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  • Se avecina la recuperación de la Tierra

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  • Se avecina la recuperación de la Tierra
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¡Despertad! 1993
g93 22/1 págs. 9-11

Se avecina la recuperación de la Tierra

STEPHEN M. WOLF, presidente y director ejecutivo de la compañía United Airlines, escribió lo siguiente en un artículo de fondo: “Seamos o no conservacionistas, no puede negarse que el espectro que se cierne sobre la fauna en peligro de extinción y sobre los espacios naturales es un mal presagio para toda la Tierra, y al final supone una amenaza para todas las especies, incluida la humana. Como alguien dijo: ‘El hombre no tejió la trama de la vida; él es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo’”. Y tenía razón.

También dijo en el mismo artículo: “Nosotros somos la causa, y nosotros somos la única solución”. En esta afirmación tenía razón solo a medias. Nosotros somos la causa, cierto; pero no somos la solución. No estamos dando ninguna señal de serlo. Ha habido progreso, pero en comparación con el daño que se sigue haciendo a toda la Tierra, es ínfimo.

El año pasado, Al Gore escribió el libro Earth in the Balance—Ecology and the Human Spirit (La Tierra en la balanza. La ecología y el espíritu humano), en el que advertía de la creciente crisis ambiental por la que atraviesa el mundo entero. En él hizo esta significativa declaración: “Cuanto más profundizo para buscar las raíces de la crisis ambiental del mundo, más me convenzo de que se trata de la manifestación externa de una crisis interna, es decir, a falta de una palabra mejor, espiritual”.

Se trata efectivamente de una crisis de naturaleza espiritual. Denota una degeneración del espíritu humano. Manifiesta una actitud de sacrificar la belleza natural de la Tierra y sus recursos, la vida de miles de especies de plantas y animales, y hasta la salud y la vida de seres humanos. Además, indica una total indiferencia hacia los hijos y los nietos que tendrán que vivir en esta Tierra tan deteriorada que se les deja en herencia. También indica indiferencia, insensibilidad y desagradecimiento hacia Aquel que creó la Tierra y la diseñó como hogar para la humanidad.

Isaías 45:18 identifica a Jehová como “el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada”. En el principio puso al hombre en la Tierra para que la cuidara: “Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. (Génesis 2:15.) Pero aunque Adán fue creado perfecto, optó por abandonar la perfección a fin de obrar a su antojo. Abandonó su responsabilidad de ‘cuidar la Tierra’.

Esa indiferencia ha continuado hasta nuestros días, y ha llegado al grado de que nos encontramos en una situación verdaderamente crítica. “El Dios verdadero hizo a la humanidad recta, pero ellos mismos han buscado muchos planes.” (Eclesiastés 7:29.) “Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de él; el defecto es de ellos mismos. ¡Generación torcida y aviesa!” (Deuteronomio 32:5.) De todas formas, la Tierra seguirá estando habitada, pero no por una generación torcida y aviesa. El salmista dijo que, al debido tiempo de Dios, únicamente ‘los justos poseerán la tierra’. (Salmo 37:29.)

El interés de Jehová en la Tierra

Cuando Jehová terminó la creación terrestre, vio “todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. Él quería que las cosas continuaran de aquella forma. Había plantado en Edén un hermoso jardín, en el que colocó a Adán para que lo cuidara. La vegetación que allí crecía no era únicamente para beneficio del hombre. Dios dijo: “A toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura voladora de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma he dado toda la vegetación verde para alimento”. (Génesis 1:30, 31.)

La Ley mosaica que más tarde se dio a Israel hizo provisión para que se cuidara de la tierra. Cada séptimo año tenía que ser “un sábado de descanso completo para la tierra”. No se debía cosechar lo que creciera por sí solo durante ese tiempo, sino que debía dejarse a los pobres y también a su animal doméstico y a la bestia salvaje que estaba en su tierra. (Levítico 25:4-7.)

El interés de Jehová en la conservación de las especies quedó patente cuando mandó que se introdujeran en el arca diferentes parejas de animales con ocasión del Diluvio del día de Noé. Ese interés también se hizo manifiesto en el pacto de la Ley. Por ejemplo, no se debía poner bozal al toro que trillaba el grano, pues tenía derecho a comer algo de él. No se debía uncir juntos a un toro y un asno para arar, pues sería injusto para el animal más pequeño, el más débil. Si la bestia de carga de otra persona estaba en apuros, había que ayudarla, aunque su dueño fuese un enemigo y aunque supusiera trabajar un poco en día de sábado. (Éxodo 23:4, 5; Deuteronomio 22:1, 2, 10; 25:4; Lucas 14:5.) Se podían tomar del nido los huevos o los polluelos, pero no a la madre; a ella había que dejarla con vida para que la especie continuara. Y Jesús dijo que aunque el gorrión no tiene mucho valor, ‘ni uno de ellos cae al suelo sin que Dios lo sepa’. (Mateo 10:29; Deuteronomio 22:6, 7.)

