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  • Corinto. La ciudad de los dos mares

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  • Corinto. La ciudad de los dos mares
  • ¡Despertad! 1991
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¡Despertad! 1991
g91 22/1 págs. 16-18

Corinto. La ciudad de los dos mares

“LOS antiguos creían que los dioses pertenecían al mundo de la realidad. A veces yo también lo pienso.” Eso dijo nuestra guía mientras nos llevaba por las ruinas de templos que en su día estuvieron dedicados a Apolo, Afrodita, Hermes, Hércules y Poseidón. El cielo amenazaba lluvia y podía oírse el retumbo de una tormenta que se acercaba. “Ese es Zeus”, dijo la guía sonriendo.

Aquella mañana habían aparecido unas nubes de tormenta por encima del monte Parnaso y se extendían muy deprisa a través del golfo de Corinto hasta encontrarse en aquellos momentos sobre nosotros con aspecto amenazador. Pero nuestra guía continuaba igual de animada y seguía contando historias de antaño, las glorias de Grecia y la llegada del cristianismo. Mezclaba de forma encantadora hechos, fantasía, historia y mitología para que pudiésemos imaginarnos cómo serían en su día aquellos edificios y las gentes que los habitaban.

No estábamos preocupados por la lluvia, pues apenas llueve en el Peloponeso. Además, esta península del sur de Grecia es una de las regiones más secas de todo el país. Solo Atenas es más seca. Sin embargo, cuando llueve, no caen ligeras lloviznas sino tremendos aguaceros que erosionan los puntos más altos de la meseta corintia, enriqueciendo las tierras bajas con depósitos de suelo aluvial.

Algo que nos sorprendió fue que una de las muchas cosas que ha hecho famosa a Corinto es un producto agrícola: sus pasas. Tanto si se cultivan en las regiones del Mediterráneo oriental como en California o en cualquier otro lugar, esa variedad de pasa menuda y sin pepitas recibe el nombre de pasa de Corinto por ser propia de esa región.

Sus recursos

La tierra de Corinto puede ser una de las razones por las que Homero la calificó con el epíteto de “la rica Corinto”. De todas formas, Corinto consiguió la mayor parte de su opulencia gracias a ser una ciudad portuaria con acceso a dos mares: el Jónico y el Egeo. Horacio la denominó “bimarisve Corinthi”, o “la Corinto de los dos mares”. ¿Cómo es posible que una sola ciudad sirviese de puerto para dos mares? En su caso no era difícil pues estaba situada en el extremo meridional de una estrecha lengua de tierra o istmo (del griego, isth·mós) que conectaba el Peloponeso con el resto de la Grecia continental.

Corinto se beneficiaba del tráfico marítimo entre oriente y occidente y del peaje por transportar carga y barcos pequeños a través del istmo por una pista de madera para el arrastre de navíos llamada por los griegos dí·ol·kos. También gravaban con impuestos el transporte terrestre procedente del norte y del sur. No es de extrañar que Filipo II, padre de Alejandro Magno, considerase a Corinto una ciudad vital para su monarquía en expansión.

Reveses y recuperación

Pero eso fue hace siglos. Hoy día un canal conecta el golfo de Corinto y el golfo Sarónico, y los camiones pasan a gran velocidad por las autopistas, dejando atrás la dormida aldea de Corinto. A los marineros, camioneros y aldeanos no les importa que Corinto hubiese sido la encrucijada del Mediterráneo. Solo los arqueólogos y los turistas acuden allí ahora con palas, cámaras fotográficas y curiosidad.

En el año 146 a. E.C. el cónsul romano L. Mummio destruyó Corinto y prácticamente la dejó deshabitada. No obstante, tras un siglo de letargo, Julio César le volvió a dar vida como colonia romana cosmopolita con predilección por las costumbres y el pensamiento griegos.

Cuando el apóstol cristiano Pablo llegó allí unos cien años después, Corinto volvía a ser una ciudad floreciente y llena de vida. De día sus habitantes prosperaban en la construcción, la artesanía y el comercio. ¿Y de noche? Banqueteaban y se divertían en los templos de ídolos y en las tabernas y vagaban por las calles oscuras en busca de placeres sensuales. Un dato interesante es que, aunque Corinto fue notoria en una época licenciosa y todo el mundo sabía lo que era una “muchacha de Corinto”, la prostitución religiosa no era una práctica griega. La afirmación que suele hacerse de que en Corinto había mil muchachas dedicadas a Afrodita se basa en la cuestionable opinión del geógrafo Estrabón del siglo I a. E.C. Y de todas formas, él las ubicó en un remoto período prerromano.

Nuestras reflexiones

Mientras caminábamos por la avenida de Lequeo, la antigua vía de paso que conectaba el puerto occidental con el centro de la ciudad, nuestra guía iba señalando los restos de edificios cívicos, templos, tiendas, una carnicería y unos retretes públicos, todos mezclados de forma desconcertante.a Esta aparente falta de planificación urbana no impidió sino que propició la percepción del animado ambiente que Pablo debió encontrar en las calles: el bullicio del gentío y los parlanchines, los tenderos, los esclavos y los comerciantes.

