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  • ¡Despertad! 1991
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  • Intercambio de información
  • El deseo de ser aceptados
  • La prensa del corazón
  • “Radio macuto”
  • Chisme malicioso: calumnia
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    ¡Despertad! 1991
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¡Despertad! 1991
g91 8/6 págs. 5-7

Hablar de otros. ¿Por qué gusta?

EN chino es shén-tán; en finlandés, juoru; en inglés, gossip; en italiano pettegolézzo. Sí, chisme es la palabra, una costumbre que se da en todas partes. En algunos idiomas, como en el nuestro, el término chisme tiene una connotación totalmente negativa.

No obstante, hablar de otros no puede calificarse siempre de chisme, aunque lo que se dice suele ser perjudicial o indiscreto. Hasta podría llegarse a la calumnia, una “acusación o imputación grave y falsa destinada a dañar la reputación de una persona”. No es extraño que un antiguo proverbio diga: “Por el viento del norte viene la lluvia, y por las malas lenguas las malas caras”. (Proverbios 25:23, Versión Popular.)

En vista del daño que pueden causar las palabras, ¿a qué se debe que el hablar de otros nos resulte muchas veces tan irresistible y atrayente? ¿Dónde trazamos la línea divisoria entre el habla inofensiva y el habla dañina?

Intercambio de información

Existe una razón bastante elemental para hablar de otros: la gente se interesa en la gente. De modo que es natural que nos sintamos inclinados a hablar de otros. El antropólogo Max Gluckman dijo en cierta ocasión: “Todos los días sin excepción, y durante gran parte del tiempo, la mayoría de las personas hablamos de otros. Pienso que si tuviésemos que guardar un registro de cómo utilizamos las horas que estamos despiertos —en el caso de algunos—, el ‘trabajo’ ocuparía el primer lugar en la lista, y hablar de otros el segundo”.

Cuando la charla informal es moderada y amistosa, puede servir para intercambiar información útil, como un medio de ponerse al corriente sobre los últimos sucesos. Puede girar en torno a cosas tan inocentes como quién se ha casado, quién está esperando un bebé o quién ha fallecido, o puede ser simplemente un comentario humorístico sin ninguna intención maliciosa.

Pero con demasiada frecuencia el habla trivial rebasa los límites de lo que es propio y de buen gusto y se convierte en chisme. Los hechos se adornan, exageran o distorsionan. La humillación de alguien es motivo de risa. Se habla indiscretamente de asuntos privados de otros; se revelan confidencias; se daña o arruina la reputación de otros; cosas dignas de alabanza quedan eclipsadas por quejas, murmuraciones y críticas. El que no se tuviese la intención de causar daño sirve de poco consuelo a la víctima del chisme. Por eso, el chisme dañino ha sido comparado a una pella de barro que se arroja contra una pared limpia. Puede que no se quede pegada, pero siempre deja una marca de suciedad.

El deseo de ser aceptados

Otra razón por la que fácilmente podemos caer en el chisme es nuestro deseo natural de que otros nos aprecien y acepten. “Por una razón u otra —escribieron los psicólogos John Sabini y Maury Silver—, uno tiene la obligación de hablar; y hablar de otros es una manera agradable, fácil y universalmente aceptada de cumplir con la obligación.” (Moralities of Everyday Life.) De modo que, hasta cierto grado, hablar de otros facilita la conversación, es una manera de ser aceptado.

El problema es que a la gente le suele entusiasmar más la información negativa que la positiva. Hay quienes parece que les gusta horrorizarse con noticias sensacionalistas y escandalosas. Hablar de otros realmente capta la atención, y cuanto más chocante o escandaloso sea el suculento detallito aludido, mejor. Raras veces se preocupan por verificar las noticias escandalosas que se comentan.

La prensa del corazón

Este tipo de noticias alimenta otra debilidad humana: la curiosidad desmesurada. Nos encantan los secretos. Nos gusta estar enterados de asuntos confidenciales. En fechas tan tempranas como 1730, cuando Benjamín Franklin empezó a escribir una columna de ecos de sociedad para el periódico Pennsylvania Gazette, se percibió que la gente pagaría por enterarse de las comidillas.

La prensa sensacionalista y del corazón no solo perdura, sino que prospera. En Europa, los puestos de periódicos están repletos de tabloides en los que se cuentan historias sobre familias reales, pilotos de coches de carreras y otras celebridades internacionales. No es de extrañar que en un periódico se dijera que la prensa del corazón constituye un gran negocio.

Pero, ¿es beneficioso sentir una curiosidad tan obsesiva por lo que pasa en la intimidad del hogar, en el dormitorio y en la mente de la gente? ¿Es saludable leer y ver información que tiende a despertar deseos sensuales? Obviamente, la prensa sensacionalista y del corazón lleva la curiosidad más allá de los límites razonables.

“Radio macuto”

Los rumores infundados y la información errónea también pueden terminar en chisme. Con decir “Me he enterado por ‘radio macuto’...”, muchos creen que ya tienen excusa para transmitir un rumor infundado. La expresión “radio macuto” se refiere a una emisora imaginaria de donde parten noticias oficiosas, rumores y bulos.

Los rumores han causado pánico, estragos y muerte. Tan solo al mundo de los negocios, han provocado pérdidas incalculables. Una cadena de restaurantes de comida rápida dedicó más de un año a combatir un rumor falso que decía que sus hamburguesas tenían gusanos. Una empresa dedicada a la fabricación de jabón y otros productos tardó años y gastó millones de dólares para acabar con el rumor de que el logotipo de la compañía era un símbolo satánico y que dicha compañía estaba involucrada en cultos demoniacos.

Pero quienes más angustia y daño sufren como consecuencia de los rumores son las personas individualmente. Y como, por lo general, a la gente le encantan las historias fantásticas, existe la tendencia de promoverlas sin tener en cuenta ni las consecuencias ni su veracidad.

Chisme malicioso: calumnia

La envidia y el odio muchas veces son la raíz de la calumnia, el chisme malicioso que se esparce para causar daño, la forma más destructiva de hablar de otros. La palabra griega para “calumniador” es di·á·bo·los, término que en la Biblia se atribuye a Satanás en la expresión “Satanás el Diablo”. (Revelación 12:9.) Es un título que le encaja bien, pues Satanás es el mayor calumniador de Dios. Pero al igual que Satanás, también hay quienes hablan de otros con fines maliciosos. A veces lo hacen por venganza, porque alguien ha herido su susceptibilidad o porque sienten celos de esa persona. En cualquier caso, buscan fomentar sus propios intereses al destrozar el buen nombre de otros.

Aunque la calumnia es sin duda la forma más censurable de hablar de otros, el que participa en cualquier tipo de habla perjudicial e indiscreta denota una actitud deshonesta e irresponsable. En vista de todo esto, ¿cómo puede evitarse que el habla inofensiva degenere hasta convertirse en habla dañina, en calumnia?

[Fotografía en la página 5]

Hablar amistosamente de otros suele servir para intercambiar información útil y promover conversaciones

[Fotografía en la página 6]

El chisme dañino es como una pella de barro que se arroja contra una pared limpia. Puede que no se quede pegada, pero siempre deja una marca de suciedad

[Fotografía en la página 7]

Algunas personas hablan de otros para ser el centro de atención

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