Misioneros: ¿agentes de la luz, o de las tinieblas? Parte 5
Un mensaje nuevo para un Nuevo Mundo
AL HEMISFERIO occidental se le llamó por primera vez el Nuevo Mundo en los albores del siglo XVI. Cuando Colón lo “descubrió”, en 1492, descubrió también que llevaba ya varios siglos habitado; no obstante, aquel era el primer contacto de los nativos americanos con el cristianismo nominal. ¿Cuál sería el efecto en el Nuevo Mundo?
Durante centurias, la Iglesia Católica había controlado casi por completo la vida de los europeos. Sus normas y criterios regían casi toda esfera de la actividad humana, con inclusión de la política. La alianza de la Iglesia y el Estado, la misma que engendró las Cruzadas, vino a imperar igualmente en el Nuevo Mundo.
Sidney H. Rooy, del Instituto de Educación Teológica de Buenos Aires, escribe que para fines del siglo XV, los reyes de España tenían la convicción de que “la corona española era el instrumento elegido divinamente para la salvación del Nuevo Mundo”. El papa trazó en el Atlántico una línea imaginaria de norte a sur que repartía los derechos de descubrimientos y conquista entre España y Portugal; en 1494, esa línea se trasladó un poco hacia el poniente en un acuerdo suscrito por mutuo consentimiento. Así pues, mientras los españoles se asentaban en la mayor parte de Centroamérica y Sudamérica, los portugueses penetraban en Brasil, cuya costa oriental entonces quedaba al este de la línea de demarcación. Según Rooy, ambos países infirieron del decreto pontificio que “el derecho a las tierras iba unido al encargo de cristianizar a los nativos”.
La conquista del Nuevo Mundo
Un grupo de frailes escogidos especialmente para la conversión de los indios acompañó a Colón en su segundo viaje, en 1493. A partir de ese momento, los conquistadores y los sacerdotes misioneros de Europa hicieron causa común en la conquista del Nuevo Mundo.
En 1519, Hernán Cortés arribó al territorio que hoy ocupa México acompañado de un capellán y otros eclesiásticos. Menos de medio siglo después, el número de misioneros ascendía a 800. En Perú, adonde había llegado Francisco Pizarro en 1531, había 350 misioneros más.
Las bulas pontificias expedidas en 1493 proporcionaron a las autoridades seculares la justificación moral que deseaban para adelantar su campaña conquistadora. Estas creían que contaban con el apoyo de Dios, pues veían en el colonialismo una expresión de su voluntad. La jerarquía eclesiástica, en su ansia por congraciarse con el poder civil, cooperó en la legitimación del sistema colonial. De hecho, un jesuita del siglo XVII llamado António Vieira, nacido en Portugal y criado en Brasil, alabó la colonización diciendo que sin ella no habría sido posible llevar a efecto la evangelización.
Los misioneros no vieron nada malo en utilizar el colonialismo para propagar su religión; sin embargo, esto los convirtió en parte integrante del mundo al cual los seguidores de Jesús, como él mismo dijo, no habían de pertenecer. (Juan 17:16.)
Captación de conversos
Al principio, sostiene Rooy, los misioneros de la cristiandad empezaron “a desarraigar los viejos ritos y la mayor parte de las manifestaciones externas de la religión de los indígenas”. Luego añade: “Aunque se recurría a la fuerza cuando era menester, muchos indios se convirtieron de manera pacífica como resultado del contacto directo con los sacerdotes”.
Desde luego, para algunos misioneros el empleo de la fuerza era inexcusable. Por ejemplo, Bartolomé de Las Casas, sacerdote misionero español de la orden de los dominicos, desaprobó los crueles métodos utilizados contra los indígenas; sus frecuentes intercesiones ante España en favor de estos le valió el título oficial de ‘Defensor de los indios’. No obstante, sus esfuerzos suscitaron reacciones opuestas. Unos lo han llamado cruzado, profeta, siervo de Dios y visionario; otros, traidor, paranoico, anarquista y premarxista.
Con posterioridad se abandonó el objetivo de desarraigar los antiguos ritos. Una vez que los nativos aceptaban a la fuerza el nombre de cristianos, se les permitía conservar sus creencias y prácticas paganas. Por eso, según el libro Man, Myth & Magic, “muchas de las festividades cristianas de los indios de la Sierra (Perú) contienen prácticas que son vestigios de creencias incas olvidadas”. La obra The Cambridge History of Latin America explica que la población aborigen de México tomó del cristianismo “los elementos que encajaban con sus propias necesidades espirituales y ritualistas, y los mezcló con elementos de su fe ancestral”.
