El verdadero Nuevo Mundo a la espera de ser descubierto
EL NOMBRE, ni quita ni pone”, dice el refrán. Y en el caso de Cristóbal Colón ha resultado ser muy cierto.
A tono con el significado del nombre Cristóbal (“el que lleva a Cristo”), Colón procuró ser una especie de “portador de Cristo” en su viaje. Al fin y al cabo, los reyes de España le habían enviado al “servicio de Dios y [para] la expansión de la Fe Católica”. No obstante, después de enseñar a hacer la señal de la cruz y a cantar el Ave María a algunos nativos que tenían dificultades para entenderle, se concentró en recompensas más tangibles: encontrar oro y también la elusiva ruta hacia la India.
Algunos católicos han defendido la idea de hacer “santo” a Cristóbal Colón debido a que desempeñó un papel fundamental en extender las fronteras de la cristiandad. Sin embargo, las “conversiones” en masa que se produjeron después de sus descubrimientos poco contribuyeron a dar a conocer el auténtico Jesucristo a los habitantes del Nuevo Mundo. El cristianismo genuino siempre se ha diseminado por medios pacíficos, no con la espada. El uso de la fuerza para diseminar el evangelio está en total contradicción con lo que Jesús enseñó. (Compárese con Mateo 10:14; 26:52.)
No obstante, el almirante tuvo algo más de éxito en emular el significado de su apellido, Colón, que significa “colonizador”. Fundó las dos primeras colonias europeas en el Nuevo Mundo, y aunque estas quedaron en nada, pronto se fundaron otras. La colonización de las Américas siguió adelante, si bien no fue en modo alguno una experiencia feliz, sobre todo para los colonizados.
El fraile dominico Bartolomé de las Casas, testigo de la colonización inicial de las Indias Occidentales, protestó ante Felipe II, rey de España, por “la injusticia que a aquellas gentes inocentes se hace, destruyéndolas y despedazándolas sin haber causa ni razón justa para ello, sino por sola la cudicia y ambición de los que hacer tan nefarias obras pretenden”.
Aunque los peores abusos se corrigieron más tarde, los motivos egoístas y los métodos despiadados continuaron marcando la pauta. No es de extrañar que tal gobernación resultase odiosa. En el siglo XX ya se habían librado del yugo colonial la mayor parte de los países de América.
Hay que reconocer que la conversión de continentes enteros a la cristiandad y la administración de una gobernación justa sobre miríadas de personas de diferentes tribus y lenguas es una tarea muy difícil. Y sería injusto culpar a Colón por todos los fracasos de la inmensa empresa que inconscientemente inició cuando atravesó el océano y dio comienzo a lo que algunos llaman “el encuentro de dos mundos”.
Como indica Kirkpatrick Sale en su libro The Conquest of Paradise, “desde luego allí hubo una oportunidad, una posibilidad para los europeos de encontrar un nuevo ancladero en un nuevo país, en lo que vagamente reconocían como la tierra del Paraíso”. Sin embargo, una cosa es descubrir un nuevo mundo y otra crearlo. No era la primera vez que fracasaban los planes de construir un nuevo mundo.
Otro viaje épico
Dos mil años antes de que Colón se hiciese a la vela, unas doscientas mil personas emprendieron otro viaje épico. En lugar de atravesar un océano, posiblemente tuvieron que cruzar un desierto. También iban en dirección oeste, hacia su suelo patrio, Israel, una tierra que la mayoría de ellos jamás había visto. Su objetivo era dar origen a un nuevo mundo para ellos y para sus hijos.
Su largo y difícil viaje desde Babilonia, donde habían estado cautivos, cumplía una profecía. El profeta Isaías había predicho su repatriación doscientos años antes: “¡Miren!, [yo, el Señor Soberano Jehová,] voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón”. (Isaías 65:13, 17.)
Los ‘nuevos cielos y nueva tierra’ eran términos simbólicos que hacían referencia a una nueva administración y a una nueva sociedad de personas. Ambas cosas eran necesarias, pues para conseguir un verdadero nuevo mundo, hace falta mucho más que un nuevo territorio que colonizar; exige una nueva actitud altruista tanto de los que gobiernan como también de los gobernados.
