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  • g95 8/1 págs. 19-21
  • ¿Cómo puedo enderezar mi vida?

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  • ¿Cómo puedo enderezar mi vida?
  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 8/1 págs. 19-21

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo puedo enderezar mi vida?

“NO ME atrevía a entrar”, dijo John recordando la ocasión en que fue a un Salón del Reino de los testigos de Jehová y se quedó de pie fuera. Durante su adolescencia había abandonado el cristianismo por una vida de delincuencia, drogas e inmoralidad sexual. Como no pudo sacarse la Biblia de la cabeza por más que pasaron los años, decidió ir a un Salón del Reino; sin embargo, tuvo mucho miedo de entrar. “Usted no lo comprende —le dijo a alguien que trató de animarlo a que entrara—. He hecho muchas cosas malas. No creo que haya manera de que Jehová llegue a perdonarme jamás.”

Son innumerables los jóvenes que se rebelan contra las reglas, la religión y la moral de sus progenitores; y cuando se trata de muchachos que han sido criados por padres temerosos de Dios, la situación es particularmente sorpresiva y trágica. Aunque no pocos han seguido tal camino, algunos con el tiempo empiezan a tener una persistente sensación de vacío, que ni siquiera una vida licenciosa puede ocultar. (Proverbios 14:13.) Tras haber escarmentado en este mundo malvado, algunos jóvenes desean enderezar su vida y regresar a las verdades bíblicas que aprendieron de niños. ¿Existe esta posibilidad para ellos?

Un hijo rebelde abandona el hogar

La parábola de Jesús del hijo pródigo, o derrochador, que se narra en Lucas 15:11-32, nos ayuda a comprender bien este asunto. Allí leemos: “Cierto hombre tenía dos hijos. Y el más joven de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me corresponde de la hacienda’. Entonces él les dividió su medio de vivir. Más tarde, no muchos días después, el hijo más joven recogió todas las cosas y viajó al extranjero a un país distante”.

Está claro que el joven no se rebeló porque su padre fuera severo o demasiado estricto o porque lo maltratara. En conformidad con la Ley mosaica, a los hijos les tocaba por derecho una considerable parte del patrimonio paterno, aunque normalmente no la reclamarían en vida del padre. (Deuteronomio 21:15-17.) Pedir por adelantado la porción de su herencia fue muy insensible de su parte. Aun así, el padre accedió amorosamente a su demanda. (Compáralo con Génesis 25:5, 6.) Se ve, pues, que el defecto estaba en la actitud del hijo, no en la del padre. Como lo señala el erudito Alfred Edersheim, al parecer el problema radicaba en “su aversión al orden y disciplina en la casa” y su “deseo [egoísta] de libertad y diversión”. (La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, tomo II, página 204, versión de Xavier Vila.)

No todos los padres son bondadosos ni considerados, como admitió un artículo anterior de esta serie.a Pero cuando un padre es duro o poco razonable, difícilmente se consigue algo rebelándose; a la larga, la rebelión es autodestructiva. Sigamos examinando la parábola de Jesús. Hallándose lejos de su casa, el hijo pródigo “malgastó su hacienda viviendo una vida disoluta. Cuando lo hubo gastado todo, ocurrió un hambre severa por todo aquel país, y él comenzó a padecer necesidad”. Ni siquiera esto le hizo recobrar el juicio. Todavía seguro de sí mismo, “fue y se acogió a uno de los ciudadanos de aquel país, y este lo envió a sus campos a guardar cerdos. Y deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, y nadie le daba nada”.

El especialista en textos bíblicos Herbert Lockyer comenta: “Los judíos que escuchaban a Jesús deben de haberse estremecido al oír estas palabras —‘guardar cerdos’—, pues no existía para el judío mayor estado de degradación”. Asimismo hoy día, los que se alejan de las verdades bíblicas a menudo se ven en circunstancias difíciles, hasta humillantes. Una joven cristiana que se fugó de casa confiesa: “Todo mi dinero se fue en drogas, y no me quedó nada para otros asuntos. Entonces empecé a robar de todo en las tiendas a fin de costear mi adicción”.

‘Recobra el juicio’

¿Cómo reaccionó el hijo pródigo ante su condición desesperada? Jesús dijo que finalmente “recobró el juicio”. El griego original significa “habiendo entrado en sí mismo”. En otras palabras, había estado “fuera de sí mismo” en un mundo de fantasía e insensatez, sin comprender lo desesperada que era su situación. (Compáralo con 2 Timoteo 2:24-26.)

Algunos jóvenes rebeldes de hoy día también han tenido que sufrir una sacudida para ver la realidad. Cosechar las tristes consecuencias de una vida disoluta —cárcel, heridas graves, enfermedades de transmisión sexual— puede ser, en efecto, una experiencia conducente a la reflexión. Las palabras de Proverbios 1:32 dan en el blanco: “El renegar de los inexpertos es lo que los matará”.

Considera el caso de una joven llamada Elizabeth, que abandonó a sus padres y se entregó a las drogas. “Me olvidé de Jehová”, dice. No obstante, mientras visitaba la ciudad de Nueva York, pasó por delante de la sede mundial de los testigos de Jehová. ¿Qué efecto le produjo? “Sentí que el dolor me atravesaba la mente y el corazón —recuerda—. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había dejado que mi vida llegara a convertirse en semejante fracaso?”

