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  • ¡Despertad! 1990
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¡Despertad! 1990
g90 8/1 págs. 22-24

Los jóvenes preguntan...

¿Debería trabajar de modelo o ir a un concurso de belleza?

“DURANTE un viaje que hice a Nueva York el año pasado —comentó Amy, una muchacha de doce años—, el gerente de un hotel le dijo a mi madre: ‘Debería matricular a su hija en una escuela de modelos. [...] La chica vale’.”

Un considerable número de jóvenes atractivos han pasado por experiencias similares. Racine, de quince años, recibió la llamada de un hombre que intentaba interesar tanto a ella como a su hermana más joven en la profesión de modelo, y a una joven de Sudáfrica se le pidió que participara en un concurso de belleza. No solo les hacen buenas ofertas económicas a las chicas: a Jonathan también le ofrecieron un trabajo de modelo masculino.

Sí, por todo el mundo se está seleccionando a hombres y mujeres jóvenes y muchachos de todas las edades para que trabajen de modelos, participen en concursos de belleza o realicen trabajos similares. Se informa que solo en Estados Unidos, se celebran cientos de miles de concursos de belleza todos los años. Los ganadores reciben miles de dólares en metálico, premios y becas. Para una minoría selecta, ganar un concurso de belleza ha sido el trampolín que les ha introducido en el mundo del espectáculo o en la profesión de modelo.

Una joven declara: “Toda mi vida he querido ser modelo, lucir prendas en las revistas y desfiles de moda. El sueldo oscila entre los 25 y 100 dólares por hora”. Hasta hay informes de modelos de alta categoría que llegan a ganar 2.500 dólares diarios. Así, no extraña que algunos jóvenes cristianos se sientan tentados a buscar un empleo con el que saquen partido de su belleza. ¿Cómo responderías tú si se te hiciese una oferta tan halagüeña?

La belleza puede ser provechosa

De la virgen judía Ester se decía que era “de bonita figura y hermosa apariencia”. (Ester 2:7.) De hecho, se podría decir que sin buscarlo participó en una especie de concurso de belleza. ¿En qué circunstancias? La reina persa Vasti había sido depuesta de su cargo debido a su insumisión. Con el fin de hallar una mujer que valiese para sustituirla en el cargo, el rey Asuero reunió a las vírgenes más bellas de su reino. Durante un período de doce meses, dispuso que las jóvenes llevaran un régimen de alimentación especial y recibieran con regularidad masajes con aceite balsámico y mirra. Tras este período, se procedió a examinar a las jóvenes una por una, y al llegarle el turno a Ester, se la escogió para ser la nueva reina. (Ester 1:12–2:17.)

Ahora bien, ¿por qué participó Ester en este concurso? ¿Acaso buscaba satisfacer su ego? De ningún modo, pues Ester seguía la dirección de Jehová, en busca de la cual acudía de continuo a Mardoqueo, su devoto primo y tutor. (Ester 4:5-17.) Un hombre malvado llamado Hamán tramaba destruir al pueblo de Dios, la nación de Israel, pero Jehová se valió del “concurso de belleza” para colocar a Ester en una posición destacada desde la cual podría frustrar esta conjura. Así, la belleza de Ester fue una bendición para todo el pueblo de Dios.

Pero ¿qué hay de nuestros días? La apariencia física no es de ningún modo lo más importante en la vida.a Ahora bien, si la buena apariencia va acompañada de modestia y humildad, puede ser ventajosa. Entonces, ¿quiere decirse con esto que es prudente emplear este don para participar en concursos de belleza o hacerse modelo? O ¿hay que tener en cuenta, por el contrario, otros factores además de los alicientes de la fama, la gloria y las riquezas?

No es oro todo lo que reluce

No hay duda de que ser modelo tiene su encanto, pues es toda una tentación pensar en la ropa fina, las joyas caras, un buen salario, las perspectivas de hacer viajes y salir en la televisión. Además, trabajar de modelo ha enseñado a muchos hombres y mujeres jóvenes a andar con garbo y hablar con confianza y aplomo. Sin embargo, detrás de todo este esplendor, magnificencia y gloria acechan serios peligros para el cristiano.

Es cierto que la profesión de modelo no es intrínsecamente mala, pues en ocasiones se utiliza con fines publicitarios lícitos, como por ejemplo hacer que un producto sea atrayente. Esta es una de las razones por las que en los anuncios de la televisión o de las revistas se emplean manos delicadas para anunciar esmalte de uñas. De manera parecida, hombres y mujeres con buen tipo se encargan de lucir prendas de vestir. Si la ropa que se exhibe es modesta, puede que no sea impropio que un cristiano reciba dinero por exhibirla.

