¿Qué le ha ocurrido a la moralidad?
FUNCIONARIOS del gobierno, candidatos políticos, líderes religiosos... Esperaríamos que personas de este calibre fueran modelos de conducta. Sin embargo, recientemente personas que ocupan puestos como estos han sido los protagonistas principales de escándalos sorprendentes. Su mala conducta ha recorrido toda la gama de vicios, desde el adulterio y la mentira descarada hasta el escándalo económico y la malversación.
El libro The Death of Ethics in America (La muerte de la ética en América) lamenta: “Mientras la nación ha estado preocupada por una enfermedad mortal [...], el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, otro tipo de sida [el síndrome de integrodeficiencia adquirida] parece haberse convertido en una epidemia. Sin embargo, no ha provocado las mismas demandas urgentes de una cura”. (Las cursivas son nuestras.) La revista Time menciona que Estados Unidos “se revuelca en un sumidero moral”.
El sumidero moral no se limita a Estados Unidos. En los últimos tiempos China, Alemania, Grecia, Francia, Italia, India, Indonesia, Israel y Japón también se han visto conmocionados por escándalos que afectan a personas importantes. Y no nos debe sorprender, pues la conducta inmoral de los líderes de la sociedad es un mero reflejo de la del público en general. El primer ministro de Tailandia dijo que la corrupción de su país era “cancerosa”. Añadió que toda la sociedad sufre una enfermedad enraizada en la avaricia y la distorsión de los valores sociales.
Las personas se preguntan con todo derecho: “¿Cuáles son las causas de que la moralidad vaya a la deriva? Más importante aún, ¿qué rumbo sigue?”.
Cuando “robar no es robar”
En Columbus (Ohio, E.U.A.), la puerta trasera de un camión blindado se abrió de súbito y dos sacas llenas de dinero cayeron al suelo. Mientras unos dos millones de dólares volaban al viento y tapizaban la autopista, docenas de conductores se precipitaban desde sus automóviles para llenarse de billetes los bolsillos y carteras. Algunos conductores llamaron a otros por radio de banda ciudadana para que se unieran al saqueo.
Las peticiones oficiales y la promesa de dar un 10% de recompensa a quien devolviera el dinero se pasaron por alto casi totalmente. La mayoría optó por “el que lo encuentra se lo queda”. Solo se consiguió recuperar una parte del dinero. Un hombre llegó a justificar el robo diciendo que el dinero era “un regalo de Dios”. Este incidente no es un caso aislado. Los transeúntes han demostrado una avaricia similar cuando ha caído dinero de vehículos blindados en San Francisco (California, E.U.A.) y Toronto (Canadá).
El hecho de que personas que normalmente son honradas y rectas se rebajen a robar con tanta facilidad tiene implicaciones preocupantes. Como mínimo, indica lo distorsionados que están los conceptos populares de moralidad. Thomas Pogge, profesor adjunto de Filosofía de la Universidad de Columbia, de Nueva York, sostiene que aunque la mayoría de la gente considera que robar a una institución es tan inmoral como robarle a una persona, en cierto modo piensa que es mucho menos censurable.
Las costumbres sexuales van a la deriva
También se observa una concepción distorsionada de la moralidad en el campo de la actividad sexual. Una encuesta reciente mostraba que las personas son extremadamente tolerantes con los candidatos políticos adúlteros. Un escritor sugiere que tales votantes quizás se resistan a condenar el adulterio debido a que “están demasiado ocupados con el suyo”.
De hecho, las estadísticas recientes revelan que el 31% de todas las personas casadas de Estados Unidos ha tenido o tiene en la actualidad una aventura extramarital. La mayoría de los americanos, el 62%, “cree que no hay nada moralmente malo en hacerlo”. Las opiniones respecto al sexo premarital son igualmente permisivas. Una entrevista efectuada en 1969 mostraba que el 68% del público de Estados Unidos desaprobaba entonces el sexo premarital. Hoy lo desaprueba solo el 36%. En la década de los sesenta, aproximadamente la mitad de las mujeres entrevistadas eran vírgenes el día de su boda. Hoy tan solo lo son el 20%.
¿Qué es ético?
La falta de guía moral queda clara también en el sector de los negocios. Hace dos décadas, solo el 39% de los estudiantes de primer año entrevistados pensaban que “el éxito económico era importante o esencial”. En 1989 la cifra casi se había doblado. Queda claro, entonces, que el dinero ha llegado a dominar la mente de muchos jóvenes, con consecuencias morales alarmantes.
Cuando se entrevistó a 1.093 estudiantes de escuela secundaria, el 59% dijo que estaría dispuesto a negociar un acuerdo ilegal por valor de 10 millones de dólares, incluso a riesgo de pasar seis meses en libertad condicional. Además, el 67% declaró que inflaría una cuenta de gastos de negocios; el 66% reconoció que mentiría para conseguir un objetivo comercial. A pesar de todo, los jóvenes simplemente responden a la tendencia ética fijada por sus mayores. Cuando se preguntó a 671 directores comerciales cuál era su opinión sobre la ética en los negocios, casi la cuarta parte afirmó que la ética puede impedir el éxito en una carrera. Más de la mitad admitió haberse saltado las normas para su propio beneficio.
Con el propósito de controlar esta perturbadora tendencia, algunas facultades ofrecen cursos de ética. Pero muchas personas son escépticas en cuanto a la eficacia de tales esfuerzos. “Simplemente, no sé cómo pueden ayudar unas clases de ética —declaró un eminente hombre de negocios canadiense—. Los estudiantes con valores sanos no aprenderán nada nuevo, y los que carecen de honradez puede que solo empleen lo que aprendan para encontrar nuevos modos de ver los actos inmorales que a pesar de todo van a cometer.”
Con esta misma idea, muchos negocios han establecido códigos oficiales de ética. Sin embargo, los expertos afirman que tales códigos son simples escaparates y que rara vez se les presta alguna atención, salvo en casos de escándalos perjudiciales. Resulta irónico que una encuesta reciente revelara que las firmas con códigos de ética escritos se vieran más afectadas por la conducta poco ética que las que no los tenían.
Es evidente que en toda actividad humana la moral va a la deriva, y nadie parece saber qué rumbo sigue. Un ejecutivo dice: “Las marcas que diferenciaban lo malo de lo bueno ya no existen. Han sido destruidas poco a poco”. ¿Por qué se han desvanecido esos límites morales? ¿Qué los está reemplazando? Estas preguntas se analizarán en los artículos siguientes.