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¡Despertad! 1994
g94 22/7 págs. 3-6

La pérdida de los modales

Hay millones de personas que todavía manifiestan buenos modales, pero también hay millones que los pisotean.

A FINALES del siglo pasado las normas de etiqueta empezaron con mal pie, según The New Encyclopædia Britannica: “A finales del siglo XIX y principios del XX, los miembros de las altas capas de la sociedad consideraban que la observancia de las exigencias de etiqueta más triviales era al mismo tiempo una diversión y, para las mujeres, una ocupación. Se inventaron rituales cada vez más elaborados a fin de crear un sentido de exclusividad para los neófitos y de mantener alejados a los indignos, que los desconocían”.

¡Qué diferente es esto de lo que deben ser los buenos modales! Amy Vanderbilt, respetada autoridad en este tema, escribe lo siguiente en su obra Nuevo libro completo de etiqueta (traducción de M. Luz Perea): “Las mejores reglas a seguir, en este asunto [de las buenas maneras], se encuentran en el 1Co capítulo 13 de la primera Epístola a los Corintios, en la hermosa disertación de San Pablo sobre la caridad. Estas reglas no tienen nada que ver con el refinado rasgo característico de la ropa ni con maneras puramente insustanciales y aparentes; [tienen], sin embargo, mucho que ver con los sentimientos y actitudes, bondades y consideraciones para los demás”.

Amy Vanderbilt hizo referencia al pasaje bíblico de 1 Corintios 13:4-8, que dice: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla”.

¡Qué raro sería ver esta clase de amor hoy día! Los modales de todo el mundo serían impecables. El lugar donde hay que empezar a enseñar y aprender tales modales es el hogar cristiano. La familia es como una delicada máquina cuyas piezas están en estrecho contacto unas con otras. Para mantenerla funcionando con suavidad, es imprescindible lubricarla bien. Saber ser atento, cortés, agradable y educado es un factor importante para la felicidad en el hogar. Aprender a utilizar las expresiones aceptadas y cotidianas de cortesía y consideración —tales como “gracias”, “por favor”, “perdón” o “lo siento”— contribuirá en buena medida a eliminar fricciones perjudiciales en nuestro trato con los demás. Aunque breves, están cargadas de significado. Todo el mundo puede utilizarlas como es debido. No cuestan nada, pero con ellas conseguimos amigos. Si manifestamos buenos modales a diario en nuestro hogar, no los olvidaremos cuando salgamos del círculo familiar y nos mezclemos con otras personas.

Los buenos modales incluyen ser considerados con los sentimientos ajenos, respetarlos y tratarlos como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. No obstante, muchos reconocen que los modales se están perdiendo. Una escritora dijo: “Nos falta cortesía porque domina el individualismo”. El filósofo Arthur Schopenhauer escribió: “El egoísmo es algo tan horrible que hemos inventado la cortesía para ocultarlo”. Hoy día muchos creen que “cortés” significa “débil”, y que poner a otros en primer lugar denota pusilanimidad. ¿No fue la actitud de yo primero, que empezó a generalizarse en la década de los setenta, lo que nos inició en el actual modo de vivir egoísta? Cierto periódico de una ciudad importante dijo: “El problema ha llegado hasta el punto de que el concepto común de buenos modales ya ha dejado de ser común”.

El rotativo londinense Daily Mail comenta que los niños de tan solo 5 años de edad son cada vez más agresivos, no respetan la propiedad de otros niños ni a los adultos y usan lenguaje obsceno. La mayoría de los maestros entrevistados opinan que la causa fundamental de que la conducta antisocial se haya extendido tanto es que los padres miman a sus hijos. El 86% de los maestros entrevistados en una encuesta atribuye el problema a la “falta de normas y expectativas claras en el hogar”. El 82% culpa a los padres de no poner un buen ejemplo. Los hogares rotos, el divorcio, las parejas estables sin legalizar, ver demasiada televisión, la falta de disciplina y de sanciones: todo ello resulta en la desintegración de la familia.

