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  • Alivio de la aflicción de la muerte

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  • Alivio de la aflicción de la muerte
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¡Despertad! 1992
g92 22/7 págs. 4-8

Alivio de la aflicción de la muerte

LAS costumbres y prácticas funerarias varían mucho según el país y la cultura. Y puede que las leyes gubernamentales obliguen a seguir ciertos procedimientos. Pero el factor decisivo en esta cuestión suele ser las creencias religiosas de la familia y de la comunidad. “El estudio de las costumbres y los ritos mortuorios ayuda a ver claramente la relación que existe entre las creencias religiosas y las prácticas que normalmente se llevan a cabo en presencia de los muertos”, dice The New Encyclopædia Britannica.

Veamos cómo celebran en la India un funeral hindú. Cada secta hindú prepara el cadáver para su cremación de acuerdo con sus propios ritos. Salpican el suelo con “agua santa”, preferiblemente del río Ganges. A continuación extienden encima una sábana blanca y colocan sobre esta el cadáver. Queman una clase de incienso que al arder despide un olor dulzón, ya que creen que con ello atraen a los espíritus limpios. Aplican al rostro del difunto una pasta hecha de sándalo molido y un polvo rojo. Bañan el cuerpo y seguidamente lo cubren con una tela blanca sobre la que esparcen flores. Transportan el cadáver, con la cabeza de este hacia adelante, en una camilla de bambú hasta el ghat (largos escalones en terraza donde se ha preparado un lugar para la cremación). Allí se da la vuelta a la camilla para que el difunto se acerque al lugar de la cremación con los pies por delante, lo que indica que mira hacia adelante a la vida futura. El hijo mayor es quien enciende la pira funeraria, pues creen que esa es la única manera de que el “alma” del difunto encuentre la paz. Después, recogen las cenizas y las arrojan a las aguas de uno de los ríos “santos” de la India.

En Papua Nueva Guinea es costumbre que los parientes se mantengan en contacto estrecho con el cadáver, besándolo, llorando sobre él, haciéndole promesas y pidiéndole perdón por los pecados cometidos contra él en vida. Los fuertes lamentos y la salmodia de cantos fúnebres contribuyen a la tristeza. Es costumbre celebrar por los menos dos abundantes banquetes cierto tiempo después de producirse la muerte, con el motivo de honrar al “espíritu” del difunto y evitar cualquier castigo que este pudiera infligir.

Las prácticas y tradiciones funerarias de África subrayan la creencia en la inmortalidad del alma. La gente siente la necesidad de apaciguar a los muertos por temor a que causen estragos a sus parientes. En su esperanza de que los muertos muestren favor a los vivos, gastan mucho dinero y ofrecen un gran número de sacrificios. Muchos creen en la reencarnación, es decir, en que el difunto regresará encarnado en un animal para recibir honra y adoración, o encarnado en otro miembro de la familia por vía de nacimiento. “Por consiguiente —dice un informe procedente de Nigeria⁠—, visten el cadáver con mucho cuidado, asegurándose de que todo está bien colocado. Se cree que si, por ejemplo, la mano del difunto no está recta dentro del ataúd, se manifestará como un defecto de nacimiento cuando la persona se reencarne. O piensan que si a un difunto no se le viste correctamente, se reencarnará como un loco.” El temor a los muertos y su supuesto control sobre los vivos influye con frecuencia en las prácticas funerarias africanas.

En muchas partes de la zona rural de Grecia también se llevan a cabo largas y elaboradas ceremonias cuando muere una persona. “Durante los cinco años siguientes, las mujeres de la familia del difunto preparan y dirigen muchos servicios en memoria del difunto —comenta la revista Science⁠—. Para las esposas, madres e hijas, el duelo se convierte en un rasgo característico de su vida. Visitan la tumba cada noche para encender velas, limpiar la lápida, hablar al muerto, cantar lamentaciones y llorar. Creen que si siguen estos rituales a la perfección ayudarán al alma del ser querido a entrar en el cielo.” Con el tiempo, los huesos del difunto se desentierran y se depositan en una cripta común en el pueblo.

En Japón, la mayoría de los funerales se efectúan según los ritos budistas. Después de lavar y vestir el cadáver, lo cubren con una sábana blanca y colocan sobre su pecho un cuchillo que, según ellos, lo protegerá de los malos espíritus. Encienden velas y queman incienso mientras un sacerdote recita sutras (pasajes de la literatura canónica budista) junto al lecho y da al difunto un nombre budista póstumo por el que, dependiendo del número de caracteres utilizados, se tiene que pagar una elevada suma de dinero. A continuación, colocan el cuerpo en un ataúd de madera sin pintar. El velatorio para llorar la muerte de la persona y rezar por el descanso de su alma puede durar toda la noche o ser más breve. Mientras el sacerdote recita los sutras, los dolientes van quemando por turnos una pizca de incienso. Al día siguiente practican ritos parecidos durante el funeral ante un altar sobre el que colocan el ataúd, una fotografía del difunto y otros objetos rituales budistas. Luego proceden a la cremación, que es preceptiva. Una vez efectuada, queman incienso a intervalos por un tiempo y un sacerdote recita sutras hasta que piensan que el alma ha perdido ya su influencia en los asuntos humanos y se ha combinado con el alma ancestral de la naturaleza universal.