Pocos de los judíos que regresaron de Babilonia tenían esa actitud. A pesar de que en un principio tuvieron cierto grado de éxito, alrededor de cien años después de su regreso, el profeta hebreo Malaquías mostró con tristeza que el egoísmo y la codicia se habían convertido en las fuerzas dominantes de la nación. (Malaquías 2:14, 17; 3:5.) Se había desperdiciado una oportunidad singular para que los judíos construyesen un nuevo mundo.
Todavía nos espera un nuevo mundo
Sin embargo, el que hayan fracasado los esfuerzos del pasado por construir un nuevo mundo no significa que sea imposible. El apóstol Juan se hace eco de las palabras de Isaías en el libro de Revelación (Apocalipsis) para describir la siguiente escena: “Vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado [...]. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:1, 4.)
Estas palabras nos garantizan que Dios mismo se ha propuesto que haya un nuevo gobierno sobre toda la Tierra y una nueva sociedad de personas que responderá a Su gobernación. Los beneficios serán incalculables. Será un auténtico nuevo mundo.
La existencia de un nuevo mundo creado por Dios puede parecer inverosímil; pero la convicción de Cristóbal Colón de que navegando hacia el oeste se llegaría al continente asiático también parecía increíble a muchos de sus contemporáneos. Así mismo, la descripción del nuevo mundo prometido por Dios puede sonar hoy muy improbable; pero, ¿cuántos eruditos del siglo XV podían imaginar que la ciencia desconocía entonces una tercera parte de la superficie terrestre del planeta?
El desconocimiento científico de los días de Colón hizo que el descubrimiento del Nuevo Mundo pareciese muy improbable. El desconocimiento de los propósitos de Dios y de Su poder también puede derribar la confianza de la gente en Sus prometidos nuevos cielos y nueva tierra. Sin embargo, después de describir los nuevos cielos y la nueva tierra, el Dios Todopoderoso añade: “¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas. [...] Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”. (Revelación 21:5.)
No hay duda de que toda la humanidad ansía algún tipo de nuevo mundo. El escritor mexicano Carlos Fuentes dijo en cierta ocasión: “La utopía es algo del pasado y del futuro. Por una parte es el recuerdo de un mundo mejor que existió y ya no existe. Por [otra], es la esperanza de que ese mundo mejor, más justo y pacífico, llegará algún día”. Los estudiantes de la Biblia confían en que vendrá un mundo mejor —no una utopía imaginaria— porque Dios lo ha prometido y porque tiene el poder para realizar lo que se propone. (Mateo 19:26.)
Un nuevo mundo en el horizonte
Cuando Colón trataba de convencer a su tripulación de que se estaban aproximando a tierra, hacía falta algo más que fe. Necesitaba alguna prueba tangible. La vegetación fresca que flotaba en el mar, una cantidad cada vez mayor de aves terrestres y por fin una rama con flores arrastrada por las aguas devolvieron a los marineros la confianza en su almirante.
Hoy día también hay prueba visible de que nos aproximamos a un nuevo mundo. El que por primera vez en la historia corra peligro la supervivencia de la humanidad nos recuerda que la paciencia de Dios con la gobernación humana tiene que estar acercándose a su fin rápidamente. Él prometió hace mucho tiempo que iba a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) La codicia y el egoísmo han producido una multitud de problemas mundiales insolubles, problemas de los que la Biblia habló vívidamente con antelación como acontecimientos que señalarían la inminente intervención divina.a
Se dice que cuando Cristóbal Colón pisó por primera vez la isla de Cuba hace quinientos años, exclamó: “Aquí quisiera vivir eternamente”. Todos los que entren en el nuevo mundo de Dios desearán exactamente lo mismo. Esta vez el deseo se hará realidad.
[Nota a pie de página]
a Si desea analizar la prueba bíblica de que el nuevo mundo de Dios se aproxima por momentos, consulte el capítulo 18 del libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.
[Ilustración en la página 13]
Una cosa es descubrir un nuevo mundo y otra crearlo