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  • Hacia occidente por toda Europa
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¡Despertad! 1994
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Misioneros: ¿Agentes de la luz, o de las tinieblas? Parte 2

Hacia occidente por toda Europa

PARA que se cumpliera la comisión evangelizadora que dio Jesús, había que llevar el mensaje del cristianismo a gentes de toda la Tierra. (Mateo 28:19; Hechos 1:8.) Se resaltó este hecho durante el segundo de los tres viajes misionales del apóstol Pablo, cuando en una visión se le suplicó: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hechos 16:9, 10.)

Pablo aceptó la invitación, y hacia el año 50 E.C. fue a predicar a la ciudad europea de Filipos. Lidia y su casa se hicieron creyentes y se fundó una congregación. Esta fue solo la primera parada en la marcha triunfal del cristianismo por toda Europa. El mismo Pablo predicó algún tiempo después en Italia y posiblemente también en España. (Hechos 16:9-15; Romanos 15:23, 24.)

Sin embargo, Pablo no fue el único misionero cristiano. El escritor J. Herbert Kane hace notar lo siguiente: “Debió haber muchos otros, de cuyos nombres no ha quedado constancia en la historia. [...] Los Hechos de los Apóstoles no nos ofrecen un cuadro completo”. (A Global View of Christian Missions From Pentecost to the Present [Una visión global de las misiones cristianas desde Pentecostés hasta el presente].)

No sabemos hasta qué grado sirvieron de misioneros en tierras extranjeras los demás seguidores de Jesús. La tradición de que Tomás fue a la India y el evangelista Marcos a Egipto no se puede confirmar. Lo que sí sabemos es que todos los verdaderos discípulos de Cristo tenían espíritu misionero y que todos ellos efectuaron labores misioneras al menos en sus países de origen. Kane observa: “Este acontecimiento histórico [Pentecostés] señaló el comienzo de la Iglesia cristiana y la inauguración del movimiento misionero, pues en aquellos días la Iglesia era misión”.

Hasta los rincones más remotos de Europa

Los judíos creían en la adoración de un solo Dios verdadero. Tenían sus esperanzas puestas en un Mesías prometido y aceptaban las Escrituras Hebreas como la Palabra de verdad de Dios. Por lo tanto, los ciudadanos de los países por los que se habían esparcido los judíos probablemente estaban algo familiarizados con dichas creencias. Puesto que estos aspectos de la adoración eran comunes a cristianos y judíos, cuando el mensaje del cristianismo apareció, no fue algo totalmente nuevo. Según Kane, “estos factores ayudaron grandemente a los misioneros cristianos en sus viajes por el mundo romano orientados a predicar el evangelio y establecer iglesias”.

De este modo, la diáspora judía le allanó el camino al cristianismo. La veloz diseminación del cristianismo se debió a que en los cristianos anidaba el espíritu misionero. “El evangelio lo predicaba gente común —afirma Kane—. Dondequiera que iban compartían alegres su recién adquirida fe con amigos, vecinos y extraños.” El historiador Will Durant explica: “Casi cada converso, con el ardor de un revolucionario, vino a ser un agente de propaganda”.

Para el año 300 E.C., una versión corrupta del cristianismo se había extendido por todo el Imperio romano. Tal corrupción, que constituía una desviación de la adoración pura, había sido predicha. (2 Tesalonicenses 2:3-10.) En realidad, se produjo una apostasía. Will Durant explica: “El cristianismo no destruyó el paganismo; lo adoptó”.

Al seguir alejándose los cristianos nominales del verdadero cristianismo, la mayoría de ellos perdió el espíritu misionero. No obstante, a finales del siglo IV nació en Bretaña en el seno de una familia católica un niño que llegó a tener ese espíritu misionero. Su nombre fue Patricio, y se le llegó a conocer por haber llevado el mensaje de Cristo al extremo occidental de Europa, a Irlanda, donde, dice la leyenda, convirtió a miles de personas y fundó centenares de iglesias.

Al poco tiempo Irlanda se hallaba a la cabeza de la obra misional. Según Kane, “sus misioneros se lanzaron con celo ardiente a la lucha contra el paganismo”. Uno de ellos fue Columba, quien, según parece, desempeñó un papel esencial en la conversión de Escocia. Hacia el año 563 E.C., él y doce compañeros suyos fundaron un monasterio en Iona, una isla de la costa occidental de Escocia que se convirtió en un centro de actividad misional. Columba murió poco antes del año 600 E.C., pero durante los siguientes doscientos años continuó el envío de misioneros desde Iona a todos los rincones de las islas británicas y Europa.

