El origen de las tradiciones navideñas
TANTO en el hemisferio norte como en el sur, sin importar que uno viva entre creyentes o ateos, la Navidad figura entre las celebraciones más populares. En Japón, donde la mayor parte de la población no es cristiana, sino sintoísta o budista, la Navidad se celebra como una festividad más, y ha llegado a ser un tiempo de diversiones desenfrenadas y considerable actividad comercial. Pero ¿ha sido siempre una fiesta tan carente de sentido religioso? ¿Cuál es su origen?
Un vistazo a la celebración de la Navidad durante el primer milenio de nuestra era nos permitirá investigar sus orígenes, que se remontan a tiempos precristianos. En un artículo escrito para la revista History Today, Alexander Murray, de la Universidad de Oxford, sostiene que durante la Edad Media la gente “tomó algunos de los elementos que integraban los ritos paganos celebrados a mitad del invierno, y los combinó con la teología navideña, aún en desarrollo”. ¿Cómo y por qué ocurrió esto?
Raíces precristianas
Los antiguos pueblos europeos observaron que hacia la mitad del invierno, el Sol parecía quedarse inmóvil cerca del horizonte meridional, y luego, paulatinamente, volvía a encumbrarse en el firmamento. Según el calendario juliano, la fecha que se atribuyó en un principio a este solsticio de invierno (palabra derivada de dos voces latinas, que significan “Sol” y “estar parado”) fue el 25 de diciembre. No les resultó muy difícil establecer una analogía entre el Sol y Dios como Fuente y Sostén de la vida. El 25 de diciembre del año 274 E.C., el emperador romano declaró al Sol invictus (Sol invencible) principal patrón del imperio en honor de Mitra, el dios de la luz.
Sobre la instauración del cristianismo como nueva religión imperial, Murray escribe: “Después de mucha incertidumbre, la victoria fue para el cristianismo, el gran rival [del mitraísmo]. Pero hacia el año 300, este rival todavía tenía que ser diplomático. Fue entonces cuando la Iglesia decidió instituir una fiesta que conmemorase el nacimiento de Cristo (en latín, nativitas). (Esta fiesta no consta en ninguna de las listas de celebraciones del tercer siglo; el primer registro histórico que se tiene de ella es un documento del año 336.)”. ¿Qué fecha se escogió para esta celebración? El 25 de diciembre. Esta elección fue resultado, según el libro Discovering Christmas Customs and Folklore, de “una decisión tanto sagaz como práctica por parte de los primeros padres de la Iglesia”. ¿En qué sentido?
El período invernal intermedio ya había adquirido un carácter festivo debido a las saturnales romanas, festividades del fuego y de la luz de siete días de duración. Después tenían lugar las calendas, una fiesta que duraba tres días y que celebraba el nombramiento de los magistrados romanos, cuyo mandato se extendía por un año desde el primer día, o calendas, de enero. De manera que, al coincidir la celebración de las saturnales, las calendas y el cumpleaños mitraísta del Sol invencible en un período de tiempo tan corto, se escogió la fecha del 25 de diciembre para celebrar la “Misa de Cristo” como llamamiento a los pueblos paganos, para que se convirtieran a la nueva religión estatal del Imperio romano.
Con el transcurso del tiempo, Yule, la festividad que celebraban los germanos paganos a mitad de invierno, consolidó las costumbres de banquetear, divertirse y dar regalos. Objetos como cirios (o velas), troncos de leña, adornos de hojas perennes, y árboles, adquirieron un uso generalizado en las celebraciones navideñas. Pero quizá algunos razonen que la celebración del nacimiento de Cristo ya tenía que haber ocupado un lugar prominente entre los cristianos antes de haber recibido influencia alguna de las tradiciones paganas. ¿Es eso cierto?
Los primeros cristianos no la celebraban
La Biblia no revela la fecha exacta del nacimiento de Jesús. De hecho, “los primeros cristianos no celebraban Su nacimiento”, comenta The World Book Encyclopedia. ¿Por qué no? “Porque consideraban que la celebración de cualquier cumpleaños era una costumbre pagana.” August Neander, en su obra The History of the Christian Religion and Church, During the Three First Centuries (La historia de la religión y la Iglesia cristianas durante los tres primeros siglos), coincide al señalar: “La noción de una fiesta de cumpleaños era muy ajena a las ideas de los cristianos de este período en general”.
