El Consejo Ecuménico de las Iglesias. ¿Hay cooperación o confusión?
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Australia
EL 7 DE FEBRERO DE 1991 se inauguraba la asamblea en los pintorescos terrenos de la Universidad Nacional Australiana de Canberra (Australia), la capital de la nación. Asistieron unos cuatro mil laicos y alrededor de trescientos dieciséis líderes de diferentes Iglesias procedentes de más de un centenar de países. Las seis asambleas anteriores del CEI (Consejo Ecuménico de las Iglesias) se habían celebrado a lo largo de un período de aproximadamente treinta y cinco años en distintos países, comenzando en 1948 en Amsterdam (Países Bajos).
¿Qué es el CEI? No se trata de una superiglesia. Es una comunidad de iglesias, una tribuna para el intercambio de opiniones. Robert J. Hawke, primer ministro de Australia, pronunció las palabras oficiales de bienvenida a esta séptima asamblea, aunque él mismo se reconoce agnóstico. El tema que se escogió para esta asamblea de dos semanas adoptaba la forma de una oración: “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Renueva la Creación Entera!”.
No obstante, el inesperado giro que tomaron los acontecimientos mundiales hizo que el ánimo y las expectativas de los delegados se desviaran de la renovación mediante el espíritu santo a las cuestiones políticas y morales relacionadas con la guerra del Golfo Pérsico. Este temprano cambio que los alejó de los temas espirituales movió a sir Paul Reeves, arzobispo anglicano y ex gobernador general de Nueva Zelanda, a expresar así su consternación: “En asambleas como esta tendemos a pelear por el poder, que poco tiene que ver con el Espíritu Santo”. El arzobispo de Canberra trató de racionalizar el valor del desacuerdo: “La unidad es el don del Espíritu Santo. Una diversidad saludable es el don del mismo Espíritu Santo”.
David Gill, secretario general del Consejo Australiano de las Iglesias, también dijo que le preocupaba que la integridad del CEI corriese peligro. Indicó que la organización cada vez estaba más subordinada a grupos orientados hacia determinadas causas y que a su vez buscan una plataforma desde la que hacer públicos sus intereses particulares.
La ordenación de las mujeres desune aún más
El papel de la mujer en la Iglesia contemporánea era otro tema del orden del día, pero las mujeres no estaban satisfechas. La mayoría de ellas opinaba que el tema estaba dominado por los hombres. La canadiense Lois Wilson resumió malhumorada la cuestión del siguiente modo: “La política del CEI es moralmente corrupta y no creo que sea lo que Jesús pensaba”. ¿Qué ocasionó esta frustración? El periódico Canberra Times comentó: “Se ha llorado mucho en los lavabos de las señoras, pues las mujeres han sido intimidadas a fin de impedir que acepten un nombramiento para el comité central del consejo. A una mujer se le dijo que se la excomulgaría de su Iglesia con el fin de disuadirla de aceptar un nombramiento”.
¿Qué pasó con el tema espiritual?
A algunos les preocupó que la asamblea no hubiese enfatizado lo suficiente la naturaleza bíblica o teológica de su labor. No es de sorprender, pues la mayoría de los principales puntos del orden del día eran políticos. En realidad, en los informes impresos sobre la asamblea, los lectores solo pudieron encontrar una breve referencia a la Biblia.
La revista religiosa National Outlook mencionó que David Gill reflejaba “la opinión de otros que asistieron a reuniones del CEI en los últimos tiempos y que, como dijo alguien recientemente, fueron con grandes esperanzas, pero se marcharon secos y vacíos”.
En cambio, cuando las personas que padecían hambre y sed en sentido espiritual se reunían con Cristo Jesús, no se marchaban “secos y vacíos”, sino reanimados: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. (Mateo 11:28-30.)