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  • El cárabo junto al muro de Adriano

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  • El cárabo junto al muro de Adriano
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¡Despertad! 1995
g95 8/11 págs. 15-16

El cárabo junto al muro de Adriano

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN GRAN BRETAÑA

UN VELO tenue de neblina cubría aún las copas de los árboles cuando una agradable melodía comenzó a romper la quietud del alba. Las aves migratorias habían llegado al norte de Inglaterra para unir sus cantos a los de los mirlos y tordos del país.

Ascendí por el curso del arroyo turboso de riberas adornadas con prímulas y violetas, para llegar al solariego nido del cárabo junto al muro de Adriano.a Sabía que a un kilómetro y medio, la hembra posiblemente estaría cerca del tronco del viejo olmo vigilando a sus cuatro polluelos que, sin duda, estaban cómodos y a buen recaudo en el agujero de aquel tocón de fresno.

El cárabo, ¡qué maravilla de creación! Su vista nocturna es cien veces más aguda que la del hombre. Hasta en la luz difusa de la luna puede cazar a su presa. El ojo humano posee unas células llamadas conos que le permiten separar los colores, y otras denominadas bastoncillos que absorben la luz; sin embargo, el ojo del cárabo está repleto de bastoncillos que contienen una sustancia química llamada púrpura visual. Este pigmento transforma hasta los más tenues rayos luminosos en señales químicas que transmiten al ave impresiones visuales donde el hombre apenas percibe un poco de luz.

El cárabo no puede girar los globos oculares dentro de las cuencas, como lo hace la mayoría de los animales. Sus ojos están fijos como los faros de un automóvil. Para compensar esta situación, cuenta con un cuello sorprendente que es capaz de girar hasta 270 grados, lo cual le permite ver en todas direcciones.

Se dice que aunque el cárabo esté posado en un árbol a unos 15 metros, no solo puede ver a un ratón, sino que también puede escuchar sus movimientos en la hierba. Su sorprendente sensibilidad auditiva se atribuye a la forma de sus oídos. Si observa el rostro de un cárabo, verá que está configurado por rígidas plumas curvadas que recogen y reflejan las ondas sonoras hacia los oídos, donde rebotan hasta dar con los mayores tímpanos del mundo de las aves. Un oído está un poco más arriba del otro, lo que le permite determinar con exactitud la dirección del sonido.

Una vez que ha localizado a su presa, ya sea por la vista o por el oído, se lanza sobre ella silenciosamente. El cuerpo del cárabo está revestido de plumas tan suaves que amortiguan el sonido. Las plumas de sus alas tienen incluso un contorno sedoso que elimina el ruido durante el vuelo. En ocasiones, algunos campesinos se han asustado al ver en una noche oscura la silueta brillante de un cárabo que desciende junto al camino. Quizás no lo sepan, pero el cárabo puede brillar gracias a la fosforescencia que transmite a sus plumas un hongo luminiscente que crece en la madera en descomposición de su nido.

Seguí subiendo por el arroyo y pronto llegué hasta el viejo tocón retorcido. El calor de la mañana había hecho que uno de los polluelos se asomara a la entrada del agujero para disfrutar de los rayos del sol que se filtraban oblicuamente a través de la bóveda de hojas. Allí estaba, sentado y guiñando los ojos debido al juego de luces y sombras de la luz solar, ¡qué escena más hermosa!

Escondida en alguna de las ramas altas, mamá cárabo debía de estar con su pareja divisándolo todo con sus ojos entreabiertos. Yo estaba seguro de que ella cuidaría con esmero sus polluelos hasta que pudieran valerse por sí mismos, gracias a la sabiduría instintiva que implantó en ellos su Magnífico Creador.

[Nota a pie de página]

a El emperador romano Adriano mandó construir este muro entre los años 120 y 130 E.C., como defensa contra las sublevadas tribus caledonias del norte de Inglaterra. Se extiende por 117 kilómetros, desde el golfo de Solway, al oeste, hasta la desembocadura del río Tyne, en la costa oriental de Inglaterra.

[Reconocimiento en la página 15]

Cortesía de English Heritage

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