Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo protegerme del acoso sexual?
ANITA es una muchacha de 16 años, llena de vida y siempre con una sonrisa a flor de labios. Pero cuando explica lo que le sucedió hace poco en la escuela, frunce el ceño. “Un joven muy popular me acorraló en el pasillo y empezó a tocarme descaradamente —recuerda—. Varias muchachas se lo habían permitido; se sentían halagadas por sus atenciones, pero yo no. Pedirle de buenas maneras que me quitara las manos de encima no surtió efecto. Él no creía que lo dijera en serio.”
El problema de Anita no es un caso excepcional. Parece ser que el acoso sexual ya era común en tiempos bíblicos (lee Rut 2:8, 9, 15), y hoy día se produce con una frecuencia alarmante. “Donde yo trabajo, algunos hombres han hecho comentarios groseros sobre mi cuerpo”, dice una adolescente. Pero muchas veces el acoso va más allá de las simples palabras. “Algunos han tratado de tocarme o agarrarme”, añade. Otra adolescente llamada René comentó a ¡Despertad!: “Era tanto el acoso que sufría en el trabajo, que me vi forzada a presentar mi dimisión”.
Según una encuesta reciente, el 81% de los estudiantes de octavo a undécimo grado (de entre 13 y 16 años) dijeron haber sufrido acoso sexual por lo menos una vez. “De estos —informa U.S.News & World Report—, el 65% de las muchachas y el 42% de los muchachos afirmaron haber sido tocados, agarrados o pellizcados de manera deshonesta.” Sí, pueden sufrir acoso tanto chicos como chicas. El padre de un adolescente mencionó: “Estoy horrorizado de lo descaradas que son las muchachas en la escuela de mi hijo. Desde que tenía unos 12 años, ha recibido continuas llamadas telefónicas, invitaciones para salir, proposiciones inmorales y todo lo que uno pueda imaginarse”.
Es fácil restarle importancia a este comportamiento molesto. Una joven comentó: “A veces lo hacen como si fuera de broma”. Pero no es asunto de broma para los cristianos. Ellos saben que, a menudo, el propósito del acoso es hacer caer a la persona en inmoralidad sexual, algo que Jehová Dios condena. (1 Corintios 6:9, 10.) Además, la Palabra de Dios manda que se trate a las mujeres jóvenes “con toda castidad” (1 Timoteo 5:2), y prohíbe el “bromear obsceno”. (Efesios 5:3, 4.) Por lo tanto, los jóvenes cristianos no deben tolerar el acoso sexual. Ahora bien, ¿cómo puedes protegerte contra ese tipo de hostigamiento? Veamos algunas medidas preventivas.
Maneras de prevenir el acoso
Cultiva la reputación de tener una conducta cristiana. “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres”, exhortó Jesús. (Mateo 5:16.) Una manera de hacerlo es explicando tus creencias a los compañeros de clase o de trabajo. Cuando se te conoce como una persona de firme convicción y elevadas normas morales, hay menos probabilidades de que te acosen.
Cuida tu forma de vestir y de arreglarte. En tiempos bíblicos había ciertas vestimentas que caracterizaban a las mujeres inmorales. (Lee Proverbios 7:10.) De igual modo, hoy día los estilos provocativos quizás te hagan ser popular entre tus coetáneos, pero podrían dar una impresión equivocada de ti y atraer el tipo de atención que no deseas del sexo opuesto. Algo parecido podría suceder si una muchacha se maquillara de forma que aparentara más edad de la que tuviera. El consejo de la Biblia es que ‘te adornes en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio’. (1 Timoteo 2:9.)
Escoge con cuidado tus amistades. (Proverbios 13:20.) Al fin y al cabo, la opinión que otros se formen de ti dependerá mucho de las amistades que tengas. Si se sabe que tus amigos pasan mucho tiempo hablando del sexo opuesto, la gente podría pensar que tú eres igual. (Lee Génesis 34:1, 2.)
No flirtees. Es cierto que no hay nada malo en mostrarse simpático, pero alguien del otro sexo fácilmente podría interpretar mal que te quedes mirándolo o lo toques. Además, para conversar no hace falta tocar. Pon en práctica la regla áurea y trata al sexo opuesto como quieres que te traten a ti: con castidad y respeto. (Mateo 7:12.) No intentes atraer su atención solo por divertirte. Además de cruel y engañoso, podría ser arriesgado. “¿Puede un hombre recoger fuego en el seno sin que se le quemen las mismas prendas de vestir?”, pregunta la Biblia en Proverbios 6:27.
Si te acosan
Desde luego, aunque tal vez necesites hacer algunos cambios en tu forma de vestir, arreglarte o comportarte, nadie tiene el derecho de ponerte las manos encima ni de hacerte proposiciones deshonestas. Incluso jóvenes de apariencia y conducta ejemplar han sido objeto de acoso. ¿Qué deberías hacer si te encontraras en esa situación? Veamos algunas sugerencias.
