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  • Cuando toda la tierra sea un parque natural

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  • Cuando toda la tierra sea un parque natural
  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 8/7 págs. 9-11

Cuando toda la tierra sea un parque natural

QUIEN desee conocer a la criatura más peligrosa del planeta no tiene más que mirarse en el espejo. En efecto, ningún depredador es tan destructivo como nosotros, los seres humanos, que llegamos a matarnos a gran escala.

A fin de que la Tierra sea un lugar seguro para la fauna —aun la del zoo, sobre todo si este se convierte en su último refugio—, debe erradicarse el flagelo humano de la guerra. De los 12.000 especímenes del zoológico de Berlín, solo 91 sobrevivieron a la II Guerra Mundial, y en muchos parques los estragos fueron parecidos. Aunque el intrépido personal de los zoológicos evacuó muchos animales durante el reciente conflicto de los Balcanes, perecieron centenares, entre ellos venados, felinos, osos y lobos. El diario The Australian indica que, según las autoridades de Camboya, los jemeres rojos han exterminado deliberadamente multitud de animales exóticos de las junglas. ¿Para qué? Para intercambiar sus pieles y otros productos por armas.

Otra lacra que debe superarse para que la fauna viva segura dentro y fuera del zoo es el vandalismo ecológico, como el que afectó a las apartadas islas Peron, situadas al sudoeste de Darwin (Australia); en un lapso de tres años incendiaron en dos ocasiones el criadero de pelícanos, por lo visto solo por el placer de matar con saña miles de polluelos que aún no volaban.

Sin embargo, en los últimos decenios la mayor pérdida de especies no ha sido fruto de la barbarie, sino del empuje de la creciente población humana desesperada por encontrar un terreno para cultivarlo y edificar su casa. En vista de la incesante reducción de los hábitats y la consiguiente contaminación, el libro The World Zoo Conservation Strategy da esta advertencia: “Las perspectivas para el siglo XXI respecto al ecosistema del planeta no son buenas. Nada indica que vaya a cesar pronto la destrucción que tiene lugar a nivel mundial”.

Dado que cunde la inquietud por el futuro de la Tierra, tal vez parezca pura fantasía pensar en la conversión de todo el planeta en parque natural. Pero esta esperanza tiene una base sólida, pues no se funda en el hombre miope que, como indicó un escritor sobre temas científicos, ni siquiera cincuenta años atrás preveía la crisis ecológica actual, sino en aquel que la predijo, Jehová Dios. Hace más de diecinueve siglos vaticinó que en nuestros tiempos el hombre estaría “arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Ya que esta profecía se pronunció cuando la población humana era muy pequeña, a muchos contemporáneos pudo parecerles increíble, pero se está cumpliendo con asombrosa exactitud.

Es paradójico que la destrucción ocurra en una época de maravillas científicas y tecnológicas que permiten el seguimiento de las especies amenazadas con microtransmisores y satélites, la medición desde el espacio de la pérdida de pluviselva en metros cuadrados, y el cálculo de la contaminación del aire en millonésimas. Pero, salvo contadas excepciones, el hombre parece incapaz de actuar en consonancia con el torrente de datos. Pudiera comparársele al maquinista de un tren fuera de control que, pese a tener ante sí una consola llena de avanzados artilugios y monitores que le indican todo lo que ocurre, no puede parar.

¿Por qué fracasan las gestiones?

Imagínese que el administrador arrogante y sin escrúpulos de una gran fábrica oye decir al dueño que, en vez de ascenderlo, lo despedirá dentro de unos meses. Presa de la rabia y el rencor, recurre a mentiras, sobornos y turbios manejos para que algunos obreros desestabilicen todo. Con cuidado de no delatarse, averían las máquinas, ralentizan la producción y elaboran artículos defectuosos. Entretanto, los buenos empleados, ajenos a lo que sucede, tratan de subsanar la situación; pero cuanto más se esfuerzan, más empeora.

