BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g95 22/12 págs. 14-16
  • Una primicia de Mali

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Una primicia de Mali
  • ¡Despertad! 1995
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Un verdadero reto
  • Un torbellino de actividad
  • Una dedicación conmovedora
  • Más compañerismo afectuoso
  • ¿Cómo considera usted su Salón del Reino?
    Nuestro Servicio del Reino 1976
  • La primera vez que fueron al Salón del Reino
    ¡Despertad! 1970
  • Salones del Reino abiertos a todo el mundo
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2002
  • Su primera visita a un Salón del Reino
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
Ver más
¡Despertad! 1995
g95 22/12 págs. 14-16

Una primicia de Mali

MI ESPOSO es superintendente viajante de los testigos de Jehová en Mali, un país escasamente poblado de África occidental. El norte está cubierto por el desierto del Sahara, y el resto consiste en onduladas praderas. Mali es mayor que España, Francia e Inglaterra juntas. Mientras que la población de estos tres países supera los ciento cuarenta millones, Mali tiene solo unos diez millones de habitantes, 150 de los cuales son Testigos.

Nuestro lugar de residencia está en Ziguinchor, una pequeña ciudad del país vecino de Senegal. En noviembre de 1994 volamos a Dakar, y de allí a Bamako, la capital de Mali, una ciudad extensa de más de medio millón de habitantes. De Bamako viajamos en taxi colectivo, autobús o tren a las ciudades más pequeñas como Ségou, San y la antigua Mopti. Pasamos una semana en cada ciudad participando en el ministerio cristiano con los pocos Testigos que hay en ellas.

En diciembre regresamos a Bamako para disfrutar de la asamblea de distrito, cuya asistencia máxima es de 273 personas. ¡Qué alegría nos da ver el bautismo de catorce nuevos Testigos! Un día después de terminar la asamblea, tomamos el autobús que va a la pequeña ciudad de Sikasso, donde se han hecho preparativos para la dedicación, una semana más tarde, del primer Salón del Reino de Mali construido por los testigos de Jehová.

Un verdadero reto

La congregación de Sikasso se compone de solo trece Testigos, cinco de los cuales son precursores, o ministros de tiempo completo. Llegamos el lunes, ansiosos de conocer los planes para la dedicación. Nos dicen que esperan que Mike, mi esposo, haga los preparativos. Así que después de deshacer las maletas, visitamos el Salón del Reino. Cuando lo vemos, no podemos creer que haya sido construido por tan pocos Testigos. Sin embargo, aún hay que terminar algunos detalles. No tiene cortinas, no se ha pintado por fuera y le falta un letrero que diga “Salón del Reino de los Testigos de Jehová”.

Sabemos que dentro de pocos días vendrán por lo menos cincuenta visitantes de Bamako para asistir a la dedicación. También se ha invitado a personas de la localidad. La congregación tiene un solo anciano, Pierre Sadio. Cuando le preguntamos cómo piensa terminar el salón antes del sábado, el día de la dedicación, los hermanos se acercan para oír su respuesta. “Creo que Jehová nos ayudará a terminarlo a tiempo”, contesta.

¡Hay tanto que hacer en tan poco tiempo! Pregunto vacilante si puedo ayudar a hacer las cortinas. En los rostros se dibuja una gran sonrisa de alivio. Entonces Mike sugiere que se consiga un letrero para la entrada del salón. Pronto todos estamos hablando al mismo tiempo. Estamos muy emocionados. Nos ponemos la meta de terminar los detalles a tiempo.

Un torbellino de actividad

Las hermanas vamos al mercado a comprar los materiales. Después buscamos a un profesional para que cosa las cortinas. “Tiene cuatro días para terminarlas”, le decimos. Para que el salón tenga un adorno, Mike se ofrece a hacer un macramé para colgar una planta decorativa en el frente. De modo que nuevamente vamos al mercado a comprar la cuerda y el florero.

También se encargan de que alguien provea el letrero. Dentro y fuera del salón se ve un torbellino de actividad. Algunos vecinos se ponen a mirarnos. Hay mucho que hacer. ¿Cómo daremos de comer a 50 visitantes? ¿Dónde dormirán? Nos apuramos durante toda la semana, pero el tiempo se nos echa encima.

El viernes, el día anterior a la dedicación, nos levantamos temprano. Cuando los visitantes están por llegar, puede sentirse la emoción en el ambiente. Como al mediodía traen el letrero del Salón del Reino. Cuando Mike lo desenvuelve, los hermanos suspiran admirados. Hasta a los observadores curiosos les gusta. Esperamos impacientes que se coloque en la fachada. Ahora se ve claramente que este no es cualquier edificio. Es el “Salón del Reino de los Testigos de Jehová”.

