Los jóvenes preguntan...
¿Saldrá adelante mi matrimonio aunque haya sido prematuro?
“Nos hicimos novios cuando yo tenía 16 años, y me casé a los 18. ¡Qué maravilla! ¡Estaríamos juntos para siempre! Pero a los cuatro meses ya me traían loca las presiones.” —Tonya.a
EL MATRIMONIO, sin importar la edad de los novios, es un paso muy serio. La Biblia dice que los que se casan “sufrirán [...] aflicciones y trabajos inseparables del matrimonio”. (1 Corintios 7:28, Torres Amat.) Pero parece que quienes contraen nupcias durante “la flor de la juventud” tienen aflicciones y trabajos en dosis insufribles. (1 Corintios 7:36.)
El problema principal estriba en que los adolescentes aún se hallan en la fase de desarrollo y muy raras veces están preparados para asumir las funciones de marido, o mujer. La socióloga Jane K. Burgess señala: “Los jóvenes tienen una visión sumamente idealista del matrimonio. No lo relacionan con las labores y afanes cotidianos que requiere para funcionar”. La realidad conyugal puede manifestarse ante la pareja con toda la dulzura y ternura de una bofetada.
“Una espera que todo sea maravilloso, como en un cuento de hadas —comenta la joven Kim—; pero al pasar la novedad quedan la cocina, los platos por fregar, la compra y la ropa sucia, mientras el esposo se repantiga en el sofá. Como todo se lo hacía mamá, nunca tuvo que preocuparse de estas labores. Cuando salíamos juntos, quién iba a imaginar que estaría cansada e irritable. ¡Ah!, y cuando una se queda embarazada es mucho peor.”
Frecuentemente, también ocurre que los adolescentes contraen matrimonio con una prisa temeraria. “Cuando me casé, creí hacerlo con un cristiano de verdad —explica Helen—. Pero la inexperiencia me había impedido conocerlo bien. A los diez meses, ya no podía tolerar su conducta anticristiana.” El fracaso conyugal de Helen no es algo anecdótico. La mayoría de los matrimonios adolescentes de Estados Unidos duran como mucho cinco años.
Pero, por terribles que sean las estadísticas, millones de adolescentes se han lanzado de cabeza al matrimonio. Quizás sea tu caso y tal vez te agobien ya las presiones de dicho estado.
¿Sin salida?
Aunque casarse joven sea una imprudencia, no tiene por qué ser pecado. El matrimonio es honorable a la vista de Dios. (Hebreos 13:4.) Ciertamente, hay casos extremos que justifican la separación o el divorcio. (Mateo 19:9; 1 Corintios 7:12-15.) Pero, en líneas generales, Dios exige que los cónyuges permanezcan juntos. (Mateo 19:6.) Por férrea que parezca esta postura, evidencia el deseo de Dios de que la unión salga adelante.
Un marido adolescente dice: “Ya no viene al caso preguntarse: ‘¿Era muy joven? ¿Somos de verdad compatibles?’, ni andar revisando lo que está hecho. Estás casado y se acabó”. En vez de lamentarse, ¿por qué no luchar por que la unión funcione?
¿Quién toma las decisiones en esta casa?
La Biblia dice a las parejas: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor” y “el esposo es cabeza de su esposa”. (Efesios 5:22, 23.) Sin embargo, al muchacho que ha vivido siempre protegido por sus padres pudiera intimidarlo la responsabilidad de ser el cabeza de familia.
Una joven esposa recuerda el caso de su marido: “Tom no quería que fuera sola a ninguna parte. Era como si me hubieran cortado las alas y enclaustrado. Cuando le preguntaba los porqués de alguna decisión, lo tomaba como un atentado contra su autoridad”. Por otro lado, a algunas mujeres les cuesta aceptar que su joven esposo sea el cabeza; a otras las fastidia hasta el comentario de que a él le corresponde decidir, y cuando no están conformes se niegan a cooperar.
Esta situación pudiera inquietar al esposo novel. Si es tu caso, no te intranquilices porque tu esposa no se sujete de inmediato a todas tus decisiones. Ella necesita tiempo para sentirse protegida bajo tu dirección. Entretanto, procura ganar su respeto, no tratando de controlarla, sino poniéndole el ejemplo y tomando decisiones equilibradas. (Compara con 1 Corintios 16:13.)
La Biblia contiene esta otra exhortación: “En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”. (Romanos 12:10.) En efecto, honras a tu mujer cuando antepones sus intereses a los tuyos propios. (Filipenses 2:4.) Permítele un margen de libertad y no la trates como esclava, sino como “socia” respetada. (Consulta Malaquías 2:14.) Siempre que sea posible, analiza todo con ella antes de tomar una decisión relevante. (Proverbios 13:10.) Así le costará menos acatar tu dirección.