El salmista inspirado escribió: “A Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. (Salmo 115:16.) Y en Mateo 5:5 se registran estas palabras de Jesús: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra”. ¿Cree usted que esta herencia que Jehová otorgará será una Tierra contaminada? Si usted tuviese una casa hermosa que pensara dejar en herencia a sus hijos, ¿permitiría que la habitasen inquilinos que estropearan la casa y los terrenos circundantes? ¿No optaría, más bien, por echarlos y efectuar las reparaciones necesarias antes de dejársela a sus hijos?

Eso es lo que Jehová hizo antes de introducir a los israelitas en la tierra que les había prometido. Los cananeos habían contaminado aquella región con su crasa inmoralidad, y por esa razón Jehová los expulsó de allí. Él también avisó a los israelitas de que si contaminaban la tierra como habían hecho los cananeos, serían desahuciados como ellos. Dicha advertencia se registra en Levítico 18:24-28:

“No se hagan inmundos por medio de ninguna de estas cosas [incesto, sodomía, bestialidad, culpa de sangre], porque por medio de todas estas cosas se han hecho inmundas las naciones que voy a enviar de delante de ustedes. En consecuencia la tierra está inmunda, y traeré sobre ella castigo por su error, y la tierra vomitará a sus habitantes. Y ustedes mismos tienen que guardar mis estatutos y mis decisiones judiciales, y no deben hacer ninguna de todas estas cosas detestables, sea un natural o un residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes. Porque todas estas cosas detestables las han hecho los hombres de la tierra que fueron antes de ustedes, de modo que la tierra está inmunda. Entonces la tierra no los vomitará a ustedes por contaminarla de la misma manera como ciertamente vomitará a las naciones que fueron antes de ustedes.”

Sin embargo, Israel acabó contaminando la tierra y cometiendo las mismas inmoralidades repulsivas que los cananeos. De modo que Jehová, fiel a su palabra, desahució a Israel haciendo que los babilonios se los llevaran cautivos a Babilonia. Mucho antes de que eso sucediera, Jehová les advirtió mediante el profeta Isaías: “¡Mira! Jehová vacía la tierra y la deja asolada, y ha torcido la faz de ella y ha esparcido a sus habitantes. Y la mismísima tierra ha sido contaminada bajo sus habitantes, porque han pasado por alto las leyes, han cambiado la disposición reglamentaria, han quebrantado el pacto de duración indefinida. Por eso la maldición misma se ha comido la tierra, y a los que la habitan se les considera culpables. Por eso los habitantes de la tierra han decrecido en número, y muy pocos hombres mortales han quedado”. (Isaías 24:1, 5, 6.)

Ruina para los que arruinan la Tierra

Hoy día nos encontramos en una situación parecida. Libros, revistas, periódicos, televisión, vídeos y demás medios de comunicación por lo general reflejan una sociedad depravada sexualmente, de violencia brutal y políticamente corrupta. En las naciones acaudaladas hay empresas comerciales codiciosas e inmorales que contaminan el medio ambiente, y hasta envían productos prohibidos en su propia nación por ser peligrosos para la salud a países en vías de desarrollo en los que no se aplican tales medidas de seguridad. Sin embargo, a los cristianos se les advierte que eviten tal proceder:

“Esto, por lo tanto, digo, y de ello doy testimonio en el Señor: que ya no sigan ustedes andando tal como las naciones también andan en la inutilidad de su mente, mientras mentalmente se hallan en oscuridad, y alejadas de la vida que pertenece a Dios, a causa de la ignorancia que hay en ellas, a causa de la insensibilidad de su corazón. Habiendo llegado a estar más allá de todo sentido moral, se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avidez.” (Efesios 4:17-19; 2 Timoteo 3:1-5.)

Tanto el espíritu humano como el medio ambiente están contaminados. Aunque la Tierra tiene sus propios mecanismos de control y equilibrio para todo, cuando el hombre cayó en el pecado, su conciencia —o mecanismo de control inherente— se corrompió, y el hombre empezó a contaminar la Tierra. A estas alturas, el único que puede regular al hombre y rescatar la Tierra es Dios. Y tenemos la seguridad de que lo hará, pues en Revelación 11:18 Jehová Dios promete “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”.

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