Un premio que no se consigue con el juego
CASI todos los jugadores terminan más pobres de lo que eran antes de empezar a jugar. Y los pocos que ganan grandes sumas de dinero generalmente descubren que sus ganancias no les reportan felicidad.
Un japonés soltero de treinta y seis años ganó 45.000 dólares (E.U.A.) en la lotería. Su intención era comprar una casa con el dinero que le había tocado, pero fue objeto de tantas calumnias y de tanta envidia que decidió que no merecía la pena. Tomó el boleto ganador y, ante la mirada asombrada de sus compañeros de trabajo, lo quemó.
La policía de Florida (E.U.A.) detuvo a una mujer que, a pesar de haber ganado cinco millones de dólares en la lotería, trató de matar a su nuera. Su hijo dijo que estaba frenética porque unas malas inversiones y gastos excesivos habían consumido su fortuna.
Un perdedor que se convirtió en ganador
Domingo, padre de cinco hijos, era un jugador compulsivo. Él explica: “Si ganaba, era peor. Me sentía como si fuera un genio y me faltaba tiempo para volver a las mesas de juego y tratar de demostrar que no había ganado por chiripa.
”Cuando se apoderó de mí esta obsesión, me sentía como si estuviese drogado. Habría sido capaz de abandonar a mi esposa y a mis hijos tan solo por seguir jugando. Aunque varias veces le juré a mi esposa que no volvería a jugar, yo sabía en mi interior que aquellas promesas no tenían ningún valor. Recuerdo una ocasión en que mientras le decía a mi esposa que había acabado definitivamente con el juego, estaba tramando cómo conseguir dinero para apostar.
”Perdí todo mi dinero, el de mi esposa y mi negocio, y llegué a estar cargado de deudas. No dejaba pasar ni un solo día sin participar en algún tipo de apuesta, hasta que sucedió algo que me obligó a autoexaminarme: Empecé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Las cosas que aprendí me impresionaron, pero no dejé el juego de inmediato. Por eso agradezco mucho la paciencia que tuvo conmigo el Testigo con el que estudiaba.
”No obstante, el mensaje de la Biblia pronto empezó a influir en mí. Me ayudó a abandonar mi mundo de sueños y a verme tal como Dios me veía. Fue un golpe. Me sentí muy avergonzado, como aquellos a quienes el apóstol Pablo escribió en el primer siglo: ‘Entonces, ¿cuál era el fruto que tenían en aquel tiempo? Cosas de las cuales ahora se avergüenzan. Porque el fin de aquellas cosas es la muerte’. (Romanos 6:21.)
”Llegar a conocer a Dios, su nombre, su personalidad y en especial su misericordia me motivó a cambiar mi modo de ser, a pensar en otros y no solo en mí mismo. Finalmente me libré por completo de mi adicción al juego, y tanto mi esposa como yo nos bautizamos.
”Jesús dijo que la verdad nos libertaría. (Juan 8:32.) Y eso fue muy cierto en mi caso. La Palabra de Dios me dio algo por lo que merecía la pena vivir, me devolvió mi amor propio y me hizo sentir una gran satisfacción. Además, ayudé a uno de mis ex compañeros de juego a que rehiciera su vida, tal como yo había hecho. Cuando él y su esposa se bautizaron, sentí una emoción mucho mayor que la que jamás había sentido cuando ganaba en el juego.
”Durante los pasados veinte años no he hecho ni la más mínima apuesta. No puedo decir que haya sido fácil, pero tampoco ha sido difícil. Y lo que Dios me ha dado ha cubierto con creces las necesidades que yo trataba de satisfacer mediante el juego.”a
Para los que desean hacer la voluntad de Dios, es de vital importancia desarrollar el mismo punto de vista que se refleja en la Biblia. Quienes aplican el consejo de Dios, además de evitar los sufrimientos resultantes del juego, descubren que lo que Dios les ofrece vale mucho más que todo lo que pudieran ganar con el juego.
Una fortuna de mucho más valor
En el primer siglo, el apóstol Pablo escribió lo siguiente a Timoteo: “Mándales que no [...] pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, [...] que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera”. (1 Timoteo 6:17-19, Versión Popular.)
Un tesoro que vale la pena alcanzar es el de tener un buen nombre ante Dios. Esto conduce a la “vida verdadera”: la vida eterna, el premio mayor que jamás ha ofrecido juego de azar alguno. Jesús dijo en oración a Dios: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.)
A diferencia de los inseguros premios monetarios que ofrecen los juegos de azar, el premio que Dios ofrece puede ser ganado por todos y cada uno de los que deseen hacer Su voluntad. Además, hacer la voluntad de Dios proporciona toda la emoción y satisfacción que cualquiera podría desear, y hace que la persona desarrolle amor propio y viva una vida significativa. Mientras tanto, en vista del amargo precio de los juegos de azar, recuerde lo que advierte un viejo refrán español: “En el juego de los dados, lo mejor es no jugarlos”.
[Nota a pie de página]
a Los testigos de Jehová han ayudado a muchos jugadores compulsivos a vencer su adicción. Otros han recibido ayuda de asociaciones de asistencia mutua como la de Jugadores Anónimos.
[Ilustración en la página 10]
La vida eterna en una Tierra paradisiaca es un premio mucho mayor que los que se pueden conseguir con el juego