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  • Niños secuestrados por extraños
  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 8/2 págs. 4-6

Niños secuestrados por extraños

“¡POR FAVOR, AYÚDENNOS A ENCONTRARLA! ¡SE LO SUPLICAMOS, POR FAVOR, AYUDEN A SARA!”

Este ruego vehemente de unos angustiados padres se televisó por todo Estados Unidos en un esfuerzo por recuperar a su hija de 12 años, Sara Ann Wood, que había sido raptada tres semanas antes mientras se dirigía a su casa en bicicleta por un camino rural.

UN EQUIPO de búsqueda multitudinario rastreó los bosques, campos y lagos cercanos tratando de hallar pistas de la niña. Al mismo tiempo, Tina Piirainen, otra madre angustiada de un estado vecino, aparecía también ante las cámaras implorando ayuda para encontrar a su hija desaparecida. A Holly, de 10 años, la habían persuadido para que se metiera por un sendero forestal, y en menos de una hora había desaparecido. Sus restos fueron hallados posteriormente en un terreno.

Los padres de niños desaparecidos sufren lo indecible. Día a día se enfrentan a la incertidumbre de si su hijo seguirá vivo, quizá siendo sometido a maltrato físico o abuso sexual, o si estará muerto, como le sucedió a la pequeña Ashley. Ella fue con su familia a ver jugar a su hermano un partido de fútbol. Cansada de mirar el juego, se dirigió al lugar donde estaban los columpios, y no la volvieron a ver. Más tarde encontraron su cadáver en un campo cercano. Había muerto estrangulada.

Una horrible pesadilla

Todos los años, de doscientas a trescientas familias estadounidenses sufrirán la horrible pesadilla de que rapten a uno de sus hijos y que tal vez no vuelvan a verlo con vida nunca más. Si bien las cifras parecen pequeñas en comparación con las de otros delitos violentos, el terror que se apodera de comunidades enteras afecta a miles de personas, que, alarmadas, se preguntan: ‘¿Cómo ha podido ocurrir semejante tragedia aquí? ¿Será mi hijo el siguiente?’.

En Estados Unidos se denuncian anualmente de tres mil doscientos a cuatro mil seiscientos casos de niños raptados. Las dos terceras partes de estos, o más, son agredidos sexualmente. Ernest E. Allen, presidente del Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Explotados, observó: “La principal razón del secuestro de menores es el abuso deshonesto, seguida del intento de asesinato”. Según el Ministerio de Justicia de ese país, cada año se producen otras 110.000 tentativas de secuestro, principalmente por parte de hombres que tratan de convencer a los jóvenes para que suban a su automóvil. Otros países también están experimentando una ola de violencia contra los niños.

¿Comparte la sociedad la culpa?

Un investigador australiano muestra que los infanticidios “no son sucesos fortuitos”. En su libro Murder of the Innocents—Child-Killers and Their Victims (El asesinato de los inocentes. Los infanticidas y sus víctimas), Paul Wilson afirma que “tanto los asesinos como sus víctimas están atrapados en un círculo vicioso creado por la propia sociedad”.

Pudiera resultar extraño pensar que la sociedad es culpable de esta tragedia o que al menos contribuye a ella, ya que a la mayoría de la gente le horroriza la explotación y el asesinato infantiles. No obstante, las sociedades industrializadas, y muchas de las menos desarrolladas también, están saturadas de películas, programas de televisión y publicaciones que ensalzan el sexo y la violencia.

Cada vez se producen más filmes de pornografía dura en los que aparecen niños y hasta adultos caracterizados de niños. Las películas muestran escenas explícitas de actos sexuales con menores y de violencia dirigida contra ellos. Wilson apunta en su libro los títulos de algunas cintas: Death of a Young One (La muerte de un joven), Lingering Torture (Tortura lenta) y Dismembering for Beginners (Desmembramiento para principiantes). ¿Cuánto público tienen la violencia sádica y la pornografía? Es una industria que mueve miles de millones de dólares.

La violencia gráfica y la pornografía ejercen una poderosa influencia sobre las personas que explotan a los niños. Un hombre condenado por agredir sexualmente y matar a cinco niños confesó: “Soy un homosexual pederasta convicto de asesinato, y en gran parte se lo debo a la pornografía”. El profesor Berit Ås, de la Universidad de Oslo, explica así los efectos de la pornografía infantil: “Cometimos un gran error a finales de los sesenta. Pensamos que la pornografía ofrecería una salida a los agresores sexuales, con lo que se pondría fin a los delitos de ese tipo, y por ello le dimos vía libre. Ahora sabemos que estábamos equivocados: la pornografía valida los delitos sexuales. Hace que el agresor piense: ‘Si puedo ver esto, debe estar bien que lo haga’”.

En los adultos que se hacen adictos a la pornografía crece el deseo de excitación, lo que lleva a algunos a valerse de amenazas o violencia para someter a los niños a sus prácticas depravadas, que pueden degenerar en violación y asesinato.

Los raptos de niños también se deben a otras razones. En algunos países han aumentado a causa de la mala situación económica. Las grandes sumas de dinero que las familias ricas pagan como rescate por la liberación de sus hijos sirven de aliciente a los secuestradores. Todos los años se roban niños y se venden a redes ilegales de adopción que los sacan de su país.

¿Qué grupo de niños desaparecidos es el más numeroso? ¿Qué les sucede? Los siguientes dos artículos tratan esta cuestión.

[Fotografía en la página 5]

El rapto de un niño constituye una pesadilla horrible

[Recuadro en la página 6]

Millones de niños se prostituyen

Según la ONU, a unos diez millones de niños, principalmente de los países en desarrollo, se les ha forzado a prostituirse, muchos de ellos tras haber sido secuestrados. Este tráfico desalmado ha crecido en África, Asia y América Latina a la par que el turismo extranjero. En algunas zonas, dos tercios de los millones de visitantes que se reciben, sobre todo de los países más ricos, son “turistas del sexo”. Pero habrá un día de juicio, pues los crímenes de la humanidad están ‘abiertamente expuestos a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta’, Jehová Dios. (Hebreos 4:13.)

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