A medida que nos acercábamos al final de la avenida, oímos el borboteo de la fuente de Pirene, un manantial subterráneo que suministraba agua fresca a las tiendas que vendían productos perecederos, agua para que los artesanos se lavaran y también para echar a los retretes. Hoy día nadie sabe si el taller donde el matrimonio cristiano Áquila y Priscila hacían tiendas de campaña se encontraba en esta zona. (Hechos 18:1-3.) Pero solo un poco más adelante, en los peldaños que conducían al ágora (el foro), los arqueólogos encontraron un dintel perteneciente a una sinagoga. De modo que es posible que se tratase de un barrio judío, y resulta emocionante pensar que la casa de Ticio Justo pudo haber estado precisamente ahí. (Hechos 18:7.)

El ágora... un lugar verdaderamente fascinante. Consiste en dos niveles o planos rectangulares casi perpendiculares a la avenida de Lequeo. Centrada en el nivel superior y flanqueada por ambos lados por tiendas, se encuentra una plataforma elevada llamada bema, utilizada por los oradores en ocasiones formales. Nuestra guía nos recordó que cuando el médico Lucas escribió sobre el día en que Pablo compareció ante el procónsul Galión, la palabra griega que utilizó para referirse a “tribunal” fue bema. (Hechos 18:12.) De modo que los sucesos registrados en Hechos 18:12-17 posiblemente acontecieron en ese preciso lugar. Nos colocamos donde Pablo debió situarse, listo para presentar su defensa ante sus acusadores judíos. Pero no hubo juicio, Galión no dio audiencia al caso, libró a Pablo y no intervino cuando la violenta chusma se puso a golpear a Sóstenes en su lugar.

Si se mira desde allí hacia el límite septentrional del nivel inferior se aprecia la ‘fuente sagrada’ y su capilla oracular. Existen diferentes opiniones respecto a la forma de pronunciarse el oráculo. Sin embargo, parece ser que si el suplicante pagaba suficiente dinero los sacerdotes hacían un “milagro” y convertían el agua de la fuente en vino, lo que probablemente aseguraba al solicitante que estaba a punto de recibir iluminación sobrenatural. Los arqueólogos dicen que esta capilla se utilizó durante mucho tiempo, tanto en la antigua Corinto precristiana como en la ciudad reedificada del día de Pablo. Cuando nos asomamos a un pasadizo secreto, vimos el mecanismo empleado para hacer el truco del vino y nos convencimos de que los farsantes en la religión no son nuevos.

Aunque se supone que Poseidón era el dios patrón de Corinto, el edificio más impresionante de la ciudad es el templo de Apolo, de estilo dórico. De sus treinta y ocho columnas, todavía hay en pie siete, miden unos 7,2 metros de altura y 1,7 metros de diámetro en la base, están hechas de un solo bloque de piedra caliza, con la superficie estriada en su origen recubierta con una dura capa de estuco blanco. Dominando la ciudad desde un altozano rocoso, este templo arcaico dedicado a Apolo —ruinas sombrías y nostálgicas entre otras ruinas— continúa evocando profundas emociones. Puede traer a la memoria de quienes lo contemplan aquellas palabras de Goethe cuando escribió que la arquitectura es “música congelada”.

¡Llegaron las lluvias!

“Síganme. ¡Aún queda mucho que ver! [Plaf, cae una gota.] Todavía no hemos visto los templos con cocinas y lujosos comedores. [Plaf, otra gota.] Tenemos que ver el pavimento de piedra que mandó hacer Erasto. [Empieza a chispear.] Y no querrán perderse la taberna de Afrodita ni el Asclepieion [templo de Asclepio (Esculapio)].” Empero aquellas grandes gotas que habían empezado a caer anunciaban tormenta.

De golpe, la gente y los edificios que veíamos en nuestra imaginación se desvanecieron. Desandamos a toda prisa lo que habíamos andado al tiempo que nuestra guía seguía recitando una retahíla de cosas que todavía no habíamos visto. La lluvia, que ya caía con bastante fuerza, dejó el pavimento brillante, humedeció los colores y se llevó el polvo de aquellas piezas de mármol que en un tiempo formaban parte de soberbios edificios. Cuando el cielo de pronto descargó una verdadera cortina de agua, nos pusimos a correr. Todavía podíamos oír a nuestra guía delante de nosotros gritando: “¡Síganme todos!”. Bajo aquella tromba de agua, hasta los restos de edificios que había a lo largo de la avenida de Lequeo desaparecieron de la vista. Todo se había desvanecido, lo real y lo imaginario. Empapados, corrimos hacia el autobús esperando que el conductor no se hubiese ido a tomar un café.—Contribuido.

[Nota a pie de página]

a Carnicería (griego, má·kel·lon): Tienda donde se vendía carne, pescado y muchos más artículos. (1 Corintios 10:25.)

[Fotografía/Mapa en la página 16]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

GRECIA

Corinto

MAR JÓNICO

MAR EGEO

[Fotografías en la página 17]

Arriba: Tienda reconstruida en el ágora (foro)

Centro: La “bema”

Abajo: El arcaico templo de Apolo

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