Tras la diseminación del cristianismo nominal por Inglaterra, algunos conversos ingleses imitaron el espíritu misional de los irlandeses y se hicieron misioneros. Por ejemplo, en el año 692 E.C., Wilibrordo, originario de Northumbria, antiguo reino anglosajón del norte de Inglaterra, y once acompañantes suyos llegaron a ser los primeros misioneros ingleses en los Países Bajos: Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

A principios del siglo VIII, Bonifacio, monje benedictino inglés, centró su atención en Alemania. Kane afirma que su “brillante carrera misionera de más de cuarenta años le valió el título de apóstol de Alemania”, convirtiéndose en “el misionero más importante de la Edad Media”. Cuando Bonifacio tenía más de 70 años, unos paganos frisios lo asesinaron a él y a otros cincuenta compañeros.

The Encyclopedia of Religion describe un método para ganar conversos al catolicismo que a Bonifacio le dio buenos resultados: “En Geismar [cerca de Göttingen, Alemania] se atrevió a derribar el roble sagrado de Thor. [...] [Al] no sufrir la venganza del dios germánico local, quedó claro que el Dios a quien predicaba era el Dios verdadero, el único que debía ser reverenciado y adorado”.

Algunos misioneros utilizaron otros métodos, al parecer con la idea de que el fin justifica los medios. Kane admite que la conversión de los sajones germanos “se efectuó mediante la conquista militar, no por la persuasión moral o religiosa”. A lo que añade: “La impía alianza entre la Iglesia y el Estado [...] llevó a aquella a valerse de medios carnales para alcanzar fines espirituales. En ningún otro campo fue más desastrosa esta política que en la obra de las misiones cristianas, en especial entre los sajones. [...] Se cometieron atrocidades”. Dice, además, que cuando los misioneros entraron en Escandinavia, “la mayor parte de la transición fue pacífica; solo en Noruega se utilizó la fuerza”.

¿Uso de la fuerza? ¿Comisión de atrocidades? ¿Utilización de medios carnales para conseguir fines espirituales? ¿Es esto lo que cabría esperar de misioneros que sirven de agentes de la luz?

Misioneros de un hogar dividido

Las dos ramas del cristianismo nominal que se practicaban, la de Roma y la de Constantinopla, efectuaron campañas misionales independientes. Sus intentos de “cristianizar” Bulgaria llevaron a la confusión típica reinante en un hogar dividido por la religión. El gobernante de Bulgaria, Boris I, se convirtió a la ortodoxia griega; pero al ver que Constantinopla restringía seriamente la independencia de la Iglesia búlgara, se volvió a Occidente y permitió que misioneros germanos, representantes de Roma, introdujeran su versión del cristianismo. Para el año 870 E.C. había quedado claro que la Iglesia occidental era aún más restrictiva que la oriental, así que se expulsó a los alemanes y Bulgaria regresó a los brazos de la ortodoxia oriental, donde, en sentido religioso, ha permanecido desde entonces.

Hacia las mismas fechas, los misioneros occidentales habían introducido el “cristianismo” en Hungría. Mientras tanto, ambas ramas del “cristianismo” buscaban apoyo en Polonia. Según The Encyclopedia of Religion, “la Iglesia de los polacos se hallaba por lo general bajo el control de Occidente, si bien al mismo tiempo se caracterizaba por una acusada influencia oriental”. Lituania, Letonia y Estonia también se encontraban “atrapadas en la rivalidad entre Oriente y Occidente, con todas sus consecuencias eclesiásticas”. Y Finlandia, tras adoptar el “cristianismo” a finales del siglo XI y principios del XII, se vio envuelta en el mismo tira y afloja entre Oriente y Occidente.

Durante el siglo IX, dos hermanos pertenecientes a una influyente familia griega de Tesalónica llevaron el “cristianismo” bizantino a las regiones eslavas de Europa y Asia. Cirilo, también llamado Constantino, y Metodio llegaron a ser conocidos como los “apóstoles de los eslavos”.

Uno de los logros de Cirilo fue la invención de un idioma escrito para los eslavos. Su alfabeto, basado en las letras hebreas y griegas, se conoce como el alfabeto cirílico, y todavía lo utilizan el ruso, el ucraniano, el búlgaro y el serbio. Los dos hermanos tradujeron secciones de la Biblia a este nuevo idioma escrito y también comenzaron a presentar la liturgia en eslavo. Esto estaba en oposición a la línea de actuación de la Iglesia occidental, cuya intención era mantener la liturgia en latín, griego y hebreo. El historiador Kane dice: “El empleo de la lengua vernácula en los servicios religiosos, una práctica alentada desde Constantinopla pero que Roma condenaba, era un nuevo punto de partida y estableció un precedente que floreció durante la empresa misionera contemporánea de los siglos XIX y XX”.