Cuando el hijo pródigo por fin se encaró a la verdad, tomó una decisión valerosa: volver a casa y enderezar su vida. Ahora bien, ¿cómo reaccionaría el padre, dado que su hijo lo había herido y traicionado? El relato contesta: “Mientras él estaba todavía lejos, su padre alcanzó a verlo, y se enterneció, y corrió y se le echó sobre el cuello y lo besó tiernamente”. En efecto, aun antes de oír la confesión que el hijo había preparado con cuidado, el padre tomó la iniciativa en mostrar amor y misericordia.

Cómo enderezar los asuntos con Dios

De todas formas, el hijo pródigo dijo a su padre: “He pecado contra el cielo y contra ti”. ¿Qué lección se desprende de esto? Que los jóvenes que se han descarriado de las sendas divinas no pueden poner en orden su vida hasta que hayan ‘enderezado los asuntos’ con Dios. (Isaías 1:18.) Debemos dar las gracias a Jehová por hacer posible tal reconciliación. De hecho, el padre de la parábola de Jesús representa a Jehová Dios, quien muestra la misma actitud misericordiosa al exhortar a los pecadores arrepentidos: “Vuelvan a mí, y yo ciertamente volveré a ustedes”. (Malaquías 3:7; compáralo con Salmo 103:13, 14.) Pero al igual que los judíos descarriados de tiempos bíblicos, estos han de tomar la siguiente determinación: “De veras escudriñemos nuestros caminos y explorémoslos, y volvámonos, sí, hasta Jehová”. (Lamentaciones 3:40.)

Lo anterior significa que es preciso analizar seriamente la conducta pecaminosa. Al hacerlo, el joven descarriado debe sentirse motivado a confesar sus pecados delante de Jehová Dios. El salmista dijo: “Cuando me quedé callado, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día. [...] Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error. [...] Y tú mismo perdonaste el error de mis pecados”. (Salmo 32:3-5.)

¿Qué sucede en el caso de un joven que haya cometido males serios, como aborto, promiscuidad, abuso de drogas o actos delictivos? Tal vez sienta que es indigno de recibir el perdón, una reacción comprensible. Así fue como se sintió John, mencionado al principio. Por eso permaneció inmóvil fuera del Salón del Reino, hasta que un anciano de la congregación bondadosamente le recordó que el rey Manasés del antiguo Israel también había sido culpable de pecados graves, incluso de asesinato; sin embargo, Jehová lo perdonó. (2 Crónicas 33:1-13.) “Aquel anciano me salvó la vida”, dice John. Saber que podía recibir perdón le infundió valor para entrar en el Salón del Reino y pedir ayuda.b

La mayor parte de los jóvenes que se encuentran en semejante situación necesitan ayuda para arreglar los asuntos con Dios, y los ancianos de la congregación local pueden hacer mucho bien a este respecto. Pueden escuchar con empatía y comprensión a un joven que ‘confiesa abiertamente sus pecados’. También pueden administrar disciplina y brindar ayuda práctica. A lo mejor se encargan de que alguien le “enseñe desde el principio las cosas elementales” de la Palabra de Dios mediante un estudio bíblico. Y si el pecador tiene dificultades para orar, quizás un anciano lo haga en su favor. “La oración de fe sanará al indispuesto”, nos asegura la Biblia. (Santiago 5:14-16; Hebreos 5:12.)

Haz las sendas rectas para tus pies

Por supuesto, enderezar los asuntos con Dios es solo el comienzo. Tal como el hijo pródigo se disculpó con su padre, los jóvenes que se han descarriado deben intentar reparar el daño que han causado a sus padres. Una disculpa sincera puede contribuir mucho a aliviar algo la pena que han sufrido y conseguir su apoyo. Una joven que se fugó de casa y volvió con un bebé ilegítimo dice: “Mis padres me mostraron muchísimo amor”.

El joven que desea ganarse la aprobación de Dios debe ‘seguir haciendo sendas rectas para sus pies’. (Hebreos 12:13.) Eso supondría cambiar su estilo de vida, sus hábitos y sus compañías. (Salmo 25:9; Proverbios 9:6.) De igual importancia es fijar un horario de estudio personal. Una joven que fue rebelde dice: “Leo la Biblia todos los días y leo todas las publicaciones bíblicas de los testigos de Jehová. Le doy gracias a Dios por haberme dado una segunda oportunidad”.

John sintetiza muy bien el asunto diciendo: “Pienso en el tiempo que he desperdiciado y en cómo me podían haber ido las cosas, pero no se puede enmendar el pasado”. Afortunadamente, adoramos a un Dios misericordioso que invita con afecto a todos los que lo han abandonado a que regresen a él. ¿Por qué no aceptas su invitación?

[Notas a pie de página]

a Consulta “Los jóvenes preguntan... ¿Por qué he de obedecer a mis padres?”, del número del 22 de diciembre de 1994.

b Si no fuiste criado en una familia cristiana, pero sientes la necesidad de cambiar tu manera de vivir, una visita al Salón del Reino de los testigos de Jehová sería un buen comienzo. Solicita un estudio bíblico gratis. Así podrás recibir ayuda individual para poner en orden tu vida.

[Fotografía en la página 20]

Cristianos maduros pueden ayudarte a enderezar tu vida

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