Dé a conocer sus deseos

En lugar de aliviar la tensión que provoca la muerte de un ser querido, prácticas funerarias como estas suelen añadir cargas mayores. Una de tales cargas es la económica. Los funerales fastuosos no resultan baratos. Los sacerdotes suelen esperar donativos o pagos elevados por sus servicios. Los banquetes abundantes y las ceremonias lujosas también suben mucho. Hasta puede que se ejerza presión para ir más allá de los deseos del difunto o para que se sigan ritos en los que él no creía. A veces familiares o amigos manifiestan públicamente que el difunto no recibirá un entierro apropiado y decente, según lo que es costumbre en la comunidad. Si usted desea que su funeral se celebre de cierto modo en particular, es aconsejable que lo haga constar en un documento firmado ante testigos.

Una ama de casa japonesa aprendió esta lección cuando falleció su padre a los ochenta y cinco años. Él había pedido que le hicieran un funeral sencillo al que solo asistiesen miembros de su familia, lo cual provocó muchas críticas de los que favorecían el tipo convencional de funeral. Posteriormente, la hija escribió lo siguiente al periódico Asahi Shimbun de Tokio: “Si alguien desea que le hagan un funeral diferente de los demás, por razonable que a él le pueda parecer, es mejor que lo hable con sus familiares para conseguir que acepten su decisión. También es importante que ponga por escrito sus deseos a fin de que los familiares dolientes puedan responder a las críticas”.

Y es más importante aún hacerlo cuando se tienen creencias religiosas arraigadas que son contrarias a las costumbres locales. Por ejemplo, un cristiano japonés quizás tema que en su funeral sus parientes no cristianos se inclinen en señal de reverencia ante su ataúd o fotografía como lo harían ante un altar budista. En ese caso, podría estipular de antemano por escrito que cuando todos se hayan despedido de él en casa, desea que su cuerpo sea incinerado y que luego se celebre un funeral sencillo sin estar él de cuerpo presente y sin que haya ninguna fotografía suya. Para evitar problemas, debería informarles de antemano a los parientes sobre estos detalles.

Los que negocian con la muerte

Hasta hace unos cien años la mayoría de la gente moría en casa, rodeada de amigos y familiares. A los niños no se les excluía; ellos también podían estar junto al lecho de muerte y así se daban cuenta de lo que era la muerte. Pero en los países industriales y adelantados del mundo, todo eso ha cambiado. Muchos moribundos son llevados rápidamente a un hospital, donde se hace todo lo posible por prolongar su vida. “En lugar de interpretar la muerte como algo natural, los médicos modernos han llegado a verla como algo malo o ajeno, un fracaso de toda su actividad terapéutica, a veces casi como un fracaso personal —dice The New Encyclopædia Britannica⁠—. Luchan contra la enfermedad con todas las armas posibles, a menudo sin la suficiente consideración por la persona enferma, y a veces sin siquiera considerar si a lo que queda de ella puede llamársele ‘persona’.”

En Estados Unidos, un funeral de término medio cuesta actualmente más de tres mil dólares, cantidad que no cubre la sepultura en sí. Cuando se trata con un empresario de pompas fúnebres compasivo existe la tendencia de olvidar que él hace ese trabajo para ganar dinero. “El motivo lucrativo está muy vivo en la industria funeraria —dice la revista Changing Times—. Y, como en cualquier ámbito comercial, el comprador se arriesga a que un vendedor poco ético le presione para comprar, le engatuse, le cobre demasiado o le estafe en el cambio. De hecho, [en este campo] el riesgo es mayor porque la mayoría de las personas que compran sus servicios por primera vez, están desconsoladas y deben actuar deprisa.”

No obstante, existen otras opciones. Una es que la persona aparte dinero para su propio funeral. Esto puede hacerse por medio de abrir una cuenta de ahorros especial en un banco y dejarla en fideicomiso a un superviviente. Según las leyes bancarias estadounidenses, el dinero de semejante cuenta (denominada fideicomiso de cuenta de ahorro) puede ser retirado por el beneficiario tras identificarse y presentar prueba de la muerte de la persona. Pero mientras esta viva, los fondos siguen estando bajo su control. Otra opción son las pólizas de seguros de vida de alguna compañía estable y de buena reputación. Los casados deben asegurarse de que su cónyuge esté informado de todo, especialmente de la cuestión monetaria. También es muy provechoso hacer testamento, pues no es probable que los dos cónyuges mueran al mismo tiempo. En la mayoría de los casos la mujer sobrevive al marido y, por desconocer estos detalles, su situación se hace más angustiosa. Además, como la muerte puede sobrevenir inesperadamente, no debería posponerse la consideración de estos asuntos con la familia.

Cómo sobrellevar el pesar

La pérdida de un ser querido es un gran golpe. Hasta que no se consigue aceptar la realidad de la muerte, se siente la continua necesidad de llorar y lamentarse. La duración de ese proceso de duelo varía de una persona a otra. Algunas personas pueden aceptar su pérdida bastante pronto, mientras que a otras les puede costar un año o más. Hay quienes no lo superan nunca. ¿Qué se puede hacer para afrontar la muerte de un ser querido?