Con todo, hay muchos problemas inherentes a la profesión de modelo que no son fáciles de evitar. ¿Cómo reaccionarías tú, por ejemplo, si se te pidiese que llevaras ropa inmodesta o inapropiada para el cristiano, o si un fotógrafo te presionase sutilmente para que adoptaras una pose provocativa o indecente? Además, no siempre se puede saber cómo se van a utilizar las fotografías. Pudiera ser, por ejemplo, que las fotos aparecieran en un contexto en el que se promovieran las fiestas de la religión falsa o que tuviese connotaciones inmorales.

Otro factor que hay que tener en cuenta es el efecto de esta profesión en tu personalidad, ya que fomenta el desarrollo de cualidades negativas. El que continuamente se conceda importancia a la apariencia externa en vez de a “la persona secreta del corazón” ha hecho que algunos modelos se vuelvan sumamente vanidosos. (1 Pedro 3:4.) Por otra parte, puede que al trabajar con ropa cara, joyas y otros objetos de la misma índole, se arraiguen en la mente pensamientos materialistas. (1 Timoteo 6:10.)

Es bien sabido, además, que los modelos se ven expuestos a hombres y mujeres que, a cambio de promoverles en su profesión, exigen favores sexuales. Una ex modelo explicó: “Mira, si quieres conseguir algo, tienes que acceder a sus deseos”. Además, algunos afirman que la homosexualidad es muy común entre los modelos masculinos y aunque no siempre sea el caso, sí es posible que este problema se presente en esta profesión con más frecuencia que en otras.

Los concursos de belleza

Muchos de los argumentos antes expuestos se pueden aplicar a los concursos de belleza, si bien cabría añadir el tremendo espíritu competitivo, que ejerce tal presión sobre los concursantes que ha llevado a algunos a cometer sabotaje contra sus compañeros de concurso. Según un informe, “algunas concursantes están tan obsesionadas con la victoria que son capaces de manchar con barra de labios los trajes de baño de las rivales o ensuciarles ‘sin querer’ los vestidos de noche con coca-cola”.

Por otra parte, los patrocinadores de los concursos de belleza esperan de sus chicas dedicación exclusiva a su trabajo de representantes de ventas y relaciones públicas, lo cual suele exigir que lleven una vida social que se alarga hasta que sale el sol. A una joven le dijeron: “Querida, tú nunca estás cansada. Ten esto bien claro: en las fiestas tú eres la primera en llegar y la última en marcharse”. Como poco, esto puede exponer a un joven cristiano a compañías indeseables e incluso a que se llegue a tener una relación amorosa con un incrédulo. (2 Corintios 6:14.)

Por último, hay que tener en cuenta el hecho de que los concursos de belleza pasan por alto el principio bíblico expresado en Romanos 1:25, donde se condena a aquellos que ‘veneran y rinden servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó’. (Compárese con Hechos 12:21-23.) Si tan solo se toma esto como base, un joven cristiano haría bien en negarse a participar en un concurso de belleza aun cuando fuese en un ámbito tan reducido como la escuela.

La auténtica belleza

Los jóvenes que mencionamos antes tuvieron que evaluar estos hechos al tomar sus propias decisiones. Aunque puede que no sea intrínsecamente malo buscar un trabajo de modelo, Amy y Racine decidieron que no lo harían. Del mismo modo, Jonathan rechazó un trabajo de modelo y ahora, habiendo hecho del ministerio de tiempo completo su carrera, sirve en las oficinas mundiales de los testigos de Jehová. Por el contrario, otra joven hermosa se inscribió en dos concursos de belleza y los ganó. Hoy ya no asiste a las reuniones. ¡Cuánta verdad hay en el dicho: “Lo que es llamativo y bello no es siempre bueno, pero lo que es bueno siempre es bello”!

Vuelve a nuestra mente el ejemplo de Ester, incluida debido a su belleza en el grupo de mujeres entre las que el rey escogería esposa. Sin embargo, su auténtica belleza estribaba en su modestia, sumisión, obediencia y en su falta de avaricia. (Ester 2:13, 15-17.) Su ejemplo sirve para ilustrar las palabras de Pedro: “Que su adorno no sea el de trenzados externos del cabello ni el de ponerse ornamentos de oro ni el uso de prendas de vestir exteriores, sino que sea la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios”. (1 Pedro 3:3, 4.) A la larga, el cultivo de estas cualidades cristianas será mucho más útil que las efímeras recompensas de la belleza física.

[Nota a pie de página]

a Véase el artículo “¿Cuánto importa la apariencia?”, que apareció en el número del 8 de enero de 1986 de ¡Despertad!

[Fotografías en la página 23]

Las cualidades cristianas son mucho más útiles que las efímeras recompensas de la belleza física

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