Ahora bien, si tú eres una muchacha casada ¿a qué te enfrentas? Tal vez se ponga a prueba tu paciencia al tener que someterte a la autoridad de un esposo joven, que te abochorna manifestando en público su inmadurez o que quizás no actúa con buen juicio. Pero regañándolo o sublevándote no mejorarás mucho tu situación. “Cuanto más me reprendía, más me encerraba en mí mismo”, admitió un joven marido. Procura honrarlo siendo indulgente con su inexperiencia. Así, tal vez respete más tu opinión. Si alguna decisión suya te irrita, pero no contraviene las leyes morales, ¿por qué no seguirla sin darle más vueltas? ‘La sabiduría de arriba está lista para obedecer.’ (Santiago 3:17.) Si respaldas su posición de cabeza, lo ayudarás a hacerse más capaz.
Problemas económicos
Hay quien diría que el principal problema de los matrimonios jóvenes es el dinero. Muchos de ellos se quedan atónitos al enterarse de la carestía de la vida. Ray y Lora, por ejemplo, “no tenían ni comida ni dinero” después de la boda. “Dormíamos en el suelo”, confiesan ambos. Brad y Tonya se vieron sometidos al mismo tipo de presiones cuando él se quedó sin trabajo y ella tuvo que solventar las deudas.
Es cierto que el joven no tiene fácil acceso a los empleos bien remunerados, pero en ocasiones los problemas económicos son fruto de la mala administración. Así lo admite una joven esposa: “Voy gastando el dinero hasta que se acaba, y para la última semana del mes ya no me queda nada”. Las desdichas de otras parejas se originan por la falta de comunicación. “Fui a comprar un automóvil sin discutirlo con mi esposa”, confiesa Jake. “Lo que más falta nos hacía eran los muebles”, explicó ella lamentándose.
¿Te suena conocido? Si así es, tal vez no hayas abandonado “las cosas características de pequeñuelo” al administrar el dinero. (1 Corintios 13:11.) ¿Eres un comprador impulsivo? Pues aprende a hacer una lista de compras y cíñete a ella. Consulta a tu cónyuge sobre las adquisiciones de cierta cuantía. (Proverbios 15:22.) Lleva la cuenta de los gastos y haz un presupuesto realista.b Evitarás a buen grado las tensiones económicas.
Vamos a hablar tú y yo
Luego viene el que se considera segundo problema más importante entre las parejas jóvenes: la comunicación. Algunos cónyuges se aíslan en un silencio glacial. Otros recurren a la violencia verbal. “Nuestras peores riñas obedecieron a razones de lo más absurdas —comenta Sylvia, divorciada—, como que él dejara tirados los zapatos por el suelo, o que yo comiera de su plato.”
Aunque forzosamente surgirán malentendidos y desacuerdos, no permitas que la “amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” destrocen tu matrimonio. (Efesios 4:31.) Acostúmbrate a solucionar los problemas dialogando antes de que la irritación pase a mayores. Al hablar, ataca el problema, no a tu consorte. Si la situación se descontrola, no empieces una riña. “Donde no hay leña, se apaga el fuego”, señala Proverbios 26:20. Más adelante, ya calmados, procura reanudar la conversación.
Saber comunicarse es también la clave para solucionar otro problema frecuente: la insatisfacción sexual. A veces todo se reduce a que la joven pareja está tan agotada con sus nuevas obligaciones que no logra disfrutar de la vida marital. Cierta obra comenta: “Marido y mujer entran en el matrimonio muy desinformados sobre la función y el desarrollo de las relaciones sexuales”. Engañados por la propaganda del mundo, muchas parejas conciben expectativas nada realistas. También son nocivas las actitudes egoístas y desenfrenadas. Es esencial comunicarse y dar tiempo al tiempo. La sexualidad no suele ser problemática si cada uno ‘busca la ventaja del otro’. (1 Corintios 10:24.)
Es evidente, pues, que el matrimonio no es cosa de niños. Pero el que ya estés casado, no significa que estés condenado al fracaso. “El primer año de matrimonio fue durísimo —señala una esposa—, pero seguimos los consejos de la Biblia y ahora la vida conyugal nos da satisfacción y felicidad.” También puede ser así en tu caso.
[Notas a pie de página]
a En algunos casos se emplean nombres ficticios.
b El artículo “Prepare un presupuesto... ¡del modo fácil!”, del número del 22 de abril de 1985, contiene sugerencias útiles.
[Fotografía en la página 26]
Las mejores cualidades del joven esposo afloran cuando recibe apoyo para cumplir su cometido