¿Por qué sienten esa “profunda ansiedad”?
EL PAPA JUAN PABLO II expresó “desaliento” por el cisma del movimiento tradicionalista católico del arzobispo Lefebvre. Dijo que la Iglesia reaccionó con “gran angustia”.
El sacerdote católico Joaquín Ortega, vicepresidente de información de la Conferencia Episcopal española, lamentó la situación diciendo: “Hemos caído en un ‘catolicismo de supermercado’. La gente está seleccionando y eligiendo lo que les agrada como si nuestras doctrinas fuesen latas de verduras”.
El arzobispo Lefebvre sostiene que el Concilio Vaticano II traicionó a la Iglesia católica tradicional y que la dejó abierta a cambios. Por eso piensa que el concilio debilitó la creencia de los católicos de que pertenecen a la única Iglesia verdadera.
Resumiendo los argumentos de Lefebvre y sus seguidores, el periódico International Herald Tribune dijo: “Los tradicionalistas razonan que o bien la Iglesia estaba equivocada antes del concilio, o lo está ahora, pero no puede estar en lo cierto antes y ahora. Si erró antes del concilio, dicen ellos, entonces puede que haya estado equivocada sobre otras doctrinas. El arzobispo mencionó: ‘Estamos aquí para manifestar nuestro apego a la Iglesia de siempre’”.
Sin embargo, muchos católicos sinceros se preguntan si lo que la Iglesia de antes del Vaticano II enseñaba y practicaba era la verdad, o estaba equivocado.
Los católicos liberales están preocupados
A muchos católicos de mentalidad liberal les preocupa que la cuestión de Lefebvre provoque el sabotaje de lo que para ellos son medidas progresistas adoptadas en el Vaticano II. Les asustan las recientes declaraciones oficiales del Vaticano, como las del cardenal Ratzinger, celoso defensor de la ortodoxia católica y prefecto de la agencia del Vaticano a la que se conoció durante cuatro siglos como la Congregación del Santo Oficio.
El cardenal Ratzinger, prefecto de lo que hoy se llama la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ubicada en Roma, dijo: “Los cismas solo se producen cuando la gente ha dejado de vivir y amar ciertas verdades y valores de la fe cristiana”. Los católicos progresistas temen que el cardenal estuviese pensando en “verdades y valores” que caracterizaban a la Iglesia católica romana anterior al Vaticano II.
Un artículo titulado “El precio de un cisma”, que se publicó en el periódico francés Le Monde, expresó tales temores al comentar: “¿Quién sabe si el Vaticano no está —sin saberlo o sin admitirlo— comenzando a practicar el ‘tradicionalismo sin Lefebvre’? [...] ¿No estará tratando ahora [el Vaticano] de recuperar al clero y los legos de inclinaciones tradicionalistas, y sobre todo de reafirmar la autoridad y los valores católicos donde más abiertamente se les desafía, en particular en Europa occidental y Norteamérica?”.
Teólogos disidentes
En enero de 1989, 163 teólogos católicos de Alemania occidental, los Países Bajos, Austria y Suiza promulgaron una declaración conocida ahora como la Declaración de Colonia. En las semanas siguientes se les unieron centenares de teólogos católicos de otros países, incluida Italia. La ola de disidencia la provocó el nombramiento arbitrario que hizo el Vaticano de un prelado conservador como arzobispo católico de Colonia (Alemania) en contra de los deseos de la jerarquía local. No obstante, la protesta fue más allá del nombramiento de obispos del ala derecha. Incluyó las medidas disciplinarias del Vaticano para silenciar a los teólogos que reflejaban “el pensar teológico que el Concilio Vaticano II había enfatizado”. Los teólogos también cuestionaron el derecho del Papa a imponer sus puntos de vista “en el ámbito de la enseñanza doctrinal”, particularmente respecto al control de la natalidad.
En respuesta a esta declaración, el cardenal Ratzinger afirmó sin rodeos que los que rechazan la postura del Vaticano en lo que se refiere al control de la natalidad y el divorcio interpretan mal lo que es la “conciencia” y la “libertad” y violan la enseñanza tradicional de la Iglesia. Recientemente recordó a unos prelados estadounidenses que no deberían dejar que el “concierto discordante” de los teólogos influyese en su enseñanza.
Muchos teólogos están perplejos
Un teólogo católico francés comentó lo siguiente en una entrevista con Le Monde: “Sería un error afirmar [...] que esta crisis afecta solo a los teólogos. Ellos tan solo expresan la profunda ansiedad de muchísimos católicos”.
Muchos católicos sinceros se preguntan si no es posible que el arzobispo rebelde Lefebvre, a pesar de haber sido excomulgado, haya ‘perdido una batalla, pero ganado la guerra’. De hecho, a los seguidores de Lefebvre se les están haciendo concesiones para tratar de atraerlos de nuevo al rebaño. En muchas iglesias católicas se vuelve a decir la misa en latín y se nombran obispos conservadores. Es interesante que los católicos tradicionalistas pregunten: “¿Por qué fue excomulgado el monseñor Lefebvre cuando hay sacerdotes católicos en Holanda que bendicen ‘matrimonios’ de homosexuales y hay sacerdotes sudamericanos que abogan por la revolucionaria teología de liberación y no obstante siguen siendo parte de la Iglesia?”.
Todo esto deja confundidos a muchos católicos. Un católico francés escribió lo siguiente al diario católico La Croix: “Los cristianos sencillos como yo sufrimos, porque los implicados [en las disensiones de la Iglesia] no discuten los asuntos ni llegan a un acuerdo. Algunas personas dejan silenciosamente de practicar la religión, y a veces incluso la Iglesia”.
Sin duda, tales personas no pueden comprender por qué está tan dividida lo que para ellas es la única Iglesia verdadera. Hasta el sacerdote católico René Laurentin preguntó: “¿Por qué existen estas divisiones entre los cristianos?”. Consideremos con brevedad algunas de las razones.
[Comentario en la página 6]
“Los tradicionalistas razonan que o bien la Iglesia estaba equivocada antes del concilio, o lo está ahora, pero no puede estar en lo cierto antes y ahora.” (International Herald Tribune.)