Tras este examen, queda claro que la celebración de la Navidad está profundamente arraigada en costumbres paganas. Como explica la revista The Economist, fue en una época posterior cuando los propagandistas religiosos “se apropiaron de ‘esta fiesta de la luz [el cumpleaños del Sol invencible], pues Cristo es la luz del mundo’, y, con una falta de evidencia que no convencería a ningún defensor de la honradez en la publicidad, dieron a entender que el niño Jesús nació en diciembre. Por esa razón, la Escocia presbiteriana desdeñó por mucho tiempo la Navidad, y lo mismo hizo la América puritana hasta que los intereses comerciales terminaron imponiéndola”.
Resurgen las tradiciones navideñas
Según Gavin Weightman y Steve Humphries, autores del libro Christmas Past (El pasado de la Navidad), a comienzos del reinado de la Reina Victoria (1837-1901) “ningún niño británico colgaba sus calcetines junto a la chimenea en Nochebuena; nadie había oído hablar de Santa Claus; no existían los regalos sorpresa navideños; casi nadie comía pavo el día de Navidad; no era costumbre dar regalos; y apenas se conocía el árbol de Navidad con sus adornos y luces fuera de la corte real. De hecho, el día de Navidad no estaba señalado en el calendario para ningún ritual social”. Entonces, ¿qué ocurrió para que resurgiera la popularidad de las fiestas navideñas?
“Esta transformación de antiguas celebraciones en un acontecimiento breve y respetable para toda la familia comenzó hacia 1830 [. . .] y quedó más o menos completa alrededor de 1870, cuando apareció por primera vez en Gran Bretaña la figura de Santa Claus”, dice Christmas Past. A la vez, la publicación Canción de Navidad de Charles Dickens, relato corto que narraba la conversión del avaro Scrooge al espíritu de la Navidad, promovió una actitud benevolente hacia los pobres. Las insalubres condiciones y penalidades económicas que suponía vivir en las ciudades que surgieron como consecuencia de la revolución industrial, impulsaron a los victorianos a emprender una especie de cruzada moral que, más adelante, a principios del siglo veinte se limitaría a efectuar actos de caridad únicamente para los pobres “respetables”.
Un columnista del Catholic Herald de Gran Bretaña observa: “De manera gradual, y a medida que el nivel de vida ha ido mejorando, muchos de los aspectos más reprochables del ritual navideño de la clase media se han popularizado. La sencillez y la generosidad han sido reemplazadas por un espíritu de competencia y rivalidad. La antes entrañable comida casera ha dado paso a orgías en las que se come en exceso. La nueva tradición obliga a las familias a permanecer juntas durante unos días, sea que les guste o no, a participar en juegos que quizás desprecien, a ver la televisión juntos, aunque algunos la odien, a aislarse de vecinos y extraños precisamente en la única época del año en la que se supone que imperan la buena voluntad y la cordialidad.
”Y si alguien dice esto, si alguien se atreve a criticar el mercantilismo, o tan solo los convencionalismos sociales presentes en todo ello, se le califica de Scrooge. A mi entender, la Navidad se ha desvirtuado terriblemente en los últimos años.”
Sin importar si usted concuerda o no con este comentario, ¿qué puede ocurrir en su vecindario durante la temporada navideña?
La Navidad, un período peligroso
¿Se ha fijado en que algunas personas se valen de esta ocasión como pretexto para comer y beber en exceso? ¿Alteran la paz de su comunidad personas borrachas y alborotadoras? Aunque la bondad y consideración que muchas personas muestran durante las navidades es sobresaliente, eso no evita el deterioro de las relaciones familiares que en estas fechas llega a ser muy común.
Por lo tanto, quizás se pregunte: “¿Por qué produce la Navidad tales excesos de mala conducta?”. Básicamente, porque no es cristiana, sino pagana. ¿Cree usted que Cristo aprueba algo así? Con dificultad. La Biblia razona con franqueza: “¿Qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial [Satanás]?”. (2 Corintios 6:14, 15.)
