El punto de vista bíblico
¿Por qué estudiar la Biblia?
LEER toda la Biblia de principio a fin no es una tarea fácil. ¿Ha conseguido leerla entera alguna vez o quizás incluso varias veces? Muchas personas se enorgullecen de haberlo hecho, y con razón. El encontrar tiempo para leer la Biblia debería ocupar uno de los primeros lugares —por no decir el primero— en nuestra lista de prioridades. ¿Por qué razón? Para así conocer el contenido básico del libro de mayor difusión de toda la historia, el único que afirma legítimamente ser inspirado de Dios. (2 Timoteo 3:16.)
Sin embargo, puede hacerse más que solo leer la Biblia y conocer su contenido en líneas generales. ¿Desea agradar a Dios y gozar de todos los beneficios que se derivan de las enseñanzas de ese libro santo? Si así es, aplique el consejo que el apóstol Pablo dio al joven Timoteo: “Continúa aplicándote a la lectura pública, a la exhortación, a la enseñanza. Reflexiona sobre estas cosas; hállate intensamente ocupado en ellas, para que tu adelantamiento sea manifiesto a todos. Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan”. (1 Timoteo 4:13, 15, 16.)
Para meditar en las enseñanzas bíblicas y sumergirse en ellas, hay que hacer más que solo leer las Escrituras. La lectura de la Biblia por sí sola no garantiza que la persona pueda utilizar adecuadamente la información adquirida, como tampoco la lectura de un libro sobre el cerebro humano capacita al lector para ser neurocirujano. Fíjese, por lo tanto, en lo que Pablo también aconsejó a Timoteo: “Haz lo sumo posible para presentarte aprobado a Dios, trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la palabra de la verdad correctamente”. (2 Timoteo 2:15.)
Abre las puertas del entendimiento
Para aprender a manejar la Palabra de Dios con habilidad, hace falta estudiarla. Cuando una persona estudia la Biblia cuidadosamente, examinando lo que dice, captando el sentido, relacionando los pasajes con su contexto y entendiendo su historia, se le pueden abrir inesperadamente las puertas del entendimiento y el discernimiento. Esa persona empieza a beneficiarse personalmente de la Palabra de Dios.
Veamos un ejemplo que nos demuestra que la simple lectura de una porción de las Escrituras tal vez no sea suficiente para captar el significado de lo que se dice, a menos que examinemos el contexto. En Hechos 17:11 leemos lo siguiente respecto a los habitantes de la ciudad griega de Berea, que se encontraba no muy lejos de Tesalónica: “Ahora bien, estos eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, y examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así”.
Una primera lectura podría llevarnos a la conclusión de que los cristianos de Berea eran más estudiosos que los de Tesalónica. Pero observe que el Hch 17 versículo 10 del capítulo 17 de Hechos dice que cuando Pablo y Silas llegaron a Berea, “entraron en la sinagoga de los judíos” para predicar la Palabra de Dios. Y el Hch 17 versículo 12 lee que “muchos de ellos [de los judíos] se hicieron creyentes”. Este versículo nos ayuda a llegar a una conclusión diferente. El registro sagrado nos dice que se estaba comparando a los judíos de esas dos ciudades, no a los cristianos.
Además, ¿se ha dado cuenta de qué fue lo que hizo que la personalidad de los habitantes de Berea fuese de disposición más noble? Examinaron las Escrituras atentamente. El profesor Archibald Thomas Robertson escribió sobre estas palabras en su obra Imágenes verbales en el Nuevo Testamento: “Pablo exponía las Escrituras a diario como en Tesalónica, pero los de Berea, en lugar de rechazar esta nueva interpretación, examinaban (anakrinö significa sacudir arriba y abajo, hacer una cuidada investigación como en un proceso legal [...]) las Escrituras por sí mismos”. Aquellos judíos de Berea no examinaban las Escrituras de forma superficial, sino que investigaron con cuidado para confirmar la veracidad de lo que Pablo y Silas enseñaban de las Escrituras acerca de que Jesús era el Mesías esperado por tanto tiempo.
Por consiguiente, siguiendo el ejemplo de los antiguos bereanos, es importante que no nos limitemos a leer la Palabra de Dios, sino que también la estudiemos —‘examinando con cuidado las Escrituras’— para captar el sentido de lo que dice. De esta forma haremos más profundo nuestro aprecio por la Biblia y, al igual que Timoteo, llegaremos a ser personas que podamos ‘salvarnos a nosotros mismos y también a los que nos escuchan’. ¿Por qué? Porque además de leer las Escrituras, las habremos estudiado con el fin de actuar en armonía con lo aprendido. (Proverbios 3:1-6.)
Fuente de valores verdaderos y de profecía
Analicemos dos razones más para estudiar la Biblia. Ningún otro libro la supera en suministrar valores morales y éticos. Un educador estadounidense hizo hace muchos años la siguiente observación: “Opino que un conocimiento de la Biblia sin una carrera universitaria es de más valor que una carrera universitaria sin la Biblia”. A fin de que el conocimiento de la Biblia llegue a ser para usted como un tesoro, lo que debe impulsarlo a estudiarla ha de ser el deseo de aplicar sus preceptos y enseñanzas en su vida cotidiana, para que le conviertan en una persona mejor, ‘una persona que pueda manejar la palabra de la verdad correctamente’. (2 Timoteo 2:15; Proverbios 2:1-22.)
Además, en las páginas de la Biblia se encuentran profecías que Dios inspiró y que se han cumplido a lo largo de la historia o se están cumpliendo en nuestro siglo. Un estudio de dichas profecías ayuda a comprender el significado de las condiciones actuales del mundo —guerras, hambres, desintegración familiar, crímenes violentos— y también a saber cómo evitar que nos inquieten demasiado. (Lucas 21:10, 11, 25-28.) Dicho estudio nos informa de las soluciones que Dios tiene para los problemas del día actual, soluciones que nos revelan dónde estamos en la corriente del tiempo y cómo podemos hacer planes para el futuro con éxito. Recibimos tales soluciones a través de la clase ungida del “esclavo fiel y discreto”, que utiliza a la Sociedad Watchtower como su agencia de publicación. (Mateo 24:45-47; 2 Pedro 1:19.)
El Salmo 119:105 dice: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda”. Por consiguiente, las personas que estudian con regularidad y aplican las palabras de sabiduría que se encuentran en la Biblia estarán entre los que entenderán la voluntad y el propósito de Dios, y, por decirlo así, tienen su senda iluminada para dirigir su vida cotidiana a través del lodazal moral que existe hoy día.