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  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 8/10 págs. 16-20

La carrera Iditarod, diez siglos de fragua

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN ALASKA

ESTIRAMOS el cuello para ver la calle principal de la ciudad. Entre la multitud aglomerada se hallan los medios de comunicación con sus cámaras y equipos. Todos tenemos fija la mirada en el final de la calle, esperando atisbar el arribo a la meta en Nome (Alaska, E.U.A.) del campeón de “la Iditarod, la última gran carrera”.

La carrera de trineos tirados por perros más famosa del mundo, cuyo trayecto supera los 1.800 kilómetros, ha durado más de diez días. El año pasado se completó en nueve días y unas cuantas horas. Como este año no se cuentan las primeras veinticuatro horas de la carrera, que corresponden a la ceremonia de partida, no se puede comparar la duración. En la competición participan decenas de mushers (conductores de trineo) de varios países, entre ellos veteranos de otras carreras.

Imagínese lo que es pasar diez días o más, la mayor parte del tiempo solo, en medio de un desierto inhóspito. Hay que sortear pasos montañosos y gargantas heladas, atravesar la tundra, cruzar ríos helados que se usan como carreteras, bordear el escabroso mar helado y soportar temperaturas bajo cero sin detener la marcha hacia la ciudad meta de Nome.

Observamos la emoción que genera esta muestra de cooperación entre hombre y perro, y nos preguntamos ‘¿Cómo surgió todo esto?’.

La herencia del mushing

Las carreras de trineos tirados por perros reciben en inglés el nombre de mushing y los conductores se llaman mushers. ¿De dónde salieron estas palabras? Su origen se remonta al tiempo de los primeros colonos del noroeste de Canadá. Los francocanadienses que montaban los trineos gritaban a los perros Ma-a-r-r-che. A los pobladores ingleses de Canadá les sonaba algo así como mush, de donde surgió el término musher para el conductor de trineo tirado por perros.

Aunque las carreras de trineos son un pasatiempo relativamente moderno, los perros de trineo se han usado por mil años, cuando menos. Al principio se empleaba el perro y el trineo básicamente para transportar mercancías por las yermas y nevadas extensiones de terreno. El primer testimonio escrito de la utilización de trineos tirados por perros se encuentra en la literatura árabe del siglo X. Algunos entendidos creen que el pueblo chukchi, de Siberia, fue el primero en dar uso a la combinación de perro y trineo.

El oro preparó el camino para la Iditarod original. En 1908 se descubrió oro en la zona donde los indios atapascos cazaban caribúes, la cual llamaban Haiditarod, “el lugar lejano”, que se adaptó al inglés como Iditarod. El resultado fue el establecimiento de una senda de 1.800 kilómetros hasta Nome que pasaba por la localidad de Iditarod. Con el tiempo llegó a conocerse como la Senda de Iditarod.

Cuando se desató la fiebre del oro en Alaska y Canadá, los trineos tirados por perros transportaban herramientas, correo y el preciado mineral por el inmenso yermo. Según un informe, a finales de 1911, cuatro tiros de perros transportaron 1.200 kilos de oro en un solo viaje por la Senda de Iditarod y llegaron a Knik (Alaska) el 10 de enero de 1912.

Nacen las carreras de trineos

Durante la fiebre del oro, cuando había tantos equipos de perros trabajando, no era raro que los conductores consideraran que su equipo o su perro guía era el más fuerte, rápido o listo. Por consiguiente, con frecuencia se originaban competiciones. En 1908 se celebró en Nome la primera carrera organizada con trineos tirados por perros: la All-Alaska Sweepstakes. Esta predecesora de las modernas carreras de trineos preparó a los conductores para una carrera posterior que no se haría por el oro del premio, sino para salvar vidas.

La carrera Nome Serum de 1925

La histórica carrera de trineos Nome Serum fue una carrera contra la muerte. En enero de 1925 se declaró un brote de difteria en Nome. En vista de la amenaza de epidemia, Nome tenía que recibir un suministro de suero con rapidez. Se formó una expedición, en relevos de veinte conductores con sus reatas de perros. El primer equipo partió de Nenana con una temperatura de 46 °C bajo cero, y fue el primero de una serie de relevos de una ciudad a otra, que distaban entre sí de 50 a 80 kilómetros. La mayoría del tiempo corrían en la oscuridad, pues la luz diurna del ártico duraba en aquella época del año solo unas tres o cuatro horas.

