba: “¿Qué clase de religión es esa que sacrifica la vida de sus propios miembros?”. No obstante, durante casi seis mil años se ha derramado mucha sangre inocente en nombre de la religión. Y en el siglo XX esta se ha vertido con más frecuencia y de más maneras, que en cualquier otra época de la historia. Considere tan solo una pequeña parte de la evidencia.
Sacrificios humanos a un dios falso
Desde 1914, dos guerras mundiales y más de un centenar de conflictos menores han vertido verdaderos mares de sangre. Hace un siglo, el escritor francés Guy de Maupassant dijo que “el huevo del que eclosionan las guerras” es el patriotismo, al cual él llamó “una forma de religión”, y The Encyclopedia of Religion dice que el primo hermano del patriotismo, el nacionalismo, “se ha convertido en una forma dominante de religión en el mundo moderno, y ha llenado un vacío dejado por el deterioro de los valores religiosos tradicionales”. (Cursivas nuestras.) Al no promover la adoración verdadera, la religión falsa creó el vacío espiritual que el nacionalismo llenó.
En ningún otro lugar se ilustró esto mejor que en la Alemania nazi, donde, al comienzo de la segunda guerra mundial, el 94,4% de sus ciudadanos afirmaban ser cristianos. De todos los lugares, se supone que Alemania —tierra natal del protestantismo y alabada en 1914 por el papa Pío X como patria de “los mejores católicos del mundo”— debería haber representado lo mejor de lo que la cristiandad podía ofrecer.
Es significativo que el católico Adolf Hitler encontró más apoyo entre los protestantes que entre los católicos. Distritos predominantemente protestantes le dieron el 20% de sus votos en las elecciones de 1930, mientras que los distritos católicos solo le dieron el 14%. Y el partido nazi obtuvo su primera mayoría absoluta en las elecciones estatales de 1932 en Oldemburgo, un distrito en el que el 75% eran protestantes.
Al parecer, el “vacío dejado por el deterioro de los valores religiosos tradicionales” era mayor en el protestantismo que en el catolicismo, lo cual es comprensible. La teología liberal y la alta crítica de la Biblia fueron en su mayor parte producto de teólogos protestantes de habla alemana.
Igual de significativo es lo que finalmente consolidó el tardío apoyo católico brindado a Hitler. El historiador alemán Klaus Scholder explica que, “por tradición, existía una estrecha vinculación del catolicismo alemán con Roma”. Al ver en el nazismo un baluarte contra el comunismo, el Vaticano no se retuvo de utilizar su influencia para fortalecer la mano de Hitler. “Cada vez más decisiones importantes pasaron a manos de la curia —dice Scholder— y lo cierto es que la posición y el futuro del catolicismo en el Tercer Reich fue por fin decidido casi exclusivamente en Roma.”
El papel que la cristiandad desempeñó en ambas guerras mundiales resultó en una grave pérdida de prestigio. Como lo explica el Concise Dictionary of the Christian World Mission: “Los no cristianos tenían ante sus ojos [...] el hecho evidente de que las naciones con mil años de enseñanza cristiana a las espaldas, no habían podido controlar sus pasiones, y habían hecho arder todo el mundo para satisfacer ambiciones nada admirables”.
Por supuesto, las guerras por motivos religiosos no son nada nuevo. Pero, mientras que en el pasado eran naciones de diferentes religiones las que luchaban entre sí, en el siglo XX son naciones de la misma religión las que, con cada vez más frecuencia, se envuelven en encarnizados conflictos. Está claro que el dios del nacionalismo ha podido manipular a los dioses de la religión. Por consiguiente, durante la segunda guerra mundial, mientras católicos y protestantes de Gran Bretaña y Estados Unidos estaban matando a católicos y protestantes de Italia y Alemania, los budistas de Japón estaban haciendo lo mismo con sus hermanos del sudeste asiático.
No obstante, en vista de que la cristiandad tiene las vestiduras manchadas de sangre, no puede señalar a nadie con el dedo farisaicamente. Al defender, apoyar y a veces incluso elegir a gobiernos humanos imperfectos, tanto los que no son cristianos como los que sí profesan serlo, deben compartir la responsabilidad por la sangre que estos gobiernos han derramado.
Pero, ¿qué clase de religión daría prioridad al gobierno sobre Dios y ofrecería a sus propios miembros como sacrificios políticos sobre el altar del dios de la guerra?
“Siguieron vertiendo sangre inocente”
Estas palabras, pronunciadas siglos atrás con referencia al Israel apóstata, aplican a todas las religiones falsas, pero en particular a las de la cristiandad. (Salmo 106:38.) No hay que olvidar los millones de personas que murieron en el Holocausto, tragedia de la que las iglesias de la cristiandad no estuvieron libres de culpa. (Véase la revista ¡Despertad! del 8 de abril de 1989.)
Los clérigos alemanes también permanecieron en silencio respecto a otra cuestión menos conocida, pero igual de trágica. En 1927, dos años después de que Hitler bosquejase sus ideas sobre la raza en Mein Kampf, Joseph Mayer, editor y teólogo católico, publicó un libro que ostentaba el imprimátur episcopal y que decía: “Los pacientes mentales, los pervertidos sexuales y otros seres inferiores no tienen más derecho de propagarse que del que tienen de encender fuegos”. El pastor luterano Friedrich von Bodelschwingh vio compatible la voluntad de Jesús con la esterilización de las personas impedidas.