Algo muy importante es no aislarse socialmente. Para superar el dolor es esencial reincorporarse a la actividad diaria y mantenerse en contacto con los amigos y parientes, sea por teléfono o personalmente. Aunque a veces se sienta la necesidad de estar solo, no debería convertirse en un hábito. El que se comunica con otros ayuda a que otros se comuniquen con él.

Un hombre que en menos de tres años sufrió la pérdida de cinco familiares próximos, entre ellos su madre y su amada esposa de cuarenta y un años, que libró una prolongada batalla contra el cáncer, dio el siguiente buen consejo: “Desde luego, he sufrido mucho. A veces hasta he llorado. Pero hay que ver la vida de manera realista. Hay que aceptar la vida como es, no como uno quisiera que fuera. Hay que adaptarse a la adversidad y aceptar la muerte, en lugar de lamentarse continuamente”.

Es importante dar apoyo y ánimo a los que están de duelo. Lamentablemente, la mayoría de las personas nos vemos incapaces de hacerlo y no sabemos qué decir. Hasta puede que nos sintamos incómodos ante algunas manifestaciones de dolor. Debido a ello, existe la tendencia de evitar el contacto con la persona que está de duelo... precisamente cuando más nos necesita. Ha habido quienes incluso han cruzado la calle y han seguido caminando por el otro lado tan solo para no tener que hablar con un doliente. Una viuda dijo: “Me dejaron sola con mi dolor. Necesitaba desesperadamente hablar con alguien, pero nadie me escuchaba”.

Otros que sí se apresuran a dar apoyo cuando a alguien se le muere un ser querido, a menudo dejan de ayudar con la misma rapidez. “Tras una muerte, pueden pasar semanas o meses antes de que el doliente consiga superar la sacudida inicial. Durante ese período es cuando más apoyo se necesita y cuando menos disponible está”, dice la profesora de psicología Patricia Minnes. Y es un error concluir que quien no exterioriza un intenso sentimiento de angustia es una persona fría y poco cariñosa, que no acepta la realidad de la pérdida o que ya la ha superado. Algunas personas tienen más fortaleza interior que otras para sobrellevar su pesar, pero eso no quiere decir que no necesiten consuelo y apoyo.

¡Qué hermoso es, por tanto, que los amigos del doliente den pasos para ayudar a este a atender sus asuntos y conseguir los documentos necesarios! ¡Qué confortador es poder contar con alguien que tenga la mente despejada y nos ofrezca una mano firme y sustentadora a la hora de cumplimentar los trámites para el funeral! ¡Cuánto se agradece que alguien cuide de los niños y atienda a los parientes y amigos que vengan de fuera! ¡Qué detalle tan hermoso cuando amigos y vecinos llevan comida a los dolientes día tras día y se ofrecen para desempeñar diferentes quehaceres o llevarlos a donde quieran ir! ¡Qué maravilloso es tener a alguien con quien compartir lo que se siente! ¡Qué reconfortante es oír palabras de consuelo y sentir el contacto de una mano amiga! ¡Qué agradable es cuando, aun meses más tarde, alguien pregunta a los dolientes cómo están y les dice algo cariñoso!

No obstante, lo que más ayuda es tener una esperanza para el futuro. ¿Existe semejante esperanza?

[Comentario en la página 5]

“Hay que aceptar la vida como es, no como uno quisiera que fuera”

[Fotografía en la página 8]

Dé apoyo y ánimo a los dolientes

[Recuadro/Fotografía en la página 7]

¿Qué diremos a los niños?

Dígales la verdad, al grado que puedan entenderla. Hable de la muerte tal y como es, evitando términos ambiguos. Si usted dice que “el abuelito se ha ido” o que “hemos perdido al abuelito”, el niño puede esperar que el abuelito regrese o que se lo “encuentre”. Ayude al niño a entender la realidad de la muerte y responda a sus preguntas con la Biblia. Para que el niño capte qué es la muerte se puede recurrir a ejemplos de la naturaleza. Explíquele que todos los animales mueren. Sea paciente y corrija cualquier concepto equivocado que el niño pudiera haber obtenido de películas o de la televisión. Ocultar por completo la realidad de la muerte a los niños puede producir en ellos un sentimiento de ira o de temor a lo desconocido.

Un niñito podría sentirse responsable de la muerte de alguien, en especial si había estado enfadado con esa persona. Para evitar cualquier sentimiento de culpabilidad por parte del niño, ayúdele a entender que él no tiene la culpa de que la persona haya muerto.

Los niños que han perdido a uno de sus padres experimentan un gran temor de quedar abandonados. Haga todo lo posible por calmarlos y dígales que recibirán cariño y atención. A veces la reacción de los niños ante la muerte es de ira. Si se les dice que Dios se llevó a su padre o a su madre, podrían llegar a odiar a Dios. Por eso, el que conozcan la verdad de la Biblia es una ayuda en estas situaciones. Tranquilice a los niños y déles amor y apoyo.

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