El punto de vista bíblico
¿Cuál es el sentido de la existencia?
“LOS DARVINISTAS ARGUMENTAN QUE LA SELECCIÓN NATURAL EXPLICA ADECUADAMENTE LA VIDA ORGÁNICA. SIN EMBARGO, EL SENTIDO COMÚN DICTA QUE SI UN ORGANISMO ADELANTA HACIA UNA MAYOR COMPLEJIDAD, CONCIENCIA E INTELIGENCIA ES PORQUE DICHAS CUALIDADES SON DESEABLES.” (DYLAN THOMAS [1914-1953], POETA Y ESCRITOR GALÉS.)
LA BÚSQUEDA del sentido de la existencia no es nada nuevo; ha ocupado el pensamiento de las mentes curiosas a lo largo de los siglos. Un sondeo reciente demostró que este tema preocupa hoy a los neozelandeses más que hace diez años. Según el informe publicado en la revista Listener, el 49% de la población mayor de 15 años “reflexiona con frecuencia sobre el sentido de la vida”, lo que supera al 32% de una encuesta similar realizada en 1985.
Parece que este sentimiento es común a gentes de otras naciones. La fuente citada añade: “La tendencia creciente a interrogarnos sobre la razón de ser de nuestra existencia pudiera indicar que estamos más intranquilos que en los años ochenta, menos seguros de qué camino seguir”.
Por lo visto, las respuestas de los evolucionistas a la pregunta universal de por qué existimos dejan insatisfechas cada vez a más personas. ¿Pudiera ser la Biblia la brújula moral que nos revele el sentido de la existencia?
“Primera fuerza motivante”
De entre todas las criaturas de la Tierra, el hombre es la única que cavila sobre el propósito de la vida. ¿Sabe por qué? La Biblia da una razón en Eclesiastés 3:11 al decir que el Creador “puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro”. (Levoratti-Trusso.) Aunque el instinto de conservación es inherente a todos los seres vivos, el hombre es el único que posee el concepto del tiempo: pasado, presente y futuro. El hombre puede meditar en el pasado y anhelar el futuro, prepararse para él e incluso ansiar tener parte en él. Y se frustra cuando sus ilusiones no se cumplen debido al carácter efímero de la vida.
Por tal razón, él es el único capaz de plantearse las interrogantes: ¿por qué estoy aquí? ¿hacia dónde voy? El psiquiatra Viktor Frankl escribió: “La primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida. [...] Y yo me atrevería a decir que no hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene un sentido”.
La conclusión de Salomón es sustentada por Jesús
A los antiguos les intrigaba saber la finalidad de la vida. Retrocedamos tres mil años en las páginas de la historia al tiempo en que Salomón dominaba sobre Israel. Esta es la impresión que produjo el monarca en la reina de Seba: “Verdad ha resultado ser la palabra que oí en mi propio país acerca de tus asuntos y acerca de tu sabiduría. Y no puse fe en las palabras hasta que yo hubiera venido para que mis propios ojos vieran; y, ¡mira!, no se me había referido ni la mitad. Has superado en sabiduría y prosperidad las cosas oídas a las que escuché”. (1 Reyes 10:6, 7.)
Salomón consignó en el libro bíblico de Eclesiastés los resultados de un experimento que pretendía esclarecer la finalidad de la existencia, el cual consistía en procurarse los deleites de la vida propios de un monarca del antiguo Oriente. En los Ec 2 versículos 1 a 10 del segundo capítulo, el rey pintó una vida de goces difíciles de concebir en la actualidad. Tras probar todas las riquezas materiales y placeres carnales que la vida le ofrecía, ¿cuál fue su dictamen sobre lo significativo de esta experiencia? Su respuesta debería sacudir a quienes están demasiado seguros de sí mismos.
Al reflexionar en lo que había hecho, su veredicto fue, en líneas generales, desfavorable. Todo era fútil, una pérdida de tiempo. Afirmó: “Yo, yo mismo, me volví hacia todas las obras mías que mis manos habían hecho, y hacia el duro trabajo que yo había trabajado duro para lograr, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviera de ventaja bajo el sol”. (Eclesiastés 2:11.)
Salomón concluyó que los deleites terrenos a lo sumo producen placer temporal, y ni siquiera la sabiduría humana puede eximir al hombre del dolor y la angustia existenciales.
Jesucristo sustentó esta conclusión cuando, en respuesta a la preocupación indebida que tenía un hombre por su herencia material, dijo a la multitud que lo escuchaba: “Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia, porque hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee”. (Lucas 12:15.)
Solo Jehová Dios puede librarnos de nuestras flaquezas cotidianas y dar propósito a nuestras acciones. Por ello, la vida sin Dios es vana. Como anotó Salomón en Eclesiastés 12:13: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre”.
Descubra el sentido de la existencia
Jesús ratificó en repetidas ocasiones la opinión salomónica de que el sentido de la vida no puede desligarse del sano temor de Dios. Citando de la Palabra de Dios, dijo: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová’”. (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3.) Efectivamente, para disfrutar de una vida plena, es menester no pasar por alto el plano espiritual. Refiriéndose a sí mismo, Jesús dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra”. (Juan 4:34.) El servicio obediente a su Padre celestial constituyó una fuente de gozo y satisfacción, lo nutrió y comunicó sentido a su existencia.
Por lo tanto, ¿puede alcanzar la vida su potencial máximo sin la intervención de Dios? ¡No! Es interesante notar lo que en cierta ocasión escribió el historiador Arnold Toynbee: “El verdadero fin de una religión superior es irradiar los dictados y verdades espirituales que constituyen su esencia, al mayor número posible de almas, para que cada una de ellas esté entonces en condiciones de realizar el verdadero fin del hombre. El verdadero fin del hombre es glorificar a Dios y gozar de su presencia eternamente”. El profeta Malaquías transmitió el parecer de Dios: “Ustedes ciertamente verán de nuevo la distinción entre uno justo y uno inicuo, entre uno que sirve a Dios y uno que no le ha servido”. (Malaquías 3:18.)
[Fotografía en la página 26]
“El pensador”, de Rodin
[Reconocimiento]
Scala/Art Resource, N.Y.