Esta actitud, que contaba con el apoyo de la religión, ayudó a preparar el terreno para el “decreto de eutanasia” promulgado por Hitler en 1939, y que resultó en la muerte de más de 100.000 ciudadanos con trastornos mentales y en la esterilización obligatoria de unas 400.000 personas.a
No fue hasta el año 1985, cuarenta años después de terminar la guerra, que las autoridades de la Iglesia luterana en Renania admitieron públicamente: “Nuestra Iglesia no se opuso con la suficiente fuerza a la esterilización obligatoria, el asesinato de personas enfermas e impedidas y la realización de crueles experimentos médicos con seres humanos. Pedimos el perdón de las víctimas que todavía viven y de los parientes que sobreviven a los que murieron”.
Es cierto que la campaña gubernamental de eutanasia disminuyó considerablemente después de que el 3 de agosto de 1941 el obispo católico de Münster pronunciara un severo ataque verbal contra esa política, calificándola de asesinato. Pero, ¿por qué se necesitaron diecinueve meses y 60.000 muertes antes de que se oyese una condenación pública?
La religión es culpable de derramamiento de sangre
La mayor parte de las religiones afirman que respetan la vida y se interesan en proteger a la gente. Sin embargo, ¿es consecuente el clero, y por tanto advierte a su rebaño del peligro físico que representa el fumar, abusar de las drogas o el alcohol, introducir sangre en el cuerpo y la promiscuidad sexual? Más importante aún, ¿condenan ellos estas obras de la carne como lo hace la Biblia, y explican que pueden robarnos la aprobación de Dios? (Hechos 15:28, 29; Gálatas 5:19-21.)
Por supuesto, algunas sí lo hacen. Y la Iglesia católica, así como muchas iglesias fundamentalistas, manifiestan respeto por la vida hasta el grado de denunciar el aborto como una forma de derramamiento de sangre inocente. No obstante, la ley del aborto que rige en la Italia católica es una de las más liberales de Europa.
El budismo también condena el aborto. Pero en Japón, en un solo año, hay registro de que se practicaron 618.000 abortos, a pesar de que el 70% de la población profesa la religión budista. Esto hace surgir una pregunta: ¿Sobre qué base deberíamos juzgar a una religión? ¿Por lo que dicen sus organismos oficiales y algunos de sus clérigos, o por lo que hacen un gran número de sus miembros que gozan de buena reputación?
Otro ejemplo de no advertir al inicuo tiene que ver con la cronología bíblica y el cumplimiento de la profecía bíblica. Ambas indican que en 1914 se estableció el Reino celestial de Dios en manos de Jesucristo.b Aunque la cristiandad celebra el supuesto cumpleaños de Cristo cada diciembre, y el islam continúa llamando a Jesús uno de los profetas de Dios, el clero de ambas religiones no lo proclama como Rey reinante más de lo que los líderes religiosos judíos de hace diecinueve siglos lo aceptaron como Rey nombrado.
Todo clérigo, sea cual sea su confesión religiosa, que no advierta de las consecuencias de desobedecer las leyes de Dios sobre la moralidad y de rehusar someterse al Reino gobernante de Dios, está, según Ezequiel 33:8, acumulando sobre sí mismo culpabilidad por derramamiento de sangre. Su silencio equivale a nada menos que cruzarse de brazos, mientras millones de miembros de su rebaño se hacen culpables de derramamiento de sangre.
De modo que, al salpicar sus faldas con sangre inocente, la religión falsa ha negado la sangre derramada y dadora de vida de Cristo Jesús. (Véanse Mateo 20:28 y Efesios 1:7.) Por esa razón, la sangre que mancha las faldas de la religión falsa será pronto, muy pronto, ¡la suya propia! (Revelación 18:8.)
“La religión falsa cosecha el fruto de su pasado”, no tendrá escapatoria. Léalo en el próximo número.
[Notas a pie de página]
a Esto nos hace pensar en la cantidad de “brujas” —entre 300.000 y 3.000.000 aproximadamente— a las que, a partir del siglo XV, se dio muerte con la bendición papal.
b Véanse los capítulos 16-18 del libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado en 1982 por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Fotografías en la página 21]
Campanas de iglesias alemanas fueron fundidas para propósitos bélicos durante la primera guerra mundial
[Reconocimiento]
Bundesarchiv Koblenz
[Ilustración en la página 20]
La culpabilidad por derramamiento de sangre que la religión falsa tuvo en el pasado, según se describe en este grabado en madera del siglo XV que representa las quemas en masa de herejes, queda eclipsada por el registro que tiene durante el siglo XX
[Recuadro en la página 21]
“En muchas partes del mundo actual, la religión se ha convertido en la sirvienta de la revolución. [...] En Irlanda del Norte, así como en el subcontinente indio y en las Filipinas, continúa incitando matanzas.” (The Encyclopedia of Religion)