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¡Despertad! 1990
g90 22/2 págs. 22-24

Aprenda de los jarawa

Por el corresponsal de ¡Despertad! en la India

“USTED tiene la presión arterial demasiado alta y los nervios destrozados. Váyase de viaje a una isla tropical y relájese.” Si usted se ve abrumado por las tensiones y las presiones de la civilización moderna, este puede ser precisamente el consejo que necesita. Y aunque no sea por razones médicas, ¿quién puede resistir una sugerencia tan tentadora? ¿Por qué no nos evadimos de todos los problemas y visitamos el archipiélago Andamán, donde viven los jarawa?

¿Archipiélago Andamán? ¿Los jarawa? No se preocupe si nunca ha oído hablar de esas islas o de esa tribu, pues los jarawa viven muy retirados de los lugares que suele visitar el turismo mundial. Si usted mira un mapa, encontrará el archipiélago Andamán en el golfo de Bengala, entre la India y Myanmar (antes, Birmania). Consta de unas trescientas islas, y en la actualidad es el territorio más lejano bajo el dominio de la república de la India.

¿Un pueblo incivilizado?

En esas islas habitan cuatro diferentes tribus de negritosa: los grandes andamanes, los jarawa, los sentilese y los onge. Se cree que los negritos son restos de una antigua raza de pigmeos de piel oscura que tiempo atrás habitaron la mayor parte del sudeste de Asia y Oceanía. Debido a su aislamiento, se les ha considerado los restos más puros del “hombre de la edad de piedra”, o, como lo expresó el teniente Colebrook, del ejército británico —que en un tiempo controlaba las islas—, “los menos civilizados del mundo”.

En 1858, cuando los británicos establecieron allí una colonia penitenciaria, la población de andamanes contaba con miles de seres humanos. En poco tiempo, las enfermedades que habían traído los intrusos —sarampión, sífilis y otras—, junto con la adicción al opio y el alcoholismo, devastaron esa tribu. Actualmente solo quedan unos cuantos —todos ellos de sangre mezclada— en la pequeña isla Strait. Los onge sufrieron un destino parecido.

Los jarawa y los sentilese resistieron por años el contacto con los forasteros y su explotación. Su hostilidad les ayudó a mantenerse aislados, pero también les granjeó la reputación de ser caníbales incivilizados y sedientos de sangre. Hace relativamente pocos años, miembros del Departamento Antropológico de Port Blair —la capital del archipiélago Andamán— trataron de contactar con uno de los grupos tribuales de la isla Sentinel Norte. Su lancha fue recibida con una lluvia de flechas, y una de ellas atravesó la pierna de un fotógrafo.

¿Qué les hizo tan hostiles? M. V. Portman, oficial británico que administraba las islas a finales del siglo pasado, hizo el siguiente comentario: “Cuando llegamos, los jarawa eran tranquilos e inofensivos en su trato con nosotros, y jamás nos molestaron hasta que nosotros empezamos a importunarlos continuamente por medio de incitar contra ellos a los andamanes que habitaban en la costa. Después de unos cuantos años así, la vida de los jarawa se hizo muy difícil y en venganza empezaron a atacarnos. Así pues, fue culpa nuestra que los jarawa se volvieran hostiles”.

El tipo de vida de los jarawa

Los jarawa son seminómadas, viven en grupos de unos treinta miembros y las tribus están integradas por varios de esos grupos, cada uno de los cuales se mueve dentro de unos límites bien definidos y no invade el territorio de los demás. Al vivir en un ambiente lujuriante y tropical, no practican la agricultura ni tienen animales domésticos. Su subsistencia depende de sus arcos, flechas y arpones, pues se alimentan fundamentalmente de lo que cazan o pescan.

Tienen por costumbre compartir la comida, de modo que si alguien del grupo caza una tortuga, todos comen tortuga y si alguien caza un jabalí, todos comen jabalí. Entre ellos no existe ninguna diferencia de clases entre pudientes y menesterosos. Uno de los antropólogos dijo: “A los jarawa nunca se les podría considerar pobres. Tienen todo lo que quieren, y en abundancia”.