A finales del siglo X, el cristianismo nominal también se había introducido en varias zonas de la ex Unión Soviética. Cuenta la tradición que Vladimiro, príncipe de Kiev (Ucrania), se bautizó en el año 988 E.C. Se dice que escogió la forma bizantina de religión “cristiana” en lugar del judaísmo o el islamismo por su impresionante ritual, no porque hubiese en ella mensaje alguno de esperanza y verdad.

Es más, “el marco temporal de la conversión de Vladimiro —asegura el libro Keeping the Faiths—Religion and Ideology in the Soviet Union (La conservación de las fes: Religión e ideología en la Unión Soviética)— parece indicar que adoptó la nueva religión para aprovecharse políticamente, dando así comienzo a una tradición que ha continuado prácticamente ininterrumpida a lo largo de la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa”. El libro añade la siguiente declaración seria: “Por lo común, la Iglesia ha estado dispuesta a servir a los intereses del gobierno, incluso cuando este se ha inmiscuido en los intereses eclesiásticos”.

Vladimiro ordenó que todos sus súbditos recibieran el bautismo cristiano; no tuvieron posibilidad de elección. Una vez “adoptada la Ortodoxia como la religión del estado —afirma Steeves—, se embarcó en una campaña de eliminación de las prácticas religiosas tradicionales de las tribus eslavas indígenas”. Por ejemplo, edificó iglesias en lugares donde antes se hacían sacrificios a ídolos paganos. Steeves añade: “No obstante, durante varios siglos sobrevivieron restos del paganismo, que, finalmente, más que eliminarse, fueron asimilados a la vida religiosa rusa”.

A pesar de contar con un fundamento tan endeble, la Iglesia Ortodoxa Rusa apoyó celosamente la labor misional. Thomas Hopko, del Seminario Teológico Ortodoxo de San Vladimiro, declara: “Cuando se colonizaron y evangelizaron las regiones orientales del Imperio, los escritos y servicios religiosos de la Iglesia se tradujeron a muchos idiomas de Siberia y dialectos de Alaska”.

Se intensifica la actividad misional

La Reforma del siglo XVI encendió fuegos espirituales por toda Europa. Se sentaron las bases para una obra misional “cristiana” intensificada al reavivar los líderes protestantes —cada cual a su manera— el interés de la gente por la religión. Un paso significativo fue la traducción de la Biblia al alemán que hizo Lutero, al igual que la traducción inglesa de la Biblia de William Tyndale y Miles Coverdale.

Luego, en el siglo XVII surgió en Alemania un movimiento llamado pietismo, que hacía hincapié en el estudio de la Biblia y en la religión como experiencia personal. The Encyclopedia of Religion sigue diciendo: “Su visión de una humanidad necesitada del evangelio de Cristo fomentó el comienzo y la rápida expansión de iniciativas misioneras tanto locales como extranjeras”.

Hoy día es triste ver que los misioneros de la cristiandad no han inculcado a sus conversos europeos fe y esperanza cristianas suficientemente fuertes como para detener la ascensión de la ideología comunista atea y otros totalitarismos de nuestro siglo XX. Desde la caída del comunismo en algunos países, los misioneros han reanudado sus actividades, pero los católicos, los ortodoxos y los protestantes no están unidos por la fe que afirman compartir.

Los croatas católicos y los serbios ortodoxos forman parte del fruto misionero de la cristiandad. ¿Qué mejor ejemplo de la desgracia de una casa dividida que el de la cristiandad? ¿Qué clase de “hermanos” cristianos primero empuñan las armas uno contra el otro y después se unen contra sus vecinos no cristianos? Solo cristianos falsos pueden ser culpables de tal conducta. (Mateo 5:43-45; 1 Juan 3:10-12.)

¿No ha habido ningún misionero de la cristiandad que haya estado a la altura de lo que se esperaba? Prosigamos nuestra investigación para averiguar lo que consiguieron en Asia. Lea el artículo de nuestro próximo número, titulado “Los misioneros de la cristiandad regresan al continente de los orígenes”.

[Ilustración en la página 21]

Algunos sostienen que Bonifacio demostró la impotencia de los dioses paganos

[Reconocimiento]

Ilustración tomada del libro Die Geschichte der deutschen Kirche und kirchlichen Kunst im Wandel der Jahrhunderte

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