¿Estuvo la Olimpiada de Noruega a la altura de los ideales?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN NORUEGA
CUANDO se fundó el Comité Olímpico Internacional (COI) hace cien años, tenía grandes miras. Pretendía fomentar la hermandad y la paz reuniendo a jóvenes de todo el mundo cada cuatro años en los recintos deportivos con objeto de que compitieran sin afán de lucro. Esperaba que la celebración de un certamen justo promovería la solidaridad y la reconciliación entre los pueblos. Con este motivo se recuperaron las Olimpiadas de la antigüedad.
Con un comienzo humilde en Atenas (Grecia) en 1896, los Juegos Olímpicos de Verano se han convertido en el mayor festival atlético mundial, en el que han llegado a participar 11.000 deportistas de más de ciento setenta naciones. La primera Olimpiada de Invierno se celebró en Chamonix (Francia) en 1924, y siempre ha sido la “hermana pequeña” de los Juegos de Verano. Aun así, en la Olimpiada invernal celebrada del 12 al 27 de febrero de 1994 en Lillehammer (Noruega) se reunieron unos dos mil deportistas de casi setenta países.a
Parece que los ideales de fraternidad y amistad que simbolizan los famosos anillos olímpicos, y de mens sana in corpore sano (mente sana en cuerpo sano) son más necesarios que nunca. ¿Qué influencia tuvieron estas nociones en los Juegos de Lillehammer?
La Olimpiada: el gran negocio
La gran atención que prestaron los medios informativos a los Juegos generó un enorme interés entre el público. El personal de los medios de comunicación cuadruplicó el número de los atletas presentes en Lillehammer, y la cantidad de telespectadores que siguieron la Olimpiada de Invierno alcanzó la cifra sin precedentes de dos mil millones. Así pues, las olimpiadas se han convertido en un negocio sumamente rentable para las grandes empresas, por lo que las cadenas televisivas y los patrocinadores luchan por recibir privilegios y contratos especiales.
En los Juegos de Lillehammer hubo representantes del comercio y la industria mundial, ya que muchos vieron en esta reunión internacional la oportunidad de negociar y de organizar seminarios y conferencias. La inventiva de las empresas, pequeñas y grandes, parecía no tener límites, pues se vendieron innumerables productos olímpicos: desde insignias y postales hasta útiles de cocina y ropa.
Como era de esperar, la vida de los ciudadanos se vio trastornada por la Olimpiada. La gran afluencia de trabajadores, participantes y dirigentes olímpicos duplicó la población de Lillehammer, que normalmente sobrepasa con creces los veinte mil habitantes. Además, hubo una “invasión” diaria de 100.000 espectadores. Algunos residentes locales se fueron de vacaciones para huir del tumulto, lo que les valió el jocoso apodo de “refugiados deportivos”.
¿Qué puede decirse del aspecto deportivo de los Juegos y de los ideales olímpicos?
Citius, altius, fortius
En consonancia con el lema olímpico Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte), los contendientes aspiran a batir las marcas y superar a sus rivales. A este fin, hoy no suele bastar con ejercitarse en el tiempo libre. Es un trabajo al que la mayoría de los deportistas se dedican en exclusiva como medio de vida, pues los ingresos que devengan de anunciar las marcas patrocinadoras están supeditados en gran medida a los resultados obtenidos. El ideal del deporte de aficionados ha caído víctima del dinero y del profesionalismo.
Como contrapartida, el público recibe toda la emoción y el espectáculo que desea. Tan solo hace unas décadas era impensable obtener los resultados de las últimas ediciones de las Olimpiadas. La razón del progreso no solo estriba en que hay una mejor preparación y una mejor especialización, sino en el perfeccionamiento del equipo y las instalaciones. Por ejemplo, en los Juegos de Lillehammer se han establecido cuatro plusmarcas mundiales y se han superado cinco marcas olímpicas durante las cinco pruebas de patinaje de velocidad masculino. Parte del éxito se atribuyó a la nueva pista, en la que se adoptaron medidas científicas que hicieron que el hielo fuera idóneo para el patinador profesional.
Lamentablemente, algunos atletas se destacan por incumplir el juramento olímpico, que habla de competir “con un espíritu caballeresco para gloria del deporte”. En esta Olimpiada de Invierno también ha habido sus malos perdedores, y hasta unos cuantos han tratado de sabotear a sus contrincantes. En los últimos años se ha tenido que combatir el consumo de estimulantes y esteroides. El mismo día de la apertura de los Juegos, se envió a casa a un participante que se había dopado. Sin embargo, ningún atleta dio positivo en los controles realizados durante la Olimpiada.
Los ideales olímpicos adoptaron nuevos enfoques en los Juegos de Lillehammer.
Protección ambiental, operación humanitaria y defensa de la paz
Una operación de la envergadura de una Olimpiada, que comporta la urbanización de amplias zonas y la producción masiva de residuos, “ni conserva los recursos naturales ni es ecológica”. (Miljøspesial, boletín medioambiental de la Olimpiada de Lillehammer.) Como muchos entendían que esto desentonaba con el espíritu olímpico, propusieron convertir los Juegos de Invierno de 1994 en escaparate medioambiental. Al adoptarse este criterio, los Juegos de Lillehammer captaron la atención internacional por ser la “primera Olimpiada con un enfoque ‘verde’”. ¿Qué encerraba este hecho?