Un enfoque distinto
Es muy posible que durante estas navidades le visiten los testigos de Jehová. Se dará cuenta de que ellos no participan en las celebraciones navideñas. Tal vez le preocupen los hijos de los Testigos, porque piense que ellos, más que nadie, sienten no participar en las fiestas. Pero en una entrevista recogida en el diario Southern Evening Echo, de Southampton (Inglaterra) un Testigo, padre de dos hijos, afirma todo lo contrario: “‘Les aseguro que ellos no creen estar perdiéndose nada —dice John—. Una de las máximas preocupaciones de los testigos de Jehová es promover un ambiente feliz en la familia. De modo que, además de dar muchos regalos a nuestros hijos durante todo el año, les damos algo mucho más valioso: nuestro tiempo y nuestro amor’”.
Es indiscutible que tal amor e interés sinceros contribuyen mucho a una vida familiar feliz. Por eso, en vez de seguir las tradiciones navideñas de origen pagano, ¿no sería mejor que todos honráramos a Jesús al mostrar durante todo el año un genuino espíritu cristiano con nuestros parientes, amigos y conocidos, e incluso con los desconocidos?
[Fotografía en la página 16]
El árbol de Navidad que Noruega regala todos los años a Gran Bretaña
[Recuadro/Fotografía en la página 14]
PAPÁ NOEL, ALIAS SANTA CLAUS
Se ha dicho de Papá Noel que es “el relato más popularizado desde los tiempos de Jesucristo”. Pero ¿quién fue en realidad? Según el libro The Customs and Ceremonies of Britain, se le ha “considerado una personificación más o menos concreta de la temporada [navideña] desde por lo menos el siglo XV, [. . .] y en un grabado de madera fechado en 1653 ya aparece ataviado en ropa similar a la que lleva ahora; pero las visitas de ‘Santa’ en Nochebuena, su costumbre de bajar por las chimeneas para llenar calcetines (o en el caso de los más ambiciosos, fundas de almohada) y su trineo tirado por renos, proceden de ese crisol de tradiciones, que es Estados Unidos. Allí, el personaje se fundió con varias leyendas europeas acerca del santo católico del siglo IV, Nicolás de Mira (salvó a tres doncellas de la prostitución por medio de, en secreto, pagar una dote a medianoche) que, con el nombre de Sinte Klaas, llenaba de regalos los zapatos de los niños americanos de origen holandés el 6 de diciembre, día en el que se celebra su fiesta; el Krisskringle de los estadounidenses de ascendencia germánica (que premiaba a los niños buenos y castigaba a los malos); y los cuentos escandinavos y rusos acerca de magos que habitaban en el Polo Norte [. . .]. Este Santa Claus americano compuesto de una mezcolanza de tradiciones volvió a cruzar el Atlántico hacia 1870. Desde entonces, con su reputación al parecer intachable pese a las muchas veces que se personifica con propósitos comerciales, se ha convertido en el eje exclusivamente seglar sobre el que ha girado ‘la Navidad de los niños’”.
[Recuadro/Fotografía en la página 15]
LAS HOJAS VERDES DE NAVIDAD
Entre todos los adornos navideños, ocupan un lugar destacado el acebo, la hiedra y el muérdago, de las que se ha dicho que son “plantas mágicas que producen fruto en una estación muerta”. Pero ¿por qué precisamente estas plantas perennes? Aunque hay quien cree que las bayas rojas simbolizan la sangre de Cristo, y las brillantes hojas espinosas del acebo, la escarnecedora “corona de espinas” que los soldados romanos colocaron sobre su cabeza, para los paganos eran el símbolo masculino de la vida eterna. (Mateo 27:29.) Consideraban que la hiedra era un símbolo femenino de inmortalidad. Juntos, el acebo y la hiedra, se convirtieron en la representación pagana de la fertilidad. La relación del muérdago con los cultos paganos es todavía tan estrecha, que, según el libro The Customs and Ceremonies of Britain (Costumbres y ceremonias de Gran Bretaña), “ningún decorador de iglesias lo consideraría admisible, salvo en la catedral de York”. El adorno navideño más conocido es el árbol de Navidad que, procedente de antiguas tradiciones germánicas, fue popularizado en Gran Bretaña por el esposo de la Reina Victoria, el Príncipe Alberto, y que llegó a convertirse en el centro de la celebración de la Navidad en familia. Todos los años, desde 1947, la capital de Noruega, Oslo, ha regalado a Gran Bretaña un árbol de Navidad, que se exhibe en la plaza de Trafalgar de Londres.