La directora de una escuela primaria dijo: “Me preocupa la falta de respeto que se observa hoy día en los niños. Parece que no les importa humillar a sus compañeros u ofender a los adultos. [...] Manifiestan su falta de respeto de muchas maneras: con ademanes ofensivos, diciendo obscenidades, negándose a obedecer órdenes sencillas [...], queriendo acaparar el balón [...]. Los niños de algunas familias tienden a respetar a los demás. No tienen que ser los preferidos del profesor [...], pero tratan a otros con respeto. Esperan su turno mientras otros empujan [...]. Se percibe si [a los niños se les ha] inculcado [respeto] o no”.

El director de otra escuela primaria, con muchos años de experiencia, añade: “Cada vez vemos más casos de verdadera maldad. Cuando salen al patio, los niños ya no juegan como antes; deambulan en pandillas. Enseguida identifican a los débiles, los marginados, los que no llevan el calzado deportivo o los pantalones vaqueros que a ellos les gustan. Van tras ellos y se mofan; van con mala intención. Hemos tratado de impedirlo, pero no hemos conseguido mucho”.

“Muchas personas conducen con increíble descortesía —dice el profesor Jonathan Freedman, de la Universidad de Columbia—. Las carreteras casi se han convertido en un campo de batalla.” El Monthly Letter del Royal Bank de Canadá habla de “las incesantes carnicerías que se producen en las carreteras”, y saca en conclusión que “la raíz del problema está en la falta de civismo. Es vergonzoso que no haya cortesía, consideración, autodominio, tolerancia y respeto a los derechos humanos, factores que contribuyen a constituir la civilización”.

The New York Times describe las calles de Nueva York de la siguiente manera: “Automovilistas contra ambulancias”. Cada vez más automovilistas de esa ciudad rehúsan ceder el paso a los vehículos de emergencia —como ambulancias y coches de bomberos—, con lo que aumenta el peligro de que alguien que esté gravemente enfermo o herido muera, porque no se puede llegar a donde está o no es posible trasladarlo a un hospital a tiempo. La capitana Ellen Scibelli, de los Servicios Médicos de Urgencia, explicó el caso de un hombre que conducía por Pelham Parkway, en el barrio del Bronx, y no dejó paso a una ambulancia que iba a atender a una persona víctima de un paro cardíaco. “Quería hacerse el duro y no ceder el paso, pero cuando llegó a su casa, se dio cuenta de la estupidez que había cometido. Su madre había sufrido un ataque cardíaco y la ambulancia intentaba ir en su auxilio.”

The New York Times International informó de una organización inglesa llamada Polite Society (la Sociedad Educada) que se instituyó porque “la gente cada vez se comporta con más brutalidad, y se debe hacer algo”. En una columna de The Evening Standard se publicó la siguiente queja de un periodista de radio y televisión: “Una nación famosa por su civismo se está convirtiendo en un país de groseros”. Cierta compañía de seguros escocesa “llegó a la conclusión de que el 47% de todos los accidentes de carretera pueden achacarse a la descortesía”.

La televisión ha contribuido mucho a la pérdida de los modales, especialmente en el caso de los niños y los adolescentes. La televisión enseña cómo viste la gente, cómo habla, cómo maneja las relaciones humanas, cómo utiliza siempre la violencia para resolver los problemas. Si nosotros y nuestros hijos vemos habitualmente programas superficiales y de ficción, con el tiempo nuestros modales reflejarán el descaro, la falta de respeto y el sarcasmo de sus personajes. Tales programas suelen representar a los padres como personas simplonas, mientras que los hijos son los inteligentes.

El mundo encuentra satisfacción en interrumpir a otros fanfarroneando a voz en cuello y con autoritarismo; se enorgullece de ser dominante y alborotador, de asumir un aire de superioridad, de provocar y desafiar. Tiempo atrás, la comunidad desaprobaba el comportamiento grosero, y quien actuaba así era mal visto. Pero en la sociedad actual se puede ser grosero sin quedar estigmatizado. Y si alguien se queja, puede salir malparado, verbal o hasta físicamente. Algunos jóvenes arman alboroto, dicen palabrotas y hacen ademanes obscenos cuando van en grupo, ofendiendo con su grosería a los que están a su alrededor, y lo hacen deliberadamente para atraer la atención a su rebeldía desafiante y escandalizar a los adultos con su descarado despliegue de grosería. Sin embargo, como alguien dijo, “el débil recurre a la grosería para hacerse el fuerte”.

