Trabajar mucho. Cuándo es una virtud
POR todo el sudeste asiático, muchas jovencitas que son empleadas de hogar dejan a un lado su trabajo en la cocina y se sientan frente al televisor para seguir absortas la telenovela japonesa Oshin. Se trata de una mujer que logra triunfar después de muchos años de trabajo arduo y dificultades. Con lágrimas en los ojos, las muchachas se identifican con Oshin, la protagonista. Los episodios parecen ser justo lo que necesitan para poder enfrentarse a otro día de duro trabajo.
Desde luego, cuando las personas trabajan como esclavas un día tras otro hasta el punto de poner en peligro su salud y su vida, han de tener razones para hacerlo. ¿Por qué lo hacen? En el caso de las empleadas de hogar asiáticas, el deseo de mejorar su nivel de vida es sin duda un incentivo común y poderoso para trabajar mucho. Sin embargo, parece ser que no todo se reduce a ganar dinero.
“La retribución económica es un incentivo deseado, pero de importancia un tanto secundaria”, escribe Stephen D. Cohen respecto a la ética laboral japonesa. ¿Qué es, entonces, lo que motiva a los japoneses a trabajar tanto? “El éxito de la campaña de ventas de una empresa en relación con la competencia es fuente de inmenso orgullo y satisfacción personal. El duro trabajo que contribuye a este fin es, de por sí, la recompensa”, explica Cohen. La lealtad a la empresa se convierte en una razón para que los empleados trabajen mucho, y el trabajo se convierte en la única manera que tienen de expresar su valía. Un factor que tampoco hay que pasar por alto es el vivo deseo de ascender en la escala empresarial. La posibilidad de llegar algún día a la cima sigue siendo un incentivo para trabajar mucho.
¿Son buenas razones para poner en peligro la salud?
¿Son estas buenas razones para poner en peligro la salud y la vida? Respecto a la persona que trabaja mucho para conseguir riquezas materiales, la Biblia dice que “sus ojos mismos no están satisfechos con riquezas”. Con el tiempo tal persona puede llegar a preguntarse: “[¿]Para quién estoy trabajando duro y haciendo que mi alma carezca de cosas buenas?”. (Eclesiastés 4:8.) Los que se afanan por hacerse ricos no parecen saber cuándo ni dónde detenerse. Se entrampan en un círculo vicioso de trabajo, trabajo y más trabajo. La Biblia da un consejo muy sencillo: “No te afanes por obtener riquezas”. (Proverbios 23:4.)
¿Qué puede decirse de la lealtad a la empresa? Aunque pudiera ser una virtud, tienen que tomarse en consideración los posibles efectos de trabajar en exceso. “Si alguien se está extenuando —dijo un ejecutivo de alto rango de cierta empresa estadounidense—, ya no lo quiero como empleado.” La esposa de un “guerrero corporativo” escribió a un periódico después que su esposo murió por exceso de trabajo antes de cumplir 40 años: “¿Qué clase de consuelo se supone que encontremos cuando nos dicen: ‘Sentimos la pérdida de una persona tan valiosa’? Una vez muertos, a estos mártires corporativos se les trata como si fueran meros ‘desechos’”.
Aunque se pueda evitar la extenuación laboral o la muerte por exceso de trabajo, ¿qué sucede al llegar a la edad de jubilación? “No importa cuánto hayan trabajado por la empresa —dice Motoyo Yamane, locutor japonés—, se les hace ver que esta ya no los necesita y que ya no son útiles.” Para la fría empresa, los empleados que trabajan mucho solo son piezas del mecanismo empresarial que hay que reemplazar cuando se gastan. No es de extrañar que muchos japoneses estén perdiendo la fe en sus empresas. Empiezan a darse cuenta de que su dedicación es un amor no correspondido.
¿Qué puede decirse de ascender en la escala empresarial? Los que han alcanzado el peldaño de mandos intermedios pronto se dan cuenta de que no todos conseguirán llegar a la cima. Entonces, ¿qué? Al no tener ya perspectivas de ascenso, empiezan a cambiar constantemente de trabajo. ¡Vaya lealtad y virtud!
Enfoque equilibrado
Hemos visto que trabajar mucho por amor al dinero, lealtad a la empresa o un espíritu de competencia acaba por frustrar y decepcionar a la persona; no obstante, la Biblia no quita importancia al valor del trabajo duro. “Que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios.” (Eclesiastés 3:13.) La Biblia recomienda disfrutar del fruto del trabajo arduo que uno mismo realiza. Esto nos da una idea de cuál puede ser el enfoque adecuado de trabajar mucho.
El Ministerio de Sanidad y Seguridad Social de Japón aconsejó recientemente a los trabajadores que “se olvidasen del trabajo después de la jornada laboral (y procuraran) cenar con su familia”. Algunos hombres de negocios por lo visto aprecian la sabiduría de este consejo. Por ejemplo, el presidente de una empresa biotecnológica en expansión declaró: “Quiero que todos nuestros empleados atiendan bien a sus respectivas familias por encima de todo. Su trabajo en nuestra compañía no es más que un medio para conseguir un fin”.
En efecto, una buena relación de familia es sin duda un objetivo por el que vale la pena trabajar arduamente. Pero si el afectuoso ambiente familiar corre peligro o la salud sufre por causa del trabajo, ya no se está viendo el bien por todo el duro trabajo.
Por otra parte, en la sociedad japonesa, donde impera el régimen de antigüedad en la empresa, algunos han adquirido la actitud de “ni faltar ni llegar tarde ni trabajar”. Fingen ser diligentes quedándose hasta tarde en el trabajo, pero solo esperan a que el supervisor se vaya a casa. Kenji, vendedor de una empresa de decoración de interiores de Hiroshima, pensaba así. Solía perder el tiempo durante las horas de trabajo y hasta se iba a una cafetería o a un salón recreativo.
