“Honra a tu padre y a tu madre”
ESAS palabras nos llegan de tiempos muy remotos, de siglos antes de Cristo. Las bajó Moisés de la cima de una montaña, escritas sobre piedra por el dedo de Dios. Se había empleado a Moisés para sacar a los israelitas del cautiverio en Egipto y conducirlos por el mar Rojo hasta un campamento al pie del escarpado monte Sinaí. Después de pasar cuarenta días y sus respectivas noches con Jehová en el monte Sinaí, Moisés descendió con las dos tablas de piedra que llevaban escritos los Diez Mandamientos. (Éxodo 34:1, 27, 28.)
En una de las tablas aparecía el quinto mandamiento que ahora está registrado en la Biblia en Éxodo capítulo 20 y versículo 12, y que reza así: “Honra a tu padre y a tu madre para que resulten largos tus días sobre el suelo que Jehová tu Dios te da”. Según el apóstol Pablo, este es “el primer mandato con promesa”, una promesa cuyos términos son: “para que resulten largos tus días sobre el suelo”. (Efesios 6:1-3.)
El impresionante despliegue de fuego y humo aunado a los espantosos temblores del monte Sinaí durante la entrega de los Diez Mandamientos subrayó de forma espectacular la importancia de dichos mandamientos, entre ellos el quinto: honrar al padre y a la madre. Sin embargo, ¿qué implica honrar a los padres? No solo mostrarles respeto y obediencia sino también cuidarlos y prestarles ayuda material cuando sea necesario.
Esto se explicó con claridad siglos más tarde cuando Jesús tuvo una disputa con los escribas y fariseos respecto a sus tradiciones orales. Jesús indicó que cuando ellos no daban ayuda material a sus padres necesitados dejaban de honrarles. Les dijo lo que se registra en Mateo 15:3-6: “Dios dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; y: ‘El que injurie a padre o a madre termine en muerte’. Pero ustedes dicen: ‘Cualquiera que diga a su padre o a su madre: “Todo lo que tengo por lo cual pudieras sacar provecho de mí es una dádiva dedicada a Dios”, no debe honrar de ningún modo a su padre’. Y así ustedes han invalidado la palabra de Dios a causa de su tradición”.
El propio Jesús obedeció a sus padres, pues estuvo sujeto a ellos. (Lucas 2:51.) Años más tarde, mientras agonizaba en un madero de tormento, mostró honra a su madre al disponer de forma amorosa que alguien cuidase de ella y la ayudase. (Juan 19:25-27.)
El apóstol Pablo sabía muy bien que Dios requería que los hijos, e incluso los nietos, cuidasen a los padres necesitados. Llama también la atención que él relacionara esa ayuda material con mostrar honra, al decir: “Honra a las viudas que realmente son viudas. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a practicar devoción piadosa en su propia casa y a seguir pagando la debida compensación a sus padres y abuelos, porque esto es acepto a vista de Dios”. (1 Timoteo 5:3, 4.) Nuestros padres nos cuidaron cuando éramos bebés indefensos y durante nuestra infancia; ahora que han envejecido, nos corresponde ayudarlos en lo que necesiten.