Los 1.080 kilómetros de camino hasta Nome se recorrieron en cinco días y un tercio, un trayecto que normalmente duraba veinticinco días. Los conductores atravesaron terribles tempestades, en las que el viento producía una sensación térmica de 57 °C bajo cero e incluso menos. La hazaña fue de tal magnitud, que el presidente estadounidense Calvin Coolidge otorgó una medalla y un certificado a cada participante.

Perros guías

El perro guía de una reata o equipo es de primordial importancia. Muy pocos reúnen las condiciones para ello. Debe recordarse que, según el número de perros de la reata, el guía pudiera ir de 15 a 20 metros delante del conductor. En la oscuridad, durante las tormentas de nieve o cuando cambia de dirección, el conductor pudiera perderlo totalmente de vista. Por ello, el perro guía tiene que husmear el camino o seleccionar la ruta más segura, y tomar muchas otras decisiones sin depender de su amo.

El año pasado, DeeDee Jonrowe, de Alaska, que había sido subcampeona el año anterior, tuvo que prescindir de Barkley, su perro guía de confianza, lo que fue un duro golpe para el equipo. Dos años antes, Lavon Barve, que ha competido diez veces en la Iditarod, tuvo que abandonar la carrera a 369 kilómetros de Nome, con la garganta irritada de tanto gritar órdenes a sus dos perros guías inexpertos.

Pero ponderar los méritos del perro guía no significa que el conductor contribuya poco a la dirección de su equipo. Por el contrario, siempre está al mando, dirigiéndolo con órdenes como gee (¡derecha!), haw (¡izquierda!) o whoa (¡so!). La palabra mush de antaño ha sido reemplazada por el término futbolístico hike o por el más simple let’s go (¡vamos! o ¡arre!). Estas frases y otras parecidas ponen en movimiento al equipo y dirigen sus acciones. Las órdenes, apoyadas por una especie de ancla bastante impresionante que se coloca en la nieve para que los perros inquietos no salgan antes de tiempo, usualmente mantienen el control del equipo.

Decimos “usualmente” porque el conductor de trineo Mark Nordman, de Minnesota (E.U.A.), tal vez discrepe un poco de que siempre se pueda confiar en los perros o que estos respondan a las órdenes. No hace mucho, en una carrera, a poca distancia de un puesto de control, detuvo a su equipo para enderezar algunas correas de tiro torcidas. Mientras trabajaba, los perros se retorcieron en las correas, soltaron el cable de remolque del trineo al que estaban atados y echaron a correr. Mark se lanzó hacia adelante para atrapar el cable, agarrándolo justo por detrás de los últimos perros. (Perder el equipo en el desierto puede ser muy peligroso.) Durante el siguiente medio kilómetro, hizo de quitanieves y además practicó el esquí acuático arrastrado por su equipo sobre la nieve acumulada en las ventiscas y sobre ríos desbordados. Tenía la parka empapada y el hielo se le acumulaba bajo la barbilla mientras seguía deslizándose tras los perros, ordenándoles continuamente que pararan. Finalmente le hicieron caso, y él pudo regresar andando a buscar el trineo. ¡Vaya obediencia de los perros en aquella ocasión!

Pero hay circunstancias en las que la fiabilidad de los perros cosecha mejores resultados. Durante la Iditarod, el sueño es un lujo. Cuando la pista es recta y plana, hay ocasiones en que el conductor deja el equipo en manos del perro guía y echa una siesta en el trineo. Mientras tanto, los perros continúan a buen paso rumbo a la meta: la ciudad de Nome.

A veces, si la senda está en buen estado, un equipo puede trotar con facilidad a 18 ó 19 kilómetros por hora o correr por períodos más breves a unos 30 kilómetros por hora. El promedio es muy inferior, aunque suelen recorrerse 160 kilómetros por día. Un equipo de campeones alcanzó un promedio de 7 kilómetros por hora en los diez días de carrera.

El perro de trineo de Alaska

Hay quienes se plantean si el perro de trineo no será víctima del maltrato y la explotación del hombre. Debido a los abusos que se cometen con los animales, la preocupación no es irrazonable.

Parece que los perros de trineo realizan su labor con entusiasmo, pues la línea de salida es un cúmulo de ladridos en el que cada uno expresa su deseo de marchar por la senda. Algunos están muy ansiosos de correr, como los diez de un equipo que al tirar de sus arreos con tanta fuerza arrastraron la camioneta a la que estaban atados, y eso que tenía puesta una velocidad y el freno de mano.