¿Produce felicidad esta actitud? “La mano floja llegará a usarse para trabajo forzado”, dice un proverbio bíblico. Hoy día no es probable que a una persona se la castigue literalmente a trabajos forzados por su pereza. No obstante, podría hacérsele muy pesado el trabajo, como si fuera trabajo forzado. Por otro lado, el mismo proverbio señala el beneficio de la diligencia: “La mano de los diligentes es la que gobernará”. (Proverbios 12:24.) Aunque usted no llegue a dirigir un país ni una empresa, por lo menos será respetado por su familia y será dueño de sí mismo. Además, se ganará la confianza de su patrono y tendrá una conciencia limpia.
Kenji comprobó que esto es así. Decidió estudiar la Biblia, y su vida cambió por completo. “Al aplicar el principio de la honradez en el trabajo —dice él—, empecé a trabajar concienzudamente fuera que el jefe estuviera presente o no. Eso contribuyó a que me ganase su confianza.”
Cuando trabajar mucho se convierte en una virtud
Lo cierto es que para que el trabajo sea significativo, tiene que beneficiar a otros. “Trabajo satisfaciente —definió un escritor especializado en estos temas— es el que aporta ventaja, bienestar o placer a la vida de mucha gente.” Dicho trabajo produce gran satisfacción al que lo efectúa. Es como dijo Jesucristo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.)
Aunque trabajar para el bien de otros es loable, todavía hay otro elemento clave para hallar satisfacción en el trabajo y en la vida. Tras haber disfrutado de todos los lujos y las riquezas que la vida puede ofrecer, el rey Salomón llegó a esta importante conclusión: “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre”. (Eclesiastés 12:13.)
Es obvio que tenemos que tomar en cuenta la voluntad de Dios en todo lo que emprendemos. ¿Trabajamos en armonía con su voluntad, o en contra de ella? ¿Tratamos de agradarle a él, o solo de complacernos a nosotros mismos? Si no hacemos la voluntad de Dios, no somos más que unos materialistas o hedonistas, y a la larga sufriremos el dolor de sentirnos solos, vacíos y desesperados.
De modo que recuerde que servir a nuestro Creador, Jehová Dios, —haciendo trabajo que le agrade— nunca nos dejará insatisfechos. El propio Jehová trabaja mucho, y nos invita a unirnos a él y llegar a ser sus “colaboradores”. (1 Corintios 3:9; Juan 5:17.) Pero ¿de verdad produce auténtica felicidad ese tipo de trabajo duro?
En cierta ocasión, el director gerente de una imprenta visitó la que tiene la Watch Tower en Japón para estudiar su distribución. Las máquinas no fueron lo único que le llamó la atención. Vio a jóvenes que disfrutaban de su trabajo, y le sorprendió oír que todos son voluntarios y que muchísimos más ansían unirse a ellos y ya lo han solicitado. ¿Qué era lo que le sorprendía? “Cuando contratamos a diez personas para nuestra empresa —explicó—, tenemos que darnos por satisfechos si cuatro de ellas todavía permanecen con nosotros al cabo de un año. Aquí en la Watchtower tienen un tesoro con estos jóvenes.”
¿A qué se debe que estos jóvenes sean tan felices y tan buenos trabajadores? Como voluntarios, obviamente no trabajan por dinero. Entonces, ¿qué los impulsa? Su dedicación y gratitud a Jehová, su Creador, y el amor que le tienen al prójimo. La actitud que manifiestan indica que no trabajan “como quienes procuran agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo, haciendo de toda alma la voluntad de Dios”. (Efesios 6:6.)
Todo esto no es más que una vista anticipada de lo que ha de venir. Los que ahora trabajan mucho en el servicio a Jehová pueden esperar con ilusión el día, en un futuro próximo, en que él restablecerá el Paraíso y en toda la Tierra habrá un sinfín de trabajos útiles. Isaías, un profeta de Dios de la antigüedad, predijo lo siguiente respecto a cómo será la vida entonces: “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. [...] La obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal”. (Isaías 65:21, 22.)
¡Qué satisfacción producirá entonces el trabajo! Infórmese de cuál es la voluntad de Dios para usted y trabaje en armonía con dicha voluntad, para que pueda ser uno de los que gozan de la bendición de Jehová y siempre “vea el bien por todo su duro trabajo”. (Eclesiastés 3:13.)
[Fotografía en la página 9]
Su trabajo no debería poner en peligro las relaciones familiares
[Ilustración en la página 10]
En un futuro próximo todos disfrutarán de trabajar para convertir la Tierra en un paraíso
[Recuadro en la página 9]
El enfoque equilibrado del trabajo salva un matrimonio
Hasta hace unos años, el trabajo era el único pasatiempo de Yasuo, que reside en Hokkaido (Japón). Tenía un puesto de mando intermedio, y estaba obsesionado con aumentar las ventas. Un día tras otro trabajaba hasta las once de la noche y nunca tomaba vacaciones. Pero llegó un momento en que, según recuerda, ‘se dio cuenta de que, prescindiendo de lo mucho que se esforzara, no estaba derivando satisfacción de su trabajo’. El estado físico de Yasuo empezó a empeorar. Al hablar con su esposa, se dio cuenta de que había algo más importante que el trabajo: la familia. Cambió su estilo de vida y se unió a su esposa en el estudio de la Biblia. Actualmente es un hombre amado y respetado, cabeza de una familia feliz.