Se estudió la ubicación, la forma y el funcionamiento a largo plazo de las nuevas instalaciones deportivas a fin de minimizar el impacto negativo en el medio ambiente. Se emplearon con profusión materiales ecológicos que pudieran reciclarse, como madera, piedra y cartón, y se impusieron normas medioambientales muy estrictas a todos los patrocinadores y proveedores. Se prohibió terminantemente fumar en espacios cerrados.
Al estudiar los ideales olímpicos se vio conveniente fundar en Lillehammer la institución humanitaria “Ayuda Olímpica”. Inicialmente recolectó dinero para los niños de Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), que también había sido ciudad olímpica, y luego amplió el campo de acción a las víctimas infantiles de la guerra de todo el mundo. La operación cobró gran ímpetu cuando un medallista de oro contribuyó al fondo la bonificación íntegra que había recibido al vencer en una de las competiciones: unos treinta mil dólares (E.U.A.). Los promotores de esta iniciativa esperan que la “Ayuda Olímpica” continúe en futuros juegos.
En la ceremonia de apertura de los Juegos, la habitual suelta de palomas envió al mundo un silencioso mensaje de paz. El ideal de la paz se destacó aún más en la Olimpiada invernal cuando el presidente del COI, el catalán Juan Antonio Samaranch, habló en varias ocasiones de la paz para todo el mundo.
Ideales que se harán realidad
Los ideales olímpicos reflejan un deseo muy arraigado en el corazón del hombre: que haya fraternidad, paz, justicia, alegría y salud física y mental. Los Juegos de Invierno de este año se granjearon muchas alabanzas por volver a poner en el candelero los ideales que tuvieron originalmente las Olimpiadas, dando pie a que se les elogiara como “los mejores Juegos Olímpicos que ha habido”. Sin embargo, en esta ocasión tampoco estuvo el olimpismo a la altura de sus ideales.
La tendencia general fue que el prestigio y el comercialismo prevalecieron sobre los ideales de la deportividad. Los encuentros se caracterizaron con frecuencia por la competitividad exacerbada, lo que fomentó el egotismo y el nacionalismo, en vez de la fraternidad y la reconciliación.
¿Hay algún modo de que se materialicen las aspiraciones olímpicas? La Biblia enseña que todos los esfuerzos que hace el hombre por conseguir un mundo ideal van a fracasar. Sin embargo, el Reino de Dios pronto entrará en acción y hará de la Tierra un paraíso. (Jeremías 10:23; 2 Pedro 3:13.) Ese mundo no se funda ni en el fomento del deporte ni en la lealtad a los principios y tradiciones del olimpismo, sino en la auténtica devoción al Creador. El apóstol Pablo dijo: “El entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. Por consiguiente, los que hoy se entrenan “con la devoción piadosa como mira” ciertamente tendrán como resultado una mente sana en un cuerpo sano. (1 Timoteo 4:7, 8.)
[Nota a pie de página]
a En 1992 también se celebraron Juegos de Invierno, pero fue la última ocasión en que tuvieron lugar el mismo año que los estivales. A partir de ahora ambos juegos se alternarán cada dos años.
[Fotografías en la página 25]
Arriba: Patinador de velocidad a punto de conquistar la medalla de oro en la carrera de 10.000 metros
Centro: El salto de estilo libre supuso un nuevo acontecimiento olímpico
Abajo: Competición de descenso, a más de 120 kilómetros por hora
[Reconocimiento]
Fotos: NTB
[Recuadro en la página 26]
Las Olimpiadas: popurrí religioso
Las Olimpiadas están enraizadas en la religión griega. Nacieron como festival religioso en honor de Zeus, el rey de los dioses helenos. Varios elementos de los Juegos modernos tienen un aura de religiosidad: los ritos solemnes que se siguen con la bandera olímpica, la llama “sagrada” y el juramento olímpico. El himno casi centenario que se cantó durante la inauguración de la Olimpiada se tradujo al noruego para la ceremonia de apertura de Lillehammer. Este canto tiene marcadas connotaciones religiosas. Se cree que está dedicado a Zeus. La letra (según la versión española de Félix Huertas Tejadas) contiene las siguientes frases: “Sin par Numen olímpico;/raudal ingente de belleza, verdad y lozanía;/germen ancestral./Desciende esplendoroso;/brille tu luz en la alta cumbre;/[...] Al luchador invicto/prestas audacia y vigor./[...] pueblos, en legión,/a ti concurren férvidos,/[...] ¡mítico Numen olímpico/perenne y puro[!]”.
La Iglesia Luterana de Noruega, mediante su propio Comité Olímpico organizó un nutrido programa musical y religioso. Todas las principales organizaciones eclesiásticas estuvieron representadas en una amplia labor interconfesional. En la villa olímpica de Lillehammer estaban disponibles los servicios del capellán olímpico oficial y de un equipo ecuménico de religiosos de varias naciones.