Son muchas las leyes que los hombres han compilado para controlar la conducta humana, pero no han proporcionado la guía que el hombre necesita. ¿Se requieren más leyes aún? ¿Quizás menos? Se ha dicho que cuanto mejor es una sociedad, menos leyes necesita. ¿Qué hay de una sola ley? Por ejemplo, esta: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos; esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas”. (Mateo 7:12.)

La obediencia de esta ley eliminaría casi la totalidad de los problemas actuales; pero para satisfacer todas las necesidades de la sociedad, habría que añadir una ley más importante: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. (Marcos 12:30.)

La sociedad moderna rechaza estos dos requisitos bíblicos y cualquier otro principio enunciado en la Biblia por considerarlos innecesarios. En Jeremías 8:9, la Biblia dice de tales personas: “Los sabios han quedado avergonzados. [...] Ellos han rechazado la mismísima palabra de Jehová, y ¿qué sabiduría tienen?”. La sociedad tampoco ve ninguna necesidad de que haya unanimidad en cuanto a los valores verdaderos que tradicionalmente han sido reconocidos como esenciales para nuestra guía. Su nueva moralidad es un camino ancho que permite cualquier estilo de vida alternativo que pueda escoger cada individuo: el camino ancho que Jesús dijo que conducía a la destrucción, y muchos son los que van por él. (Mateo 7:13, 14.)

El ejemplo perfecto

Jesucristo, “que está en la posición del seno para con el Padre”, es un ejemplo sobresaliente que merece ser imitado. (Juan 1:18.) Trataba a los demás con ternura y compasión, pero, al mismo tiempo, con contundencia y firmeza; en cambio, nunca fue grosero ni rudo con nadie. El libro The Man From Nazareth (El hombre de Nazaret), comentando sobre “el extraordinario don [de Jesús] de sentirse cómodo con cualquier clase de personas”, dice: “Tanto en público como en privado se relacionaba de igual modo con hombres y mujeres. Se sentía cómodo entre niños inocentes y, por extraño que parezca, también entre concusionarios de conciencia culpable como Zaqueo. Amas de casa respetables como María y Marta podían hablar con él con toda franqueza y naturalidad, pero también lo buscaban las cortesanas, sabiendo que las comprendería y las ayudaría [...]. Su curiosa forma de no percatarse de los límites que confinaban a la gente común es una de sus cualidades más características”.

Jehová Dios siempre manifiesta buenos modales al tratar con los que están bajo su autoridad, y suele decir “por favor” cuando pide algo. Al otorgar una bendición a su amigo Abrahán, dijo: “Alza los ojos, por favor, y mira desde el lugar donde estás”. Y de nuevo: “Mira hacia arriba, por favor, a los cielos, y cuenta las estrellas”. (Génesis 13:14; 15:5.) Al dar a Moisés una señal de Su poder, mandó: “Mete tu mano, por favor, en el pliegue superior de tu prenda de vestir”. (Éxodo 4:6.) Muchos años después, incluso al dirigirse a su pueblo descarriado, Jehová le dijo mediante su profeta Miqueas: “Oigan, por favor, cabezas de Jacob y ustedes los comandantes de la casa de Israel. [...] Oigan, por favor, esto, ustedes los cabezas”. (Miqueas 3:1, 9.) ¿Hemos ‘llegado a ser imitadores de Dios’ en esto y decimos por favor cuando pedimos las cosas? (Efesios 5:1.)

¿Qué principios o preceptos morales ofrecen los sabios de este mundo para reemplazar los principios bíblicos que rechazan como inaceptables? Veámoslo en el siguiente artículo.

[Comentario en la página 4]

El concepto común de buenos modales ya ha dejado de ser común

[Comentario en la página 5]

La ambulancia intentaba ir en auxilio de su madre

[Comentario en la página 6]

“El débil recurre a la grosería para hacerse el fuerte”

[Reconocimiento en la página 3]

Izquierda: Life; derecha: Grandville

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