En la cercana casa de un precursor, unas hermanas están cocinando afanosamente. La comida hierve en un enorme caldero negro. En cuanto retiramos los baldes de pintura y las brochas de la pared lateral del salón, se escuchan los gritos: “¡Ya llegaron!, ¡ya están aquí!”. Los hermanos salen pronto del salón y de sus casas. Los vecinos observan con asombro y los hermanos bailan de gozo. Cuando llegan nuestros amigos, les damos un caluroso recibimiento. Estoy tan orgullosa de ser testigo de Jehová.

Me quedo observando a los visitantes, hermanos procedentes de las tribus locales, de Burkina Faso y de Togo. También hay alemanes, canadienses, estadounidenses y franceses. Esa noche tenemos un gran banquete. Hacemos una enorme fogata para iluminar el patio. Me dan ganas de pellizcarme para cerciorarme de que realmente estoy participando en este acontecimiento. Aunque ha caído la noche, no queremos retirarnos a nuestros alojamientos.

En un hogar se hospedan hasta veinte hermanos. Sé que para algunos de ellos esto es incómodo. Veo que una hermana lleva a una visitante francesa hasta la letrina que está afuera de su casa. Esta visitante es familiar de una de las misioneras, pero no es Testigo. Cuando regresan, comenta: “Aunque ustedes son tan pobres, realmente son amorosos y bondadosos”. Siento ganas de decir: “No, no son pobres. Todos los que forman el pueblo de Jehová son ricos”. Es cierto, ¿en qué otro lugar puede verse a grupos tan diversos viviendo en paz y armonía?

Una dedicación conmovedora

La noche pasa rápidamente, y llega el día de la dedicación. Después de reunirse para el servicio del campo en el Salón del Reino, los Testigos salen a invitar a la gente para la dedicación. Yo me quedo a arreglar las flores y las plantas. Se oye el bullicio de las hermanas locales que están cocinando para la cena.

Finalmente dan las cuatro de la tarde, la hora de la dedicación. Asisten 92 personas al salón, pero hay espacio para todas. Estoy tan emocionada que se me hace difícil estar sentada tranquilamente. Pierre Sadio relata la historia de la obra en Sikasso. Cuando se le envió a esta ciudad, los únicos que allí servían a Jehová eran él, su esposa y sus dos hijos. La vida era muy dura, pero Jehová bendijo su servicio. El primero que se hizo Testigo es ahora precursor especial. Después, Pierre explica cómo se construyó este salón. Los Testigos contrataron a un albañil y todos los domingos la congregación completa trabajaba todo el día en la construcción.

A continuación Mike entrevista a los que trabajaron en el salón. Les pregunta a todos si pensaban que llegaría este día y cómo se sienten al ver el salón lleno de personas. A varios se les hace un nudo en la garganta y casi no pueden concluir sus comentarios. Ninguno puede contener las lágrimas.

Ahora Ted Petras, de la sucursal de los testigos de Jehová de Senegal, presenta el discurso de dedicación. Después de la oración, los hermanos aplauden prolongadamente. Mike invita a los que participaron en la construcción a pasar al frente. Se ven radiantes de alegría, con lágrimas de gozo en las mejillas. Cuando entonamos el cántico de conclusión, me siento muy dichosa. Ser misionera me ha permitido tener experiencias maravillosas. Si nos hubiésemos quedado en casa, en Estados Unidos, nos habríamos perdido mucho.

Más compañerismo afectuoso

Después de la dedicación se sirven algunos refrigerios. Llegan varias hermanas con bandejas de sandía sobre la cabeza. Las siguen dos hermanos ataviados con gorros de chef, que llevan bandejas de pasteles adornados con rodajas de naranja y limón. Hay ambiente de fiesta.

Los visitantes se retiran después de disfrutar de los refrigerios, y los Testigos nos dirigimos a una casa cercana para cenar allí. Todos nos sentamos fuera, a la luz de la luna llena, mientras una gran fogata ilumina el patio. Estoy tan emocionada y cansada por las actividades del día que no puedo terminar mi alimento. Comparto un muslo de pollo con una niña. Los precursores se lo comen todo. Aquí no se desperdicia la comida como en Estados Unidos.

Al anochecer, un hermano recuerda a quienes vinieron de Bamako que a las nueve y cuarto de la mañana siguiente los recogerá un autobús. Esa mañana todos nos sentamos en el patio a esperar el autobús. Entonamos un último cántico, “Gracias, Jehová”. No podemos contener las lágrimas, y precisamente cuando terminamos el cántico aparece el autobús. Todos los hermanos y hermanas se abrazan.

Nos quedamos de pie diciendo adiós con la mano mientras el autobús parte lentamente. Todos los que van en él hacen el mismo ademán hasta que se pierden de vista. Quienes nos hemos quedado nos miramos unos a otros. Ha sido realmente una dedicación maravillosa, una semana estupenda.—Contribuido.

[Fotografía en la página 15]

Primer Salón del Reino de Mali construido por los testigos de Jehová

[Fotografía en la página 16]

Este grupo feliz llegó en autobús

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir