El steenbok que se escapó
Por el corresponsal de ¡Despertad! en África del Sur
EL STEENBOK es un pequeño antílope africano que, por instinto, da un magnífico ejemplo de higiene. “Una característica del steenbok —explica el profesor John Skinner en el libro South African Animals in the Wild (Animales salvajes de África del Sur)— es que antes de defecar u orinar, limpia un lugar con las pezuñas delanteras y, cuando ha terminado, cubre cuidadosamente sus evacuaciones echando tierra encima.” Sí, esta pequeña criatura va más allá de la ley que se dio a los soldados israelitas. (Deuteronomio 5:1; 23:13, 14.) Hasta cubre de tierra su orina.
Los exigentes hábitos del steenbok al evacuar están acordes con su grácil apariencia. “Para mí, el steenbuck [steenbok] siempre ha sido uno de los antílopes africanos más lindos y encantadores”, escribió Laurens van der Post. En su libro The Heart of the Hunter (El alma del cazador), van der Post describe cómo trató de cazar un steenbok para un grupo de bosquimanos hambrientos en el desierto africano de Kalahari. “Tenía sus delicadas orejas —escribió el explorador— dirigidas hacia mí. Sus enormes ojos purpúreos abiertos de par en par no reflejaban ningún tipo de miedo, y su brillo solo indicaba la extrañeza que sentía de ver algo tan insólito en esta remota región. [...] Disparé sin dilación, antes de que se asustara o de que la contemplación de un ser tan manso me desarmase. Jamás hubiera pensado que podía fallar estando tan cerca. Pero fallé. El disparo solo hizo que el pequeño antílope sacudiera con fuerza su delicada cabeza para librar sus oídos del zumbido producido por la detonación de mi potente escopeta.”
Tras varios disparos más, el animalillo decidió que la compañía humana era peligrosa y huyó. Aunque privados de una comida que les hacía mucha falta, los hambrientos compañeros bosquimanos de van der Post se sentían satisfechos. ¿Por qué? Los bosquimanos admiran el comportamiento del steenbok, y aquel ejemplar actuó como esperaban. “En el transcurso de aquel día largo y caluroso —añade van der Post— seguí viendo en mi mente a aquel pequeño antílope, tan manso e impasible a pesar de las continuas detonaciones de mi escopeta.”