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¡Despertad! 1991
g91 22/10 págs. 7-9

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LA DECISIÓN de qué cuidados deben darse a un enfermo terminal y por cuánto tiempo podría plantearle a un cristiano una serie de preguntas difíciles. Por ejemplo:

¿Iría en contra de lo que dicen las Escrituras no hacer todo lo posible por mantener la vida de la persona? Y si es aceptable moralmente dejar a alguien morir de muerte natural, sin intervención radical para prolongarle la vida, ¿qué puede decirse de la eutanasia activa, un acto deliberado y directo para acabar con el sufrimiento de un paciente acortando su vida o poniéndole fin de una manera directa?

Estas preguntas son importantes en los tiempos en que vivimos. Pero no nos encontramos sin ayuda para responderlas.

Un escritor inspirado dijo con acierto: “Dios es para nosotros refugio y fuerza, una ayuda que puede hallarse prontamente durante angustias”. (Salmo 46:1.) Esas palabras son ciertas también para nosotros en la cuestión que nos ocupa. Jehová Dios es la fuente de la ayuda más sabia y experimentada que existe. Ha observado la vida de miles de millones de personas y sabe mejor que cualquier médico, ético o abogado qué es lo más beneficioso. Veamos, pues, qué ayuda nos ofrece. (Salmo 25:4, 5; Hebreos 4:16.)

El punto de vista correcto acerca de la vida

Hacemos bien en reconocer que la filosofía de conservar la vida a toda costa no es exclusiva de los tecnólogos de la medicina, sino que es una consecuencia natural de la filosofía seglar moderna. ¿Por qué decimos eso? Pues bien, si esta vida presente es todo lo que hay, podría parecer que nuestra vida debería conservarse en toda circunstancia y a toda costa. No obstante, esta filosofía seglar ha tenido como resultado en algunos casos verdaderas pesadillas de la técnica: se ha mantenido “vivas” durante años a personas inconscientes conectadas a máquinas.

Por otro lado están los que creen en la inmortalidad del alma humana. Según su filosofía, esta vida no es más que una estación de paso hacia algo mejor. Platón, uno de los padres de esta filosofía, dijo:

“O la muerte es un estado de inexistencia y total inconsciencia o, como dicen los hombres, se produce un cambio y una migración del alma desde este mundo a otro. [...] Si la muerte es el viaje a otro lugar, [...] ¿qué bien puede haber, oh amigos míos y jueces, que sea mayor que este?”.

Una persona que tuviese esa creencia tal vez viera la muerte como un amigo y pensase que debería recibirse bien y quizás hasta apresurarse. Sin embargo, la Biblia enseña que la vida es sagrada a los ojos de Jehová. “Contigo está la fuente de la vida”, escribió el salmista inspirado. (Salmo 36:9.) ¿Estaría bien que un cristiano verdadero participase en la eutanasia activa?

Hay quienes creen que las Escrituras hacen referencia a este tema cuando dicen que el rey Saúl, encontrándose gravemente herido, rogó a su escudero que le matase. Afirman que eso fue un tipo de eutanasia, un acto deliberado para acelerar la muerte de alguien que ya se estaba muriendo. Un amalequita dijo posteriormente que había satisfecho la petición de Saúl de que se le diera muerte. Pero, ¿se consideró que aquel amalequita había hecho bien poniendo fin al sufrimiento de Saúl? En absoluto. David, el ungido de Jehová, ordenó que se le ejecutase por su “culpa de sangre”. (1 Samuel 31:3, 4; 2 Samuel 1:2-16.) De modo que este suceso bíblico no justifica de ninguna manera que un cristiano se valga de la eutanasia activa.a

Ahora bien, ¿significa esto que el cristiano debe hacer todo lo tecnológicamente posible para alargar una vida que está llegando a su fin? ¿Debe prolongarse al máximo el proceso de muerte? Las Escrituras enseñan que la muerte no es un amigo del hombre, sino un enemigo. (1 Corintios 15:26.) Además, los muertos no están sufriendo ni gozando, sino que están como dormidos. (Job 3:11, 13; Eclesiastés 9:5, 10; Juan 11:11-14; Hechos 7:60.) Cuando una persona fallece, sus perspectivas futuras de vida dependen totalmente del poder de Dios para resucitarla mediante Jesucristo. (Juan 6:39, 40.) Por lo tanto, vemos que Dios nos ha suministrado una información útil: la muerte no debe anhelarse, pero tampoco existe la obligación de recurrir a esfuerzos desesperados para prolongar el proceso de muerte.