El vil “administrador” del mundo ha urdido un plan similar contra el hombre y la Tierra. Pero en este caso no hay por qué estar “en ignorancia de sus designios”, pues la Biblia pone al descubierto quién es: un espíritu amargado, Satanás el Diablo, el ángel que se volvió megalómano y ardió en deseos de recibir culto. (2 Corintios 2:11; 4:4.) Dios lo expulsó de su familia celestial y lo condenó a la destrucción. (Génesis 3:15; Romanos 16:20.)

Al igual que el corrupto administrador fabril, el “padre de la mentira” también se vale de un arsenal de artimañas para desfogar su cólera. Odia a Jehová Dios y quiere hacer estragos en Su creación. (Juan 8:44.) Los medios satánicos más poderosos son la propaganda embustera, la codicia, el materialismo y las doctrinas religiosas nocivas. Con ellos ha ‘extraviado a toda la tierra habitada’ y ha convertido a los seres humanos, cuya encomienda era ser custodios del planeta, en los depredadores más implacables, sí, en discípulos del Nemrod de antaño, “poderoso cazador en oposición a Jehová”. (Revelación 12:9, 12; Génesis 1:28; 10:9.)

La única esperanza realista de un parque mundial

Ahora bien, no es imposible vencer a las fuerzas humanas y sobrehumanas que fomentan la extinción. El omnipotente Creador de los seres vivos puede sacarnos de esta vorágine destructiva, y de hecho promete hacerlo mediante su gobierno celestial, que destruirá a los depredadores que arruinan la Tierra. Así lo pedimos cuando oramos: “Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. (Mateo 6:9, 10, Serafín de Ausejo, 1964; Revelación 11:18.)

Si observa, se vincula la venida del Reino a la realización de la voluntad de Dios en la Tierra. La razón es que el Reino es el gobierno divino que administrará la Tierra. Al ser un reino, tiene un monarca: Jesucristo, el “Rey de reyes y Señor de señores”. (Revelación 19:16.) También cuenta con súbditos. En efecto, Jesús dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra”. (Mateo 5:5.) Estas personas apacibles son sus súbditos terrestres que, con la ayuda del Reino de Dios, cuidarán muy bien de su herencia y la convertirán en un paraíso rebosante de vida. El siguiente comentario del libro The World Zoo Conservation Strategy reviste interés: “El porvenir del ser humano y de la naturaleza solo estará seguro cuando toda la humanidad pueda vivir en una nueva armonía con la naturaleza”.

La historia y la imperfección del hombre denotan la imposibilidad de que “toda la humanidad” actual viva en una “nueva armonía” con la naturaleza, pues prescinde de Jehová. De hecho, una razón por la que Dios ha permitido que dure tanto este mundo es demostrar la futilidad del gobierno autónomo del hombre. Pero los que ansían el reinado de Cristo disfrutarán en breve de inmensa paz. Así lo confirma Isaías 11:9, al tiempo que indica por qué serán los únicos que vivirán en una “nueva armonía” con la naturaleza: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar”. En efecto, la clave es la educación divina. Y es lógico, pues ¿quién hay más sabio que el Artífice de la Naturaleza?

¿Qué les ocurrirá a quienes persistan en desatender a Jehová? “En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra”, dice Proverbios 2:22. Su beligerancia e indiferencia les costará la vida en la “gran tribulación” que se avecina, mediante la cual Dios dará su merecido a quienes, egoístamente, se obstinen en explotar y destruir su creación. (Revelación 7:14; 11:18.)

¿Le gustaría participar en la rehabilitación de la Tierra? Si así es, estudie la Biblia para saber qué exige Dios de usted. Solo así podrá pensar en sintonía con el Creador. (2 Timoteo 3:16; Hebreos 4:12.) Además, cuando ponga en práctica lo que aprenda, no solo será un mejor ciudadano ahora, sino que demostrará que es, en efecto, una persona de la clase a la que Jehová encomendará la “nueva tierra” que se avecina. (2 Pedro 3:13.)

Tanto los editores de esta revista como la congregación de los testigos de Jehová que le quede más cerca le ayudarán con mucho gusto proporcionándole, si así lo desea, un curso bíblico gratuito o publicaciones que expongan estos asuntos con más detalle.

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