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El tulipán: delicada flor de tormentoso pasado

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN LOS PAÍSES BAJOS

“CUANDO llega la primavera a Holanda, es como si miles de hectáreas [...] cobraran vida”, dice el Departamento de Turismo Neerlandés. En los campos tiene lugar un estallido de color al florecer las hileras de tulipanes, un espectáculo que atrae a turistas de todo el mundo. Para la mayoría, estas gráciles y famosas flores de cultivo son tan holandesas como los molinos de viento, el queso y los zuecos. Pero ¿sabía usted que esta flor tiene sus raíces en Turquía?

Tulipanes holandeses con raíces orientales

Mientras que en Turquía ya había adornos con forma de tulipán en el siglo XII, la literatura europea no menciona esta flor sino hasta mediados del XVI, señala la botánica Adélaïde L. Stork. En 1553, un viajero francés escribió que en los mercados de Constantinopla (Estambul) había visto “forasteros maravillados” comprando flores desconocidas, “lirios rojos con grandes cebollas”. Según la doctora Stork, el vocablo “tulipán” se deriva del nombre turco que daban en Constantinopla a la flor, dülbend (turbante).

Entre los extranjeros a quienes intrigaban estos “turbantes” estaba Ogier Ghislain de Busbecq, embajador austríaco en Turquía (1555-1562). Consiguió algunos bulbos o cebollas en Constantinopla y los llevó a Viena, donde se plantaron en los jardines de Fernando I, emperador de los Habsburgo. Los tulipanes florecieron bajo el cuidado experto de Charles de L’Écluse, botánico francés, más conocido por su nombre latinizado: Carolus Clusius.

La fama de Clusius no tardó en atraer la atención de la Universidad neerlandesa de Leiden, que lo persuadió a hacerse conservador de sus jardines botánicos. En octubre de 1593, Clusius llegó a Leiden con “un alijo de bulbos de tulipanes”. Meses después, en la primavera de 1594, el nuevo jardín de Clusius sería el marco en el que florecería el primer tulipán neerlandés.

El tormentoso período de la tulipomanía

Los vivos colores y exóticas formas del tulipán cautivaron a los holandeses. Los relatos fabulosos acerca del exorbitante precio que pagaban los sultanes turcos por los bulbos, hicieron de estos la envidia de todo ciudadano preocupado por su posición social. En poco tiempo se convirtió en un cultivo muy rentable; cuando la demanda superó a la oferta, los precios de los bulbos se dispararon, desencadenando una etapa tormentosa que los historiadores holandeses denominan tulpenwoede (tulipomanía).

La tulipomanía alcanzó su apogeo en los años treinta del siglo XVII, cuando el tulipán se convirtió en el artículo más preciado. En aquellos días, comenta Oliver Impey, especialista en Historia del Arte, era más barato comprar un cuadro de esta flor de Jan D. de Heem (gran pintor de naturalezas vivas que vivió en la Holanda del siglo XVII) que una cebolla de tulipán de una variedad rara. Un solo bulbo constituía la dote de una novia; tres, el precio de una casa junto a un canal, y uno de la variedad Tulipe Brasserie bastó para adquirir una pujante fábrica de cerveza. Los comerciantes de bulbos llegaban a ganar cada mes el equivalente a 44.000 dólares actuales. “En las posadas y tabernas de toda Holanda —explica cierta obra— las charlas y transacciones giraban en torno a un solo artículo: las cebollas de tulipán.”

“La continua alza de los precios incitaba a muchas familias de clase media, y aun pobres, a especular en el mercado del tulipán —agrega The New Encyclopædia Britannica—. Se hipotecaban propiedades inmobiliarias e industrias para comprar bulbos y luego revenderlos a precios más altos. La venta y la reventa se realizaba muchas veces sin que los tubérculos salieran siquiera del suelo.” Las fortunas se duplicaban en un abrir y cerrar de ojos. Hubo pobres que se hicieron ricos, y acaudalados que se volvieron opulentísimos. El comercio de estos bulbos se convirtió en motivo de frenética especulación hasta que, súbitamente, en 1637, la cantidad de vendedores superó a la de compradores, lo que desencadenó la quiebra del mercado. De la noche a la mañana, miles de holandeses pasaron de la abundancia a la ruina.

Persiste la fiebre

Aun así, la pasión por el tulipán sobrevivió a la catástrofe que acabó con la tulipomanía, de modo que la industria del bulbo volvió a florecer. En efecto, en el siglo XVIII ya eran tan famosos los tulipanes neerlandeses que un sultán turco, Ahmed III, los importaba por millares de Holanda. Así, tras un largo viaje, los descendientes de los tulipanes turcos volvieron a sus raíces. En la actualidad, este cultivo constituye una industria holandesa de gran envergadura o, como prefieren algunos, un bello negocio. De los 34.000 kilómetros cuadrados del país, unos 77 se dedican a su cultivo. Cada año, los 3.300 cultivadores de la nación exportan cerca de 2.000 millones de bulbos a más de ochenta países.

Aunque el tulipán ha tenido un tormentoso pasado, el hombre no ha perdido la pasión por él. A lo largo de los siglos, esta hermosa flor ha impulsado a pintores, poetas y científicos a plasmar en el lienzo o el papel su elegante forma y llamativo colorido. Un científico del siglo XVIII, Johann Christian Benemann, escribió un tratado monográfico en alemán sobre el tulipán y lo tituló Die Tulpe zum Ruhm ihres Schöpffers, und Vergnügung edler Gemüther (El tulipán, para gloria de su Creador y placer de las almas nobles). Como muchos autores, comenta Adélaïde Stork, no solo veía en esta flor “un objeto en manos del jardinero, sino un reflejo de la grandeza y gloria del Creador”. Es difícil discrepar de esta opinión cuando se observa tan delicada flor.

[Recuadro de la página 18]

Cómo cultivar tulipanes

CON tal que haya suficiente agua, casi todo terreno es apto para su cultivo, aunque es más fácil plantar los bulbos si se mezcla el mantillo con arena, turba o compost.

Plántelos en otoño. Hay dos métodos: poner cada bulbo en un hoyo, o todos juntos en una almáciga.

Como regla general, deben plantarse a una profundidad que doble la altura del bulbo, lo que significa que el extremo inferior (por su parte plana) debe quedar a unos 20 centímetros de la superficie. Deje unos 12 centímetros de espacio entre los bulbos.

Cúbralos con la tierra del hoyo y riéguelos inmediatamente para que empiecen a crecer. Si caen heladas intensas, la capa de turba o mantillo de hojas protegerá los bulbos e impedirá que el suelo se seque. Quite el mantillo en primavera, cuando aparezcan los primeros brotes.

Corte la flor cuando los pétalos comiencen a marchitarse; si no, la planta dará semilla y privará al bulbo del alimento que necesita para crecer al año siguiente. Deje secar las hojas naturalmente y quítelas cuando estén amarillas.

En vez de plantar los bulbos al azar, agrúpelos por colores y variedades. Así formará retazos de color y disfrutará más del rey de los jardines.—International Flower Bulb Centre, Holland/National Geographic.

[Reconocimientos de la página 17]

Página 16, parte inferior: Nederlands Bureau voor Toerisme; Partes superior izquierda, central y superior derecha: Internationaal Bloembollen Centrum, Holland; página 17, parte inferior: Nederlands Bureau voor Toerisme/Capital Press

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