Pautas para el cristiano

¿Qué pautas podría aplicar un cristiano si un ser querido se encuentra en un estado terminal?

Hemos de reconocer en primer lugar que cada situación en la que hay implicada una enfermedad terminal es distinta, trágicamente distinta, y no existen reglas que se puedan aplicar en todo caso. Además, el cristiano debería asegurarse de acatar las leyes del país en tales circunstancias. (Mateo 22:21.) Tampoco olvide que ningún cristiano amoroso abogaría por la negligencia médica.

Únicamente en el caso de una enfermedad terminal innegable (cuando se ha determinado claramente que la situación es irreversible) podría pensarse en pedir que se descontinuasen los procedimientos tecnológicos de mantenimiento de la vida (a lo que algunos llaman eutanasia pasiva). En tales casos no existe ninguna razón bíblica para insistir en que se apliquen métodos tecnológicos que no harían más que prolongar un proceso de muerte que ya está muy avanzado.

Estas situaciones suelen ser muy difíciles y pueden implicar decisiones angustiosas. ¿Cómo puede saberse, por ejemplo, cuándo es irreversible el estado de un enfermo? Aunque nadie puede estar absolutamente seguro, hay que ser juicioso y buscar un buen asesoramiento. Una revista médica da el siguiente consejo a los facultativos:

“Si hay desacuerdo en el diagnóstico, en el pronóstico o en ambas cosas, se debería seguir manteniendo la vida del enfermo hasta llegar a un acuerdo razonable. Sin embargo, la insistencia en querer asegurarse más allá de un punto razonable puede obstaculizar la labor del médico que estudia las opciones de tratamiento que existen en casos que parecen irreversibles. El caso excepcional de un paciente que se encontraba en un estado similar y sobrevivió, no constituye una razón de peso para continuar un tratamiento agresivo. Tales posibilidades estadísticas insignificantes no son más determinantes que las expectativas razonables sobre la evolución del enfermo, y son estas últimas las que deberán guiar las decisiones que se tomen sobre el tratamiento que se administrará.”

El cristiano que se encuentre en esta difícil situación, tanto si es el paciente como si es un familiar de este, esperaría con todo derecho que su médico le ayudase un poco a decidir. La mencionada revista médica concluye diciendo: “En cualquier caso, es injusto el simplemente suministrar un montón de hechos médicos y opciones y dejar al paciente desorientado sin más dirección sobre las distintas líneas alternativas de acción o inacción que pueden adoptarse”.

Los ancianos cristianos locales, como ministros maduros, también pueden ser de gran ayuda. Por supuesto, el paciente y su familia inmediata deben tomar su propia decisión equilibrada en una situación en la que hay muchas emociones envueltas.

Por último, reflexione en los siguientes puntos. Los cristianos desean con todas sus fuerzas permanecer vivos para poder gozar de servir a Dios, pero reconocen que en este sistema todos morimos; en este sentido, todos somos enfermos terminales. La única esperanza de que esta situación cambie radica en la sangre redentora de Jesucristo. (Efesios 1:7.)

Aunque la muerte de un ser querido es una dura experiencia, nosotros no nos quedamos angustiados y apenados como “los demás que no tienen esperanza”. (1 Tesalonicenses 4:13.) Al contrario, puede consolarnos el hecho de que hicimos todo lo que razonablemente pudimos a favor de nuestro ser querido enfermo y de que toda la asistencia médica que le dimos al menos le ayudó por un tiempo. Pero lo que más nos consuela es la alentadora promesa de Aquel que nos libertará de todos esos problemas, pues nos asegura que “el último enemigo, la muerte[,] ha de ser reducida a nada”. (1 Corintios 15:26.)

Sí, la mejor ayuda para los moribundos vendrá a su debido tiempo de manos del Dios que dio la vida a los primeros seres humanos y que promete una resurrección para aquellos que ejerzan fe en Él y en Su Hijo, Jesucristo. (Juan 3:16; 5:28, 29.)

[Nota a pie de página]

a Si se desea tener más información sobre lo que implica el llamado matar por misericordia, véanse las revistas ¡Despertad! del 8 de agosto de 1978, páginas 4-7, y del 8 de agosto de 1974, páginas 27, 28.

[Ilustración en la página 8]

¿Suministra base para practicar la eutanasia la muerte de Saúl?

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