Si bien es cierto que se bautizó a cientos de miles de nativos americanos, el “cristianismo” que se les impuso fue a lo sumo superficial. Se dedicó poco tiempo a enseñarles los fundamentos del cristianismo sobre los cuales edificar una fe sólida. The Cambridge History of Latin America comenta: “Había signos alarmantes de que los indios que habían abrazado la nueva fe con aparente entusiasmo aún veneraban a sus viejos ídolos en secreto”. Incluso se sabe de algunos que colocaban ídolos paganos detrás de los altares “cristianos” por si el “Dios cristiano” no respondía. Asimismo, les llevó mucho tiempo abandonar ciertas prácticas enraizadas profundamente, como la poligamia.
Los miembros de las órdenes católicas romanas no siempre se comportaron como era propio de misioneros “cristianos”. Las rencillas entre las diferentes órdenes eran habituales. Los jesuitas, en particular, fueron objeto de crítica por sus tácticas y obras, y se les desterró de Brasil en 1759.
La llegada de los misioneros protestantes no alteró mucho el panorama. El aumento en las filas de los misioneros marchó paralelo a la típica desunión del cristianismo nominal. Los católicos acusaban a los protestantes de favorecer el imperialismo; estos, a su vez, acusaban a los católicos de diseminar creencias paganas y mantener al pueblo en la pobreza. Había mucho de verdad en tales denuncias. Los misioneros de la cristiandad, tanto católicos como protestantes, no siguieron el ejemplo de Jesús.
De acuerdo con The Encyclopedia of Religion, por todo el Nuevo Mundo “la conversión fue como un brazo de las expediciones colonizadoras de españoles, franceses e ingleses”. Mientras España y Portugal se centraron en Latinoamérica, Francia y Gran Bretaña se interesaron más por lo que después llegaría a ser Estados Unidos y Canadá.a
A semejanza de sus homólogos de Latinoamérica, los misioneros franceses y británicos fijaron un orden de prioridades equivocado y se metieron en la política. Por consiguiente, dice The Encyclopedia of Religion, “al finalizar la era francesa en Canadá, los misioneros habían obtenido mejores resultados inculcando en los indios lealtad a Francia que convirtiéndolos [a su religión]”.
¿Por Dios, o por el oro?
Hay gente que opina que la meta de los conquistadores era “la expansión del reino de Dios”. Sin embargo, The Cambridge History of Latin America dice con más realismo: “Su afán, ante todo, era el oro”. Pensaban que si convertían a los indios, estos “les entregarían dócilmente oro en cantidad”.
Algunos misioneros de la cristiandad se convirtieron voluntariamente en instrumentos de villanos. Uno de los primeros europeos en reconocer este hecho fue Bartolomé de Las Casas, mencionado antes, quien en 1542 escribió en su Brevísima Relación de la Destruición de las Indias: “La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días”.
La iluminación espiritual que llevaron los conquistadores europeos fue exigua. En su libro Mexico, James A. Michener dice que, según los apologistas cristianos, cuando Cortés invadió México “lo halló ocupado por bárbaros, a los que llevó tanto la civilización como el cristianismo”. Sin embargo, de acuerdo con el mismo escritor, los indígenas de México, aun en el año 900 E.C., “no eran ningunos bárbaros, sino que descuidaron la custodia de su espléndida civilización hasta permitir que los verdaderos bárbaros los invadieran”. Entre los “verdaderos bárbaros” había cristianos de nombre.
Obra preliminar
Los misioneros de la cristiandad no siguieron el mandato de Jesús de ‘hacer discípulos, enseñándoles a observar todas las cosas’ que él había mandado. (Mateo 28:19, 20.) No enseñaron a los nuevos conversos a manifestar el fruto del espíritu de Dios ni los unieron en la única fe.
Ni siquiera los misioneros sinceros de la cristiandad pudieron hacer otra cosa que transmitir una forma de cristianismo apóstata. A decir verdad, la “luz” que se arrojó sobre el Nuevo Mundo fue mortecina. Con todo, al introducir la Biblia hasta cierto punto, los misioneros de la cristiandad llevaron a cabo una obra preliminar a la campaña misionera de vital importancia que Jesús había profetizado para el tiempo del fin. (Mateo 24:14.) Esta sería una campaña singular, la más exitosa de toda la historia del cristianismo, y beneficiaría a gentes de todas las naciones. Lea los detalles en el próximo número, en el artículo titulado “Quiénes hacen discípulos verdaderos hoy día”.
[Nota a pie de página]
a Por supuesto, la influencia española se sintió en Florida y el suroeste y lejano oeste del actual territorio de Estados Unidos, especialmente en California.
[Ilustración en la página 21]
Los misioneros llegaron a las Américas con los conquistadores europeos
[Reconocimiento]
Del libro Die Helden der christlichen Kirche