Los conductores se preocupan mucho por el bienestar de sus animales. En las paradas, se dedica buena parte del tiempo a prepararles la comida y la cama de paja que los aísla de la nieve, así como a cambiarles los botines que protegen sus patas y a curárselas si tienen alguna herida. El descanso de los participantes en la Iditarod consiste en ratos aislados de una o dos horas, aunque hay una parada obligatoria de veinticuatro horas en la que puede descansar seis o siete. Afortunadamente, los perros descansan más que sus amos.

La regla general del conductor es que el perro no debe arrastrar más que su propio peso. El trineo habitual de la Iditarod pesa, incluido el conductor, entre 140 y 230 kilos. Si un corredor tiene un equipo de quince perros, cada uno tira de 15 kilos o menos, un promedio muy por debajo de su peso medio: 25 kilos. Además, durante gran parte del recorrido, el conductor no se monta en el trineo, sino que corre detrás empujando, ayudando a subir las cuestas o a cruzar el terreno accidentado.

Pese al cuidado que reciben los perros, hay quien opina que las carreras lastiman a algunos de ellos. Según una carta dirigida al periódico The New York Times, la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos afirma que algunos perros no pueden acabar el recorrido y hasta mueren extenuados. Se dijo que en buen grado la presión se debe a la gran cantidad de dinero que otorgan las corporaciones patrocinadoras como premio.

Cuatro clases de perros

¿Qué clase de perro puede mantener el paso y al parecer disfrutar haciéndolo? Todo perro puede tirar de un trineo si se le adiestra. Pero el que se emplea en Alaska suele pertenecer a uno de los siguientes cuatro tipos principales: el malamut de Alaska, el husky de Siberia, el husky de Alaska y el perro de aldea o indio, según explica la escritora Lorna Coppinger en su libro The World of Sled Dogs (El mundo de los perros de trineo).

1) El malamut de Alaska es una raza oriunda del ártico. Los exploradores rusos hallaron el malamut en la tribu inuit de Kotzebue Sound, un colectivo que se llamaba los mahlemut o malemiut. Este perro es corpulento y fuerte. Fue idóneo para el acarreo de cargas pesadas durante la fiebre del oro. Es más lento que otras razas, pero este inconveniente se ve compensado por su tremenda fuerza y aguante.

2) El husky de Siberia, de imponente mirada azul, también se considera una raza. Es pequeño, inteligente y rápido, y ostenta manchas características. Fue introducido en Alaska en 1909 por un comerciante de pieles que participó con su equipo de diez siberianos en la segunda competición All-Alaska Sweepstakes.

3) El husky de Alaska no se considera una raza, aunque tiene varias características distintivas. Es una mezcla de perros del norte, y su nombre se deriva de una palabra nativa para esquimal, husky o huski, que significa “devorador de carne cruda”. No es una designación inadecuada, pues los conductores septentrionales del pasado dependían principalmente del pescado seco para alimentar a sus equipos.

4) El perro indio o de aldea es el más habitual de los perros de trineo de la actualidad, aunque no suele tener rasgos distintivos. Es el producto de años de crianza selectiva del patrimonio genético disponible en la zona donde se cría. Puede recorrer un kilómetro en dos minutos y completar una carrera de 30 kilómetros a más de 27 kilómetros por hora, y todavía conservar energías para aguardar con ansia la carrera del día siguiente. Aunque a algunas personas les es indiferente, a los ojos del corredor es hermoso, siempre y cuando sepa andar bien.

La meta

La llegada del triunfador no pone fin a la Iditarod. Quizás pasen entre ocho y diez días más hasta que concluya oficialmente con la entrega del ‘Premio Linterna Roja’ al último corredor que cruce la meta. La linterna roja alude al furgón de cola del ferrocarril, que llevaba una linterna roja.

Cuando reflexionamos en lo que ocurre en la Iditarod, quedamos impresionados por la labor de equipo que realizan hombre y perro, labor que les permite recorrer más de 1.800 kilómetros en un terreno sumamente difícil y con un clima inhóspito. Pese a ello, algunos equipos logran realizar el recorrido en unos diez días y medio. También nos impresionan las maravillosas capacidades físicas y mentales con las que el Creador ha dotado a hombre y bestia, que permiten realizar esta hazaña.

[Reconocimiento en la página 17]

Fotos: © Jeff Schultz/Alaska Stock Images

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