Un detalle insólito acerca de los jarawa es que están entre los pocos pueblos del mundo que ignoran cómo se hace el fuego. Lo consiguen de las selvas incendiadas por rayos durante las frecuentes tormentas, y conservan cuidadosamente los rescoldos, manteniéndolos ardiendo y hasta llevándolos consigo cuando se trasladan.

El derrumbe de los valores morales es una de las causas que ha provocado la ruina de la civilización moderna. “Entre los jarawa no se conocen las relaciones sexuales premaritales —dijo el antropólogo citado anteriormente—. El adulterio es muy poco común y la persona culpable de algo así se enfrentaría a la firme desaprobación de los demás. Se sentiría tan mal, que se marcharía de la comunidad durante un tiempo hasta que pensase que podía regresar.” ¿Tiene un sentido de moralidad tan aguzado la gente que vive en su “civilizada” comunidad?

Hablar de la civilización moderna es hablar de hipertensión, enfermedades cardiacas, cáncer y otras dolencias. Los jarawa no están plagados de tales enfermedades. Aunque pequeños en estatura —los hombres no miden más de 1,50 metros y las mujeres son más bajas aún— han sido calificados de “los pequeños seres más perfectamente formados que existen”. En su propio ambiente, casi nunca enferman.

Aunque la religión no desempeña un papel importante en su vida, los jarawa siguen ciertos rituales con relación a los muertos. Cuando alguien muere, entierran el cuerpo, y la choza que anteriormente ocupaba el difunto es abandonada. Después de unos meses desentierran el cadáver, y el pariente más próximo coge el cráneo o, más a menudo, la mandíbula inferior, y lo lleva consigo colgado. Al cabo de un tiempo, otros parientes se turnan para llevarlo. Esta práctica se considera una señal de respeto hacia el difunto y está claramente relacionada con sus creencias respecto a los muertos. Los jarawa creen que hay en el hombre un alma portadora de vida que sigue viviendo en otro mundo. También creen que el alma del difunto sigue interesándose en ellos, por eso no harán nada que pudiera molestarla.

Una zona donde reina la abundancia

Los jarawa viven en una zona donde reina la abundancia. Entre las muchas plantas que adornan el archipiélago están las hermosas orquídeas, algunas de cuyas especies solo se encuentran en esas islas. En 1880, según el botánico regional doctor N. P. Balakrishnan, algunas especies de estas orquídeas “como diamantes poco comunes” estaban alcanzando “precios desorbitantes en Inglaterra”.

Un científico alemán, a costa de uno de sus dedos, ha descubierto hace poco una curiosa especie de cangrejo en la isla Sentinel. El Government Fisheries Department Exhibition, de Port Blair (archipiélago Andamán), ha tenido expuesta en un panel la siguiente descripción de ese cangrejo: “Peligroso para las plantaciones de cocos: trepa por los cocoteros, arranca el fruto maduro, parte la corteza con sus temibles pinzas, se bebe el agua del coco y se come la pulpa”. No obstante, otros han cuestionado que este cangrejo haga todo lo expuesto y, aunque reconocen que sí trepa por los árboles, dicen que solo abre y se come los cocos estropeados que ya están en el suelo.

Qué les depara el futuro

Bajo la influencia de la civilización moderna, ¿seguirán los jarawa el camino de los grandes andamanes y los onge, es decir, el de ser diezmados poco a poco y quizás llegar a extinguirse por completo? El tiempo lo dirá, pero durante siglos, antes de ser invadidos por intrusos, habían estado cuidando del hogar que Dios les había dado y utilizaban sus provisiones de una manera altruista. Tenían una vida verdaderamente sencilla y pacífica. ¿Podemos aprender algo de los jarawa?

[Nota a pie de página]

a (Nombre que recibe una de las razas del archipiélago malasio.)

[Fotografía en la página 24]

Este cangrejo que trepa por los árboles come cocos

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