Rechaza con firmeza el acoso. Es bien sabido que algunas personas dicen que no a las proposiciones sexuales cuando en realidad quieren decir que sí. Por eso, los agresores dan por sentado que un ‘no’ vacilante significa ‘sí’ —o por lo menos quizás—, hasta que se les convenza de lo contrario. El consejo de Jesús de que tu no signifique no, es muy práctico en estas situaciones. (Mateo 5:37.) No reacciones con risitas ni con timidez. Tampoco permitas que tus ademanes, tu voz o tu expresión facial contradigan tus palabras.
Haz una escena. Los agresores sexuales normalmente cuentan con que sus víctimas no van a oponer resistencia. No obstante, en tiempos bíblicos las mujeres israelitas tenían el derecho, o mejor dicho, la obligación, de resistir las agresiones sexuales. (Deuteronomio 22:23, 24.) Igualmente hoy día, la cristiana no debe pensar que los tocamientos o las caricias de carácter deshonesto no tienen importancia. Son impropios; constituyen una agresión contra tu dignidad como persona y como cristiana que no tienes por qué tolerar. “Aborrezcan lo que es inicuo”, exhorta la Biblia. (Romanos 12:9.)
Una manera eficaz de detener el acoso es hacer una escena y abochornar al agresor; puede que así deje de acosarte. ¿Recuerdas el caso de Anita, mencionada al principio? Pedir de buenas maneras al joven que dejara de tocarla no surtió efecto. Ella explica: “Tuve que abochornarlo delante de sus amigos gritándole: ¡NO me toques de esa manera!”. ¿Qué pasó? “Todos sus amigos se rieron de él. Estuvo muy frío por un tiempo, pero a los pocos días se disculpó por su conducta y más adelante incluso me defendió cuando otro joven trató de molestarme.”
Si con palabras no consigues nada, tendrás que alejarte del agresor, quizás hasta corriendo. Y si no puedes escapar, tienes el derecho de valerte de cualquier medio necesario para defenderte del acoso. Una cristiana dijo francamente: “Cuando un muchacho trató de agarrarme, le di un puñetazo con todas mis fuerzas y eché a correr”. Por supuesto, esto no significa que el agresor no vuelva a intentarlo. De ahí que posiblemente necesites buscar ayuda.
Cuéntaselo a alguien. “Eso es lo que finalmente tuve que hacer —admite Adrienne, de 16 años—. Cuando vi que un muchacho al que consideraba un buen amigo no me dejaba en paz, pedí consejo a mis padres. Cuanto más protestaba yo, más persistente era, como si jugara conmigo.” Los padres de Adrienne le dieron consejos prácticos que la ayudaron a combatir mejor el problema.
Tus padres también pueden ayudarte a superar cualquier secuela emocional que pudiera dejarte el acoso, como bochorno, temor o vergüenza. Pueden convencerte de que tú no tuviste la culpa. También pueden tomar medidas para protegerte en el futuro.
Por ejemplo, quizás vean provechoso informar del problema a tu profesor o a la dirección de la escuela. Muchas escuelas de Estados Unidos toman las quejas muy en serio y tienen normas bien definidas respecto al acoso sexual entre estudiantes.
Cierto, no todos los centros educativos son así. “En mi escuela —dice Earlisha, de 14 años— los profesores a veces sueltan palabrotas y se comportan peor que los estudiantes. Una no sabe a quién recurrir.” Por eso no es de extrañar que, cuando denunció que la estaban molestando, la recriminaran por ser demasiado sensible. Pero Earlisha no se dio por vencida. Habló con otras seis muchachas que habían sido pellizcadas y acariciadas por el mismo joven. “Fue necesaria la declaración de seis de nosotras para convencer al director de que existía un verdadero problema”, dice. Finalmente consiguió que cesara el acoso.
Acude a Dios en busca de apoyo. Si cuando estás en la escuela hay veces que te da la sensación de encontrarte dentro de una guarida de leones, recuerda que Jehová Dios protegió al profeta Daniel cuando estuvo entre leones de verdad. (Daniel 6:16-22.) Jehová también puede ayudarte a ti. Él comprende las presiones a las que te encaras en la escuela. Y si las cosas se ponen difíciles, implora su ayuda, incluso en voz alta si es necesario. No tengas miedo ni vergüenza de que sepan que sirves al Dios verdadero. La Biblia promete lo siguiente a los siervos fieles de Jehová: “Él está guardando las almas de los que le son leales; de la mano de los inicuos los libra”. (Salmo 97:10.)
Estas palabras no garantizan que se te vaya a librar de manera milagrosa. Tienes que hacer todo lo posible por protegerte tú. Pon en práctica los principios bíblicos. Manifiesta modestia en tu habla y apariencia. Cuida tu trato con el sexo opuesto. De esta manera, te será más fácil protegerte del acoso.
[Fotografía en la página 18]
Cuando rechaces proposiciones deshonestas, no vaciles; que tu no signifique no